Tizón | Apuntes para una psicopatología basada en la relación | E-Book | www.sack.de
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E-Book, Spanisch, 360 Seiten

Tizón Apuntes para una psicopatología basada en la relación

Vol. 2: relaciones dramatizadas, atemorizadas y racionalizadoras
1. Auflage 2018
ISBN: 978-84-254-4089-2
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection

Vol. 2: relaciones dramatizadas, atemorizadas y racionalizadoras

E-Book, Spanisch, 360 Seiten

ISBN: 978-84-254-4089-2
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Actualmente la psicopatología se encuentra en una encrucijada. TDAH, TEA, TLP, depresión, esquizofrenia, etc., son conceptos fundamentales de la psicopatología clásica y, al mismo tiempo, muestras de su grave crisis teórica y epistemológica. ¿Hay que entender esos y otros conceptos de la forma habitual o podemos pensar en otras formas de comprender el sufrimiento psicológico y psicosocial humano? ¿Existen bases suficientes como para desarrollar una psicopatología basada en las relaciones interpersonales, en las emociones, en la comunidad, en la solidaridad? Apuntes para una psicopatología basada en la relación se ha dividido en cuatro volúmenes: 1. Psicopatología general; 2. Relaciones dramatizadas, atemorizadas y racionalizadoras; 3. Relaciones emocionalizadas, intrusivas, actuadoras y 'operatorias' y 4. Las relaciones paranoides, la des-integración psicótica y la inestabilidad emocional 'límite'. En el Volumen 2. Relaciones dramatizadas, atemorizadas y racionalizadoras se redefinen los estilos y organizaciones desde el punto de vista de la relación, centrándose en los 'síndromes clínicos' que tradicionalmente se han entendido como 'neuróticos' o 'trastornos de ansiedad': histeria, fobias y trastornos obsesivos.

Jorge L. Tizón (A Coruña, 1946) es psiquiatra, psicoanalista, psicólogo y neurólogo. Dirigió durante veintidós años las unidades de salud mental para niños, adultos, trastornos mentales graves y equipos de investigación de La Verneda, La Pau y La Mina, en Barcelona. Posteriormente, fundó y dirigió el Equipo de Prevención en Salud Mental y Atención Precoz a los Pacientes en riesgo de Psicosis (EAPPP) del Institut Català de la Salut de Barcelona, el primer equipo español íntegramente dedicado a dicha labor. Actualmente ejerce la docencia en el Instituto Universitario de Salud Mental de la Universidad Ramon Llull (URL) y es profesor invitado en diversas universidades e institutos de formación tanto nacionales como extranjeros.
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2. LA RELACIÓN ATEMORIZADA Y LA ORGANIZACIÓN FÓBICO-EVITATIVA DE LA RELACIÓN

Una introducción necesaria

Hasta ahora, tal como hemos venido comentando, el concepto básico de la psicopatología, y de casi todas las psicopatologías (no solo de las relacionales), era el de «ansiedad». Hoy en día existen dudas sobre qué significa en concreto ese «constructo» y, por lo tanto, hasta qué punto hemos de utilizarlo como pilar para la conjugación de cualquier psicopatología. Tal vez la idea del «sufrimiento» o del «sufrimiento mental» sea más generalizable y más útil. Un buen ejemplo de ello es la relación atemorizada o evasiva y la organización fóbico-evitativa de la relación (OFER), a las que nos referiremos en este capítulo.

Hasta hace muy poco tiempo podíamos hablar de diversos cuadros y manifestaciones psicopatológicas de la «ansiedad» en tanto que activación psicofisiológica generalizada. En buena medida, la utilización de tal perspectiva del constructo «ansiedad» tiene que ver con la historia de su estudio en los experimentos de laboratorio con animales y de trabajos neurofisiológicos; en muchos casos, se partía de la inducción experimental de tal activación mediante drogas o situaciones «ansiógenas». En efecto, algunas drogas ilegales y bastantes legales o fármacos pueden producir un cuadro de «ansiedad»: cocaína, muchos inhalantes, anfetaminas, algunos bronquio-dilatadores, corticoides, algunos antidepresivos, fármacos para el trastorno por hiperactividad…

Cuando estamos adaptándonos (bien o mal) a un cambio vital, como una migración o una separación, sentimos «ansiedad», lo cual supone toda una serie de cambios biopsicosociales en nuestro organismo. Si llega a poseer características excesivas, hablaremos de «trastorno adaptativo con ansiedad» y la psiquiatría dominante podrá hablar de «trastornos por ansiedad». En ocasiones, ni la persona ni sus cuidadores saben el por qué de la ansiedad continua y crónica de una persona; hablamos entonces de un cuadro de «ansiedad generalizada». Si ocurre después de una catástrofe o una situación muy traumatizante o crónica, hablamos de la ansiedad en un trastorno por estrés postraumático: el miedo, los recuerdos de los momentos de miedo, terror y pavor, y sus componentes corporales, viscerales, juegan un papel crucial. Si tememos padecer una enfermedad y ese miedo no resulta explicado o calmado por ninguna exploración o explicación médica y dura meses o años, tal vez pueda hablarse de hipocondría. Si el cortejo somático del miedo (y del miedo al cuerpo) domina nuestra vida y nos lleva a tener o sentir dolores, contracturas, alteraciones gastrointestinales o de otras vísceras, hablamos de trastornos somatomorfos o por somatización.

