G. | Una noche y nada más | E-Book | www.sack.de
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E-Book, Spanisch, 350 Seiten

G. Una noche y nada más


1. Auflage 2017
ISBN: 978-84-16970-11-7
Verlag: Ediciones Pàmies
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

E-Book, Spanisch, 350 Seiten

ISBN: 978-84-16970-11-7
Verlag: Ediciones Pàmies
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark



Me llamo Andrew Hamilton y soy uno de los mejores abogados de Nueva York. No puedo perder mi tiempo con relaciones románticas, por lo que cubro mis necesidades saliendo con mujeres que conozco de forma anónima a través de una web de ligues. Tengo un gusto muy particular: rubias y curvilíneas, que a ser posible no sean unas jodidas mentirosas (aunque eso es otra historia). Mis reglas son muy sencillas: una cena. Una noche. Sin repeticiones. Se trata solo de sexo. Ni más. Ni menos. Por lo menos se trataba de eso hasta que conocí a 'Alyssa'. Yo pensaba que era una abogada con la que intercambiaba opiniones jurídicas a altas horas de la noche, alguien con quien hablar... Pero, de repente, se presentó en mi bufete para una entrevista... Y todo cambió.

Whitney G. (1988, Tennessee, Estados Unidos) es una optimista de la vida obsesionada con los viajes, el té y el buen café. Es autora de varias novelas best seller incluidas en las listas de The New York Times y de USA Today, y cofundadora de The Indie Tea, página que sirve de inspiración para autoras de indie romántico. Cuando no se encuentra hablando con sus lectores a través de su página de Facebook, la podremos encontrar en su web, en su instagram, en twitter... Pero si no la vemos en las redes, es porque está encerrada trabajando en una nueva y loca historia... Twitter: @WhitGracia Facebook: @AuthorWhitneyG
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1


Contrato (n.): Pacto o convenio entre dos personas que crea la obligación de hacer o no hacer una acción determinada.

Durham, Carolina del Norte

Seis años después…

Andrew

La mujer que tenía sentada frente a mí era una puta mentirosa.

Iba vestida con un jersey gris horrible y una falda de cuadros rojos. Parecía que se había teñido el pelo con una caja de ceras de colores. No tenía nada en común con la joven que aparecía en la foto que mostraba online, no era la sonriente rubia con buenas tetas, un tatuaje en forma de mariposa y labios rojos y voluptuosos.

Antes de acceder a quedar con ella, le había pedido tres pruebas en forma de fotografías para comprobar que lo que me decía era verdad: en una sostenía un periódico de los últimos días, en otra se mordisqueaba el labio y en la tercera sostenía un letrero con su nombre escrito. Cuando se las pedí, ella se rio y me dijo que era la persona más paranoica que hubiera conocido nunca, pero lo hizo. O eso había pensado. Salvo por el hecho de que no le he dicho mi nombre de verdad —dejé de hacerlo hace bastante tiempo—, había sido completamente sincero con ella, y esperaba lo mismo por su parte.

—Bueno, ahora ya estamos aquí… —Sonrió repentinamente, dejando a la vista unos dientes cubiertos por los alambres y fundas de caucho de una ortodoncia—. Me alegro de conocerte por fin en persona, Thoreau. ¿Cómo estás?

No tenía tiempo para esto.

—¿Quién es la chica que aparece en la foto de tu perfil? —pregunté.

—¿Qué?

—¿Quién es la chica de la foto? —repetí con irritación.

—Ah…, eso… Bueno, no soy yo.

—No me digas… —ironicé, poniendo los ojos en blanco—. ¿Has contratado a una modelo? ¿Has comprado alguna imagen y las has modificado con PhotoShop?

—No exactamente. —Bajó la voz—. Lo cierto es que pensé que era más probable que te fijaras en mí si utilizaba esa foto en vez de una mía.

La estudié de nuevo, percibiendo ahora el extraño tatuaje en forma de unicornio que tenía en los nudillos y la cita «El amor es ciego» que llevaba grabada en la muñeca.

—¿Qué esperabas que ocurriera cuando nos viéramos en persona? —Todo estaba dándome dolor de cabeza—. ¿Qué pensabas que pasaría cuando llegara ese día? ¿Cuando me diera cuenta de que no eres quien me habías dicho que eras?

—Esperaba que tú también me hubieras mentido sobre tu imagen —se disculpó—. No me imaginé que fueras realmente tú, ¿sabes? Es la primera vez que un tipo de Date-Match ha sido sincero. Creo que es una señal.

—No lo es. —Negué con la cabeza—. ¿Y la modelo? ¿Cómo la convenciste para hacer las fotos?

—No es una modelo. Es mi compañera de piso. —Abrió los ojos como platos cuando vio que me levantaba—. ¡Espera un segundo! Todo lo que te dije por teléfono es cierto. Me interesa la política, me encanta todo lo referente a las leyes y sigo los casos famosos.

—¿A qué facultad de derecho has ido?

—¿Facultad de derecho? —Arqueó una ceja—. No, no me refiero a eso. Me refiero a lo que sale en los episodios de Ley y orden: unidad de víctimas especiales. Además, he leído todos los libros de John Grisham.

Suspiré al tiempo que sacaba unos billetes de la cartera y los dejaba sobre la mesa. Ya había perdido demasiado tiempo con ella.

—Adiós, Charlotte. —Me alejé de allí, ignorando el resto de su disculpa.

En el momento en el que el aparcacoches me trajo el Jaguar, entré y me alejé a toda velocidad.

Era ridículo…

Era la sexta vez que me pasaba en este mes, y no entendía cómo era posible que alguien pudiera usar la foto de otra persona para ligar online. No tenía sentido.

