San Basilio Pardo | El joven vendedor y el estilo de vida fluido | E-Book | sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, Band 70, 168 Seiten

Reihe: Impedimenta

San Basilio Pardo El joven vendedor y el estilo de vida fluido


1. Auflage 2012
ISBN: 978-84-15578-05-5
Verlag: Editorial Impedimenta SL
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

E-Book, Spanisch, Band 70, 168 Seiten

Reihe: Impedimenta

ISBN: 978-84-15578-05-5
Verlag: Editorial Impedimenta SL
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



Israel trabaja en un corner de una tienda empotrada en otra tienda situada en la planta baja del centro comercial La Vaguada. Antes era un soñador y tenía la cabeza llena de pájaros y de romanticismo, pero ahora, después de haber leído un libro de autoayuda que le ha prometido que será mejor persona, ha adoptado un estilo de vida fluido. Preso de un destino que lo aboca al nihilismo, Israel, como todo buen antihéroe, deberá enfrentarse a su propia destrucción. En un recorrido frenético, febril y trepidante, que parece haber sido sacado del capítulo del descenso a los infiernos del Ulises de Joyce, y que se desarrolla también en un solo y enloquecido día, el centro comercial (espejo de la realidad entera) se convierte en nuestro patio de juegos moderno, donde todo se consigue y todo transcurre, y en una metáfora perfecta del mundo. Una novela generacional, melancólicamente humorística, que huye de la solemnidad y evoluciona entre la ironía y una encantadora ingenuidad.

Fernando San Basilio (Madrid, 1970) estudió Filología Hispánica en la Universidad Autónoma de Madrid y Periodismo en la Escuela de Periodismo de El País. En 2006 publicó Curso de Librería en la editorial Caballo de Troya ('un libro ocurrente y divertido, con el humor y el disparate ejerciendo de maestros de ceremonias', Babelia), y en 2010 apareció su segunda novela, titulada Mi gran novela sobre La Vaguada (Caballo de Troya) ('San Basilio es un maestro de la frase deliberadamente menor, en la que el chiste convive con la amargura sin hacerla más digestible', Carlos Pardo, Público). En 2012 publicó en Impedimenta una suerte de cierre a esa trilogía: El joven vendedor y el estilo de vida fluido. Además de en Madrid, ha vivido en Palma de Mallorca y en Sevilla. Ha ejercido como periodista, ha corregido textos literarios, ha impartido clases de español para extranjeros y ha sido librero.

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El estilo de vida fluido y todo lo demás  
 