En otro orden de cosas, si el miedo («ansiedad») está relacionado con qué nos pasará si no pensamos o hacemos determinadas cosas reiterativas, las cuales, por lo demás, juzgamos inútiles, inadecuadas o fuera de lugar, tendemos a creer que se trata de un «trastorno obsesivo-compulsivo», sobre todo si se acompaña de rituales. El individuo que padece un trastorno paranoide de personalidad teme una y otra vez ser perseguido o perjudicado de diversas formas y en las relaciones sociales, mientras que el que padece un delirio o delusión paranoide, se siente perseguido por seres o en situaciones extrañas, bizarras, poco compartibles con sus allegados y coetáneos —por extraterrestres, por la masonería, por delegados de Jesucristo o de cualquiera de las iglesias del mundo, por el FBI, por los terroristas…—. Por último, la persona esquizoide teme tanto el contacto humano que se refugia en la distancia, el control, la aparente frialdad afectiva en todas sus relaciones y apariciones.

Como podemos observar con esas descripciones, que ya utilizábamos en el libro sobre El poder del miedo. ¿Dónde guardamos nuestros temores cotidianos? (Tizón, 2011), hemos ido pasando, casi insensiblemente, de utilizar el término «ansiedad» a utilizar otro más asentado en la investigación psico(bio)lógica moderna del ser humano, del sujeto humano: el «miedo» (como emoción o «sistema emocional» primigenio) y el «temor a la pérdida de la figura de apego» (al que Panksepp llamó pánico). Por eso he dejado para el final las dos grandes manifestaciones de la psicopatología más vinculadas al miedo, a la emoción del miedo, a saber, los dos grupos nosológicos que la psiquiatría clásica denomina «trastornos fóbicos» (agorafobia, fobia social, fobia específica) y los «trastornos por angustia» o «ataques de pánico»: ahí ya resulta claro para todos que lo que fundamenta esas formas de relación psico(pato)lógica son los «sistemas emocionales» a los que llamamos «miedo» y «cuidado» o «apego», así como a sus diversas variantes más o menos mentalizadas, que van desde la inquietud o el «nerviosismo» hasta el pánico y el pavor. Y con dos desencadenantes incondicionados básicos: desde el miedo provocado por las amenazas a la integridad física o biopsicosocial del individuo, hasta el miedo a la separación del objeto de apego, a la pérdida del apego, que es a lo que algunos han llamado «pánico» (Panksepp, 1988; Panksepp y Biven, 2012).

Según vimos ya en la primera parte de este tratado, en su psicopatología general, consideramos el miedo y el apego o «sistema de cuidados» como «sistemas emocionales primigenios» de todos los seres humanos y, por tanto, con múltiples utilidades para la superviencia del individuo y de la especie. En ese sentido, en tanto que «sistemas emocionales primigenios» deberían ser considerados como:

  1. Fenómenos organísmicos, propios del organismo como totalidad. El miedo, salvo en su uso en «forma simulativa», como juego o prueba, es una emoción física y psíquicamente desagradable, que nos afecta profundamente tanto a nivel visceral como muscular y mental.
  2. Preprogramados en la especie: al menos las bases y las organizaciones neurobioquímicas, hormonales, viscerales y musculares del miedo, del sistema de cuidados y de la pena son heredadas dentro de la especie sapiens sapiens.
  3. Conllevan una vivencia de urgencia, presión, empuje, una representación mental (más o menos cognitivizada y más o menos inconsciente) de tensión, clarísima en el caso del miedo, del pavor, del pánico…
  4. Con predominio de la representación mental visceral o sensorial: lo que hace desagradable el miedo o la amenaza a la ruptura del apego son las sensaciones que nos producen, sensaciones que tienen que ver con la tensión psicológica y muscular, unida a la percepción de determinadas activaciones de nuestras vísceras.
  5. Las diversas formas de tales sistemas emocionales, como de cualquier otro, se hallan fundamentadas en unos estados y patrones corporales y bioquímicos característicos.
  6. Aunque, como toda emoción, poseen un amplio margen cuantitativo para su expresión psicológica y relacional: desde la preocupación, la inquietud y la aprensión, hasta el terror, el pavor o el pánico.
  7. Conllevan una tendencia a la acción también preprogramada en la especie: a atacar o a huir de lo que nos amenaza, a apegarnos, a sentir pena-tristeza…
  8. La tendencia a sentir miedo está dotada de gran persistencia. A pesar de las experiencias que podrían inhibir esos patrones de comportamiento, a pesar de programas y tratamientos de reprogramación, hay miedos que resultan prácticamente inextinguibles para gran parte de los humanos, y la tendencia a sentirlos solo puede desaparecer en lesiones neurológicas concretas, por otro lado muy raras.
  9. Sin embargo, como decíamos, la expresión de las diversas formas del miedo está dotada de un amplio polimorfismo: hay grandes variaciones entre las personas y entre las culturas en cuestiones como qué les produce miedo, cómo se expresa el miedo, qué expresiones y miedos son tolerables e intolerables…

Si bien la evitación de la ruptura del apego y la evitación de la pena-tristeza pueden ser también el origen de la relación atemorizada y evasiva, por simplificación didáctica vamos a centrarnos de momento en el miedo entendido como la emoción genéticamente preprogramada para responder a las amenazas a la integridad biopsicosocial. Para poder centrarnos en los aspectos psicopatológicos del miedo, resumimos en la tabla 2.1 los elementos que han llevado a Panksepp (1998, 2004; Panksepp y Biven, 2012) y a otros muchos investigadores a considerarlo como una de las emociones básicas o primigenias.

Tabla 2.1. El miedo (fear) como emoción primigenia queda definido por

Su finalidad u objetivo etológico

Defensa individual contra-predatoria

Defensa contra el riesgo biológico

Fijar la atención en la amenaza

Favorecer la huida

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