E-Book, Spanisch, Band 1, 353 Seiten
Reihe: Akata
Okorafor Bruja Akata
1. Auflage 2022
ISBN: 978-84-17834-62-3
Verlag: NOCTURNA
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
E-Book, Spanisch, Band 1, 353 Seiten
Reihe: Akata
ISBN: 978-84-17834-62-3
Verlag: NOCTURNA
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
«Brillante, original y perspicaz». PATRICK ROTHFUSS.
«Nnedi Okorafor escribe una literatura fanta?stica fabulosa». NEIL GAIMAN.
«Bruja Akata esta? lleno de maravillas mitolo?gicas». RICK RIORDAN
Sunny Nwazue vive en Nigeria, pero nacio? en Nueva York. Sus facciones son corrientes, pero es albina. Se le dan muy bien los deportes, pero no puede practicarlos bajo el sol. En resumen, no parece encajar en ningu?n sitio... Hasta que un di?a sucede algo increi?ble: ve el fin del mundo en la llama de una vela.
Lo que pareci?a ser una alucinacio?n es lo que la acaba uniendo a otros tres chicos en su misma situacio?n: tiene habilidades ma?gicas. Cuando Sunny y sus nuevos compan?eros empiezan a seguir el rastro de un criminal que tambie?n domina la magia, lo visible y lo invisible se funden en una realidad que, como pronto descubren, no para de transformarse. Porque ¿que? significa 'real' cuando lo irreal ha demostrado formar parte de la existencia?
Nnedi Okorafor -ganadora del Hugo, el Nebula, el Locus y el World Fantasy Award- crea en Bruja Akata una espectacular historia de aventuras, misterio y magia arraigada en Nigeria.
Cita de reseña crítica:
«Brillante, original y perspicaz. Necesitamos ma?s escritores como Nnedi Okorafor». Patrick Rothfuss, autor de El nombre del viento
«Si esta?s cansado de caballeros, dragones o magos al estilo de Merli?n y te interesa explorar un mundo ma?gico que sea nuevo y diferente, prueba con Bruja Akata. Esta? lleno de maravillas mitolo?gicas». Rick Riordan, autor de Percy Jackson
«Nnedi Okorafor escribe sobre fantasi?as fabulosas. Sus mundos te abren la mente a cosas nuevas». Neil Gaiman, autor de American Gods
«Hay ma?s imaginacio?n en una pa?gina de Nnedi Okorafor que en otros libros enteros de fantasi?a e?pica». Ursula K. Le Guin, autora de Un mago de Terramar
«Mientras lei?a Bruja Akata, mi Fitbit interpreto? que estaba haciendo ejercicio por mi pulso. Menos mal que va a haber una secuela. ¡No puedo esperar!». John Green, autor de Bajo la misma estrella
«Cada capi?tulo esta? lleno de color, vida y muerte. ¡La obra de Nnedi Okorafor es maravillosa!». Diana Wynne Jones, autora de El castillo ambulante
«La imaginacio?n de Okorafor es asombrosa». The New York Times
«Nnedi Okorafor esta? abriendo las puertas a otros mundos extran?os y llenos de belleza. Sustanciosa, misteriosa y convincente, Bruja Akata conduce la fantasi?a hacia un inolvidable rumbo nuevo». Jonathan Stroud
«Las novelas fanta?sticas ma?s imaginativas, apasionantes y cautivadoras que he lei?do». Laurie Halse Anderson, autora de Cue?ntalo
Nnedi Okorafor (Cincinnati, Ohio, 1974), de ascendencia igbo, es hija de padres nigerianos que fueron a Estados Unidos y no pudieron volver por la guerra de Biafra. Tras estudiar y afincarse en Estados Unidos, comenzo? a escribir relatos en 1993 y en 2005 publico? su primera novela. Desde entonces, ha ganado los principales premios de la literatura fanta?stica y de ciencia ficcio?n: el Hugo, el Nebula, el Locus y el World Fantasy Award. Algunos de sus libros ma?s destacados son Binti (Crononauta, 2018), Quien teme a la muerte (Crononauta, 2019) y Bruja Akata (Nocturna, 2019), cuya historia continu?a en un segundo tomo de pro?xima publicacio?n. En la actualidad imparte clases en la Universidad de Bu?falo, en Nueva York, y compagina la docencia con la escritura.
