Morris | El mundo de los animales | E-Book | www.sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, Band 69, 176 Seiten

Reihe: Las Tres Edades

Morris El mundo de los animales


1. Auflage 2015
ISBN: 978-84-16465-72-9
Verlag: Siruela
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

E-Book, Spanisch, Band 69, 176 Seiten

Reihe: Las Tres Edades

ISBN: 978-84-16465-72-9
Verlag: Siruela
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¿Por qué la cebra tiene rayas? ¿Cómo puede un camello atravesar el desierto durante días y días sin beber? ¿Qué hay de cierto sobre el cementerio de los elefantes? En este delicioso libro, el prestigioso zoólogo Desmond Morris escribe sobre los animales salvajes, muchos de los cuales pertenecen a especies a punto de extinguirse. Morris nos cuenta qué comen, cómo duermen, cómo cuidan a sus cachorros, por qué luchan y cómo sobreviven en el mundo de hoy. Tras un atento estudio de su ambiente natural, el autor nos descubrirá que el mundo de los animales esconde innumerables sorpresas y que siempre hay algo nuevo que aprender para apreciar y entender mejor su maravilloso mundo.

Desmond Morris (Wiltshire, 1928), zoólogo inglés, estudió bajo una perspectiva zoológica las peculiaridades biológicas y psicológicas de la especie humana. Se doctoró en Oxford con un estudio sobre el comportamiento animal y, durante los años 1959-1967, fue director de la sección de mamíferos del zoo de Londres. Morris obtuvo un gran éxito con un programa semanal en la televisión inglesa sobre la vida de los animales. Autor de más de cincuenta estudios sobre el ser humano y sobre los animales, su auténtico best-seller fue El mono desnudo (1967), que vendió millones de ejemplares en todo el mundo. Otras obras del autor son The Biology of Art (1962), El zoo humano (1969) o Comportamiento íntimo (1971).
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EL ELEFANTE

El rasgo más asombroso del elefante es su trompa. Si te imaginas con la punta de la nariz y el labio superior estirándose cada vez más hasta quedar lejos de tu cara, te harás una idea de cómo se formó la trompa del elefante hace millones de años. A medida que crecía, fue fortaleciéndose. Actualmente contiene nada menos que sesenta mil músculos, y el elefante usa su trompa de muchas maneras distintas.

Su principal función consiste en extenderse y coger la hierba, las hojas, brotes, tallos y frutas con los que el animal se alimenta. El extremo de la trompa se enrosca alrededor del manjar, lo sujeta bien, lo arranca y se lo lleva a la boca abierta. Repite incansablemente esa acción, una y otra vez, día tras día. Para el elefante, la comida ocupa por lo menos 18 de cada 24 horas.

También usa la trompa para beber. El animal sorbe con ella unos siete litros de agua, cierra la punta y la lleva a la boca. Allí vierte el líquido a chorros directamente en su garganta. Si hay abundancia de agua, un elefante adulto beberá entre 135 y 225 litros de agua al día. Si hay escasez, usa la trompa para husmear el suelo en busca de agua subterránea. Si encuentra algún lugar prometedor, el animal cava con sus enormes colmillos hasta hacer un agujero suficientemente profundo para extraer un poco de líquido.

Los colmillos, que también sirven para arrancar la corteza de los árboles, son dos dientes superiores que han ido creciendo, cada vez más gruesos y largos, hasta convertirse en imponentes instrumentos con los que alimentarse y luchar. El colmillo más grande que se haya visto nunca medía casi tres metros y medio, pero hay pocos de este tamaño. Normalmente, solo crecen más o menos la mitad de esa longitud. Cuando el elefante trata de mover un objeto pesado, como un tronco, combina el uso de los colmillos y la trompa y actúa como un bulldozer.

También usa la trompa durante el baño. Los elefantes tienen que mantener su piel de 2 centímetros de grosor en buenas condiciones y les gusta bañarse cada día. Cuando lo hacen, se vierten el agua a chorros sobre el lomo. Si hace mucho calor, esto también les sirve para refrescarse. Si se revuelcan en un barrizal, usan la trompa para rociarse lodo líquido sobre la piel. El lodo se seca como una mascarilla y ayuda a eliminar parásitos y a proteger la superficie cutánea del animal. Si el suelo está muy seco, la trompa sirve para esparcirse polvo por encima en las sesiones de baño de tierra.

Curiosamente, los elefantes son buenos nadadores y, cuando están en aguas profundas, usan sus trompas como tubos de respiración, manteniéndolas erguidas. También las levantan cuando se encuentran en tierra firme y huelen algo interesante. Girando aquí y allí la punta de la trompa, pueden saber con rapidez de dónde viene el olor. Si implica peligro, pueden reaccionar antes de que la amenaza esté demasiado cerca.

Dado que la trompa es una supernariz, los elefantes la usan para husmear todo lo que tocan, enterándose así de muchas cosas acerca del objeto en cuestión. Es fascinante ver una bestia tan formidable oliendo delicadamente una florecilla o pasando suavemente el extremo de la trompa por la cara de uno de sus compañeros.

La trompa acaricia otros elefantes durante el cortejo y cuando los amigos se saludan. Las madres pueden examinar sus pequeños palpándolos con la sensible punta de su trompa. A veces, los elefantes rivales forcejean con sus trompas cuando luchan.

Cuando están asustados, los elefantes usan la trompa de otra manera más: como trompeta. Cuando gritan por sus largas «narices», los tubos huecos de su interior la convierten en un instrumento de viento.