Antes de todo esto, antes de adoptar el estilo de vida fluido, Israel era un soñador y tenía la cabeza llena de pájaros y de romanticismo y demasiadas ilusiones y nunca pasaba nada, pero ahora Israel ya no sueña y ya no divaga y ahora tiene el único y clarísimo objetivo de conseguir todos sus objetivos —un objetivo integral— y movido por ese impulso se abre paso entre la masa rugosa de clientes, merodeadores y empleados que hormiguean entre las calles de La Vaguada y avanza hacia su destino —su destino inmediato es un corner de la firma Fitchercrombie empotrado en la planta joven de La Gran Central del Artículo y un corner es una tienda dentro de otra tienda y en este caso lo que aguarda a Israel es un turno de tarde y hay tres tipos de turnos de tarde: largo, corto y medio, pero eso no es el asunto ahora o es un asunto insignificante comparado con el asunto del verdadero destino de Israel— y mira hacia el interior de todas las otras tiendas y adivina en cada una de ellas el latido de una vida nueva. Israel ha decidido adoptar el estilo de vida fluido y se da cuenta de que su actual trabajo es un estorbo y por tanto tiene que quitárselo de encima y buscar otro mejor, o sea, cualquier otro. Las personas con estilo de vida fluido tienen una relación muy libre —y fluida— con el trabajo y no permiten que un complicado, arbitrario y fastidioso sistema de turnos gobierne sus días y un día dicen «hoy no trabajo» y lo primero que hacen es llamar a la pequeña productora de cine independiente o a la caótica y encantadora tienda de ropa de segunda mano en la que trabajan y ese día no trabajan y cuando la cosa se pone fea cambian de empleo. Israel ha fantaseado con la idea de llamar a su trabajo y decir «hoy no trabajo» y no lo ha hecho, no ha llamado a ningún sitio pero se ha levantado convencido de que se adentraba en una nueva era y, por ejemplo, ha sido una mañana totalmente inédita e Israel ha hablado con su madre en un clima de absoluta cooperación —«todo lo que yo pueda hacer para mejorar las cosas será poco»— y ahora Israel avanza hacia su destino inmediato y hacia su turno de tarde. La noche anterior, Israel ha empezado a leer un libro llamado El estilo de vida fluido de Archibald Bloomfield, de Harry Bloomfield, donde se dice que las personas con estilo de vida fluido no trabajan, o trabajan lo menos posible, y en ningún caso permiten que su empleo absorba todas sus energías psíquicas, su atención, y ese libro, de momento, le ha fascinado y casi no ha pegado ojo y sin embargo se ha levantado como nuevo. Ah, sí, el estilo de vida fluido es una solución maravillosa. Cuando un aspecto de tu vida no te resulta satisfactorio, lo único que tienes que hacer es cambiarlo: chasqueas los dedos —chasquido inicial— y das un paso al frente y esa sencillísima operación ya prefigura el principio de un cambio. El chasquido inicial —El estilo de vida fluido de Archibald Bloomfield es un libro eminentemente práctico y te da un montón de claves para cambiar tu vida, el autor Harry Bloomfield no se va por las ramas— es el primer paso para cambiar tu vida en el sentido más amplio: tu casa, tu pareja, tu trabajo y las condiciones de tu hipoteca, todo es susceptible de mejora si adoptas el estilo de vida fluido y pones especial atención —poner el foco o enfocar— en las cosas que de verdad importan y en la calidad de tu experiencia diaria: Experiencia Trascendente de Calidad (ETC). La familia es una excepción a todo lo anterior. No se puede cambiar una familia por otra así como así, no estaría bien y desde luego no es eso lo que hacen las personas de estilo de vida fluido, que prefieren convertir a sus parientes en personas y pasar por encima de su condición de madre, padre, hermano, hijo y etcétera. Este proceso de convertir a los parientes en personas forma parte del propio proceso interno, global y más ambicioso, de convertirse a uno mismo en persona. ¿Cómo es posible que una persona de estilo de vida fluido tenga que convertirse en persona? ¿Acaso no es persona con anterioridad? Harry Bloomfield despeja esta duda, que también ha encontrado sitio en la cabeza de Israel, aclarando que nadie es verdaderamente persona hasta que deja de ser la persona que ha sido antes de ser persona: atomización de la duda en la cabeza de Israel y consiguiente atomización de cada uno de los átomos a que había quedado reducida la duda hasta su disolución efectiva (ruido de una duda que se disuelve, parecido al rumor de una aspirina efervescente al entrar en contacto con el agua). De modo que Israel camina por las calles de La Vaguada y desciende por medio de una cinta mecánica hasta la planta baja, chasquea los dedos sin parar y un montón de nuevos mundos, otros empleos —dependiente