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1 ORLU En cuanto Sunny entró en el patio del colegio, la gente se puso a señalarla con el dedo. Las chicas también empezaron a reírse, incluso con las que solía juntarse, sus supuestas amigas. «Idiotas», pensó Sunny. Aun así, ¿podía culparlos de verdad? Su cabello rubio y con textura de lana, cuya longitud muchas habían envidiado, había desaparecido. Ahora llevaba una media melena abultada a lo afro. Las fulminó con la mirada y chasqueó la lengua con fuerza. Tenía ganas de darles un puñetazo en la boca. —¿Qué te ha pasado? —preguntó Chelu. Ni siquiera tuvo la gentileza de quitarse la sonrisa tonta de la cara. —Necesitaba un cambio —dijo Sunny, y se alejó. A su espalda, oyó cómo seguían riéndose. —Ahora es fea con ganas —comentó Chelu. —Debería ponerse unos pendientes más grandes o algo —añadió Buchi. Las examigas de Sunny se rieron con más fuerza. «Si supierais que tenéis los días contados…», se dijo. Se estremeció y apartó las imágenes de lo que había visto en la vela. Su día fue a peor cuando su profesora de lengua y literatura les devolvió la última tarea. Las instrucciones fueron escribir una redacción sobre un pariente. Sunny lo había hecho sobre su prepotente hermano mayor, Chukwu, que se creía un regalo de Dios para las mujeres, aunque no lo era. Pero, claro, tampoco era de gran ayuda que su nombre significara «ser supremo». —La redacción de Sunny ha recibido la nota más alta —anunció Miss Tate, pasando por alto los comentarios de desprecio y burla de la clase—. Además de estar bien escrita, era interesante y cómica. Sunny se mordió el interior de la mejilla y esbozó una sonrisa débil. Su intención no había sido que la redacción fuera graciosa. La había escrito en serio. Su hermano era un creído nyash de verdad. Y, para colmo, sus compañeros de clase habían sacado unas notas nefastas. De diez puntos, la mayoría había sacado tres o cuatro. —Pierdo el tiempo intentando enseñaros a escribir bien —gritó Miss Tate. Le arrebató la redacción a un chico y la leyó en voz alta—: «Mi’ermana siempre anda pidiendo pero se gana una pasta gansa. Le gusta tener pero dar no. No va cambiar». —Estampó la redacción en el pupitre del chico—. ¿Venís aquí a contemplar el vacío? ¿Eh? Y habéis sido muy tímidos en vuestros escritos. ¿A quién le interesa leer que «mi madre es muy buena» o «mi tía es pobre»? ¡Y encima mal escrito! Por eso os dije que escribierais sobre un pariente. ¡Se suponía que era fácil! Mientras hablaba, recorría el aula dando pisotones a diestro y siniestro y su rostro iba enrojeciendo cada vez más y más. Se detuvo delante del pupitre de Sunny. —Levántate, por favor. Sunny miró a sus compañeros. Todos le devolvieron la mirada, con caras impertérritas y ojos enfadados. Poco a poco, se levantó y se estiró la falda azul marino de su uniforme. Miss Tate la dejó de pie mientras volvía a su mesa en la parte delantera de la clase. Abrió un cajón y sacó su fusta amarilla de madera. Sunny se quedó boquiabierta. «Ah, ah, me va a azotar —pensó—. ¿Qué he hecho yo?». Se preguntó si era porque tenía doce años y era la más joven de la clase. —Ven —dijo Miss Tate. —Pero… —Ahora —añadió con más firmeza. Sunny se acercó despacio al frente del aula, consciente de las miradas de sus compañeros en su espalda. Soltó un débil suspiro cuando se situó ante la profesora. —Extiende la mano. Miss Tate, henchida ya de rabia, tenía la fusta preparada. Sunny cerró los ojos y se preparó para el escozor. Pero no sintió dolor alguno. En vez de eso, notó que le colocaban la fusta en la mano. Abrió los ojos enseguida. Miss Tate observó el aula. —Cada uno de vosotros se acercará y Sunny os propinará tres golpes en la mano izquierda. —Sonrió con ironía—. A ver si ella consigue que os entre algo de razón a golpes. El estómago de Sunny se hundió mientras sus compañeros formaban una fila ante ella. Todos parecían muy enfadados. Y no con ese tipo de rabia roja que se extingue enseguida, sino con una rabia oscura, de esas que se llevan fuera de clase. Orlu iba el primero en la fila. Era el único que tenía casi la misma edad que ella, sólo un año más. No hablaban demasiado, pero parecía majo. Le gustaba construir cosas. Lo había visto durante la hora de la comida, cuando sus amigos charlaban y él se quedaba a un lado montando torres y lo que parecían personitas a partir de