Strinberg / Strindberg | Comedia onírica | E-Book | www.sack.de
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E-Book, Spanisch, 76 Seiten

Reihe: Relatos

Strinberg / Strindberg Comedia onírica


1. Auflage 2020
ISBN: 978-84-18067-71-6
Verlag: Nórdica Libros
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

E-Book, Spanisch, 76 Seiten

Reihe: Relatos

ISBN: 978-84-18067-71-6
Verlag: Nórdica Libros
Format: EPUB
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Una de las obras dramáticas suecas más importantes del s. xx. Comedia onírica, es una de las grandes obras de Strindberg, de la que él mismo dijo que era 'mi Drama más querido, hijo de mi más profundo dolor'. El autor ha intentado en esta comedia onírica, imitar la forma incoherente aunque aparentemente lógica de los sueños. Todo puede ocurrir, todo es posible y verosímil. Tiempo y espacio no existen: sobre una insignificante base de realidad, la imaginación hila y teje nuevos dibujos: mezcla de recuerdos, vivencias, puras invenciones, absurdos e improvisaciones. Los personajes se escinden, se multiplican, se doblan, se desdoblan, se evaporan, se condensan, desaparecen, se reúnen. Pero sobre todos ellos, hay una conciencia, la del soñador; para él no hay secretos, inconsecuencias, ni escrúpulos ni ley. Él no condena, ni absuelve, simplemente narra, y como generalmente en los sueños hay más dolor que alegría, recorre la vacilante narración un aire de melancolía y de compasión con todo lo vivo. El sueño, el libertador, se comporta a menudo como verdugo, pero cuando más fuerte es la tortura, se presenta el despertar y reconcilia al sufriente con la realidad que, por muy siniestra que pueda ser, sin embargo, en ese instante, es un placer comparado con los dolorosos sueños

August Strindberg (Estocolmo, 1849-1912). Escritor y dramaturgo sueco cuyas obras han sido de gran influencia para el teatro moderno. Instaurador del Naturalismo en Suecia, se le considera pionero de la reforma expresionista e investigador de lo que algunas décadas después se conocería como Surrealismo, rasgo que se aprecia especialmente en sus últimas obras. Fue un gran renovador, precursor del teatro de la crueldad y del absurdo. Sufrió frecuentes crisis personales; odiaba y amaba a la vez la familia burguesa, cuya estructura y desintegración desveló con extraordinaria precisión. Buscó otras formas de expresión en la pintura y la fotografía. Entre sus obras dramáticas destacan La señorita Julia y Comedia onírica, publicada en nuestra colección Letras Nórdicas.
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8

Una habitación muy sencilla al lado del despacho del abogado. A la derecha, junto a una ventana, una gran cama de matrimonio con dosel y cortinas.

A la izquierda una estufa con una olla encima. Kristin ha colocado las ventanas interiores y está pegando sobre las rendijas papel engomado[6].

Al fondo una puerta abierta que da al despacho.

KRISTIN.— ¡Yo pego, yo pego!

LA HIJA (pálida y desmejorada, está sentada junto a la estufa).— ¡No dejas entrar el aire! ¡Me ahogo!

KRISTIN.— ¡Ya solo me queda una pequeña rendija!

LA HIJA.— ¡Aire, aire, no puedo respirar!

KRISTIN.— ¡Yo pego, yo pego!

EL ABOGADO (está en la puerta con un papel en la mano).— Muy bien, Kristin. ¡El calor es caro!

LA HIJA.— ¡Oh! ¡Es como si lo que encolases fuera mi propia boca!

EL ABOGADO.— ¿Se ha dormido el niño?

LA HIJA.— Sí, ¡por fin!

EL ABOGADO (dulcemente).— ¡Sus gritos ahuyentan a los clientes!

LA HIJA (amablemente).— ¿Qué podemos hacer?

EL ABOGADO.— ¡Nada!

LA HIJA.— ¡Podríamos cambiarnos a un piso más grande!

EL ABOGADO.— ¡No tenemos dinero!

LA HIJA.— ¿Puedo abrir la ventana? ¡Este aire enrarecido me ahoga!

EL ABOGADO.— ¡Entonces se va el calor y nos helamos!

LA HIJA.— ¡Es horrible!… Entonces, ¿podríamos salir a fregar ahí fuera?

EL ABOGADO.— Tú no tienes fuerzas para fregar, yo tampoco y Kristin tiene que seguir sellando las rendijas. ¡Que no quede una sola rendija sin tapar en toda la casa, ni en el suelo, ni en las paredes, ni en el techo!

LA HIJA.— ¡Estaba preparada para la pobreza, no para la suciedad!

EL ABOGADO.— ¡La pobreza es siempre relativamente sucia!

