E-Book, Spanisch, 400 Seiten
Reihe: Ensayo
Lister Una curiosa historia del sexo
1. Auflage 2022
ISBN: 978-84-125285-4-1
Verlag: Capitán Swing Libros
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
E-Book, Spanisch, 400 Seiten
Reihe: Ensayo
ISBN: 978-84-125285-4-1
Verlag: Capitán Swing Libros
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Historiadora, autora y conferenciante, Lister es profesora de la Escuela de Artes y Comunicación de la Universidad de Leeds Trinity. Lleva años investigando y trabajando como activista contra la estigmatización de los trabajadores sexuales. Investiga principalmente la historia literaria del trabajo sexual y es comisaria del proyecto de investigación online Whores of Yore, un archivo digital interdisciplinario para el estudio de la sexualidad a lo largo de la historia. Este proyecto presenta la investigación de Lister, así como artículos de académicos, trabajadores del sexo, activistas, artistas, terapeutas e historiadores, con el fin de romper las jerarquías y unir las conversaciones en torno a la sexualidad. Lister también ha publicado ensayos sobre humanidades médicas, cultura material, estudios victorianos y neomedievalismo. Escribe regularmente sobre historia de la sexualidad para iNews, Vice y la Wellcome Trust. Fue elegida Publicista del Año en los Sexual Freedom Awards 2017 y nominada para el Premio al Profesor Más Innovador del Año en los Times Higher Education (THE) Awards 2020.
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Introducción
«Las emociones no expresadas nunca mueren.
Son enterradas vivas y vuelven a aparecer
de forma más terrible».
SIGMUND FREUD
El sexo es uno de los grandes niveladores universales. Parafraseando al marqués de Sade de Geoffrey Rush, «comemos, dormimos, cagamos, follamos y morimos».[1] El deseo traspasa las barreras culturales, de género y de clase. No le importan nuestras «reglas» y, como te dirá cualquiera que haya sido pillado con los pantalones bajados, le importa aún menos el sentido común. Por supuesto que los humanos hacen mucho más que comer, cagar y follar; nuestro intelecto es lo que nos distingue realmente de las bestias. Y ahí radica el problema. Decir que se ha pensado demasiado sobre el sexo es quedarse corto.
Toda forma de vida en este planeta comparte el deseo de reproducirse, pero lo que hace único al ser humano es la complejidad, la variedad y la multiplicidad en las formas con las que busca satisfacer sus deseos sexuales. En Forensic and Medico-legal Aspects of Sexual Crimes and Unusual Sexual Practices (2008), el profesor Anil Aggrawal enumeró 547 parafilias sexuales de interés e indicó que «como las alergias, las excitaciones sexuales pueden producirse por cualquier cosa bajo el sol, incluido el mismo sol».[2] Y por si te interesa, la excitación sexual causada por el sol se llama actirastia.
Los humanos son, además, las únicas criaturas que estigmatizan, castigan y se avergüenzan de sus deseos sexuales. Si bien todos los animales tienen rituales de cortejo, ningún animal salvaje ha ido a terapia para confesar su fetichismo por el látex. La abeja reina se acuesta hasta con cuarenta parejas en una sesión y vuelve a su colmena empapada de semen, con las pollas cortadas de sus conquistas, pero ni un solo zángano la llamará «puta». Los babuinos macho se follan alegremente todo el día sin temor a ser enviados a terapias de «reorientación sexual». Por el contrario, la culpa que sentimos los humanos por nuestros deseos puede ser paralizante, y se infligen severos castigos a aquellos que rompen «las reglas».
El novelista colombiano Gabriel García Márquez escribió en una ocasión que «todo el mundo tiene tres vidas: una vida pública, una vida privada y una vida secreta».[3] Paradójicamente, nuestra vida secreta es la más honesta. Mantenemos en secreto esta parte más genuina porque los sistemas que hemos creado la han hecho incompatible con nuestra vida pública. En un esfuerzo por controlar nuestro lado secreto, hemos convertido el sexo en un asunto moral, desarrollando complejas estructuras sociales para regular nuestros impulsos. Inventamos categorías para intentar controlarlos: gay, heterosexual, monógamo, virginal, promiscuo, etc. Aun así, la sexualidad no encaja a la perfección en las casillas creadas por los hombres, sino que las desborda, y es entonces cuando las cosas se vuelven complejas. Si intentamos reprimir nuestro deseo, este se transforma en una línea de falla que corre por debajo de nuestras estructuras de moralidad, ética y decencia. Pero cuando la niebla rosa descienda, las personas se arriesgarán al terremoto para lograr un orgasmo.
El acto sexual en sí mismo no ha cambiado desde que supimos qué iba dónde. Penes, lenguas y dedos han ido probando bocas, vulvas y anos en busca del orgasmo desde que los humanos salieron arrastrándose por primera vez del lodo primordial. Lo que cambia es el guion social que dicta el modo en el que se entiende culturalmente el sexo y la manera en la que se practica.
