E-Book, Spanisch, 120 Seiten
Reihe: Clásicos
Calderón De La Barca La vida es sueño
1. Auflage 2018
ISBN: 978-84-675-9620-5
Verlag: Ediciones SM España
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
E-Book, Spanisch, 120 Seiten
Reihe: Clásicos
ISBN: 978-84-675-9620-5
Verlag: Ediciones SM España
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Pedro Calderón de la Barca nació el 17 de enero de 1600 en Madrid. De familia de hidalgos, su padre era secretario del Consejo y Contaduría Mayor de Hacienda. Fue el tercero de cinco hijos. Comenzó su formación en 1605 en Valladolid, donde la familia se había trasladado al encontrarse allí la Corte. En 1608 su padre decidió que ingresara en el Colegio Imperial de los jesuitas de Madrid, donde estuvo hasta 1613. Continuó estudios en la Universidad de Alcalá de Henares, donde se formó en Lógica y Retórica, y más tarde pasó a la Universidad de Salamanca, en la que se graduó de bachiller en Derecho Canónico y Civil. Sin embargo, no se ordenó religioso, tal y como había deseado su padre. En cambio, se decantó por la vida militar y tomó parte en varias campañas militares al servicio del duque del Infantado en Flandes y en el norte de Italia durante 1623 y 1625. Su primera comedia conocida, Amor, honor y poder, se estrenó en Madrid en 1623 con motivo de la visita del príncipe de Gales. A su regreso de la guerra continuó escribiendo y representando dramas en la capital del reino. Lo cierto es que durante sus años mozos estuvo envuelto en varias pendencias y en broncas a causa del juego, como la violación de la clausura del Convento de las Trinitarias de Madrid en el que irrumpió persiguiendo a un rival, hecho que le ganó la enemistad de otro grande como Lope de Vega, cuya hija moraba entre aquellos muros. El éxito de sus comedias le granjeó el favor del monarca Felipe IV, quien le encargó numerosas obras para los teatros de la Corte, como El mayor encanto, amor, que inauguró el Coliseo del Palacio del Buen Retiro en 1635. Fueron años de gran prestigio, con obras como La dama duende y El príncipe constante (1629), Casa con dos puertas mala es de guardar (1632), El médico de su honra (1635), La vida es sueño (1636), No hay burlas con el amor y El mágico prodigioso (1637) o El alcalde de Zalamea (1640). En 1651 se ordenó sacerdote y dos años después obtuvo la capellanía de la catedral de Toledo. Continuó escribiendo dramas y comedias, pero las obras sacramentales ocuparon un lugar preponderante en su producción desde entonces, como es el caso de El gran teatro del mundo (1655). El rey le impuso el hábito de Santiago y le nombró su capellán personal. Tuvo una larga vida que se apagó el 25 de mayo de 1681 en la ciudad que lo vio nacer.
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Jornada primera
Escena I
ROSAURA, con ropas de hombre, baja por un empinado monte. [Nota] Viste traje oscuro y lleva al cinto una espada, que brilla al atardecer. El caballo que montaba la mujer se desbocó1 y arrastró [Nota] a su jinete a lo más enmarañado del monte. Allí chocó con un árbol, lo que provocó que ella cayese a tierra, y prosiguió su loca carrera. Su sirviente buscó a su ama siguiendo las pisadas del caballo y la encontró aturdida por el golpe. Ahora, doloridos y fatigados, ateridos2, temiendo despeñarse, bajan el monte buscando un camino que los lleve a algún poblado. La mujer encabeza la marcha, y tras ella desciende su sirviente, de mucha más edad, que de vez en cuando tiende la mano y le da ánimos con su charla y sus bromas.
ROSAURA: Hipogrifo3 violento
que corriste parejas con el viento,
¿dónde, rayo sin llama, bruto4 sin instinto,
al confuso laberinto
de esas desnudas peñas
te desbocas, te arrastras y despeñas?
Yo, sin otro camino
que el que me dan las leyes del destino,
bajaré la ladera enmarañada.
Mal, Polonia, recibes
a un extranjero. [Nota]
Bien mi suerte lo dice:
¿y dónde halló piedad un infelice5?
CLARÍN: Di dos infelices, y no me dejes
aparte a mí cuando te quejes;
pues que dos hemos sido
que de nuestro país hemos salido
a probar aventuras,
y dos los que en el monte hemos rodado.
ROSAURA: No quise hacerte aparte
en mis quejas, Clarín, por no quitarte
el derecho que tienes al consuelo.
CLARÍN: ¿Y qué haremos, señora,
a pie, solos, perdidos y a esta hora
en un desierto monte,
cuando ya enfila el sol a otro horizonte?
Las sombras de la noche han envuelto el monte mientras descienden. El frío del atardecer atenaza a los caminantes. De repente, entre la confusión de rocas y malezas, descubren una tosca torre de piedra, que casi pasa inadvertida entre los peñascos que hay a su alrededor.
ROSAURA: Si mi vista no sufre los engaños
que hace la fantasía, [Nota]
a la escasa luz que aún tiene el día,
me parece que veo
un edificio.