LA HIJA.— ¡Esto es peor de lo que había imaginado!

EL ABOGADO.— ¡Pues no somos los que peor estamos! ¡Aún tenemos comida en la olla!

LA HIJA.— ¿Comida?… ¿¡A eso llamas tú comida!?

EL ABOGADO.— ¡La col es barata, sabrosa y nutritiva!

LA HIJA.— ¡Para quien le guste! ¡A mí me repugna!

EL ABOGADO.— ¿Por qué no lo dijiste?

LA HIJA.— ¡Porque te quería! ¡Por eso estaba dispuesta a sacrificar mis gustos por ti!

EL ABOGADO.— ¡Entonces también yo tengo que sacrificar por ti mi gusto por la col! Los sacrificios deben ser recíprocos—

LA HIJA.— Y ¿qué vamos a comer? ¿Pescado? Pero tú odias el pescado.

EL ABOGADO.— ¡Y es caro!

LA HIJA.— ¡Esto es más difícil de lo que creía!

EL ABOGADO (amablemente).— ¿Ves lo difícil que es?… Y el niño que iba a ser nuestro lazo de unión y bendición… ¡será nuestra perdición!

LA HIJA.— ¡Amor mío! Me muero en este aire enrarecido, en este piso con vistas a un patio interior, con estos gritos de niño que no cesan en horas, sin poder dormir, con toda esa gente de ahí fuera que no cesa de lamentarse, pelearse y acusarse… ¡Yo aquí dentro me muero!

EL ABOGADO.— Mi querida florecita, sin luz, sin aire…

LA HIJA.— ¡Y dices que hay gente que está peor!

EL ABOGADO.— ¡Me encuentro entre los envidiados del barrio!

LA HIJA.— ¡Podría aguantarlo si pudiese poner en casa algo bello!

EL ABOGADO.— Sé que te refieres a una flor, concretamente a un heliotropo, pero vale una corona y cincuenta céntimos, eso son seis litros de leche y veinte kilos de patatas.

LA HIJA.— No me importaría quedarme sin comer si de esa manera consiguiese mi flor.

EL ABOGADO.— Hay una belleza que no cuesta nada y cuya ausencia en un hogar constituye el mayor tormento para una persona con sentido de la belleza.

LA HIJA.— ¿Y cuál es?

EL ABOGADO.— ¡Si lo digo, te enfadarás!

LA HIJA.— ¡Nos hemos puesto de acuerdo en no enfadarnos!

EL ABOGADO.— Nos hemos puesto de acuerdo… Todo se puede aguantar, Agnes, excepto el tono tajante, duro… ¿lo conoces? — ¡No, aún no!

LA HIJA.— ¡Nunca se oirá en esta casa!

EL ABOGADO.— ¡Nunca, por lo que a mí respecta!

LA HIJA.— ¡Habla, pues!

EL ABOGADO.— Bueno, cuando entro en una casa lo primero que observo es la colocación de la cortina en su barra… (va hacia la ventana y arregla la cortina) si cuelga como una cuerda o un trapo… ¡me voy pronto de allí!… Después echo una mirada a las sillas… si están bien colocadas ¡me quedo! (Corrige la colocación de una silla alineada junto a la pared.) Luego miro las velas de los candelabros… Si están inclinadas, ¡esa casa se va a pique! (Endereza una de las velas del escritorio.) ¡Esta, mi querida amiga, es una belleza que no cuesta nada!

LA HIJA (baja la cabeza).— ¡No, ese tono duro, no, Axel!

EL ABOGADO.— ¡No era duro!

LA HIJA.— Sí, lo era.

EL ABOGADO.— Pero, vamos a ver, coño…

LA HIJA.— ¿Qué lenguaje es ese?

EL ABOGADO.— ¡Perdona, Agnes! ¡Pero yo he sufrido por tu falta de orden tanto como tú por la suciedad! Y no me he atrevido a ocuparme de la limpieza y poner orden porque te hubieras ofendido y hasta hubieras pensado que te echaba en cara tu desidia… ¡uf! vamos a dejarlo ¿eh?

LA HIJA.— Es terriblemente difícil estar casados… ¡lo más difícil de todo! ¡Tendríamos que ser ángeles, creo!

EL ABOGADO.— ¡También yo lo creo!

LA HIJA.— ¡Me parece que después de esto estoy empezando a odiarte!

EL ABOGADO.— Pues entonces ¡pobres de nosotros!… Pero ¡evitemos el odio! Te prometo que nunca más criticaré tu limpieza… ¡aunque sea una tortura para mí!

LA HIJA.— ¡Y yo comeré col aunque sea un sufrimiento!

EL ABOGADO.— ¡Es decir, una vida común en el dolor! ¡El placer de uno, es la tortura del otro!

LA...



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