E-Book, Spanisch, 304 Seiten
hooks Hermanas del ñame
1. Auflage 2024
ISBN: 978-84-128687-2-2
Verlag: U-Tópicas Ediciones
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Mujeres negras y nuestra recuperación
E-Book, Spanisch, 304 Seiten
ISBN: 978-84-128687-2-2
Verlag: U-Tópicas Ediciones
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
bell hooks (Kentucky, 1952 - Kentucky, 2021) fue una importante teórica feminista negra, crítica cultural, activista y escritora. Su activismo y su trabajo intelectual, pioneros en el feminismo y la lucha antirracista, se han centrado en comprender la intersección del género, la raza y el poder en la sociedad contemporánea. La educación, las masculinidades, el amor y la representación audiovisual son algunos de los temas clave en su producción intelectual. Entre sus libros, destacan Todo sobre el amor; Enseñar a transgredir; El feminismo es para todo el mundo y ¿Acaso no soy yo una mujer? Mujeres negras y feminismo. Jumko Ogata (Xalapa, 1996) es escritora, traductora y divulgadora de antirracismo. Es licenciada en Estudios Latinoamericanos por la UNAM. Formó parte de la antología Tsunami 2, (Sexto Piso, 2020), así como Daughters of Latin America (Harper Collins, 2023). Es autora de Mi pelo chino (Almadía, 2022), un libro infantil bilingüe. Es traductora de Experimentos en Alegría (Co-Conspirator Press, 2023), un libro de ejercicios creado por mujeres negras artistas de performance. Ha impartido talleres sobre antirracismo para Facebook, el Instituto Veracruzano de la Cultura, y organizaciones sin fines de lucro en México y Estados Unidos.
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Entre la soledad y la resistencia:
mujeres negras en Chile
Un diálogo con Sandy Joseph*
Jumko: 30 años después de su primera publicación, ¿qué aprendizajes de este texto crees que se mantienen vigentes?
Sandy: Confieso que de haber sabido de lo que trataba este libro no habría aceptado colaborar en la elaboración de este prólogo, ya que trata temas que estoy viviendo —sobreviviendo en estos momentos—. Cada página me rompió en pedazos, a 30 años de su publicación, ser una mujer negra en una sociedad supremacista blanca sigue siendo igual de difícil. En mi caso, como migrante no tengo un lugar aquí al que pueda llamar hogar, y siempre seré leída como migrante. Socialmente, esta condición es sinónimo de explotación laboral y marginación social. Considero que la mayoría de las enseñanzas del libro se mantienen vigentes, pues las mujeres negras aún no hemos encontrado la forma de vivir en paz, de tener la fuerza para salir de hogares abusivos y dejar de ser codependientes de los hombres de nuestras vidas. Hoy, más que nunca, debemos promover la lectura de este tipo de libros de autoayuda para mujeres negras, porque seguimos viviendo las mismas situaciones descritas en este texto.
Jumko: Desde tu contexto como mujer negra en Chile, ¿qué situaciones ves en común con lo narrado por bell hooks?
Sandy: Sin tratar de invisibilizar la lucha del pueblo tribal afrochileno, es importante entender que la mayoría de las mujeres negras en Chile somos migrantes y que nuestra realidad atraviesa barreras idiomáticas, como en el caso de las mujeres haitianas que lideramos el número de las mujeres negras que habitamos este territorio. Además del hecho que nos enfrentamos a obstáculos particulares como son la regularización migratoria y los choques culturales que han contribuido a la separación de menores de edad de sus madres haitianas por el racismo estatal.
La soledad que experimentamos las mujeres negras en Chile en nuestra lucha por una sociedad antirracista en un país mestizo que no reconoce su pasado indígena, que se aferra fervientemente al legado español, así como a la creencia de que en «Chile no hay negros, se murieron por el frío durante las guerras de independencia», es violenta, angustiante y en muchos casos ha provocado la salida de varias de nosotras de las esferas del activismo para priorizar nuestro propio bienestar. Ya que los hombres negros se convierten en nuestros opresores (al igual que las personas blancas), es necesario crear espacios de encuentro entre mujeres negras para combatir la soledad y el sentimiento de no pertenencia a este territorio, para amarnos y entendernos como merecedoras de amor y respeto y entender que no estamos solas.
Sin conocer la historia de los grupos de apoyo Hermanas del ñame, desde el año pasado empecé a crear encuentros para mujeres afrolatinas en Chile (excluyendo por primera vez a los hombres negros). Durante y posterior al primer encuentro, varias asistentes me contaron que se encontraban en momentos personales tan duros que tener una tarde de autocuidado, amor y validación con otras mujeres negras les ayudó de una forma inmensurable. Una de ellas estaba de cumpleaños y nos decía que nunca había celebrado su cumpleaños en Chile, que ella era la encargada de organizar las fiestas de sus seres queridos pero que aún no vivía la experiencia y que ese encuentro para ella fue como una celebración de cumpleaños, por lo que entre todas le cantamos «feliz cumpleaños» y las lágrimas no se hicieron de extrañar.
Después de las infancias en general, las mujeres haitianas en Chile son el grupo más vulnerable, empobrecido y desprotegido en este país, sufren violencia patriarcal sistemática por parte del estado chileno a través del servicio nacional de migraciones, pero también sufren violencia intrafamiliar por parte de sus cónyuges haitianos, violencia psicológica y física. Este es un tema del que no se habla, se mantiene oculto, ninguna mujer haitiana feminista se atrevería a decirlo en público porque pondría en su contra a toda una comunidad con criterios y métodos muy machistas.
