García Pérez | La pasión de Cristo | E-Book | www.sack.de
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E-Book, Spanisch, Band 130, 214 Seiten

Reihe: 100xUNO

García Pérez La pasión de Cristo

Una lectura original. Segunda edición (Ed. Rústica)
1. Auflage 2024
ISBN: 978-84-1339-508-1
Verlag: Ediciones Encuentro
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

Una lectura original. Segunda edición (Ed. Rústica)

E-Book, Spanisch, Band 130, 214 Seiten

Reihe: 100xUNO

ISBN: 978-84-1339-508-1
Verlag: Ediciones Encuentro
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



Una lectura de los relatos de la pasión de Cristo que aparecen en los cuatro evangelios canónicos revela, a primera vista, una narración del desarrollo general de los acontecimientos muy similar. Sin embargo, un análisis atento de los textos manifiesta llamativas diferencias, incluso contradicciones, de algunos hechos narrados en ellos: el motivo de la celebración de la última cena, la comparecencia de Jesús ante el sanhedrín, el día de la muerte de Jesús o el privilegio pascual que permitió la liberación de Barrabás, entre otros. Los estudiosos han intentado explicar o justificar tales diferencias apelando a la intención literaria o teológica de cada evangelista, sin alcanzar una explicación unánime. Este debate, que sigue vivo hoy en día, junto a una supuesta datación tardía de la redacción de los textos evangélicos, habría llevado a relativizar el valor histórico de los relatos de la pasión y a dudar de la identidad de sus autores. Esto supondría un grave problema para la fe cristiana, esencialmente histórica. El autor del presente libro ofrece, desde un punto de vista histórico, soluciones certeras tras décadas de estudio del sustrato semítico de los textos evangélicos, dando con ello un firme apoyo a la fiabilidad de las noticias e informaciones recogidas en ellos.

José Miguel García Pérez (Madrid, 1951), sacerdote de Madrid, realizó sus estudios eclesiásticos en el Seminario Mayor de Madrid. Estudió en la Universidad de Comillas (sede de Cantoblanco) y en École Biblique de Jerusalén bajo la dirección del P. Pierre Benoit y, tras un año de permanencia en la Universidad Católica de Washington, obtuvo en 1984 el doctorado en Teología por la Facultad de Teología del Norte de España. En la actualidad es profesor en el Seminario Vescovile de Como. Colaborador de la revista Cuadernos de Evangelio y autor de varios artículos en la revista Estudios Bíblicos, es autor o coautor de trece obras de carácter especializado sobre el estudio del sustrato semítico en el Nuevo Testamento, publicadas en la colección Studia Semitica Novi Testamenti, editada por Encuentro desde el año 2000 y dirigida por él desde 2010. Además, publicó en 2007 en Encuentro Los orígenes históricos del cristianismo, obra de corte divulgativo que ha sido traducida a varios idiomas. Ha publicado además, entre otros títulos, La pasión de Cristo (2019).
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PRÓLOGO

Jesús de Nazaret murió clavado en una cruz fuera de los muros de la ciudad de Jerusalén, en una pequeña colina, llamada Gólgota, junto a la puerta de los huertos o de Efraím. El juicio en el que fue condenado, su pasión y muerte están narrados en los cuatro evangelios canónicos, que son nuestras principales fuentes históricas para conocer quién es Jesús. La mayoría de los estudiosos suele fechar la redacción de estas obras cristianas entre la segunda mitad de los años 60 y finales de los 90 de nuestra era; o sea, unos 35-70 años después de los sucesos narrados. Esta fecha tardía, junto a la falta de una sintonía total de los relatos evangélicos, ha llevado a bastantes exegetas a relativizar el valor histórico de los relatos de la pasión, e incluso a poner en cuestión la identificación tradicional de sus autores, que la Iglesia siempre ha reconocido como apóstoles-testigos de los hechos narrados (Mateo y Juan) o al menos como discípulos de aquellos que fueron testigos, de quienes recibieron la información (Marcos y Lucas). Nosotros estamos convencidos no solo de la antigüedad de la historia de la pasión, en sintonía con la mayoría de los estudiosos que suele colocar su redacción a finales de la década de los años 30, sino también de la fiabilidad de las noticias recogidas, ya que proceden de los testigos presenciales, como es fácil deducir del estilo y el contenido de los mismos relatos1.

