Bates | Sexismo cotidiano | E-Book | www.sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 336 Seiten

Reihe: Colección Especiales

Bates Sexismo cotidiano


1. Auflage 2018
ISBN: 978-84-947051-7-5
Verlag: Capitán Swing Libros
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

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Reihe: Colección Especiales

ISBN: 978-84-947051-7-5
Verlag: Capitán Swing Libros
Format: EPUB
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Después de experimentar una serie de incidentes sexistas, la escritora y activista Laura Bates fundó el proyecto Sexismo Cotidiano en abril de 2012, un análisis pionero de la misoginia moderna. Comenzó con una página web donde la gente podía compartir sus experiencias de sexismo diario. Desde ser acosada y silbada en la calle, hasta la discriminación en el lugar de trabajo o la agresión sexual y la violación, está claro que el sexismo se ha normalizado en el día a día. Pero el verdadero objetivo de Bates es inspirar a las mujeres a que provoquen un cambio real. El proyecto se convirtió en un acontecimiento viral, atrayendo la atención de la prensa internacional y el apoyo de celebridades como Rose McGowan, Amanda Palmer, Mara Wilson, Ashley Judd, Simon Pegg y muchos otros. Tras una asombrosa respuesta del público, Sexismo cotidiano rápidamente se convirtió en una de las mayores historias de éxito de los medios de comunicación social en Internet. Hasta ahora ha recogido más de 150.000 testimonios de personas de todo el mundo y ha lanzado nuevas sucursales en 25 países, ayudando a construir una nueva ola de feminismo. Si los libros de Caitlin Moran son como manuales llenos de diversión para la supervivencia femenina en el siglo xxi, Sexismo cotidiano sería su hermana más politizada.

Laura Bates. Oxford (Reino Unido), 1986 Escritora feminista británica, colabora con The Guardian entre otras publicaciones. Fundó la página web Everyday Sexism Project en abril de 2012. Su primer libro, Everyday Sexism, se publicó en 2014. Previamente trabajó como actriz y niñera, un periodo en el que experimentó el sexismo en las audiciones y descubrió que las niñas que cuidaba estaban demasiado preocupadas por su imagen. Durante una entrevista para The Daily Telegraph, en abril de 2014, Bates afirmó: 'El feminismo significa para mí que todos deben ser tratados igual, independientemente de su sexo. Tenemos que dejar de juzgar a las mujeres por su apariencia'. 'Un hombre puede ser padre, médico, político o abogado, sin que su sexo sea motivo de comentario -dijo a Anna Klassen de The Daily Beast-; no se trata de hombres contra mujeres, sino de personas contra prejuicios'. En el tercer aniversario de la página web, en abril de 2015, Everyday Sexism había llegado a más de 100.000 entradas. Bates también ha tenido que hacer frente al abuso online. 'Algunos hablan de asesinos en serie que admiran y a quienes les gustaría emular -dijo a Lucy Kellaway- y de las diferentes armas que usarían sobre nosotras'. Fue galardonada con la Medalla del Imperio Británico en 2015 por servicios de igualdad de género y recibió el Ultimate New Feminist Award de la revista Cosmopolitan en 2013
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Prólogo


Sarah Brown

Uno de los misterios que trae consigo convertirse en padre o madre es la capacidad de madurar y dar marcha atrás al mismo tiempo. Tener hijos saca con fuerza a la luz ideas formativas que llevan largo tiempo dormidas, y obliga a las mujeres a considerar cómo fue su paso de niñas a las mujeres que son. Para mí, la transición hacia la maternidad fue el catalizador que propició un poderosísimo enfrentamiento con mis propias suposiciones, recuerdos, esperanzas y decepciones: con todas y cada una de las partes que me conforman y que han sido profundamente moldeadas por mis experiencias tempranas —y todas las demás ocurridas a lo largo de mi vida— de sexismo cotidiano.