Molesto, compré una botella de whisky en la tienda al otro lado de la calle mientras tomaba nota mental para bloquear el acceso a mi perfil a esta última mentirosa. Estaba empezando a sentirme como si en Durham no hubiera mujeres disponibles para follar. También comenzaba a pensar que quizá tenía que cambiar de ciudad y empezar de nuevo; los sudores fríos que no padecía desde hacía años habían regresado otra vez, y sabía que lo siguiente serían las pesadillas.

En cuanto entré en mi apartamento, me serví una copa y la vacié de golpe. Luego me llené otra vez el vaso.

Miré el móvil y revisé los correos electrónicos del día: citas con mis clientes, más solicitudes para chatear en Date-Match y un mensaje de la rubia sexy con la que pensaba encontrarme el sábado.

En el asunto se podía leer: «La sinceridad es la clave, ¿verdad?».

Me tomé otro trago antes de abrirlo, esperando que fuera una invitación para acudir esta noche.

No lo era. Era un jodido sermón.

Hola, Thoreau.
Sé que se supone que debemos vernos este sábado, y, créeme, espero con ansiedad que llegue ese día, pero necesito saber que estás interesado en mí y no en mi aspecto. He quedado con un montón de tipos decepcionantes a los que solo les gustaba mi foto, y cuando me vieron en persona, solo querían tener sexo. Te puedo asegurar que soy quien digo ser, pero estoy buscando algo un poco más gratificante que un polvo casual. No es necesario que tengamos una relación, ni que nos comprometamos a mantener una aventura intensa, pero al menos podemos ser amigos antes, ¿no te parece? Me muero de ganas de verte, así que dime si sigues interesado en conocerme.
Liz.

Al instante, hice clic en mi perfil y abrí la pestaña «Lo que estoy buscando» para asegurarme de que seguía poniendo lo mismo:

«Solo sexo. Nada más. Nada menos».

Esa línea no estaba allí como decoración, y aparecía en negrita por una razón.

Volví a leer el mensaje de aquella mujer antes de responder:

Ya no estoy interesado en conocerte. Te deseo suerte y que encuentres lo que estás buscando.
Thoreau.

Ella respondió al instante:

¿Lo dices en serio? ¿No podemos ser solo amigos?
Liz.

Joder, no.
Thoreau.

Me despedí y la bloqueé.

Tomé otro largo trago que siguió un ardiente recorrido por mi garganta mientras me desplazaba por los demás mensajes de correo electrónico hasta llegar al que me había enviado la única persona que consideraba mi amiga en esa ciudad: Alyssa. Lo abrí al instante.

Asunto: Polla solitaria.
Bueno, te estoy escribiendo este correo porque no quiero imaginar el dolor que sientes en este momento… Hace mucho tiempo que no echas un polvo, y eso me preocupa. Mucho. Tanto que he llegado a llorar por tu falta de sexo… Lamento mucho que sean tantas las mujeres que te han enviado fotografías falsas y que eso te haga tener las pelotas azules. Te voy a adjuntar algunos enlaces en los que podrás comprar una loción. Deberías invertir tu dinero en ella durante las próximas semanas.
Tu polla estará en mis oraciones.
Alyssa.

Sonreí mientras escribía la respuesta.

Asunto: re: Polla solitaria.
Gracias por preocuparte por mi polla. Aunque, ahora que lo pienso, tú nunca me has contado nada de los polvos que echas; creo que debes de tener telarañas ahí abajo, y esa es una enfermedad mucho más grave que mis pelotas azules. Sí, es cierto que muchas mujeres me han enviado fotografías, aunque lo más triste de todo es que tú nunca me hayas enviado una, ¿no crees? Estoy más que dispuesto a mandarte la mía, y también a curar tu triste y lamentable dolencia.
Gracias por tener presente mi polla en tus oraciones, aunque preferiría que estuviera en tu boca.
Thoreau.

Y por ensalmo, la noche era ahora diez veces mejor. A pesar de que no conocía a Alyssa en persona y nuestra comunicación se limitaba a llamadas telefónicas, correos electrónicos y mensajes de texto, sentía una fuerte conexión con ella.

Nos habíamos conocido a través de una red social anónima, exclusiva para abogados: LawyerChat. Para pertenecer a ella, no era necesario adjuntar ninguna foto al perfil, y tampoco había muros de noticias, por lo que la comunicación se hacía a través de mensajes. Cada miembro disponía de un pequeño perfil donde podía añadir alguna información básica como el nombre de pila, la edad, el número de años que llevaba ejerciendo, el estatus profesional y un logotipo con el que los usuarios revelaban su sexo.

Todos los usuarios eran abogados en ejercicio y habían sido invitados de forma personal por correo electrónico. Según presumían los programadores de la web, cruzaban las referencias de todos los abogados que ejercían en el estado de Carolina del Norte con las de los que se habían inscrito; de esa manera se aseguraban de que cada miembro hacía un solo registro en el sistema.

Francamente, creía que la web era una mierda, y si no fuera por el hecho de que me había tirado a algunas de las mujeres que había conocido allí, hubiera cancelado mi cuenta el primer mes.

No obstante, cuando vi un mensaje con el título «Necesito consejo» de una tal Alyssa, no pude resistirme a intentar repetir los resultados anteriores. Eché un vistazo a su perfil —veintisiete años, llevaba un año ejerciendo como abogado, amante de los libros— y decidí ir a por ella.

Mi intención era responder a las preguntas profesionales que tuviera y luego desviar la conversación hacia temas más personales. Finalmente, le pediría que se...



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