La antigüedad de los relatos evangélicos donde se narra el prendimiento, el juicio y la condena, el sufrimiento y la muerte de Jesús está avalada por el conocimiento exacto que los autores sagrados manifestaron tener respecto a la situación histórico-social de la Palestina de aquella época y por el carácter semítico de la redacción griega, que obliga a pensar en una formulación, incluso fijada por escrito, en lengua aramea. Según X. Léon-Dufour, las características lingüísticas semíticas apoyan la autenticidad de estos relatos, ya que demuestran que su redacción tuvo lugar en Palestina en las primeras décadas del cristianismo: «La ciencia lingüística resuelve también algunos problemas. Así, difícilmente se puede admitir la afirmación de M. Goguel de que los relatos de la pasión provienen del cristianismo helenístico, pues los semitismos que se detectan en ellos testimonian el medio judeo-cristiano en que fueron elaborados»2.

Estos relatos evangélicos, comparados con los del ministerio público, o con los capítulos iniciales dedicados a la infancia según Mateo y Lucas, tienen unas características especiales. Ante todo, llama la atención que estas narraciones evangélicas tengan una clara unidad y desarrollo temporal progresivo, mientras que el resto de los evangelios son noticias de hechos aislados o palabras pronunciadas en diferentes ocasiones, que a veces se reúnen según la temática. Por otra parte, es llamativa la gran coincidencia que existe entre la historia de la pasión de los evangelios sinópticos, o sea los tres primeros, y la del cuarto evangelio. Durante el ministerio público, el evangelio según Juan destaca por la diversidad de hechos y discursos de Jesús que forman la trama del relato respecto a los otros tres; diferencia que se mantiene en los preámbulos de la pasión, desde la entrada de Jerusalén hasta la Última Cena. Pero a partir del prendimiento de Jesús en Getsemaní, el desarrollo de los acontecimientos es casi idéntico en los cuatro evangelios. Esta semejanza en el orden de narrar y en los acontecimientos señalados es debida en gran parte a la fidelidad de los evangelistas a los hechos acontecidos, como afirma X. Léon-Dufour: «Son los mismos acontecimientos que se transmiten en las cuatro recensiones; pero, si es necesario admitir la dependencia en relación a una misma tradición, no se puede hablar de dependencia literaria mutua inmediata»3. Un rasgo que apoyaría la existencia de una historia primitiva de la pasión es que estos pasajes evangélicos son independientes de los relatos del ministerio público de Jesús, ya que allí no se encuentra mención alguna a la información ofrecida en esos relatos. En dicha historia primitiva, la pasión comenzaría con el prendimiento de Jesús en Getsemaní, como parece sugerir la coincidencia existente entre los evangelios a partir de este suceso; dato que viene confirmado por la formulación del segundo y tercer anuncios de la pasión (Mc 9,31; 10,33; cf. 1Cor 11,23).

Por otra parte, no podemos olvidar que los evangelios se escribieron algunos años después del gran acontecimiento de la resurrección. Por eso, resulta sorprendente que los evangelistas dediquen más espacio a narrar la pasión y muerte de Jesús que su victoriosa resurrección. Hace tiempo M. Kähler, de forma provocadora, consideró los evangelios unos relatos de la pasión con extensas introducciones4. La relevancia de los acontecimientos finales de la vida de Jesús no solo se constata por la cantidad de versículos que les dedican los cuatro evangelistas, sino sobre todo porque la narración de su vida pública está transida de la amenaza/anuncio de la pasión5. En realidad, los acontecimientos narrados en los evangelios tienen el horizonte de la muerte de Jesús. La relevancia que otorgan los autores sagrados a estos relatos de la pasión y muerte de su Maestro resalta más si tenemos en cuenta que no constituyen la última palabra sobre la vida de Jesús y que los sucesos narrados ocuparon menos de un día de los años dedicados al ministerio público. Si la llegada al Huerto de los Olivos se considera el preámbulo de la pasión, el prendimiento, el juicio, el suplicio de la cruz, la muerte y la sepultura de Jesús tuvieron lugar en pocas horas, desde la noche del jueves al inicio de la tarde del viernes.