Lamentablemente, las matriarcas negras en Chile son en su mayoría mujeres migrantes que se ven obligadas a trabajar para sostenerse y mantener a sus hijos y familiares en sus países de origen. Trabajan mientras lloran y piensan en los nietos que no pueden ver crecer, en la familia que no pueden abrazar, en las deudas que tienen que pagar. Personalmente amé con locura el tercer capítulo del libro, pero no pude evitar ver los privilegios que tiene la autora en comparación con la realidad de la mujer negra en Chile. Sé que hay mujeres que viven la realidad descrita por ella pero son una minoría tan pequeña que usarlas como referencia me parece un insulto para mi mamá y todas las madres negras que conozco y sé lo mucho que se esfuerzan para sacar adelante a sus hijos en muchos casos sin comprender completamente el idioma español y sin apoyo de sus maridos.
En el caso de mi madre, uno de sus gastos mensuales más importantes es el pago del internet móvil, para poder comunicarse con sus hijas en República Dominicana y su padre, sus hermanas y familiares en Haití. Al igual que ella, me atrevo a asegurar que prácticamente todas las mujeres migrantes, haitianas y negras en Chile tienen esta misma preocupación. Es doloroso tener que migrar para poder subsistir. Así de violenta y dura es la migración forzosa, en la que no puedes volver a tu lugar de origen por más que extrañes a tu familia, porque es mejor extrañarnos que morirse todos de hambre. Me encantaría que ninguna mujer negra tuviera que migrar por necesidad de su lugar de origen, que se apoderen del deseo del buen vivir y se armen colectivamente en busca de ese derecho, pero es muy complejo, no podemos decirle a una mujer haitiana que se quede a luchar en un país como Haití donde los derechos de las mujeres cada día existen menos.
Respecto a la maternidad, me duele escribir esto, pero he visto muchas veces a madres negras maltratando a sus hijos en público, tal como describe la autora. En la cultura haitiana, por ejemplo, se entiende que solo a través del maltrato físico los hijos aprenden a respetar y se convierten en personas de bien para la sociedad. Esta ha sido la razón por la que el Estado chileno ha separado decenas de hijos de sus familias haitianas, porque no hay una comprensión del legado de la esclavitud en nuestros comportamientos hasta hoy. Frente a tantas exigencias, las jóvenes haitianas desarrollamos la habilidad de mentirles a nuestras madres. Para sentirnos menos culpables por tener deseos y sueños propios ajenos a lo que ellas esperan de nosotras, acabamos de alguna manera haciendo lo quieren, como ir semanalmente a la iglesia.
El racismo, la marginación territorial y la segregación que se viene generando en Chile han provocado que las niñas negras crezcan sin sueños. En este contexto, en diciembre del año pasado visité un colegio en Quilicura, una comuna periférica al norte de la capital de Chile, para conocer a un grupo de niñas y adolescentes haitianas que necesitaban tener referentes para saber que pueden lograr sus sueños. Ir a ese colegio fue uno de los dolores más grandes que he sentido en la vida, confirmé que efectivamente las niñas negras en Chile no sienten que podrán lograr sus sueños porque el entorno en el que están creciendo les recalca que sus sueños son demasiados grandes para ellas. Una de las niñas me contó que no creía que pudiera ser algo más que una «limpiadora de inodoros» porque eso era a lo que se dedicaba su mamá, sus tías, las amigas de su mamá y las mamás de sus amigas. No creo que haya nada malo en trabajar como aseadora, porque lo he hecho y mi madre también, pero estoy segura de que las niñas negras tienen que saber los cientos de posibilidades que tienen para desarrollarse y trabajar en el futuro.
En Chile, a pesar de la gran presencia de personas negras que habitamos este territorio, aún no hay representación negra en la TV. En las teleseries que han incluido a mujeres negras, estas representan estereotipos sexistas y racistas de la mujer negra que en lugar de aportar terminan afectando aún más la percepción social de nosotras.
Muchas mujeres negras han sido perseguidas y avergonzadas en la calle y transporte público por ir vestidas con elementos ancestrales como el turbante o estilos protectores típicos de Haití muy distintos a las trenzas africanas. Dejar de utilizar elementos ancestrales para no destacar e incomodar a la blanquitud también es una forma de engañarnos a nosotras mismas y perder nuestra identidad. Es una manera de ser despojadas de nuestra identidad para que nuestros jefes blancos no se sientan incómodos por nuestro turbante, o para que nuestras compañeras de trabajo blancas no quieran pasarse todo el día tocando nuestras trenzas o, peor aún, nuestros pelos naturales afros.
La autora habla sobre el refugio que suponían las comunidades negras apartadas. En Chile en los últimos años, debido a la falta de oportunidades laborales y lo insostenible que se ha convertido pagar un arriendo trabajando informalmente, las comunidades migrantes y negras se han ido de las ciudades y han construido sus casas en lugares llamados «campamentos», casas improvisadas, sin alcantarillado ni agua potable. He tenido el agrado de visitar y dormir en estos lugares y realmente se siente como estar fuera de Chile. Cada vez que visito uno de estos lugares siento que viajo al Caribe. Son guetos, lugares de resistencia en...




