G. | Mi jefe otra vez | E-Book | www.sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 300 Seiten

G. Mi jefe otra vez


1. Auflage 2019
ISBN: 978-84-17683-41-2
Verlag: Ediciones Pàmies
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

E-Book, Spanisch, 300 Seiten

ISBN: 978-84-17683-41-2
Verlag: Ediciones Pàmies
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark



Claire Gracen tiene por fin la vida que siempre ha querido: una carrera profesional que adora como diseñadora de interiores; un hombre, Jonathan Statham, el que fue su amado y deseado jefe, que está dispuesto a hacer todo lo que ella desee y amigos que conocen el verdadero significado de la palabra 'amistad'. Cuando ella y Jonathan empiezan a preparar la boda de sus sueños para formalizar su compromiso de amor eterno, Claire se da cuenta de que el doloroso pasado que había dejado atrás está mucho más encima de lo que pensaba, y la duda parece querer instalarse en su perfecta vida junto a Jonathan. Para Claire, Jonathan es el prometido perfecto, ¿pero será un marido perfecto? Para Jonathan, algunas conductas de Claire en la recta final hacia su enlace hacen que se llene de preguntas: ¿Claire está poniendo a prueba su amor... o en realidad es ella quien debería estar bajo esa sospecha? Las dudas empiezan a poblar cada vez más el sendero hacia el altar de Claire y Jonathan, y los problemas parecen crecer a cada día que pasa. Pero no por nada Jonathan ha sido todo un jefe tanto dentro como fuera del ámbito laboral, tanto dentro como fuera de la cama de Claire... y eso, junto con el amor que se profesan, es algo que está por encima de todos los problemas...

Whitney G. (1988, Tennessee, Estados Unidos) es una optimista de la vida obsesionada con los viajes, el té y el buen café. Es autora de varias novelas best seller incluidas en las listas de The New York Times y de USA Today, y cofundadora de The Indie Tea, página que sirve de inspiración para autoras de indie romántico. Cuando no se encuentra hablando con sus lectores a través de su página de Facebook, la podremos encontrar en su web, en su Instagram, en Twitter... Pero si no la vemos en las redes, es porque está encerrada trabajando en una nueva y loca historia... Mi jefe otra vez es la quinta novela de Whitney que publicamos en nuestra colección Phoebe, después del éxito de Una noche y nada más (2017), Turbulencias (2017), Carter y Arizona (2018) y Mi jefe (2019).
G. Mi jefe otra vez jetzt bestellen!

Autoren/Hrsg.


Weitere Infos & Material


Introducción


Mi jefe otra vez…


Claire

Ocho meses después…

—Necesito trescientas losas de granito aquí mañana por la tarde. ¿Sería posible? Ah, y también deberíais comprobar que los pomos de las puertas que he diseñado para Mulholland han superado las pruebas. Vale… Muchas gracias. —Colgué el teléfono e hice girar la silla de oficina sobre su eje mientras miraba sonriente las rojas y blancas letras C entrelazadas que habían rotulado sobre mi puerta.

Estaba sentada en mi despacho en la empresa C&C’s, mi propia empresa de diseño de interiores. Había dejado mi trabajo en la compañía de Jonathan algunas semanas después de que volviéramos a estar juntos, después de que me exigiera que aceptara su dinero para fundar mi propio negocio.

Al principio todo había ido extremadamente despacio, sobre todo porque él seguía apareciendo por allí a mitad del día, lo que me impedía terminar las tareas. Pero después de cuatro meses empecé a hacer clientes, y el boca-oreja consiguió que mi buen hacer comenzara a extenderse como la pólvora.

Ahora tenía una lista de espera de seis meses para los proyectos de diseño, y me había propuesto ampliar la tienda para incluir muebles pequeños para el hogar.

Recoloqué con orgullo las fotos que decoraban mi escritorio: Jonathan y yo sonrientes en su yate favorito; él saltando con mis hijas al mar. Y la más reciente, una en la que él me besaba en el escenario después de recibir otro prestigioso premio.

—¿Señorita Gracen? —dijo mi secretaria—. Me voy a comer. La cita de las doce ha llegado antes de tiempo y está esperando.

—Dile al cliente que enseguida lo recibo. —Me puse la chaqueta y salí al pasillo. Desde que tenía tantos clientes, no era capaz de disfrutar más de cinco minutos a solas.

