De Cervantes Saavedra | Los baños de Argel | E-Book | www.sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, Band 122, 154 Seiten

Reihe: Teatro

De Cervantes Saavedra Los baños de Argel


1. Auflage 2010
ISBN: 978-84-9953-716-0
Verlag: Linkgua
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

E-Book, Spanisch, Band 122, 154 Seiten

Reihe: Teatro

ISBN: 978-84-9953-716-0
Verlag: Linkgua
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La trama de Los baños de Argel se resume de este modo: Unos piratas berberiscos capturan a unos cristianos. Los prisioneros son un sacristán, un anciano, sus dos nietos, la joven Costanza y su amado Fernando. En la escena siguiente se cuenta la historia de la mora Zahara y don Lope, preso en los baños de Argel (así se llamaban las prisiones de dicha ciudad). Lope acepta un dinero para pagar su rescate y una carta de Zahara, en que ella le ofrece convertirse en cristiana si él escapa y se casa con ella en España. Luego continúan las peripecias de los esclavos cristianos de Argel. El anciano asiste al martirio de uno de sus nietos por negar la ley musulmana. Al final de la obra los prisioneros escapan y se marchan de regreso a España. Los baños de Argel se inspira en la vida del propio Cervantes, quien fue apresado por piratas berberiscos y durante cinco años sufrió un duro cautiverio en Argel. Arriesgó su vida en varios intentos de evasión hasta que fue rescatado a los treinta y tres años. Otras comedias de Miguel de Cervantes Saavedra muestran su imagen del mundo islámico y su vida en Argelia: - La gran sultana doña Catalina de Oviedo, - El trato de Argel, - El gallardo español, - y Los baños de Argel, - también retoma este tema en El amante liberal, que narra una historia sentimental entre cristianos cautivos en Nicosia.

Miguel de Cervantes Saavedra (Alcalá de Henares, 1547-Madrid, 1616). España. Miguel de Cervantes Saavedra nació a mediados de 1547, en Alcalá de Henares, como cuarto de los siete hijos del cirujano Rodrigo de Cervantes y Leonor de Cortinas. Después, entre 1551 y 1556, su familia se trasladaría, sucesivamente, a Valladolid, Córdoba, Sevilla y Madrid, donde llevarían siempre una vida modesta y no exenta de dificultades. No se conocen referencias claras sobre la infancia y juventud de Cervantes, y tampoco sobre su formación. Es probable que estudiara en los colegios jesuitas de Córdoba y Sevilla, pero no en la universidad. Sí consta su contacto, a partir de 1566, con el catedrático de gramática y retórica Juan López de Hoyos, en Madrid, quien probablemente lo inició en el arte de la poesía y en la cultura renacentista y humanista de la época. Hacia 1569, tras algún lance callejero o de honor en el que debió herir a un tal Antonio de Sigura, Miguel de Cervantes marchó a Roma con la intención, sobre todo, de eludir a la justicia. Allí entró al servicio del cardenal Giulio Acquaviva y, poco después, trabajó como soldado en el tercio de Miguel de Moncada. Los motivos de este cambio de ocupación son, todavía hoy, un enigma. Los azares bélicos llevaron a Cervantes a la batalla de Lepanto (1571), a bordo de la galera Marquesa, perteneciente a la escuadra mandada por Juan de Austria. En esta batalla fue herido en la mano izquierda, la cual le quedó inútil. Después, tras unos meses de recuperación en Mesina, volvió a participar en las campañas de Bizerta y Túnez. En el prólogo de la segunda parte del Quijote, el mismo Cervantes refiere con orgullo su participación en la batalla de Lepanto, así como su herida y la compensación que obtuvo por su valor.
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Jornada segunda


(Halima, mujer de Cauralí, y doña Costanza.)

Halima¿Cómo te hallas, cristiana?

CostanzaBien, señora; que en ser tuya

mucho mi ventura gana.

HalimaQue gana más la que es suya,885

bien se ve ser cosa llana.

Al no tener libertad,

no hay mal que tenga igualdad:

sélo yo, sin ser esclava.

CostanzaYo, señora, esto pensaba.890

HalimaPiensas contra la verdad.

Sólo por estar sujeta

a mi esposo, estoy de suerte

que el corazón se me aprieta.

CostanzaBlando del marido fuerte895

hace la mujer discreta.

Halima¿Eres casada?

CostanzaPudiera

serlo, si lo permitiera

el cielo, que no lo quiso.

HalimaTu gentileza y aviso900

corren igual la carrera.

(Entran Cauralí y don Fernando como cautivo.)

CauralíElla es hermosa en extremo;

mas llega a su hermosura

su riguridad, que temo.

¡Ya, amor, desta piedra dura905

saca el fuego en que me quemo!

Hete dado cuenta desto,

para que en mi gusto el resto

eches de tu discreción.

Don FernandoMás pide la obligación,910

buen señor, en que me has puesto.

Muéstrame tú la cautiva;

que, aunque más esenta viva

del grande poder de amor,

la has de ver de tu dolor,915

o amorosa, o compasiva.

CauralíVesla allí; y ésta es Halima,

mi mujer y tu señora.