CLARÍN: O miente mi deseo,
o confirmo tus sospechas.
ROSAURA: Tosca nace entre las peñas
una torre tan breve
que el sol apenas a mirar se atreve. [Nota]
En tan rudo artificio
la arquitectura tiene su edificio
que parece, disimulada entre otras rocas,
peñasco que ha rodado de la cumbre.
CLARÍN: Vámonos acercando, señora.
Esperemos que la gente
que habita en ella generosamente
nos admita.
Con prudencia, buscan paso entre las rocas para bajar hasta el pie del torreón. Su corazón palpita de alegría pensando que alguien les dará cobijo durante la noche. Atraviesan un arco y encuentran una puerta abierta, negra como la boca de una caverna. Aunque sienten temor, atraviesan el umbral para guarecerse6 del frío de la noche.
ROSAURA: Abierta está la puerta,
y su centro
parece engendrar la noche dentro.
Escena II
Nada más pisar el umbral, un espantoso ruido de cadenas los deja helados de terror. Procedente de las oscuras bóvedas, resuena una voz.
SEGISMUNDO:¡AY, mísero de mí, ay, infelice!
Los dos viajeros quieren huir, pero sus pies parecen clavados al suelo. Creen haber encontrado un lugar encantado, refugio de almas en pena, y piensan en salir corriendo, pero, fuera, la noche y el frío resultan aún más temibles. ROSAURA, por el hueco de una puerta entreabierta al final de una tenebrosa galería, cree ver una luz.
ROSAURA: ¡Qué triste voz escucho!
Con nuevas penas y tormentos lucho.
Huyamos de los temores
de esta encantada torre.
CLARÍN: Yo no tengo más
ganas de huir, pues de eso vengo.
ROSAURA: ¿No es una luz aquella
pálida estrella,
que en débiles desmayos,
pulsando ardores y latiendo rayos,
hace más tenebrosa
la oscura habitación con luz dudosa?
ROSAURA se adelanta y su criado la sigue. A la luz de una lámpara casi agotada, descubren un pequeño calabozo de piedra. En él pueden ver a un hombre desgreñado, de enmarañados cabellos y larga barba, cubierto de pieles y cargado de cadenas. En silencio, los dos se acurrucan en la puerta, tratando de no hacer ruido. ROSAURA decide permanecer allí y escuchar la voz de aquel desgraciado.
SEGISMUNDO: ¡Ay, mísero de mí, ay, infelice!
Entender, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así,
qué delito cometí
contra vosotros naciendo.
Aunque, si nací, ya entiendo
qué delito he cometido,
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.
Solo quisiera saber
para aclarar mis desvelos,
¿qué más os pude ofender
para castigarme más?
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
que yo no gocé jamás? [Nota]
Nace el ave, con las galas
que le dan belleza suma,
y apenas es flor de pluma
o ramillete con alas,
cuando las etéreas salas7
corta con velocidad.
¿Y teniendo yo más alma,
tengo menos libertad?
Nace el bruto, con la piel
que dibujan manchas bellas,
y apenas ve las estrellas
cuando, por necesidad,
su instinto tan monstruoso
le enseña a tener crueldad.
¿Y yo, que soy más juicioso,
tengo menos libertad?
Nace el pez, que no respira;
pequeño barco de escamas,
sobre las ondas se gira
y por todas partes nada,
midiendo la inmensidad
de su oscuro mundo frío.
¿Y yo, con más albedrío,
tengo menos libertad? [Nota]
Nace el arroyo, un cristal
que entre flores se desata;
como serpiente de plata
entre las flores avanza,
fluyendo en la dignidad
del campo abierto a su huida.
¿Y teniendo yo más vida,
tengo menos libertad?
Y llegando a esta pasión,
un volcán, un Etna hecho8,
quisiera sacar del pecho
pedazos del corazón.
¿Qué ley, justicia o razón
negar a los hombres sabe
excepción tan principal
que Dios le ha dado a un cristal9,
a un pez, a un bruto y a un ave?
Al oír los lamentos del prisionero, ROSAURA no puede contener una exclamación de pesar. Es entonces cuando el hombre encadenado percibe que hay alguien tras la puerta y pregunta si es su carcelero.
ROSAURA: Temor y piedad en mí
sus razones han causado.
SEGISMUNDO: ¿Quién mis voces ha escuchado?
¿Es Clotaldo?
CLARÍN:DI que sí.
ROSAURA avanza hacia el prisionero y SEGISMUNDO descubre que no es su carcelero. Siente ira al pensar que ha descubierto sus flaquezas, así que se precipita hacia el que cree un joven, haciendo sonar las cadenas que lo mantienen atado. ROSAURA cae a sus pies suplicando. [Nota]
ROSAURA: Soy solo un triste, ¡ay de mí!,
que en estas bóvedas frías
oyó tus melancolías.
SEGISMUNDO: Pues la muerte te daré
solo porque me has oído. [Nota]
Entre mis membrudos10 brazos
te tengo que hacer pedazos.
ROSAURA: Si has nacido humano,
baste el postrarme
a tus pies para librarme.
SEGISMUNDO escucha esa voz desvalida y siente...