E-Book, Spanisch, 192 Seiten
Reihe: Biblioteca de Filosofía
Jacobs Leer a Schelling
1. Auflage 2018
ISBN: 978-84-254-3931-5
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection
E-Book, Spanisch, 192 Seiten
Reihe: Biblioteca de Filosofía
ISBN: 978-84-254-3931-5
Verlag: Herder Editorial
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Wilhelm G. Jacobs (1935, Troisdorf, Alemania) es filósofo especializado en el idealismo alemán. Ha ejercido como docente en la Universidad de Múnich, donde empezó a impartir clases en 1971. En 1968 pasó a formar parte, llegando a ser presidente, de la Comisión-Schelling de la Academia bávara de las ciencias, que se encarga de la edición histórico-crítica de las obras de Schelling, de la que es coeditor. Es cofundador y actualmente presidente de honor de la Sociedad Internacional Schelling. Ha sido, además, cofundador de la Sociedad alemana para la filosofía y de la Sociedad Japonesa Schelling.
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Introducción
Este libro quiere despertar la curiosidad por la lectura de Schelling. Entendido filosóficamente y llevándolo al terreno de las razones, de lo que se trata es de por qué se debe estudiar a este filósofo. Estas razones deben convencer a los lectores de que leer a Schelling conlleva una ganancia para ellos. Estas razones, sin embargo, no deben persuadir, ya que, por un lado, no serían entonces auténticas razones y, por otro, al hecho de filosofar le corresponde libertad. Ser convencido, por tanto, exige de un pensamiento que de modo autónomo siga los argumentos. Quien filosofa –Schelling lo supo como casi ningún otro– se dirige a hombres libres que tienen el valor de «servirse de su propio entendimiento».1
El pensamiento libre es, sin duda, el origen y la condición indispensable de la filosofía. Por otro lado, Schelling sabe que se encuentra inmerso en una historia de la filosofía de más de dos mil años; tiene ante sí una serie de pensadores. Estos le fijan los temas y los problemas. Cuando Schelling concluye su carrera universitaria, con veinte años –tres años antes de lo normal–, había encontrado ya en la historia de la filosofía tres puntos de referencia para su pensamiento que le quedarán para toda la vida: Platón, Spinoza y Kant. Sobre todo Kant, con cuyo pensamiento Schelling se enfrenta intensamente a lo largo de su vida: lo acepta y precisamente desde este reconocimiento lo critica y continúa. En este punto, Schelling no se distingue de los otros dos grandes pensadores de su tiempo, Fichte y Hegel. Todos ellos conciben la filosofía de Kant como un nuevo inicio y se adentran en él.
En la comparación de Schelling con Kant, se ve con más claridad que este último vuelve a estar en sus escritos críticos, y que por esa razón recurra relativamente menos a la historia de la filosofía. Kant aparece como el reformador de la filosofía; cuando se lo relaciona con la enseñanza filosófica, principalmente se hace de forma crítica y delimitándolo. Pero los idealistas, que se puede decir que representan la generación más joven de esta reforma filosófica, hacen todo lo contrario. Especialmente Schelling, que presenta su primer opúsculo filosófico con diecisiete años, refiriéndose desde entonces continuamente al estado de la discusión de su tiempo, marcada por Kant, y, de este modo, refiriéndose a Kant mismo.
Por eso, un conocimiento sólido de Kant es la mejor entrada a la filosofía de Schelling. Ahora se me puede recriminar de actuar como Laban, que le endosó Lía a Jacob, cuando este quería casarse con Raquel, y solo posteriormente le entregó a Raquel por mujer.2 En el supuesto de que sea necesario dedicar siete años al estudio de Kant y otros siete a Schelling, no sería en todo caso tiempo perdido. Sin embargo, Schelling ha tenido a bien desde el inicio dirigir su filosofar hacia la historia de la filosofía, y Kant desempeña en ello un papel especial. Todo esto se tiene que tener en consideración cuando se lee a Schelling. Desde mis conocimientos de Schelling solo puedo aconsejarlo; obligar a ello sería contrario a la filosofía. Al hecho de filosofar no le queda más remedio que atreverse por cuenta propia a un inicio. Schelling, en todo caso, hizo de Kant este inicio.
Pero ¿por qué se debe leer en general a Kant o a Schelling? Hay una serie de razones pragmáticas que se podrían mencionar. Filosofar significa, especialmente para la gente joven, pensar también en oportunidades profesionales. En este sentido, Schelling puede servir muy bien para una tesis doctoral o para un trabajo de acceso a la universidad. En primer lugar, él es actualmente algo así como un soplo de aire fresco. La bibliografía sobre Schelling se ha disparado –aunque no se haya notado aún en todas partes–. En segundo lugar, aparece por fin una edición histórico-crítica que presenta una base segura para la investigación. También, porque en esta edición se puede redescubrir a Schelling, y así, por ejemplo, en su filosofía de la naturaleza, que tiene ahora que ser contemplada desde una reflexión realmente abierta, se pueden construir nuevos horizontes. Estas razones pragmáticas no tienen que ser despreciadas; en cualquier caso, no serían posibles si no se siguiesen intereses filosóficos.
