Motyer | ¡Sencillamente predica! | E-Book | sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 156 Seiten

Motyer ¡Sencillamente predica!

Enseñanzas prácticas para predicar de verdad
1. Auflage 2020
ISBN: 978-84-121236-3-0
Verlag: ANDAMIO EDITORIAL
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

Enseñanzas prácticas para predicar de verdad

E-Book, Spanisch, 156 Seiten

ISBN: 978-84-121236-3-0
Verlag: ANDAMIO EDITORIAL
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark



Al mirar atrás, me parece increíble cuánto tiempo tardé en aprender que los sermones no son algo así como intuiciones espontáneas, sino una materia que debe trabajarse, y tardé incluso más tiempo en descubrir cómo hacerlo. Creo que mis descubrimientos en esta línea no son muy impactantes, ni espero que sean novedosos en ningún sentido. Me da la sensación de que, si el sábado por la tarde hay personas que observan angustiadísimas sus Biblias, aguardando que salten de las páginas las áureas palabras del mensaje, tengo buenas noticias para ellas. ¡No te quedes ahí parado, mirando! ¡Hay trabajo por hacer, y existe una manera concreta de llevarlo a cabo!

Motyer ¡Sencillamente predica! jetzt bestellen!

Autoren/Hrsg.


Weitere Infos & Material


Capítulo 3

El quid de la cuestión Espero que estés convencido de que la Biblia es la Palabra de Dios y de que la labor del predicador consiste, como acabamos de decir, en participar profundamente en esa Palabra, las sagradas Escrituras, y predicarla. Este libro, como mínimo, descansa sobre esa convicción. Jesús, cabeza sobre todas las cosas en la Iglesia El señorío supremo del Señor Jesucristo debe ser siempre nuestro interés más sensible y nada debe usurpar su autoridad. El motivo para señalar esto es que a quienes encumbran la Biblia a su lugar correcto y a su elevada dignidad se les acusa frecuentemente de “bibliolatría”, de colocar la Biblia en lugar de Jesús. ¡No es así! No, más bien exaltamos la Biblia porque queremos otorgar a Jesús el lugar “por encima de todo”, y exaltamos la predicación de la Biblia porque, en principio, esa es la manera de darle a conocer, y es él quien nos ha encomendado que lo hagamos. Ningún cristiano tiene dificultades con el retrato del Señor resucitado que hace Mateo. Mateo apunta siempre a un objetivo muy concreto: sacarnos sin demora de la tumba vacía (28:6) y llevarnos a Galilea (28:10, 16), donde escucharemos proclamar a Jesús que “toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra” (28:18). De esta manera, Mateo condensó el testimonio común de todos los que profesan el nombre de Cristo: él es el Señor y toda autoridad es suya. Pero Mateo, al dejarlo ahí, no responde a una pregunta vital: ¿cómo ejerce su autoridad nuestro Señor?, ¿cómo da a conocer a su pueblo terrenal su voluntad incuestionable?, ¿cómo ejerce el Señor su señorío? En el maravilloso testimonio de los cuatro Evangelios, que se complementan entre sí, es Lucas quien retoma la historia donde la deja Mateo. Gracias a Lucas nos unimos a aquella pareja (¿marido y mujer quizá?) que iban de camino a Emaús (24:13). Su historia tiene una importancia crucial: se les impidió percibir a Jesús en su gloria resucitada hasta que primero le vieron en las Escrituras (24:25-27, 31, 32). Además, bajo la guía de Lucas, después tenemos el privilegio de entrar en el aposento alto. Jesús se presenta (24:36) y, cuando ha convencido por fin a sus discípulos de que es él realmente, Lucas nos dice (24:45) que “les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras” y dijo: “así está escrito… que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados”. Es clara la importancia de estos sucesos: no podemos conocer al Señor