Don Fernando¡A fe que es prenda de estima!

HalimaPues, amigo, ¿qué hay ahora?920

CauralíMás de un ¡ay! que me lastima.

Halima¿Álzase el rey con la presa?

CauralíNo fuera desdicha aquésa.

HalimaPues ¿qué daño puede haber?

Cauralí¿No es mal mandarme volver925

en corso con toda priesa?

Mas Alá lo hará mejor.

Aqueste esclavo os presento,

que es cristiano de valor.

Don Fernando (Aparte.)¿Juzgo, veo, entiendo, siento?930

¿Éste es esfuerzo, o temor?

¿No están mirando mis ojos

los ricos altos despojos

por quien al mar me arrojé?

¿No es ésta, que el alma fue,935

la gloria de sus enojos?

Cauralí¿Con quién hablas, di, cristiano?

¿Por qué no te echas por tierra

y Halima besas la mano?

Don FernandoMás acierta el que más yerra,940

viendo un dolor sobrehumano.

Dame, señora, los pies,

que este que postrado ves

ante ellos es tu cautivo.

HalimaAhora esclavo recibo945

que será señor después.

¿Conoces a esta cautiva?

Don FernandoNo, por cierto.

CostanzaBien dijiste;

y si de memoria priva

un dolor, muera ésta triste,950

porque olvidada no viva.

Pero quizá disimulas

y mentiras acomulas

que ser de provecho sientes.

Cauralí¿Por qué, hablando entre los dientes,955

las razones no articulas?

Don Fernando¿Cómo os llamáis?

Costanza¿Yo? Costanza.

Don Fernando¿Sois soltera, o sois casada?

CostanzaDe serlo tuve esperanza.

Don Fernando¿Y estáis ya desesperada?960

CostanzaAún vive la confianza:

que, mientras dura la vida,

es necedad conocida

desesperarse del bien.

Don Fernando¿Quién fue vuestro padre?

Costanza¿Quién?965

Un Diego de la Bastida.

Don Fernando¿No estábades concertada

con un cierto don Fernando

de sobrenombre de Andrada?

CostanzaAsí es; mas nunca el cuándo970

llegó desa suerte honrada:

que mi señor Cauralí

del bien que en fe poseí,

merced a Yzuf el traidor,

trujo de su borrador975

el original aquí.

Don FernandoSeñora, trátala bien,

porque es mujer principal.

HalimaComo ella me sirva bien,

no la trataré yo mal.980

(Entra Zara, muy bien aderezada.)

ZaraYa queda empalado Hazén.

HalimaSeñora Zara, ¿qué es esto?

No te esperaba tan presto.

ZaraNo estaba el baño a mi gusto,

y víneme con disgusto985

de aqueste caso funesto.

Halima¿Pues qué caso?

ZaraA Yzuf mató

Hazén, y el cadí, al momento,

a empalarle sentenció.

Vile morir tan contento,990

que creo que no murió.

Si ella fuera de otra suerte,

tuviera envidia a su muerte.

Cauralí¿Pues no murió como moro?

ZaraDicen que guardó un decoro995

que entre cristianos se advierte,

que es el morir confesando

al Cristo que ellos adoran.

Y estúvemele mirando,

y, entre otros muchos que lloran,1000

también estuve llorando,

porque soy naturalmente

de pecho humano y clemente;

en fin, pecho de mujer.

Cauralí¿Que tal te paraste a ver?1005

ZaraSoy curiosa impertinente.

Cauralí¿Estarás aquí esta tarde,

Zahara?

ZaraSí, porque he de hacer

con Halima cierto alarde.

Cauralí¿De soldados?

ZaraPodrá ser.1010

CauralíQuedad con Alá.

ZaraÉl te guarde.

(Vase Cauralí.)

HalimaNo te vayas tú, cristiano.

CauralíQuédate.

Don FernandoTérmino llano

es éste de Berbería.

Costanza¡Dichosa desdicha mía!1015

Halima¿Por qué?

CostanzaPorque en ella gano.

Zara¿Qué ganas?

CostanzaUn bien perdido

que cobré con la paciencia

de los males que he sufrido.

Zara¡Mucho enseña la esperiencia!1020

CostanzaMucho he visto, y más sabido.

Zara¿Nuevos son estos cristianos?

HalimaSus rostros mira y sus manos,

que están limpios y ellas blandas.

Don FernandoSaldréme fuera si mandas.1025

HalimaNo tengas temores vanos,

porque no tiene recelo

de ningún cautivo el moro,

ni cristiano le dio celo.

Guarda ese honesto decoro1030

para tu tierra.

Don FernandoHarélo.

HalimaNo hay mora que acá se abaje

a hacer algún moro ultraje

con el que no es de su ley,

aunque supiese que un rey1035

se encubría en ese traje.

Por eso nos dan licencia

de hablar con nuestros cautivos.

Don Fernando¡Confiada impertinencia!

ZaraMatan los bríos lascivos1040

el trabajo y la dolencia,

y el gran temor de la pena

de la culpa nos refrena

a todos; que, según veo,

doquiera nace un deseo1045

que un buen pecho desordena.

Ven acá; dime,...



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