G. | Fue un martes | E-Book | www.sack.de
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E-Book, Spanisch, 260 Seiten

G. Fue un martes


1. Auflage 2021
ISBN: 978-84-18491-25-2
Verlag: Ediciones Pàmies
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

E-Book, Spanisch, 260 Seiten

ISBN: 978-84-18491-25-2
Verlag: Ediciones Pàmies
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark



Nos conocimos un martes. Nos convertimos en amigos íntimos y luego en amantes un martes. Y todo acabó un martes... Había tres cosas de Charlotte Taylor cuando la conocí en la universidad que debéis saber: 1. Me odiaba. También afirmaba que yo era 'un mandón imbécil con un ego enorme'. (Tengo algo enorme, sí. Aunque no es mi ego). 2. Se tomaba las clases de refuerzo de Literatura que me tenía que dar demasiado en serio. 3. Era muy sexy... y virgen. Al menos, eso era antes de que las clases empezaran a durar más de lo que se suponía. Hasta que un beso inocente se transformó en cien besos profundos, y ella se convirtió en la primera mujer de la que me enamoré. Nuestro futuro juntos después de nuestra graduación universitaria lo teníamos claro: la liga profesional de fútbol americano para mí y la escuela de leyes para ella. Pero me dejó al final del semestre sin ninguna explicación, y desapareció completamente de mi vida. Hasta esta noche. Nos conocimos un martes. Nos convertimos en todo y luego en nada un martes. Y ahora, siete años después, en un martes...

Whitney G. (1988, Tennessee, Estados Unidos) es una optimista de la vida obsesionada con los viajes, el té y el buen café. Es autora de varias novelas best seller incluidas en las listas de The New York Times y de USA Today, y cofundadora de The Indie Tea, página que sirve de inspiración para autoras de indie romántico. Cuando no se encuentra hablando con sus lectores a través de su página de Facebook, la podremos encontrar en su web, en su Instagram, en Twitter... Pero si no la vemos en las redes, es porque está encerrada trabajando en una nueva y loca historia... Fue un martes es la décima novela de Whitney que publicamos en nuestra colección Phoebe, después del éxito de Una noche y nada más y Turbulencias en 2017, Carter y Arizona en 2018, Mi jefe, Mi jefe otra vez y Dos semanas y una noche en 2019 y Sexy, descarado, irresistible, Olvidar a Ethan y El rey de las mentiras en 2020.
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Autoren/Hrsg.


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1


En la actualidad
Nueva York

Grayson

«Grayson Connors gana de nuevo el Premio
al Mejor Jugador de la Super Bowl».

«Grayson Connors consigue para Nueva York
otra victoria consecutiva en la Super Bowl».

«El último touchdown de Connors lleva
a Nueva York a ganar a Nueva Inglaterra».

Leí los titulares de la mañana por enésima vez y me obligué a sonreír. Intenté sentir algo, cualquier cosa, pero no me sirvió de nada. No era eso lo que se suponía que se sentía al «ganar», y lo sabía porque…, bueno, casi siempre ganaba.

A pesar de que caía una fuerte nevada sobre Manhattan, fui al balcón y vi a unos obreros instalar una nueva valla que decía: «¡Adelante, Grayson Connors!».

El año pasado había celebrado el campeonato con mis compañeros durante cinco días en una fiesta salvaje en Las Vegas. Habíamos rociado el avión del equipo con botellas de champán de mil dólares, habíamos exigido alojamiento de primera para el mejor equipo de la Super Bowl y habíamos disfrutado de una interminable atención por parte de mujeres que querían saber «qué se siente al acostarse con un campeón».

Pero este año, cuando el reloj del partido llegó a cero con el marcador a favor de mi equipo, no sentí nada. Soporté las entrevistas de los medios de comunicación con una sonrisa falsa en la cara, y no me molesté en volar con el equipo a Las Vegas. Me fui directo a casa y llamé a la policía para denunciar a todas las groupies que esperaban en la entrada.