Si quieren entender de lo que hablo, pregunten al niño más cercano que tengan qué quiere ser de mayor. No tiene por qué ser su hijo o su hija, puede ser un primo, un sobrino o sobrina, el hijo de un amigo o el pequeño de los vecinos. Lo más probable es que, si les preguntaran cómo se imaginan su futuro, la respuesta que obtendrían sería una de confianza ilimitada. En nuestra pequeña isla tenemos más de mil aspirantes a Marie Curie dispuestas a curar el cáncer, suficientes Andy Murray a la espera de ganar todos los Wimbledon hasta el fin de los tiempos, así como deseosos y ambiciosos directores generales de LEGO de sobra —hombres y mujeres— como para poner algo nervioso al actual director general con respecto a su futuro a largo plazo. La primera vez que fui testigo de esta autoconfianza sin límites en mis propios hijos, me devolvió a lo que una vez llegué a creer de niña: que realmente no existe nada fuera del alcance de nadie que posea el coraje para intentarlo y la paciencia para ponerlo en práctica.

Los niños, en otras palabras, no son optimistas a pesar de los contratiempos, pues lo cierto es que no entienden que existan tales cosas como las adversidades. La idea de que ciertas cosas —ya sea un Óscar, un oro olímpico o una licenciatura en Oxford— quizá no sean para «gente como nosotros» simplemente no cuadra. Pero entonces algo terrible sucede. Algunos niños aprenden la palabra no. No el no de un progenitor amoroso que introduce límites y evita que sus hijos coman demasiados dulces o que no duerman lo suficiente o salgan disparados hacia alguna carretera o se acerquen mucho a una hoguera, sino el terrible y severo no del «saber cuál es tu lugar». El no que para algunos de nosotros se vuelve más y más ensordecedor con la edad, pero que, como un silbato para perros, parece ser completamente inaudible para otros, que simplemente no responden a él; ni siquiera saben que existe.

Es el no que dice que saltar a la comba es de niñas y que los kits de ciencias son para niños. Es el no que dice que las niñas buenas no hacen tal o cual cosa y que a las niñas que no destaquen más les vale estar atentas si no quieren quedarse para vestir santos. El no que dice que da igual que seas catedrática en Cambridge, hayas sido condecorada con la Orden del Imperio Británico o tengas tu propia serie en la BBC: seguirás siendo solo un objeto a merced de las valoraciones de jueces cibernéticos que mostrarán mayor interés en tu cuerpo que en tu cerebro.

El efecto más peligroso de este no es que queda tan profundamente interiorizado que empiezas a decírtelo a ti misma en silencio. Te acostumbras hasta tal punto a tener que superar los obstáculos extras que colocan en tu camino que incluso el hecho de pensar el modo de eliminarlos se vuelve una labor demasiado agotadora (y entonces terminas olvidándote incluso de que puedes eliminarlos).

Bien, ya he tenido suficiente de este no. Y lo mismo le ha sucedido a Laura Bates.

El proyecto de Laura, Sexismo Cotidiano, ofrece a las mujeres poder sobre su propio no. El poder para decir no al acoso callejero, a ser discriminadas en el trabajo, a ser tratadas con condescendencia por compañías que están más interesadas en hacer un lavado de imagen que en atender auténticas necesidades de las mujeres.

A través de su activismo en Internet, Laura ya nos ha inspirado a 50.000 de nosotras a #alzarlavoz y a pedir a los hombres que levanten su voz junto a nosotras simplemente tuiteando @EverydaySexism.

Durante mi intervención hace unos años en una conferencia de blogueros, compartí algo de mi propia experiencia como víctima de troles y afirmé que no hay nada más cobarde que un matón con una BlackBerry. Aquello suscitó una respuesta masiva en forma de tuits y posts solidarios con aquellos que se indignaron, pero me doy cuenta de que esto no es nada comparado con lo que está sucediendo ahora. Las activistas que hoy en día operan en Internet reciben comentarios muchísimo peores: amenazas de violación procedentes de personas que deberían llevarse su remordimiento a la tumba. El único consuelo que me llevé de aquel espantoso verano de 2013 fue la cantidad de hombres que se sintieron asqueados al descubrir que esto era algo que sucedía, y cuyo propio feminismo despertó tras echar un breve vistazo a situaciones por las que las mujeres pasamos a diario.

