Monroe | El billonario | E-Book | www.sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 340 Seiten

Monroe El billonario


1. Auflage 2021
ISBN: 978-84-18491-51-1
Verlag: Ediciones Pàmies
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

E-Book, Spanisch, 340 Seiten

ISBN: 978-84-18491-51-1
Verlag: Ediciones Pàmies
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark



Georgia Cummings no tiene suerte con las citas, y no importa lo mucho que lo intente, no es capaz de encontrarle la gracia a ese extraño universo alternativo donde los hombres piensan que enviarle la foto de un pene es el equivalente a mantener una conversación para conocer a una mujer. Como vea un selfie de esos más, renunciará a escribir a los tíos para siempre. Kline Brooks parece el chico malo por excelencia: pelo oscuro, corto y bien peinado, músculos de acero y una sonrisa que te vuelve loca. Y por si eso no fuera suficiente, es billonario. Y el jefe de Georgia... Así que, dado que ella es su empleada, a él no se le ocurrirá nunca acercarse a ella. Ni ella debería hacerlo si tuviera dos dedos de frente. Pero ¿por qué Georgia no puede dejar de fantasear con él? Lástima que sus hormonas vayan por libre...

Hace unos años, dos autoras románticas se juntaron bajo el pseudónimo de Max Monroe, y, bueno, el resto es historia... Max Monroe (o Max y Monroe), autoras superventas de The New York Times y de USA Today, son responsables de más de una treintena de novelas románticas contemporáneas. Compañeras de escritura y amigas de siempre, se las ingenian por vivir y describir toda experiencia divertida y apasionante que no suelen encontrar en su muro de Facebook. Sarcásticas por naturaleza, sus almas escritoras sienten que han encontrado a su otra mitad. Y escribir juntas es su aventura favorita.
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1


Georgia

¡Mis ojos! ¡Dios mío, mis ojos!

Hay cosas en la vida que, una vez fijadas en las retinas, son casi imposibles de olvidar. Una gota de lejía…, ácido directo al lagrimal…, tres horas de gifs porno… Demonios, ni siquiera una lobotomía eliminaría ese tipo de imágenes.

Por desgracia para mí, me había topado no con una, ni con dos, sino con cuatro fotos capaces de convertir el día en inolvidable. Fotos de pollas, para ser más específica. Y digamos que la última no era digna de salir en una foto ni por asomo, o más bien ni por poco, si teníamos en cuenta el tamaño. Ese era el tipo de foto que haría que cualquier mujer se preguntara por qué. «¿Por qué? ¿Por qué alguien querría anunciar que es el dueño de eso?».

Era el gremlin de los miembros masculinos, y la única razón por la que la noche había ido a peor. Lo que se suponía que iba a ser una agradable velada viendo la televisión con mi mejor amiga y compañera de piso, Cassie, se había convertido en una pesadilla de vello púbico, pelotas arrugadas y un miembro que no era digno ni de un mendigo.

Aporreé el teclado para enviar la respuesta.

TapRoseNext (23:37): ¿Es tu pene? ¿De verdad? ¿De verdad?

TapNext era la última y mejor página de citas. Y se había convertido en una aplicación para que se conocieran hombres y mujeres sin pareja, para que charlaran y, con suerte, para que encontraran a su próxima cita. En general, era una alternativa mejor que pasar la noche en un bar o un club. Porque, para mí, todas esas noches tenían el mismo final: rechazar cortésmente la emocionante —modo sarcasmo «on»— oferta para ir con un tío cualquiera a su apartamento, sufrir una resaca infernal y soportar que tipos raros con nombres como Stanley o Milton me enviaran mensajes para mantener charlas nocturnas sobre sexo durante el mes siguiente. Mensajes que siempre ignoraba.

Mi tarjeta de visita decía «Directora de Marketing. Brooks Media». Era un título importante para alguien que acababa de empezar su carrera, pero me lo había ganado. Trabajaba más que nadie en el departamento, y puede que también ayudara el hecho de que el hombre que ocupaba el puesto anterior al mío había sido despedido después de ser detenido por recoger a una prostituta en uno de los coches de la empresa. Por qué había llevado un coche de la empresa todavía me resultaba confuso. En serio, si hasta las prostitutas usan taxi en Nueva York…

Dado que Brooks Media era la propietaria de TapNext, era fácil entender por qué estaba bien informada y muy implicada en el éxito de la aplicación. Era un requisito cuando fui contratada: todos los empleados sin pareja tenían que crearse un perfil de TapNext. Se animaba a los empleados a utilizar la aplicación y a dar una opinión sincera sobre su experiencia. Los nombres que se correspondían con los perfiles se mantenían en secreto y bajo llave por el departamento de Recursos Humanos; era como si estuviéramos en una cárcel. Y las opiniones eran anónimas.

Traducción: «No te preocupes, TapRoseNext; tu jefe no sabe que has intentado hacer un juego de palabras con tu nick».

Al principio me pareció una forma extraña de trabajar, pero después de dos años en Brooks Media, descubrí que mi perfil de TapNext era la forma perfecta para investigar y encontrar ideas que luego podía aplicar en las promociones.

Mi móvil sonó anunciando un mensaje.

Bad_Ruck (23:38):

¿Acababa de bannearme? ¿De verdad?

TapRoseNext (23:38): Activando alarma.

No habría una respuesta inmediata, pero tenía la potestad de desahogarme.

TapRoseNext (23:39): ¿Es que ya nadie sabe cómo iniciar una conversación? Dios…

Cassie suspiró a mi lado.