de la tienda de bollos de canela, consultor de telefonía móvil, captador de clientes para los bancos Citibank, ING Direct o Sabadell Atlántico— le salen al paso, pero al llegar a la Plaza Central, entre la puerta de Bricolage Soriano y la de los supermercados Alcampo, donde Israel tiene previsto comprar una bebida isotónica para sobrellevar la tarde, ocurre algo de verdad intolerable e Israel se pregunta: «¿Qué es esto?, ¿qué es todo esto?» La persona —el autor Harry Bloomfield hace un uso continuado de la palabra persona, por encima de todo están las personas, persona a persona— de estilo de vida fluido no se calla ante la injusticia, las injusticias son nudos en el discurso de la vida, obstáculos para que el cosmos fluya. Israel observa, entre escalofríos de indignación, a una señora de cierta edad y a un adolescente que forcejean por unas bolsas de la compra. La persona de estilo vida fluido no es forzosamente una persona de acción pero, sea como fuere, esta vez la cosa está llegando demasiado lejos e Israel enseguida se pone del lado de la señora. Israel, como cualquiera, procura ponerse siempre del lado del más débil, pero esta vez ha sido un hecho físico, o si se quiere geográfico. Israel ha dado un paso al frente y se ha situado junto a la señora y ha chasqueado los dedos y luego ha levantado el brazo y ha dicho: «¡Eh!». Desde luego, es agradable ser un pequeño héroe en la planta baja de La Vaguada y hacer las cosas bien, ayudar a la resolución de conflictos, contribuir a que todo fluya. Ayudar a una mujer mayor en apuros es un acto de justicia y es mucho mejor que tener buenos pensamientos. Todos tenemos muchos buenos pensamientos a lo largo del día pero luego nadie hace nada, eso es lo que sostiene Harry Bloomfield en su libro, y eso es lo que piensa Israel, que se ha sentido muy bien al dar esa voz y al levantar el brazo, y mucho mejor, rematadamente mejor, al comprender que esta señora es una inmigrante. Aquella señora inmigrante, al comprobar que un español como Israel se pone de su parte, se sentirá mucho mejor y su forma de ver las cosas cambiará, mejorará por una temporada o incluso para siempre. Solo que el chico que forcejea con ella también es inmigrante. Es un muchacho espigado y con la piel ambarina, vestido como un baloncestista, tiene una mata de pelo en la cabeza y, encima, una gorra diminuta y flotadora. Lleva un teléfono móvil colgado del cuello. Así que es dominicano y ahora Israel lo sabe. En realidad, ¿cuánto tiempo hace que Israel lo sabe? Pero los hijos no deben permitir que los mayores acarreen bolsas pesadas. Los hijos, los nietos, los sobrinos: el amor fluye de abajo arriba como los gases calientes. Israel se alisa el pelo con la mano que tiene levantada, aprieta los labios. Un pensamiento afilado y veloz le atraviesa el cerebro, en realidad se trata de dos pensamientos contradictorios o complementarios: «Sería maravilloso que nada de esto hubiera ocurrido y no haber actuado y, no obstante, yo al menos he actuado, yo al menos he hecho algo». Cuando entra en La Gran Central del Artículo lo hace con la determinación de un empleado, aunque en realidad no es un empleado de La Gran Central del Artículo sino del corner de Fitchercrombie —la prestigiosa firma Fitchercrombie— y el corazón le va muy aprisa y tiene el pulso a la altura del cuello. Su compañero Jacobo está perchando una remesa de artículos. Las personas de estilo de vida fluido eligen las palabras que usan y no permiten que sean las palabras las que las elijan a ellas: la palabra perchar desaparece. Al fin, Israel mueve la cabeza para hacerle saber a su compañero Jacobo que está en condiciones de quedarse solo y su compañero Jacobo, que mientras perchaba esos artículos lo ha estado observando en silencio y con los ojos entornados, se da una palmada en los muslos. «Entonces me largo.» Israel se acomoda detrás de la caja registradora y, volcado sobre el mostrador y con la barbilla en la mano, se dedica a soñar con un nuevo empleo y con otros clientes, con un mundo fluido y vacío de injusticias. La mayoría de los clientes de este corner de Fitchercrombie tienen la manía de acumular propiedades de cualquier índole así como una inclinación casi neurótica hacia ciertas marcas. En El estilo de vida fluido de Archibald Bloomfield no se dice nada en contra de la propiedad, y mucho menos en contra de la propiedad privada, pero se subraya lo absurdo del acaparamiento y se empieza por ese mismo libro que el lector tiene entre las manos. «¿Crees que necesitarás realmente este libro una vez lo hayas leído? ¿No sería mejor que se lo regalaras a un amigo o que lo donaras a una biblioteca pública?» ¡Bingo!...



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