E-Book, Spanisch, 240 Seiten
Reihe: Ensayo
Ryan Tullidos
1. Auflage 2020
ISBN: 978-84-122594-2-1
Verlag: Capitán Swing Libros
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Austeridad y demonización de las personas discapacitadas
E-Book, Spanisch, 240 Seiten
Reihe: Ensayo
ISBN: 978-84-122594-2-1
Verlag: Capitán Swing Libros
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Periodista, locutora y activista. Doctorada en política de la Universidad de Nottingham, ha sido elogiada como Periodista Especialista del Año en los Premios Nacionales de la Prensa de 2019 por su trabajo sobre la discapacidad. Fue preseleccionada para el Premio Orwell por Exponer los Males Sociales de Gran Bretaña en 2019 y para el Premio Paul Foot 2020 por Periodismo de Investigación. Su columna semanal en The Guardian, Hardworking Britain, ha estado a la vanguardia de la cobertura de austeridad durante la última década.
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Prólogo a la edición
en castellano
Entre quienes se ganan la vida escribiendo sobre política circula una broma que dice que, en estos tiempos de noticias a todas horas los siete días de la semana, puedes dedicarte durante años a escribir un libro para luego ver cómo cambian los acontecimientos a las pocas semanas de su publicación y cómo el texto no tarda en volverse irrelevante. Cuando escribí Tullidos, mi preocupación era muy distinta: me preocupaba que las cosas no iban a cambiar. A finales de 2018 llegué a la conclusión de que, en muchos aspectos, en la sociedad británica nos encontrábamos en una encrucijada: podíamos seguir como estábamos y continuar por la senda de la desigualdad y el individualismo o podíamos dar un salto hacia un cambio real, en el que una sociedad de igualdad y solidaridad podría dar pie a que más personas discapacitadas tengan la oportunidad de tener vidas plenas y dignas.
A los seis meses de su publicación, la política británica se topó de bruces con esa alternativa. Las elecciones generales del pasado invierno, impuestas por el atolladero en el que se encontraba el Brexit, ofrecieron al electorado dos campos muy diferentes. Por un lado, el Partido Laborista ofrecía un programa radical de servicios universales, desde la atención social completa a las personas mayores de sesenta y cinco años (con vistas a extenderla a las personas discapacitadas más jóvenes) a matrículas universitarias gratuitas. Por el otro lado, el Partido Conservador repitió machaconamente a los electores el mensaje de «aplicar el Brexit» y palabras de apoyo al NHS.
Cuando, en los últimos días de la campaña electoral, un periodista captó el momento en que Boris Johnson hacía desaparecer en su bolsillo la prueba fotográfica de un niño enfermo, difícilmente habría podido ofrecer un símbolo más apropiado de lo que este primer ministro en particular pensaba en realidad de los servicios públicos. De repente, la realidad descrita por este libro —un NHS que se desmorona, un sistema de seguridad social vilipendiado, reducciones salariales y un número creciente de personas sin hogar— no parecía tanto una historia del presente o incluso del pasado, sino una flagrante advertencia sobre el futuro.
Al final, unas elecciones generales que en última instancia estuvieron definidas por el Brexit, pero en las que también se vivió el azote del antisemitismo, de la comunicación de mensajes embarullados y de un liderazgo laborista que provocaba división, terminaron con un desastre electoral para el Partido Laborista, que encajaba su peor derrota desde la década de los veinte, mientras que el Partido Conservador de Johnson recuperaba una mayoría aplastante y a su vez el Reino Unido abandonaba finalmente la Unión Europea. El aumento de las donaciones para los bancos de alimentos y los refugios en los días inmediatamente posteriores al resultado electoral da una pista sobre la inquietud que la decisión provocó en la ciudadanía. Lejos de traer consigo una ola de esperanza para las personas discapacitadas, de repente los próximos años parecían estar marcados por un ataque aún mayor al Estado del bienestar y, de tal suerte, por una pobreza y un aislamiento permanentes, que se suman a la incertidumbre que rodea a las consecuencias del Brexit.
Tan solo tenemos que considerar los acontecimientos de los meses posteriores para ver adónde nos ha llevado esa elección. La esperanza de vida se estancó por primera vez en más de cien años e incluso llegó a disminuir para las mujeres más desfavorecidas de la sociedad, en gran parte como resultado de las medidas de austeridad.[1]
Mientras tanto, las personas que viven en las zonas más pobres tienen más opciones de ver sus vidas echadas a perder por una mala salud que las personas que viven en las zonas más ricas.[2] El Universal Credit amenaza con empujar a las personas con problemas mentales a la indigencia;[3] mientras tanto, un tribunal de apelación sentenció que los recortes gubernamentales de las prestaciones eran discriminatorios hacia las personas discapacitadas.
