E-Book, Spanisch, Band 122, 154 Seiten
Reihe: Teatro
De Cervantes Saavedra Los baños de Argel
1. Auflage 2010
ISBN: 978-84-9953-716-0
Verlag: Linkgua
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
E-Book, Spanisch, Band 122, 154 Seiten
Reihe: Teatro
ISBN: 978-84-9953-716-0
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Miguel de Cervantes Saavedra (Alcalá de Henares, 1547-Madrid, 1616). España. Miguel de Cervantes Saavedra nació a mediados de 1547, en Alcalá de Henares, como cuarto de los siete hijos del cirujano Rodrigo de Cervantes y Leonor de Cortinas. Después, entre 1551 y 1556, su familia se trasladaría, sucesivamente, a Valladolid, Córdoba, Sevilla y Madrid, donde llevarían siempre una vida modesta y no exenta de dificultades. No se conocen referencias claras sobre la infancia y juventud de Cervantes, y tampoco sobre su formación. Es probable que estudiara en los colegios jesuitas de Córdoba y Sevilla, pero no en la universidad. Sí consta su contacto, a partir de 1566, con el catedrático de gramática y retórica Juan López de Hoyos, en Madrid, quien probablemente lo inició en el arte de la poesía y en la cultura renacentista y humanista de la época. Hacia 1569, tras algún lance callejero o de honor en el que debió herir a un tal Antonio de Sigura, Miguel de Cervantes marchó a Roma con la intención, sobre todo, de eludir a la justicia. Allí entró al servicio del cardenal Giulio Acquaviva y, poco después, trabajó como soldado en el tercio de Miguel de Moncada. Los motivos de este cambio de ocupación son, todavía hoy, un enigma. Los azares bélicos llevaron a Cervantes a la batalla de Lepanto (1571), a bordo de la galera Marquesa, perteneciente a la escuadra mandada por Juan de Austria. En esta batalla fue herido en la mano izquierda, la cual le quedó inútil. Después, tras unos meses de recuperación en Mesina, volvió a participar en las campañas de Bizerta y Túnez. En el prólogo de la segunda parte del Quijote, el mismo Cervantes refiere con orgullo su participación en la batalla de Lepanto, así como su herida y la compensación que obtuvo por su valor.
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Jornada segunda
(Halima, mujer de Cauralí, y doña Costanza.)
Halima¿Cómo te hallas, cristiana?
CostanzaBien, señora; que en ser tuya
mucho mi ventura gana.
HalimaQue gana más la que es suya,885
bien se ve ser cosa llana.
Al no tener libertad,
no hay mal que tenga igualdad:
sélo yo, sin ser esclava.
CostanzaYo, señora, esto pensaba.890
HalimaPiensas contra la verdad.
Sólo por estar sujeta
a mi esposo, estoy de suerte
que el corazón se me aprieta.
CostanzaBlando del marido fuerte895
hace la mujer discreta.
Halima¿Eres casada?
CostanzaPudiera
serlo, si lo permitiera
el cielo, que no lo quiso.
HalimaTu gentileza y aviso900
corren igual la carrera.
(Entran Cauralí y don Fernando como cautivo.)
CauralíElla es hermosa en extremo;
mas llega a su hermosura
su riguridad, que temo.
¡Ya, amor, desta piedra dura905
saca el fuego en que me quemo!
Hete dado cuenta desto,
para que en mi gusto el resto
eches de tu discreción.
Don FernandoMás pide la obligación,910
buen señor, en que me has puesto.
Muéstrame tú la cautiva;
que, aunque más esenta viva
del grande poder de amor,
la has de ver de tu dolor,915
o amorosa, o compasiva.
CauralíVesla allí; y ésta es Halima,
mi mujer y tu señora.
Don Fernando¡A fe que es prenda de estima!
HalimaPues, amigo, ¿qué hay ahora?920
CauralíMás de un ¡ay! que me lastima.
Halima¿Álzase el rey con la presa?
CauralíNo fuera desdicha aquésa.
HalimaPues ¿qué daño puede haber?
Cauralí¿No es mal mandarme volver925
en corso con toda priesa?
Mas Alá lo hará mejor.
Aqueste esclavo os presento,
que es cristiano de valor.
Don Fernando (Aparte.)¿Juzgo, veo, entiendo, siento?930
¿Éste es esfuerzo, o temor?
¿No están mirando mis ojos
los ricos altos despojos
por quien al mar me arrojé?