Así, la trompa del elefante es a la vez una delicada nariz, un labio sensible, una mano firme, un brazo fuerte, una poderosa manguera, un tubo de respiración y una sonora trompeta. Es uno de los órganos más extraordinarios del mundo animal.

Aunque nos maravillen la trompa del elefante y sus múltiples usos, lo que ha hecho famoso al animal es su enorme tamaño. Los elefantes son los animales terrestres más grandes del planeta. Un macho desarrollado puede alcanzar los 6.000 kilos, y un elefante recién nacido pesa más que un hombre adulto.

El ser tan colosales los ayuda de dos maneras. Les permite llegar muy alto en los árboles cuando buscan comida. También dificulta el ataque a depredadores como los leones, los tigres o los perros salvajes. Solo un elefante recién nacido podría ser presa de las fieras, e incluso en ese supuesto un ataque tendría pocas posibilidades de éxito dado que los elefantes adultos montan guardia contra los intrusos y protegen a sus crías de cualquier daño.

Una elefanta permanece preñada durante casi dos años, el embarazo más largo del reino animal. Cuando nace la cría, la madre recibe ayuda de otras hembras. Estas actúan como comadronas, agrupándose alrededor del recién nacido, limpiándolo, ayudándolo a ponerse en pie y defendiéndolo de los peligros que acechan. Tendría que ser muy valiente el depredador que se arriesgara a aproximarse a un grupo de hembras en ese momento.

Las elefantas viven en grupos unidos y se desplazan siempre juntas. La manada está formada por varias hermanas, los pequeños y probablemente una abuela anciana. Esa abuela es la que dirige y gobierna el grupo. Si surge el más leve peligro —un olor inhabitual o un movimiento extraño e inesperado en lontananza—, ella es la que hace frente, mientras las demás forman un apretado cerco alrededor de las crías. Como es la más grande de las hembras y muestra tanto valor al defender su pequeña manada, los cazadores de elefantes de la época victoriana pensaron que se trataba del macho. En aquella época, era tan habitual pensar en el varón como cabeza de familia que no podían creer que pudiera serlo una hembra.

Años después, cuando se empezaron a estudiar más detenidamente los elefantes salvajes, se descubrió que los machos viven solos, fuera del grupo familiar. Son incluso mayores que la hembra dominante. En un combate, un macho grande podría vencer sin dificultad a una hembra grande y convertirse entonces en cabeza de la manada. Pero no es tan sencillo ya que, si lo intentara, las hembras se reunirían y se volverían contra él. Para las elefantas, la regla de oro es «la unión hace la fuerza».

A los machos solo se les permite acercarse a la manada cuando las hembras están dispuestas a aparearse. Luego, deben alejarse y reanudar su vida solitaria. Puede ocurrir que unos cuantos machos vivan juntos formando una manada, pero no suele durar mucho tiempo, y no se ayudan unos a otros como las hembras.

Después de nacer, el elefantito crece muy deprisa. Se alimenta de la leche de su madre durante más de tres años, sorbiendo el líquido no por la trompa sino por la boca. Una vez destetado, nunca volverá a tomar comida directamente de ese modo. Siempre usará la trompa para llevarse los alimentos a la boca.

Cuando cumpla alrededor de seis años, el joven elefante pesará diez veces más que cuando nació. Cuatro años después empezará a alimentarse solo. Si es hembra, tendrá una cría cada tres años hasta su muerte o hasta que sea demasiado vieja para ello. Algunos elefantes se las arreglan para vivir casi tanto como el hombre, pero la mayoría tendrá suerte si llega a sobrepasar la edad de 30 años.

Hay una romántica historia que dice que, cuando están a punto de morir, los elefantes se retiran a un lugar especial y sagrado conocido como «cementerio de elefantes». La leyenda empezó porque alguna vez los exploradores pasaron por sitios en que yacían grandes cantidades de huesos de elefantes en el suelo. La verdad acerca de esos cementerios, la triste verdad, es que se trataba de lugares en que los cazadores humanos perpetraban matanzas de manadas enteras y dejaban los cuerpos pudrirse. La cruda realidad es que, cuando un elefante muere, se queda dondequiera que caiga.

En los últimos tiempos han caído demasiados. En África, hace unos diez años, había más de un millón de elefantes. Desde entonces, los cazadores furtivos han matado la mitad. Lo único que querían esos hombres era el marfil. El resto del elefante muerto era abandonado allí mismo. Robaban los grandes colmillos curvos y los enviaban de contrabando a Extremo Oriente, donde los escultores los transformaban en lujosos adornos. Los traficantes de marfil se enriquecieron sin importarles el destino de los elefantes mientras siguiera habiendo ejemplares en África esperando la muerte.

Con el tiempo, el número de elefantes disminuyó tanto que se aprobó una prohibición mundial de la venta de marfil. Esta medida tuvo cierta eficacia, pero los cazadores furtivos más osados siguieron atacando por las noches y robando a África su mayor animal.

En el caso del elefante asiático, la matanza multitudinaria no es posible porque ya quedan muy pocos ejemplares. El último recuento demostró que había tan solo 50.000 en todo el continente. Sobreviven en pequeñas zonas remotas de los bosques de la India y Sri Lanka, por Indochina, Malaysia y el sur de China, hasta parte de Indonesia.

Los elefantes asiáticos y los africanos constituyen las dos únicas clases de esta especie que quedan hoy en día. Son muy parecidos, aunque difieren en ciertos detalles. Los elefantes asiáticos tienen la frente abombada; la de los africanos es plana. El elefante asiático tiene la cabeza baja y el lomo arqueado; el africano tiene la cabeza alta y una ligera depresión en el centro del lomo. Las orejas del elefante asiático son más pequeñas que las del africano, debido a que las...



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