resucitado, ni saber cómo ni qué predicar sobre él al mundo, si no es por medio de las Escrituras. Ellas son nuestro maestro y nuestra misión, nuestra educación y nuestro mensaje. Fijémonos en concreto en la secuencia: el Señor resucitado, las Escrituras expresadas en palabras, el mandamiento de predicar. Si queremos ser fieles a él, al Señor Jesucristo resucitado, exaltado, supremo, el que tiene autoridad, debemos ser el pueblo de la Biblia y un pueblo que predique. ¡Estas son toda la autoridad y la orientación que necesitamos! La retrospectiva de Pedro: la elección cuádruple
de Dios Pero sigamos. En Hechos, la entrada de los gentiles en la Iglesia fue un tema controvertido: se discutió si debían formar parte de ella y, de ser así, en qué términos. Durante el concilio de Jerusalén (Hch 15:7), Pedro proporcionó una lección extraída de la historia de la Iglesia. Él pensaba que lo que dijo era algo de dominio común y sobre lo que estaban de acuerdo: “vosotros sabéis cómo ya hace algún tiempo [literalmente, ‘desde los días originarios/primitivos’] que Dios escogió que los gentiles oyesen por mi boca la palabra del evangelio y creyesen”. Intentemos analizar este versículo. Pedro dijo que Dios tomó una decisión cuádruple: eligió predicar (“por mi boca”), a unos oyentes (“los gentiles”), el tema (“el evangelio”) y el resultado (“y creyesen”). Se trata de una afirmación extraordinariamente completa en tan solo unas pocas palabras. Fijémonos en ella. La Iglesia crece mediante la predicación; la predicación llega a quienes son sus destinatarios; su contenido es el evangelio; y el resultado es una fe que responde. Todo ello lo ha elegido Dios: su voluntad, su método, su mensaje, sus resultados. A finales de la década de 1960, el clero local del lugar donde yo estaba trabajando pareció ser presa del entusiasmo ¡por cerrar iglesias! Afirmaban con fervor que habíamos heredado demasiados edificios. Solían decir que los domingos había muchos asientos vacíos, ignorando el hecho de que, desde que se construyeron aquellas iglesias, la población de aquella zona se había multiplicado quizá por cien. Manifestaron un verdadero espíritu de derrotismo y de atrincheramiento, aunque habitualmente lo enmascararon diciendo que era “tirar lastre para avanzar”. Ellos insistían en que cada vez que una iglesia perdiese un gran número de sus miembros, ¡había que cerrarla! Pero, para gran indignación de quienes cerraban iglesias, cuando St. X se quedó vacía, las autoridades (en términos anglicanos, los “promotores”) llegaron antes y contrataron a una persona nueva y, para que lloviera sobre mojado, gracias a su nuevo ministro, St. X invirtió la tendencia y comenzó a crecer en todos sus ámbitos: la asistencia al culto del domingo, las escuelas dominicales, el trabajo entre jóvenes, la obra entre los ancianos, ¡todo! ¡La indignación tocó techo! “A lo mejor el Señor Y sería tan amable de explicarnos, la próxima vez que nos reunamos, cómo ha conseguido todo esto”. El querido Señor Y no pudo estar más de acuerdo, pero, cuando salió de la iglesia, me susurró: “¿Será suficiente decirles que basta con orar y predicar?”. Pero es que eso es todo lo necesario. El método de Dios para que las iglesias crezcan es la predicación de la Palabra, regada por la oración de fe. Hechos, un manual para el crecimiento eclesial Este es un principio sobre el que reflexionar: lo que hace que la Iglesia sea una agrupación especial en el mundo es la Palabra de Dios o, por decirlo más concisamente, la Palabra de Dios es la realidad constituyente que se halla en el corazón de la Iglesia. Es lo que hace de la Iglesia lo que es, y siempre ha sido así. Por ejemplo, ¿qué hizo que Noé y su familia fueran una