—¿Caroline? —Rodeé el mostrador de recepción—. Te he dicho ya que Ashley y tú no necesitáis tener una cita para verme. Podrías haber llamado.

—Ya, claro. —Mi hija puso los ojos en blanco—. Se podría decir que vives aquí.

Negué con la cabeza.

—¿Qué quieres?

—Necesito treinta dólares.

—¿Perdona?

—En realidad necesito cincuenta. Y también Ashley, pero con que nos des treinta a cada una llega.

—¿Os habéis puesto en el aeropuerto a repartir dinero? ¿Qué hacéis con lo que ganáis?

—¿Qué pasa? —Ashley entró por la puerta y se detuvo delante de ella, sin ni siquiera mirarme—. ¿Todavía no te ha dado el dinero?

—No. —Caroline suspiró—. Parece que piensa que somos capaces de ahorrar de lo que ganamos con nuestros trabajos.

—¿Cómo esperáis ir a la universidad en otoño si no sabéis ahorrar? —Estaba harta de hablar de ese tema con ellas—. ¿Acaso pensáis que crece en los árboles? ¿O que cae del cielo cuando lo necesitáis?

—¿No nos va a dar el dinero?

—Creo que es lo que quiere decir.

—¿Le has dicho ya que es para la madre de las fiestas del verano y que todo el mundo va a ir?

—No, solo le he pedido el dinero. No se me ha ocurrido que tuviera que explicarle el porqué.

Suspiré, preparada para empezar a soltar un sermón, pero Jonathan entró en ese momento con un enorme ramo de rosas de color amarillo brillante.

—Buenas tardes, señoritas. —Me miró y luego echó un vistazo a mis hijas.

—Buenas tardes —respondieron al unísono.

—¿Podemos pedirte cincuenta dólares cada una? —preguntó Ashley con una sonrisa.

—Claro. —Él sacó la cartera y les entregó un billete de cien dólares a cada una como si nada.

—¿Por qué no hacemos esto siempre? —preguntó una.

—Quizá nos gusten los desafíos —repuso la otra.

Se alejaron corriendo entre risas.

Las miré mientras se subían a los dos Range Rover blancos de gama ridículamente alta que Jonathan les había regalado por su cumpleaños.

—Tienes que dejar de hacer eso. —Cogí las flores.

—¿El qué?

—Darles dinero cada vez que lo piden.

—¿Por qué?

—Porque si tienen dinero cada vez que lo necesitan, jamás aprenderán a ahorrar.

—Ganan nueve dólares a la hora y trabajan quince horas a la semana. ¿Cuánto pretendes que ahorren con eso?

—Me rindo. —Puse los ojos en blanco—. Gracias por las flores, y también por las que me has enviado por la mañana, pero ya sabes que llevamos juntos un tiempo… No es necesario que me envíes un ramo cada día. Cuando estas cosas se institucionalizan, acaban convirtiéndose en una obligación, y no quiero eso.

—Shhh… —Me dio un beso que hizo que me olvidara de lo que iba a añadir—. ¿Qué tal te va el día?

—Bien. Un poco ocupado.

—No pareces ocupada… —dijo él mirando a su alrededor, al espacio vacío.

—Lo estoy.

—¿Y tu secretaria?

—O almorzando o descansando. ¿Por qué?

Sonrió y me acercó más a él.

—Por nada…

Vi en sus ojos aquel familiar «Estoy a punto de saltar sobre ti» y, de inmediato, di un paso atrás, corriendo a ponerme a salvo detrás del mostrador de recepción.

Se rio mientras se acercaba para reunirse conmigo detrás del mueble, pero yo presioné un botón que hizo bajar del techo un panel transparente que le bloqueó el paso.

Arqueó una ceja.

—¿Qué cojones es esto?

—Esto es lo que instaló el de la empresa de seguridad la semana pasada, después de que me impidieras llegar a una reunión importante distrayéndome con sexo, que me costó dos valiosas horas de tiempo dedicado al diseño.

—¿Me consideras una distracción?

—Eres una distracción. Y lo último que supe era que tú tenías tu propio negocio que gestionar, y es uno que vale millones de dólares, por lo que te agradecería que…

—¿Te has visto obligada a montar esto para que no pase detrás del mostrador? —Apretó la mano contra el cristal—. ¿Para evitar que entre en tu despacho?