tapones de Coca-Cola, Fanta y envoltorios de caramelo. No quería, por nada del mundo, hacerle daño en las manos. Orlu se quedó mirándola sin más, esperando. No parecía enfadado como los demás, pero sí nervioso. Si hubiera hablado, Miss Tate le habría pegado en la cabeza. A esas alturas, Sunny estaba llorando. Sintió una llamarada de odio hacia Miss Tate, la que hasta ese día había sido su profesora favorita. «Ha perdido la chaveta —pensó desconsolada—. A lo mejor debería zurrarla a ella». Sunny se quedó allí de pie, de esa forma que tanto odiaba su madre: patética e infantil. Sabía que su rostro pálido estaba sonrojado. Soltó un fuerte sollozo y tiró la fusta al suelo. Eso hizo que Miss Tate se enfadara aún más. Apartó a Sunny a un lado. —Siéntate —gritó. Sunny se cubrió la cara con las manos, pero se encogió ante cada golpe de la fusta. Y luego cada persona siseaba, chillaba, ahogaba un grito o hacía lo que más se ajustaba a su dolor. Oía cómo los pupitres se llenaban a su alrededor a medida que los alumnos recibían su castigo y se sentaban. Alguien detrás de ella le propinó una patada a su silla. —¡Estúpida, carapálida, bruja akata! ¡Tienes las horas contadas! Sunny cerró con fuerza los ojos y se tragó un sollozo. Odiaba la palabra «akata». Significaba «animal de los arbustos» y se usaba para referirse a los negros americanos o a los negros que habían nacido en el extranjero. Era una palabra muy muy obscena. Y, encima, Sunny conocía la voz de la chica. Después de la escuela, intentó huir del patio. Llegó lo bastante lejos como para que ningún profesor viera cómo la asaltaban. Jibaku, la chica que la había amenazado, lideraba el grupo. Justo allí, en la parte más alejada del patio del colegio, tres chicas y cuatro chicos pegaron a Sunny mientras gritaban mofas e insultos. Ella quería defenderse, pero se lo pensó mejor. Eran demasiados. Aquello fue una paliza de patio y ninguna de sus examigas acudió a socorrerla. Se quedaron a un lado y observaron. Incluso aunque quisieran, no eran rivales para Jibaku, la chica más rica, alta, dura y popular del colegio. Fue Orlu quien acabó poniéndole fin. Llevaba desde el principio gritándoles que pararan. —¿Por qué no la dejáis hablar? —bramó. A lo mejor fue porque necesitaban recuperar el aliento o porque sentían curiosidad de verdad, pero todos se detuvieron. Sunny estaba sucia y magullada, pero ¿qué podía decir? Jibaku habló en su lugar… Jibaku, que la había abofeteado con tanta fuerza que hizo que le sangrara el labio. Sunny la fulminó con la mirada. —¿Por qué has dejado que Miss Tate nos pegue? —El sol caía inclemente sobre Sunny y le escocía en su piel sensible. Lo único que quería era refugiarse en la sombra—. ¿Por qué no lo has hecho y ya está? —gritó Jibaku—. ¡Eres una esmirriada, no nos habría dolido demasiado! Podrías haber fingido que eras una floja al golpearnos. ¿O te gusta ver cómo una mujer blanca nos pega así? Tú también eres blanca, ¿eso te hace feliz? —¡No soy blanca! —le gritó a su vez Sunny después de encontrar la voz. —Mis ojos me dicen lo contrario —dijo un chico regordete llamado Bígaro. Le habían puesto este mote porque le gustaba la sopa de bígaros. Sunny se limpió la sangre del labio. —¡Tú cállate, chupacaracoles! ¡Soy albina! —«Albina» es sinónimo de «fea» —replicó. —¡Oooh, ya ha sacado las palabrejas! ¡A lo mejor deberías haber usado algunas de esas en tu ridícula redacción! ¡Ignorante idiota! —Añadió cierta gravedad a su voz y pronunció la palabra «idiota» con su acento más nigeriano, haciendo que sonase como «idi-uta». Algunas personas se rieron. Sunny siempre les hacía reír, incluso cuando era ella la que estaba a punto de echarse a llorar—. ¿Creéis que puedo ir por ahí pegando a mis propios compañeros de clase? —dijo, agarrando su paraguas negro. Lo sostuvo sobre la cabeza y se sintió mejor enseguida—. Vosotros tampoco lo habríais hecho. ¡Ja! O a lo mejor tú sí, Jibaku. Sunny observó mientras se gruñían entre ellos. Algunos incluso se dieron la vuelta y echaron a andar hacia sus casas. —¿Qué quieres de mí? ¿Por qué debería disculparme? Se produjo un largo silencio. Jibaku chasqueó la lengua con fuerza y examinó a Sunny de la cabeza a los pies con asco. —Estúpida bruja akata oyibo —escupió. Hizo un gesto a los demás—. Vámonos. Sunny y Orlu los observaron irse. Sus miradas se encontraron y la chica se apresuró a apartar...