Decidí hacer mi propia celebración privada, pero cuando examiné los quinientos contactos de mi teléfono, me di cuenta de que solo había dos personas a las que valía la pena llamar: mi madre y mi mejor amigo, Kyle. Por otra parte, a mi madre no le gustaba salir de su casa cuando nevaba si no era para una emergencia, y pedirle a Kyle que lo celebrara conmigo después de haber derrotado a su equipo era un poco egoísta. Incluso para mí.

«Se lo pediré el próximo fin de semana…».

Volví a revisar los contactos, esperando haberme saltado a alguien, pero los resultados fueron los mismos. Frustrado, lancé el aparato contra la pared y encendí la televisión.

Llamaron a la puerta mientras los locutores repasaban sus momentos favoritos del partido del domingo.

Confundido por el hecho de que el portero dejara subir a cualquiera sin pedirme permiso primero, me acerqué y miré por la mirilla.

«¿Anna?».

—Ya hemos hablado de esto, Anna —dije, abriendo la puerta y dejándola entrar—. Se supone que antes de venir tienes que llamar y preguntarme si puedes subir.

—Soy tu agente —se burló, y levantó el teléfono—. He llamado varias veces porque desapareciste después del partido. Como no me has contestado, me he empezado a preocupar. —Miró a su alrededor—. ¿Interrumpo una orgía o algo así?

—No. —Gemí—. ¿Qué es lo que quieres?

—Quería felicitarte personalmente por haber ganado tu segunda Super Bowl. —Me entregó un brillante sobre rosa— . Estoy tan orgullosa de ti que, de hecho, te he escrito esta tarjeta.

—¿Has venido hasta aquí solo para darme una tarjeta?

—Por supuesto que no. —Sonrió y sacó un sobre del bolso—. Tengo algunas cosas que necesito que firmes, y algunos acuerdos urgentes que es necesario negociar.

—Me da la impresión de que todo eso puede esperar hasta la próxima semana.

—Quizá, pero ¿qué pasaría si uno de nosotros muere antes de la próxima semana? ¿Qué pasa si se lesiona tu brazo de oro esta noche o este fin de semana y de repente nadie quiere fichar a un deportista lesionado?

La miré fijamente. Esa mujer era la persona más impaciente que había conocido nunca. También era sin duda la mejor cuando se trataba de hacer su trabajo, pero su ansiedad la hacía incapaz de relajarse, así que nunca se tomaba un día libre. Para ella todo era «urgente», y yo sabía, con solo mirarla, que nada de lo que tenía que decirme ese día era crucial.

—Dispones de veinte minutos —concedí—. No voy a pasarme todo el día dedicado a papeleos.

—Me parece bien. —Llevó el sobre a la sala de estar, encendió la chimenea y silenció la televisión como si estuviera en su casa. Luego se deshizo de los zapatos de tacón y se dejó caer en el sofá, desde donde se puso a reorganizar las revistas ESPN y Sports Illustrated que tenía en la mesa de centro.

—¿Te importaría hacerme una taza de café, Grayson? —preguntó—. Tengo sed.

«Vale, ahora ya te quedan solo cinco minutos».

Vertí café en dos tazas con el lema «Sí, soy así de bueno» y me senté enfrente de ella, preparado psicológicamente para resolver cuanto antes aquel coñazo.

—Empecemos primero con lo más sencillo —propuso, tendiéndome el teléfono—. Las páginas de chismes online han publicado una foto tuya cenando con una mujer misteriosa en un restaurante de Tribeca hace unas noches. Sé lo irritante que te pones con todo lo de la privacidad, así que si quieres acabar con las especulaciones, ¿que prefieres, confirmar que tienes una nueva novia o decirles que es solo una aventura?

—Me gustaría decirles que se fueran a la mierda. —Puse los ojos en blanco—. Estaba invitando a mi madre a cenar. Era su cumpleaños.

