E-Book, Spanisch, 275 Seiten
G. Fue un miércoles
1. Auflage 2022
ISBN: 978-84-18491-67-2
Verlag: Ediciones Pàmies
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
E-Book, Spanisch, 275 Seiten
ISBN: 978-84-18491-67-2
Verlag: Ediciones Pàmies
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Whitney G. (1988, Tennessee, Estados Unidos) es una optimista de la vida obsesionada con los viajes, el té y el buen café. Es autora de varias novelas best seller incluidas en las listas de The New York Times y de USA Today, y cofundadora de The Indie Tea, página que sirve de inspiración para autoras de indie romántico. Cuando no se encuentra hablando con sus lectores a través de su página de Facebook, la podremos encontrar en su web, en su Instagram, en Twitter... Pero si no la vemos en las redes, es porque está encerrada trabajando en una nueva y loca historia... Fue un miércoles es la nueva novela de Whitney en nuestra colección Phoebe, después del éxito de Una noche y nada más y Turbulencias en 2017; Carter y Arizona en 2018; Mi jefe, Mi jefe otra vez y Dos semanas y una noche en 2019; Sexy, descarado, irresistible, Olvidar a Ethan y El rey de las mentiras en 2020 y Fue un martes, Entre tú y yo, Novio por treinta días, Besos a medianoche, Fiesta de empresa, Te esperaré todas las noches y Sin compromiso en 2021.
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2
En la actualidad
Seattle, Washington
Courtney
Esta no es la vida real, Court. Es solo una simulación pésima, y vas a despertarte dentro de treinta segundos.
—¿Un pedido de cinco bollos glaseados y dos tés tai deluxe para Courtney Johnson? —interrumpió una voz de pito mis pensamientos, echando por tierra al instante mis esperanzas—. ¿Está aquí Courtney Johnson?
—Esa soy yo. —Cogí el pedido y salí de la cafetería para volver a The Fine Print Publishing.
Subí en el ascensor hasta la última planta, entré en el despacho de mi jefe y me mordí la lengua antes de dejar la bolsa.
—Muchas gracias por traérmelo, Courtney —dijo—. Tengo un largo día de trabajo por delante, y siempre me impresiona que llegue usted tan temprano. Es como una de las becarias.
La verdad es que yo también estoy empezando a pensarlo…
—Me alegra haber podido hacerle un favor rápido, señor Bruce.
—He oído que su supervisor, Michael Router, está trabajando en un notición. ¿No se alegra de tener la oportunidad de trabajar para alguien con ese talento para escribir?
—¿Se refiere a «con talento para plagiar»?
—¿Eh? —Levantó una ceja—. ¿Qué ha dicho?
—He dicho que sí. Es todo un honor. —Me obligué a sonreír—. ¿Puedo marcharme ya? He pedido la tarde libre por mi cumpleaños.
—Ah, claro. —Sonrió—. ¿Sabe? Un día, con su dedicación al trabajo, podría ser la siguiente Michael Router. Podría llegar a traer a la sección de deportes un montón de esas.
Señaló las placas que decoraban su pared izquierda, y la sangre me hirvió en las venas.
—Adiós, señor Bruce —anuncié.
—Adiós, señorita Johnson. No se olvide de comprobar que Michael no necesita nada más antes de marcharse, ¿vale?
Ni siquiera me molesté en responder a eso; me marché sin más.
Para todos los que trabajaban en esa zona del edificio, Michael Router era lo mejor que le había pasado al periodismo deportivo desde internet.
Sus palabras se alababan universalmente, se leían al instante y se reclamaban sin cesar cuando tardaba más de un mes en publicar su siguiente «impactante obra maestra». Hasta los deportistas que ganaban millones de dólares se quedaban fascinados por su manera de escribir aquellas reseñas biográficas en profundidad que adornaban las páginas de las revistas Time, GQ e Infinity.
El problema radicaba en que no era él quien las escribía.
Hacía dieciséis meses que había empezado a trabajar allí, y nadie más sabía que ese caraculo que se autoproclamaba «el mejor periodista deportivo de la actualidad» no sabía ni hacer la «o» con un canuto.
Yo era la titiritera que manejaba los hilos y él era el muñeco de trapo que bailaba a su son: él se llevaba todo el mérito y llenaba sus estanterías de premios que me pertenecían a mí.
Todavía no había tirado de la manta, pero cada día que pasaba estaba más cerca de hacerlo.
Cogí el abrigo de mi cubículo, saqué el móvil del bolsillo y vi que tenía un mensaje de mi amiga Alonna.
¿Unas copas para celebrar tu cumpleaños en el Savoy esta noche? Tu novio ha dicho que invitaba él. Porfa, di que sí. ¡Porfa, di que sí!
Claro. Ahora mismo voy para allá. (Solo porque sea un tipo con éxito no significa que tenga que pagarlo todo, Alonna).
¡Ja! Y una mierda que no. Te veré allí.
Me envolví el cuello con la bufanda y comprobé que lo tenía todo antes de salir. Después elegí el camino más largo hasta Pike Place, paseé por el muelle y contemplé todo lo que una vez juré que quería.
Sí, había pedido una vida nueva con un tipo guapo, amigos fantásticos y un trabajo genial, pero nada era suficiente para llenar el gran vacío que aún sentía.
Aparté ese pensamiento y esperé varios minutos antes de entrar en el Savoy.