Según Pornhub, la mayor página web de pornografía, «lesbiana» se mantiene como la búsqueda número uno de su plataforma a nivel mundial desde su inicio en 2007. En los Países Bajos, la búsqueda aumentó un 45 por ciento de 2016 a 2018.[4] Por lo tanto, sería justo decir que los holandeses le están dando un gran visto bueno al sexo lésbico. Sin embargo, no siempre han apreciado tanto el amor entre mujeres. Entre 1400 y 1500, quince mujeres fueron quemadas vivas acusadas de «sodomitas» en los Países Bajos.[5] Aquellas que no fueron condenadas a muerte se enfrentaron a severos castigos. En 1514, Maertyne van Keyschote y Jeanne van den Steene fueron azotadas públicamente, se les quemó el cabello y fueron expulsadas de la ciudad por practicar «el pecado antinatural de sodomía con chicas jóvenes».[6] Seiscientos años después, el pecado antinatural de «sodomía con chicas jóvenes» es la categoría de porno más vista entre los descendientes de las personas que consideraron razonable arrojar lesbianas a la hoguera.
Las búsquedas en Pornhub de «porno para mujeres» aumentaron un 359 por ciento en 2018, y ese mismo años las mujeres vieron un 197 por ciento más de pornografía lésbica que los hombres. Esto habría sido una sorpresa para el Dr. William Acton (1813-1875), quien afirmaba que «la mayoría de las mujeres —afortunadamente para ellas— no tienen demasiadas preocupaciones sexuales».[7] Y para el editor del Sunday express, James Douglas (1867-1940) habría supuesto toda una incógnita. En 1928, Douglas atacó a la histórica novela lésbica de Radslyffe Hall, El pozo de la soledad, escribiendo: «[…] esta peste está devastando a la generación más joven. Está destrozando la vida de los jóvenes. Está profanando las almas jóvenes». Douglas instó a la sociedad a «limpiarse de la lepra de esos leprosos».[8] Sin embargo, noventa años más tarde, aquí estamos millones de mujeres de todo el mundo masturbándonos con esa «pestilencia», con nuestras leprosas almas intactas. ¡Qué época para estar viva!
Este es un libro sobre cómo han cambiado las actitudes hacia el sexo a lo largo de la historia. Es una curiosa historia del sexo y de los comportamientos que hemos tenido, con nosotros mismos y con los demás, en la búsqueda —y negación— del todopoderoso orgasmo. No se trata de un estudio exhaustivo de todas las rarezas sexuales, perversiones y rituales culturales a través de los tiempos, ya que eso supondría escribir una enciclopedia. Se trata más bien de una gota en el océano, un remo en la parte poco profunda de la historia del sexo, pero, a pesar de ello, espero que os mojéis placenteramente. He intentado elegir temas que proporcionen un contexto valioso a las inquietudes actuales, en particular a los asuntos de género, la vergüenza sexual, la belleza, el lenguaje y las ideas que hay detrás de la regulación del deseo. He escogido temas que me resultan muy cercanos, tales como la historia del trabajo sexual; temas profundamente emotivos como el aborto, y temas que me han hecho reír, como el asunto del «pan de berberecho» y la búsqueda del orgasmo sobre una bicicleta.[9] Aunque sea fácil reírse de las tonterías en las que creyó la gente a lo largo de la historia, y espero que lo hagáis, es infinitamente más valioso ver lo parecidos que somos a las personas que nos precedieron y cuestionar nuestras propias creencias. El sexo sigue siendo un tema profundamente controvertido, y en muchos sitios es una cuestión de vida o muerte. Estas actitudes cambiarán una y otra vez, esperemos que para mejor. Pero no llegaremos jamás al punto en el que el sexo esté libre de la vergüenza y el estigma si no somos capaces de comprender de dónde venimos.
Un apunte sobre el uso del lenguaje: entramos en un terreno duro en lo que respecta al lenguaje ofensivo. Este es un libro que desvela actitudes históricas hacia el sexo y el género. Nuestros antepasados poco sabían sobre la fluidez de género: partían del determinismo biológico y el binarismo. Como resultado, gran parte del material histórico de este libro define a las mujeres como «poseedoras de vulvas» y a los hombres como «poseedores de penes». Por ejemplo, en el capítulo sobre la historia de la palabra cunt [coño], se entiende cunt como los genitales de una mujer. Hoy sabemos que algunas mujeres tienen coño y otras no, así como algunos hombres lo tienen y otros no. Pero nuestros ancestros no veían el género o la biología en estos términos: para ellos, «coño» eran los genitales de la mujer. Si bien esto puede resultar ofensivo a los oídos modernos, entender las actitudes históricas hacia la identidad de género y la morfología sexual es esencial si queremos comprender de forma compleja cómo la heteronormatividad y las construcciones sobre lo binario han llegado a dominar las narrativas culturales.
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