Tras el Brexit, se han introducido nuevas medidas sobre inmigración, destinadas a impedir la entrada de trabajadores extranjeros que cobran salarios bajos —una medida que llevó a los sindicatos a advertir que «provocará un absoluto desastre» en el sector de la atención social—.[4] El consejero de Boris Johnson se vio obligado a dimitir por su apoyo a la eugenesia,[5] mientras la llamada guerra cultural se tragaba a las personas con dificultades de aprendizaje. Por otra parte, el Departamento de Trabajo y Pensiones (DWP, por sus siglas en inglés) fue denunciado por «presionar» a personas vulnerables y discapacitadas a aceptar «tratos», gracias a los cuales el DWP se ahorró miles de libras en prestaciones, muy por encima de lo que estaba legalmente autorizado a ahorrar.[6]
Apenas un mes después de la reelección de los tories, la muerte de Errol Graham, que falleció de inanición después de que le suspendieran la prestación por discapacidad, dominó los titulares de la prensa. Este hombre de cincuenta y siete años padecía ansiedad social grave y tenía dificultades para salir de casa, pero esto no impidió que le retiraran sus ayudas de la seguridad social por no acudir a un examen para evaluar su aptitud para el trabajo. La historia condensa no solo el coste humano de un sistema de prestaciones averiado, sobre cuyas consecuencias advierte Tullidos, sino también la crueldad esporádica que se provoca cuando la red de protección de la que dependen tantas personas deja de funcionar. Los agentes judiciales solo descubrieron el cadáver demacrado de Graham cuando echaron abajo la puerta para desahuciarle. Cuando lo encontraron, su apartamento de Nottingham no tenía gas ni electricidad. La única comida que quedaba en la casa eran dos latas de pescado, caducadas cuatro años atrás. Pesaba veintiocho kilos y medio.
Entretanto, la aparición de la pandemia del coronavirus ha afectado con mayor gravedad si cabe la vida política tal y como la conocíamos. Los países europeos, sobre todo España e Italia, fueron los primeros en verse afectados por el virus antes de que la pandemia llegara al Reino Unido; ante la mirada del mundo, llegaron las noticias desgarradoras de los militares españoles desinfectando residencias de ancianos y encontrando muertas en sus camas a personas ancianas residentes.[7] Toda la sociedad global ha sufrido el impacto de la extensión del virus y de las medidas de precaución, desde el comercio minorista, el trabajo autónomo, hasta una interrupción sin precedentes de la actividad social. Pero pocos grupos de población han sufrido un impacto tan duro como el de las personas con patologías previas. Al fin y al cabo, las emergencias de sanidad pública no son acontecimientos en los que rige una igualdad de oportunidades: por regla general, las personas más pobres, más marginales y discapacitadas son las más afectadas, mientras que las personas más ricas, conectadas y sanas disponen de medios para amortiguar el impacto.
Las personas discapacitadas en todo el mundo se han visto expuestas simultáneamente a un mayor riesgo de contraer el coronavirus bajo condiciones más difíciles de acceso a la alimentación y las medicinas, debido a que se han visto obligadas a permanecer en casa durante meses. Al mismo tiempo, el impacto de las medidas de emergencia en el Reino Unido ha suscitado la preocupación de muchas organizaciones de discapacitados por las consecuencias que tendrá en los años venideros. Entre sus puntos principales, el decreto eliminó temporalmente la obligación legal de los ayuntamientos de proporcionar atención social a las personas que tienen derecho a ella, al mismo tiempo que facilitó su internamiento en régimen de aislamiento en instituciones de salud mental y tenerlas detenidas allí durante periodos prolongados.[8]
Las personas discapacitadas, que ya venían padeciendo unos servicios de atención reducidos al mínimo después de años de recortes, tenían que enfrentarse ahora a una pérdida adicional de sus derechos. Al mismo tiempo, las medidas de emergencia para proteger a los ciudadanos de la depresión económica provocada por la pandemia, destinadas a apuntalar el sistema de seguridad social, dejaron visiblemente de lado a muchas personas discapacitadas; las entidades benéficas advirtieron de las consecuencias que esto tendría para cientos de miles de personas discapacitadas y enfermas crónicas, que iban a correr el riesgo de verse empujadas a la pobreza con la propagación del...