—Ahh… —Toqueteó el teléfono con rapidez—. Vale, bueno, eso ya está solucionado. Segundo, tendrás que leer estas enmiendas al contrato y tenerlas firmadas mañana. Hablando de enmiendas, la última vez que hablamos…

Desconecté de lo que seguía diciendo y disfruté de mi café mientras ella hablaba a mil por hora. No le presté atención porque sabía que cualquier otra frase que saliera de sus labios contendría: «Hablando de ese contrato…», «Necesito que firmes esto…» u «¡Oh! Esto es realmente urgente…». Cuando finalmente dejó de hablar, había pasado una hora.

—Te has alargado cuarenta minutos más de lo previsto —dije, poniéndome de pie—. Lo que no hayamos discutido ya tendrá que esperar. Con suerte, ambos estaremos vivos para entonces.

Se rio.

—Vale. No te olvides de la reunión de tu curso en la universidad de Pittsburgh. Necesitarás tres trajes como máximo, algo que ponerte para ir al campo de golf y tu vieja camiseta de la universidad, por supuesto. Delta Airlines ha prometido dejarte reservados dos asientos de primera clase en todos los vuelos de Nueva York a Pittsburgh de mañana, así que no es necesario que te apures.

—¿Qué? —Arqueé una ceja—. ¿De qué coño estás hablando?

—Estoy hablando de la reunión de tu curso. Es este martes por la noche.

—¿Desde cuándo hacen reuniones de la universidad a los siete años de graduarte? —pregunté.

—Supongo que desde que tu curso está lleno de triunfadores. —Me dio un sobre de color marfil.

Abrí la invitación e inmediatamente recordé cuando me la había entregado por primera vez hacía meses, cuando había aceptado «hacer lo que fuera que necesitaran que hiciera».

«Es evidente que no pensaba con claridad».

—Han pedido que des dos discursos —continuó—. Uno antes de los fuegos artificiales y otro en la ceremonia de despedida. He esbozado un borrador de los dos discursos, una lista de temas adicionales que puede que quieras tocar y una composición de fotos con tus recuerdos de la universidad que quizás quieras revisar mientras vamos en el avión. De nada.

—No recuerdo haberte dado las gracias. —Negué con la cabeza y le devolví la invitación—. No voy a ir. Arréglalo todo en ese sentido.

—Grayson. —Palideció—. Tienes que saber lo horrible que quedará que te eches atrás el día anterior. Eres el invitado sorpresa, el orador invitado a la fiesta.

—No me importa. —Me alejé de ella. Solo había una persona que me podría haber hecho considerar la posibilidad de ir a esa reunión, y como ella no había acudido a ningún evento de exalumnos al que yo hubiera asistido en los últimos años, no era necesario que perdiera el tiempo—. Diles que ha surgido algo. También puedes decirles que estoy más que dispuesto a dar el discurso por Skype.

—Grayson, escucha…

—No voy a cambiar de opinión. —Mantuve la voz firme—. Fin de la discusión.

—Vale. —Se puso de pie—. Bueno, ahora que has decidido que no vas a la reunión, supongo que podemos dejar listo lo de la renovación del contrato con Nike. Voy a almorzar con algunos de los miembros del equipo mañana, y puedo acelerar el proceso, si es que va adelante.

—Claro. —Había renunciado oficialmente a la idea de que ella supiera y aceptara cuándo una reunión terminaba hacía mucho rato.

—¡Genial! Lo programaré. —Se puso los zapatos y se dirigió hacia la puerta.

Me acerqué al lugar donde había tirado el teléfono antes de que ella llegara y lo recogí, algo sorprendido de que todavía siguiera de una pieza. Antes de que pudiera llamar al portero para decirle que Anna no era una excepción a la regla de «Llámame antes de dejar subir a alguien», oí que se aclaraba la garganta.

—¿Sí, Anna?

—Quería preguntarte una última cosa —dijo—. ¿Has visto la nota sobre Charlotte Taylor?

—¿Qué? —Me di la vuelta—. ¿Qué acabas de decir?

—Charlotte Taylor. —Se encogió de hombros y sostuvo la invitación en alto—. Había una pequeña nota en la parte de atrás sobre ella. ¿La has visto?

No...



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