De igual modo, es llamativo que en los relatos evangélicos no se minimice el dolor de Jesús ni la sensación de derrota que experimentaron sus seguidores. A decir verdad, a la luz del acontecimiento de la resurrección, la pasión podría haberse considerado como un intermedio desafortunado, un suceso de importancia secundaria. Como señala A. Vanhoye, «no se esperaría una insistencia tan acentuada en las escenas dolorosas de la pasión. Deberían haberse disuelto para dejar espacio a los aspectos ‘positivos’ de la existencia de Jesús. En la vida pública, la acción del taumaturgo en que se preanunciaba el triunfo sobre la muerte, el éxito entre la gente, la enseñanza luminosa impartida con autoridad, el modo de organizar a los discípulos; después las apariciones del resucitado y los poderes concedidos a la Iglesia. A nuestro juicio, esto es lo que debería parecer importante y definitivo. La pasión podía entrar en la sombra, como un intermedio desafortunado que, gracias a Dios, no había tenido consecuencias duraderas [...] Sin embargo, la luz de la resurrección no favoreció esta visión. No llevó a una religión de evasión. En modo alguno apartó a los cristianos de los aspectos dolorosos de la vida de Jesús, por el contrario los condujo a valorar toda la existencia de su Salvador y en particular sus aspectos más desconcertantes: la contradicción y el sufrimiento»6. En efecto, los relatos evangélicos no presentan huellas de una dulcificación o disminución del tormento y muerte de Jesús a causa de su resurrección.

Sin embargo, la historia de la pasión no suele describir con detalle los tormentos infligidos a Jesús. La atención está centrada, sobre todo, en dos datos. En primer lugar, se juzga lo sucedido no como fruto del azar impersonal ni como mera consecuencia de la sola voluntad humana. En el origen de estos hechos está la voluntad divina; en ellos se cumple el designio del Padre. La urgencia de narrar los sucesos como voluntad de Dios, algo que ya aparece en los tres anuncios de la pasión, habría llevado a echar mano de pasajes del Antiguo Testamento; sobre todo el cuarto canto del Siervo Sufriente (Is 52,13-53,12) o los salmos del justo perseguido (en concreto los Sal 22 y 69). A la luz de estos pasajes de las Sagradas Escrituras se narran los hechos acaecidos durante la pasión de Jesús. Pero esto no significa que esos pasajes proféticos hayan originado los relatos evangélicos, como han sugerido algunos estudiosos7. Por el contrario, como se puede constatar con facilidad, los relatos evangélicos no inventan circunstancias o elementos con el fin de poner en evidencia el cumplimiento de las Escrituras; en ellos no encontramos nada que no sea propio de los pormenores históricos de la época en que vivió Jesús y del tormento de la crucifixión8. En segundo lugar, se afirma con claridad el papel protagonista que el sanedrín de Jerusalén ejerció en la condena de Jesús llevado por su celo de defender la santidad de Dios. Esta responsabilidad de las autoridades judías aparece afirmada explícitamente en varios libros del Nuevo Testamento9.

En realidad, el motivo por el que se escribió la historia de la pasión no estaba en realizar una crónica, relatar la materialidad de los hechos; que, por lo demás, era bien conocida de aquellos a quienes se les leía este relato. A los autores sagrados, urgía sobre todo comunicar el significado de tales hechos, su valor salvífico. La preeminencia que tiene la pasión de Jesús en los evangelios procede no tanto del impacto sensible que estos hechos provocaron en sus seguidores, sino del significado sorprendente que reconocieron en ellos: desvelaban el verdadero sentido de la vida de Jesús, su verdadera misión....



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