Por algún motivo, la planta inferior estaba completamente vacía. Todas las sillas estaban pegadas a las paredes y las mesas apiladas, en las esquinas.
—Arriba, señorita —me informó el camarero con una sonrisa—. Es usted Courtney, ¿verdad?
—Sí, soy yo. —Me detuve—. ¿Ha llegado ya mi amiga?
Él asintió y me pasó una taza de café.
—La encontrará arriba, en la azotea.
—Gracias.
Miré hacia el ascensor y reprimí un suspiro cuando vi el cartel de «Fuera de servicio».
Bueno, pues a caminar.
Cuando llegué al último piso, me quedé de piedra al toparme con lo que debía de tratarse de una alucinación.
El café se me cayó al suelo y las rodillas me temblaron al ver una sonrisa que no había visto en siglos.
¿Kyle?
—Hola, Courtney —dijo, dejándome clavada en el sitio con su mirada verde—. ¿Cómo estás?
Apoyé la mano sobre la pared de cemento, bastante segura de que, al final, ese día sí que debía de ser una simulación. Era imposible que ese hombre estuviera diez veces más guapo que la última vez que nos habíamos visto.
Ni las fotos ni los vídeos que había visto de él en la tele le hacían justicia a su atractivo.
Se me quedó mirando, yo lo miré a él, y percibí la tensión palpable que flotaba en el pasillo.
—¿Qué estás haciendo aquí? —conseguí decir.
—Quería hablar contigo.
—¿Eh? —Tragué saliva—. Recuerdo muy claramente habernos dicho todo lo que nos queríamos decir, incluyendo «adiós», hace dos años.
—Fue hace dieciséis meses —me corrigió—. ¿Puedo hablar contigo cuando termine esto?
—¿Esto?
Antes de que pudiera preguntarle a qué se refería con «esto», la puerta de la terraza se abrió y los rizos rojos de Alonna me dieron en toda la cara.
—¡Vaya, aquí estás! —Me agarró de la mano y me condujo hasta la azotea—. ¡Sorpresa!
En ese momento me cayeron por encima una serpentina plateada y purpurina rosa. Por los altavoces comenzó a sonar una versión en hip-hop de la canción de cumpleaños.
No, no, no…
Me coloqué una mano en el pecho cuando el corazón empezó a palpitarme a toda máquina. Se me revolvió el estómago, avisándome del inicio de un ataque de pánico.
Los flashes me cegaron, empezaron a aplaudir desde todas las esquinas y, antes de que pudiera darle sentido a todo aquello, apareció delante de mí una tarta gigante de seis capas con los números dos y ocho.
Alguien me pasó una bolsa de papel desde mi izquierda, pero desapareció antes de que pudiera ver quién era.
Hiperventilando durante varios segundos, intenté convencerme de que todo aquello era una broma. Ninguno de mis verdaderos amigos habría hecho algo parecido.
—Feliz cumpleaños a mi persona favorita del mundo entero. —Mi novio, Graham, apareció de pronto delante de mí—. Toma. —Me quitó la bolsa de papel de la boca y me besó en los labios. Después, me dio una pequeña pelota antiestrés.
La apreté como si estuviera estrujándole el cuello a quien fuera que había organizado aquello.
Miré a mi alrededor y vi a mis compañeros de trabajo, a los compañeros ejecutivos de Graham y a varios miembros de su familia.
Y a Kyle.
Kyle está aquí de verdad…
—¿Estás sorprendida? —preguntó Graham.
—Estoy… algo.
Todo el mundo se rio.
Yo me aferré a la pelota.
—Sé que no eres fan de fiestas ni eventos como este —continuó—, y espero que no te importe que Alonna y yo quisiéramos organizar algo para hacerte feliz porque ha sido un año muy duro para ti.
Yo asentí.
—También espero que no te importe que no se me haya ocurrido otra forma de hacer esto, porque creo que debería haberlo hecho hace mucho tiempo. —Me miró a los ojos—. Tal vez la primera noche en que nos conocimos.
—¿Eh? —Levanté una ceja—. ¿De qué estás hablando, Graham?
—De esto. —Me agarró de las muñecas con suavidad y se arrodilló.
Le siguió una ronda de aplausos.
—Sé que solo estamos juntos desde hace seis meses, y que he sido yo quien ha insistido en que fuéramos despacio, pero quiero que sepas que estoy loco por ti desde el primer día.
La azotea se quedó en completo silencio, a excepción del viento y los graznidos de unas cuantas gaviotas en la distancia.
—Estoy enamorado de ti y quiero que seas mía durante el resto de mi vida —anunció—. Courtney Nicole Johnson, ¿quieres casarte conmigo?
Recorrí la azotea con la mirada y mis ojos se toparon con los de Kyle de inmediato. Los tenía entrecerrados y me fulminaba con ellos, como retándome a decir que sí en su presencia.
Conforme pasaron los segundos, los labios se le separaron, y parecía estar a punto de echar a correr y aplastar a Graham contra el suelo.
—¿Courtney? —volvió a apretarme este la mano—. Courtney, ¿qué me respondes?
—Sí —le contesté, volviendo a mirarlo—. Sí, Graham. Me casaré contigo.
La azotea prorrumpió en vítores y aplausos, y Graham se puso de pie y me abrazó.
Tras besarme, bajó la voz.
—¿Esperamos hasta la luna de miel o rompemos nuestro pacto de celibato esta noche?
No me dio la oportunidad de...