Esto, para mí, es uno de los aspectos más emocionantes de lo que Laura ha hecho con el proyecto Sexismo Cotidiano y está haciendo con este libro. Estas herramientas en ningún caso son veredictos sobre los hombres, sino recursos para hombres que los ayudarán a entender la estructura del patriarcado y que podrán replicar o rechazar en sus propias vidas. La genialidad es que el proyecto también sirve como refugio acogedor, dinámico y luminoso para chicas y mujeres que han sufrido actos cotidianos de despreciable sexismo, que por su propia seguridad se han acostumbrado demasiado a ello y que aprecian la oportunidad de compartir, de decir lo que piensan y de alzar la voz.

Este espíritu de empatía —de ayudarnos entre todos a entender lo que nos ocurre a todas— es lo que otorga a Sexismo Cotidiano su dinamismo, y lo que confío en que inspirará a todos los que ahora tenéis este libro en las manos a tomar medidas en nombre de algunas chicas cuyos nombres nunca sabréis y cuyos rostros nunca veréis.

La primera vez que Laura y yo comenzamos a debatir su proyecto, ella explicó que albergaba la esperanza de que el hecho de ofrecer a las mujeres un lugar donde registrar sus experiencias contribuiría a aumentar su visibilidad y, por tanto, su importancia. Mi propia labor en la cuestión del acceso a la educación de niños que no tuvieron la oportunidad de aprender persigue un objetivo similar: hacer que la emergencia mundial en materia de educación sea igual de visible e importante que catástrofes previas como la esclavitud y el apartheid. Siempre he defendido que hablar fuerte y claro y reunir voces parecidas para amplificar el mensaje funciona, que llega hasta los responsables de la toma de decisiones y los líderes gubernamentales y les exige rendir cuentas. Creo que esto es así porque he visto que da resultados. Todos hemos comprendido que funciona, desde que las mujeres lograron el voto a principios del siglo xx hasta el fin del apartheid en Sudáfrica, pasando por las campañas globales para reducir la deuda de los países del tercer mundo en los últimos años. Era hacia lo que se dirigía Laura al comenzar el proyecto y, a medida que revisa y reconoce anteriores victorias legislativas para el feminismo, subraya la constante y apremiante necesidad de un cambio social y cultural. Laura se refiere a ello como nuestro «propósito colectivo internacional». Un nombre muy bien escogido, en mi opinión.

Con la puesta en marcha de Sexismo Cotidiano como una plataforma online donde compartir historias sobre las situaciones sexistas que se dan por sentado, cotidianas y normales a las que las mujeres se enfrentan, se abrieron las compuertas. Cada acción necesita ser citada, cada acción puede ser compartida y el entendimiento común entre mujeres puede utilizarse para restaurar al mismo tiempo la confianza en una misma y una indignación justa y constructiva. La nueva y en su mayoría joven hermandad feminista está retomando el control y anunciándolo a los cuatro vientos.

Este modelo de feminismo del siglo xxi responde a un intercambio mundial y reclama su propio espacio en Internet alejado de troles y acechadores, e intenta sacar, además, a estos de sus agujeros oscuros. Un feminismo que tiende la mano e incluye a aquellas que podrían ser las más vulnerables de todas: nuestras hermanas, hijas y amigas más jóvenes. Laura identifica con gran acierto los enormes desafíos a los que se enfrentan las jóvenes en la actualidad a medida que forjan sus propias identidades y establecen su lugar en un mundo acomplejado por la imagen. Las niñas y las mujeres jóvenes llevan siendo frenadas demasiado tiempo a gran y pequeña escala, y los grupos feministas que han empezado a emerger en las universidades, en los lugares de trabajo y en los blogs...



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