Los intereses filosóficos, que van más allá de Kant, son múltiples. Más adelante, se detallarán con más precisión. Al menos se tiene que indicar aquí que el llamado idealismo, el que se separa del idealismo crítico de Kant, se esfuerza por conseguir la unidad del sistema. Es palpable que la libertad no puede tener ningún papel secundario en un sistema. A la cuestión de cómo se tiene que pensar dicha libertad en un sistema, responden los idealistas de modo distinto, pero esta cuestión es para todos ellos una cuestión directriz.
Schelling ha examinado a fondo esta cuestión, al tratar el tema de la realidad de la libertad. Naturalmente, para él esta es la autonomía de la razón, cosa que había aprendido de Kant. Pero no solo eso, la libertad humana es para él «una capacidad del bien y del mal».3 También en esta cuestión se le anticipó Kant, a saber, en el escrito de la religión. Es extraño que la reflexión de Schelling sobre el mal haya sido deducida de la literatura mucho más que del discurso de Kant, y que se haya declarado como romántico. Schelling no tiene los ojos puestos en el lado oscuro de la vida, como gustaba decir, sino en Kant, que le abrió los ojos cuando tenía solo diecisiete años –algo que no se observa a menudo–. No cabe duda de que es una cuestión propia de Schelling la de cómo podría ser pensada la esencia de la libertad humana y los objetos con ella relacionados –es decir, los objetos unidos sistemáticamente–, por introducir aquí el título, con algún ligero cambio, del texto llamado El escrito de la libertad. El interés por lo sistemático lleva a Schelling, en efecto, mucho más allá de Kant, pero no a cambiar el punto de vista sobre el mal, que comparte con él.
Pero las reflexiones de Schelling van un paso más allá. No observa solamente el mal en el mundo, sino que se fija incluso en lo inútil y lo vano. Esto lo interpretará después como una consecuencia del mal. La vida de los hombres es un «completo esfuerzo y trabajo, y no se ve aún que se haya logrado algo, que se consiga algo de verdad, es decir, algo en lo que se pueda permanecer».4 Y, a continuación, Schelling cita de un viejo libro: «Todo es en vano» –y continúa–, «pues vano es todo lo que carece de una auténtica finalidad». Si realmente es esto lo que sucede, entonces el hombre que toma conciencia de esta vanidad resulta ser lo más incomprensible de todo, y precisamente él –escribe Schelling–, «el hombre, fue quien me llevó a una última pregunta totalmente desesperada: ¿por qué existe algo? ¿Por qué no nada?». Esta pregunta suena a la más antigua metafísica y a una vuelta a los razonamientos prekantianos. ¡Pero se debe leer bien! Es el hombre el que se vuelve incomprensible a sí mismo, que concibe que es inconcebible y por eso retoma nuevamente la cuestión última. Lo que debe ser comprendido es que el único ser que en general concibe se concibe a sí mismo como inconcebible. La pregunta apunta al sentido de la existencia humana y, puesto que está en conexión, al sentido de todo.
Esta cuestión no la plantea un pensador cansado que se mete bajo el manto de la Santísima, sino un pensador que sabe que en la filosofía, «en la completamente libre, ciencia regenerada en sí misma»,5 se tiene que abandonar todo lo que parece firme. Aquí «es válido dejarlo todo [...] al mismo Dios», es decir, en tanto que es pensado como un ente. Schelling piensa de manera radical. Y aquí está la fascinación que se apodera de los que filosofan junto a Schelling. Él no es un romántico entusiasmado ni ningún orador grandilocuente: Schelling es radicalmente filósofo y se dirige al todo en todos los sentidos de esta alocución. Es indiferente si logró o no concebir adecuadamente el todo y describirlo, ya que lo que nos arrastra a leerlo es su decisión de comprender y fijarse en el fundamento.
Entonces, ¿por qué leer a Schelling? Porque Schelling, de un modo u otro, piensa de forma radical o, dicho de otra manera, desde el fundamento, o aún dicho de otro modo: desde el principio. Pero lo que es pensado como principio puede ser pensado de otro modo, como libertad. Esta, hoy y siempre, debería ser digna de reflexión. ¡Leamos, pues, a Schelling!
¿Qué puede aportar este librito a esa lectura? Las lecturas ni pueden ni deben ser sustituidas. La filosofía en abstracto no existe. Lo que se puede ofrecer son indicaciones a temas, problemas y argumentos, advertencias que puedan estimular el comienzo de la lectura en su sentido propio. Por eso, en lo que sigue son expuestos los círculos de problemas del pensamiento de Schelling, de tal manera que debe ser también posible leer por separado las distintas secciones del libro.
1. Kant, I., «Beantwortung der Frage: Was ist Aufklärung? (1784)», en Kants gesammelte Schriften, vol. VIII, Berlín, Deutsche Akademie der Wissenschaften zu Berlin,1923, p. 35 [vers. cast.: «Respuesta a la pregunta ¿Qué es la Ilustración?», en ¿Qué es la Ilustración?, trad. de A. Maestre y J. Romagosa, Clásicos del Pensamiento 43, Madrid, Tecnos, 1999].
2. Cfr. Gn 29.
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