entidad singular y separada en el mundo? Hebreos 11:7 dice que Noé fue “advertido por Dios” (chrymatistheis, “habiendo tenido una revelación que le fue impartida”) y reaccionó “con temor” (eulabytheis, “impulsado por la sensibilidad espiritual”). De igual manera, Abraham fue alguien a quien el Señor habló (Gn 12:1; 17:1); “vino la palabra de Jehová a Abram” (15:1). Eso es lo que le distinguió. Tan pronto como Israel saliera del aislamiento de los años en el desierto para convertirse en una nación entre las naciones, debía provocar la admiración del mundo que los observaba: “¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos…?” (Dt 4:8); es decir, su peculiaridad residía en que poseían la Palabra de Dios. A lo largo de los siglos, el volumen de verdad revelada y heredada fue aumentando hasta que, para nosotros, se ha convertido en la Biblia completa, y de la misma manera que podemos mirar atrás y decir que nuestros antepasados (llegando hasta Abraham, p. ej. en Gn 2:16, 17) eran gente de la Palabra, de igual modo nosotros, los herederos, somos el pueblo del Libro. Lo que llamamos “los hechos de los apóstoles” es un ejemplo claro de esto. En sus veintiocho capítulos hallamos treinta y siete referencias al crecimiento de la Iglesia. De hecho, “La Iglesia creciente” sería un título más adecuado que “los hechos de los apóstoles”. De estas treinta y siete referencias, aproximadamente seis asocian el crecimiento con la calidad de la vida eclesial y del carácter cristiano; siete lo vinculan con la evidencia de “señales y prodigios”; y veinticuatro lo relacionan con la predicación de la Palabra de Dios; de hecho, en 12:24 el crecimiento de la Iglesia se llama “el crecimiento de la Palabra”, como si estuvieran tan estrechamente ligadas que pudieran identificarse una con la otra. El día de Pentecostés En Hechos 1, la Iglesia está esperando el pistoletazo de salida; en Hechos 2, suena el disparo. La promesa de Hechos 1:5 se cumple, y se pone en marcha el programa de Hechos 1:8. El tema crucial del análisis bíblico es algo que abordaremos más tarde, pero aquí tenemos un ejemplo preliminar, un repaso analítico de Hechos 2:2-4, las cuatro cosas que hizo el Espíritu Santo el día de Pentecostés: “llenó toda la casa” (v. 2). El Espíritu Santo acudió primero al lugar donde estaba su pueblo. Este es el cumplimiento de lo que dijo Jesús en Juan 7:37-39 (cp. Jn 16:7): el derramamiento neotestamentario del Espíritu Santo que fluye de Jesús y se concede a los creyentes. En un acto, “una sola vez y para siempre” como la obra de Jesús en la cruz, el Espíritu Santo vino al mundo: ahora se encuentra donde quiera que estemos. “asentándose sobre cada uno de ellos” (v. 3). Esto representa lo que otros pasajes llaman la morada del Espíritu Santo en cada creyente, o lo que se define como “el sello” y “garantía” (“arras” o “depósito”) del Espíritu (Ef 1:13, 14), el “bautismo” prometido en Hechos 1:5. “llenos del Espíritu” describe una provisión especial del Espíritu Santo otorgada en determinada época y para una misión concreta, de igual modo que Pedro...



Ihre Fragen, Wünsche oder Anmerkungen
Vorname*
Nachname*
Ihre E-Mail-Adresse*
Kundennr.
Ihre Nachricht*
Lediglich mit * gekennzeichnete Felder sind Pflichtfelder.
Wenn Sie die im Kontaktformular eingegebenen Daten durch Klick auf den nachfolgenden Button übersenden, erklären Sie sich damit einverstanden, dass wir Ihr Angaben für die Beantwortung Ihrer Anfrage verwenden. Selbstverständlich werden Ihre Daten vertraulich behandelt und nicht an Dritte weitergegeben. Sie können der Verwendung Ihrer Daten jederzeit widersprechen. Das Datenhandling bei Sack Fachmedien erklären wir Ihnen in unserer Datenschutzerklärung.