¿No es ésta, que el alma fue,935
la gloria de sus enojos?
Cauralí¿Con quién hablas, di, cristiano?
¿Por qué no te echas por tierra
y Halima besas la mano?
Don FernandoMás acierta el que más yerra,940
viendo un dolor sobrehumano.
Dame, señora, los pies,
que este que postrado ves
ante ellos es tu cautivo.
HalimaAhora esclavo recibo945
que será señor después.
¿Conoces a esta cautiva?
Don FernandoNo, por cierto.
CostanzaBien dijiste;
y si de memoria priva
un dolor, muera ésta triste,950
porque olvidada no viva.
Pero quizá disimulas
y mentiras acomulas
que ser de provecho sientes.
Cauralí¿Por qué, hablando entre los dientes,955
las razones no articulas?
Don Fernando¿Cómo os llamáis?
Costanza¿Yo? Costanza.
Don Fernando¿Sois soltera, o sois casada?
CostanzaDe serlo tuve esperanza.
Don Fernando¿Y estáis ya desesperada?960
CostanzaAún vive la confianza:
que, mientras dura la vida,
es necedad conocida
desesperarse del bien.
Don Fernando¿Quién fue vuestro padre?
Costanza¿Quién?965
Un Diego de la Bastida.
Don Fernando¿No estábades concertada
con un cierto don Fernando
de sobrenombre de Andrada?
CostanzaAsí es; mas nunca el cuándo970
llegó desa suerte honrada:
que mi señor Cauralí
del bien que en fe poseí,
merced a Yzuf el traidor,
trujo de su borrador975
el original aquí.
Don FernandoSeñora, trátala bien,
porque es mujer principal.
HalimaComo ella me sirva bien,
no la trataré yo mal.980
(Entra Zara, muy bien aderezada.)
ZaraYa queda empalado Hazén.
HalimaSeñora Zara, ¿qué es esto?
No te esperaba tan presto.
ZaraNo estaba el baño a mi gusto,
y víneme con disgusto985
de aqueste caso funesto.
Halima¿Pues qué caso?
ZaraA Yzuf mató
Hazén, y el cadí, al momento,
a empalarle sentenció.
Vile morir tan contento,990
que creo que no murió.
Si ella fuera de otra suerte,
tuviera envidia a su muerte.
Cauralí¿Pues no murió como moro?
ZaraDicen que guardó un decoro995
que entre cristianos se advierte,
que es el morir confesando
al Cristo que ellos adoran.
Y estúvemele mirando,
y, entre otros muchos que lloran,1000
también estuve llorando,
porque soy naturalmente
de pecho humano y clemente;
en fin, pecho de mujer.
Cauralí¿Que tal te paraste a ver?1005
ZaraSoy curiosa impertinente.
Cauralí¿Estarás aquí esta tarde,
Zahara?
ZaraSí, porque he de hacer
con Halima cierto alarde.
Cauralí¿De soldados?
ZaraPodrá ser.1010
CauralíQuedad con Alá.
ZaraÉl te guarde.
(Vase Cauralí.)
HalimaNo te vayas tú, cristiano.
CauralíQuédate.
Don FernandoTérmino llano
es éste de Berbería.
Costanza¡Dichosa desdicha mía!1015
Halima¿Por qué?
CostanzaPorque en ella gano.
Zara¿Qué ganas?
CostanzaUn bien perdido
que cobré con la paciencia
de los males que he sufrido.
Zara¡Mucho enseña la esperiencia!1020
CostanzaMucho he visto, y más sabido.
Zara¿Nuevos son estos cristianos?
HalimaSus rostros mira y sus manos,
que están limpios y ellas blandas.
Don FernandoSaldréme fuera si mandas.1025
HalimaNo tengas temores vanos,
porque no tiene recelo
de ningún cautivo el moro,
ni cristiano le dio celo.
Guarda ese honesto decoro1030
para tu tierra.
Don FernandoHarélo.
HalimaNo hay mora que acá se abaje
a hacer algún moro ultraje
con el que no es de su ley,
aunque supiese que un rey1035
se encubría en ese traje.
Por eso nos dan licencia
de hablar con nuestros cautivos.
Don Fernando¡Confiada impertinencia!
ZaraMatan los bríos lascivos1040
el trabajo y la dolencia,
y el gran temor de la pena
de la culpa nos refrena
a todos; que, según veo,
doquiera nace un deseo1045
que un buen pecho desordena.
Ven acá; dime,...