—Es evidente. Y parece que funciona.

—Muy bonito… —dijo, moviendo la cabeza—. Siempre me sorprende tu creatividad.

En ese momento sacó una llave del bolsillo, que introdujo en un orificio del panel para abrirlo.

«¿Qué coño…?».

—Eres consciente de que investigo a todos los hombres que tienen contacto contigo, ¿verdad?

Parpadeé.

—En el segundo que me dijiste que ibas a hacer una instalación en la tienda —continuó mientras cerraba la puerta y se acercaba a mí—, me aseguré de que la empresa y el operario supieran exactamente con quién estaban tratando. Y he exigido tener copias de las llaves por si hubiera algún problema.

—¿Por qué me haces siempre esto?

—¿Cuánto tiempo va a estar fuera la secretaria? —Me empujó contra la pared.

—Jonathan… —Traté de ignorar la mirada de sus ojos—. En serio, tengo que trabajar un poco. No puedes venir todos los días y…

—No vengo todos los días —apretó los labios contra los míos—, solo aparezco cuando no respondes a mis llamadas. Y estoy empezando a pensar que lo haces a propósito, ya que sabes muy bien lo que pasará si no lo haces.

—Estaba ocupada.

—¿Cuánto tiempo tienes de descanso?

—Una hora… —Gemí cuando se puso a besarme el cuello al tiempo que me apretaba el culo y me subía una pierna hasta su cintura—. Lo haremos por la noche.

—Eso me dijiste ayer.

—Es que… —Jadeé al notar sus dedos en el cierre del sujetador—. Bueno, lo prometo.

—No vas a tener que cumplirlo, Claire. Ríndete —susurró antes de reírse—. No he venido aquí para echar un polvo en pleno día.

Puse los ojos en blanco.

—No, de verdad. —Me besó otra vez y dio un paso atrás—. Solo quería recordarte lo de este fin de semana para asegurarme de que no te olvidas.

No lo había olvidado, él había conseguido que fuera imposible.

A pesar de que me había mudado a vivir a su casa y que habíamos viajado a lugares alucinantes con las niñas, todavía no habíamos tenido un fin de semana para nosotros solos. Para él siempre había algún gran negocio que no podía esperar al lunes. Y, para mí, un proyecto que no podía dejar aparcado.

—No me he olvidado. —Sonreí—. ¿Sigue siendo sorpresa la localización?

—¿Acaso no lo es siempre?

Me sonrojé. Todavía era capaz de hacerme sentir como si fuera la primera vez que nos veíamos, como si fuera a demostrarme por primera vez lo mucho que le importaba.

—Trabajaré hasta tarde, así que Greg te recogerá en casa a las nueve. —Se apartó un mechón de pelo de la cara—. Y luego nos pondremos en marcha… No traigas trabajo, o acabarás arrepintiéndote.

—Aplícate el cuento, querido.

—¿«Querido»? —Miró al techo y me besó una última vez antes de ir a la puerta. Al llegar allí, se dio la vuelta—. Y como se te ocurra ponerte unos putos pantalones, como en nuestra última cita, te los arrancaré antes de que te subas al coche.

Jonathan

—Gracias por recibirme tan pronto, señor Statham. —La editora de la revista Forbes se levantó para estrecharme la mano.

—Un placer, señorita Evans.

—Es un honor para mí conocerlo por fin en persona. —Se mordió el labio mientras yo trataba de no poner los ojos en blanco ante aquella atención no buscada.

Ella había...



Ihre Fragen, Wünsche oder Anmerkungen
Vorname*
Nachname*
Ihre E-Mail-Adresse*
Kundennr.
Ihre Nachricht*
Lediglich mit * gekennzeichnete Felder sind Pflichtfelder.
Wenn Sie die im Kontaktformular eingegebenen Daten durch Klick auf den nachfolgenden Button übersenden, erklären Sie sich damit einverstanden, dass wir Ihr Angaben für die Beantwortung Ihrer Anfrage verwenden. Selbstverständlich werden Ihre Daten vertraulich behandelt und nicht an Dritte weitergegeben. Sie können der Verwendung Ihrer Daten jederzeit widersprechen. Das Datenhandling bei Sack Fachmedien erklären wir Ihnen in unserer Datenschutzerklärung.