—¡Deja de tomarla con el teclado, Chorgie! Estoy intentando ver American Ninja Warrior y no me dejas oír nada.

La ignoré, todavía concentrada en encontrar la manera de borrar aquellas imágenes ofensivas de mi cerebro.

Se asomó por encima de mi hombro antes de que pudiera apartar el teléfono.

—Guau. Guau. Guau ¿Has puesto mi foto en tu perfil?

Se veían unos muslos níveos con la piel perfecta; estaba inclinada y su cabeza morena asomaba por el espacio entre las piernas abiertas. No se le veía nada por poco.

—Es mi venganza, Cassie.

—¿Y qué he hecho yo para tener que cederte mi foto gratis?

Arqueé una ceja.

—¿Tengo que elegir solo una cosa?

—Adelante, ponme un ejemplo…

—En la universidad. En segundo. Te prohibí publicar aquellas fotos en Facebook, pero ¿me hiciste caso? Por supuesto que no.

Ella sonrió.

—Ahhh, sí. Me acuerdo de eso. Es que estabas muy guapa esa noche.

—Tenía la cabeza dentro del inodoro.

—Pero me mirabas con esos ojitos de cachorro desvalido. —Volvió a mirar mi móvil, clavando sus ojos de color gris oscuro en la diana fálica—. Santo cielo, ¿qué es eso? ¿Es la polla de Quasimodo?

Me levanté del sofá y empecé a pasearme frente al televisor.

—Hoy he recibido cuatro fotos de pollas, Cassie. Cuatro.

Ella arrugó la nariz.

—¿Y qué? ¿Esperabas cinco?

Mi expresión fue una combinación de asco y desconcierto.

—Ya sabes —explicó—: una para cada agujero y una para cada mano. —Acompañó las palabras con gestos fáciles de interpretar e igualmente gráficos—. Aunque no estoy segura de aceptar la del jorobado de Notre Dame. —Me miró a la cara y lanzó una carcajada—. Sé que no eres una mojigata, pero ahora mismo eres la viva imagen de una.

Gemí y cedí, volviendo a plantar el culo en el sofá antes de hundir la cara entre las manos.

—Supongo que es porque este perfil es para la investigación del trabajo. Tengo la injustificada sensación de que debería ser más profesional.

Negó con la cabeza y sonrió mientras apoyaba los pies, cubiertos con calcetines desparejados, en el brazo del sofá.

—Tengo que decirte que esa salchicha es jodidamente horrible. Pero, Georgie, tú trabajas para una empresa cuya especialidad es una aplicación para ligar, no trabajas para la Casa Blanca.

Tras un breve silencio, nos reímos al unísono al tiempo que yo arqueaba una ceja interrogativamente.

—¿Estás comparando TapNext con la Casa Blanca?

—Tienes razón —aceptó ella—. Es una mala comparación. Probablemente haya más fotos de pollas en ella. —Una traviesa sonrisa de oreja a oreja inundó la cara de Cassie mientras cogía el mando a distancia.

—Cassie… —Le hice un gesto de advertencia, pero fue demasiado tarde. Ya estaba de pie encima de la mesita baja, y usaba el mando a distancia como micrófono.

Mi mejor amiga tenía la costumbre de hacer canciones en plan parodia de casi cualquier cosa cuando se sentía inspirada. Y no lo hacía de forma silenciosa. Ni hablar, el silencio no iba con Cassie. Cantaba como si fuera Adele actuando en los Grammys.

Este tema se llama Con amor a la Casa Blanca —anunció Cassie.

Me quejé, pero en realidad estaba deseando ver qué se le ocurría. Me imaginaba a Kristen Wiig en Saturday Night Live en plan hilarante. Así era Cass.

—La pasante del vestido azul me abrió el pantalón…

—La pasante de la Casa Blanca fue como una explosión…

Estaba cantando con todo su corazón.

—La chica estaba loca por D…

Chasquidos de dedos. Empujes pélvicos. Movimientos de cabeza. Cassie no perdía el ritmo.

—Encontré la gloria, de rodillas…

Una estrofa y ya me había olvidado de la obscena foto de la polla. Pegué un salto desde el sofá y tiré de ella hacia el suelo. Ella gritó. Yo me reí. Y cinco minutos más tarde, Cassie estaba otra vez en la mesita mientras yo cantaba el resto de la ridícula canción.

—Cuéntame, puta… Cuéntame, puta…

Admítelo: hasta tú estás cantándola.

Esa misma noche, ya metida en la cama y a punto de alcanzar el celestial ciclo rem, sonó mi teléfono. Salí del país de los sueños gimiendo. Dios, había llegado el momento de hacer algunos cambios importantes en mi vida. Por ejemplo, cambiar la configuración de las alertas de mi perfil de TapNext en el móvil. O hacía eso o asesinaba a alguien, y soy el tipo de persona a la que le gusta meter un dedo del pie en el agua de la piscina para probarla en lugar de meterse de golpe.

Me froté la cara con una mano y me obligué a abrir los ojos antes de coger el móvil de la anticuada mesilla de noche. Apenas pude resistir el impulso de lanzarlo contra la pared y romperlo en un millón de pedacitos. Por suerte, mi raciocinio no estaba tan adormecido como el resto de mi ser, y se dio cuenta de la cantidad de trabajo que supondría una decisión tan impulsiva.

Limpiar los restos, comprar otro teléfono y transferir todos mis contactos, ¡oh, Dios!

Sí, al diablo con todo.

Bad_Ruck (2:09): No es mi polla.

¿No era su polla?

¿Qué coño le...



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