Bécquer | Rimas y leyendas | E-Book | www.sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, Band 8, 152 Seiten

Reihe: Poesía

Bécquer Rimas y leyendas


1. Auflage 2010
ISBN: 978-84-9897-826-1
Verlag: Linkgua
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

E-Book, Spanisch, Band 8, 152 Seiten

Reihe: Poesía

ISBN: 978-84-9897-826-1
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Gustavo Adolfo Bécquer confesaba al escribir la «Introducción» de Rimas y leyendas, tan solo dos años antes de morir, que no quería llevarse consigo, «el tesoro de oropeles y guiñapos que ha ido acumulando la fantasía en los desvanes del cerebro». De modo que Rimas y leyendas reúne poesías y prosas simplemente porque todas ellas son criaturas de la misma imaginación que anhela liberarse para «dormir en paz». La influencia en el imaginario moderno de algunos de los poemas de las Rimas, como: - «El monte de las ánimas», - «El rayo de luna» - o «El beso»,ha sido inmensa. Por su parte, las Leyendas se inscriben en la literatura gótica de autores como Hoffman y Poe, que supuso una ruptura con el racionalismo. Al rescatar las leyendas populares, el romanticismo dio un nuevo sentido a las denostadas supersticiones. ¿Por qué nos infunden terror los acontecimientos misteriosos o fantásticos? Son signos de lo sobrenatural, y como no es posible explicarlos racionalmente representan una sobrecogedora evidencia de nuestra limitada capacidad de comprender el mundo.

Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836-Madrid, 1870). España. Nacido en Sevilla, el 17 de febrero de 1836, Gustavo Adolfo Bécquer era hijo de Joaquina Bastida Vargas y del pintor costumbrista José Domínguez Isausti (en parte de origen germanoflamenco). Su padre murió cuando Adolfo tenía cinco años de edad, y la madre falleció también cuatro años después, siendo él y sus siete hermanos recogidos por su tío Juan Vargas. Tras los estudios primarios en el colegio de San Antonio Abad, Gustavo Adolfo quedó bajo la tutoría de su madrina, Manuela Monhay, mujer de buena posición que lo hizo ingresar en el colegio de San Telmo con la intención de que se preparara para la carrera náutica. Pero este colegio cerró a los tres años, lo que alivió a Gustavo Adolfo, ya que no le interesaba la náutica, pero sí la lectura y la pintura, actividades que cultivó ya desde los catorce años de edad, gracias a la surtida biblioteca de su madrina y a su aprendizaje en el taller del pintor Antonio Cabral Bejarano y, después, en el de su tío Joaquín. A sus lecturas de autores como Chateaubriand, Balzac, Byron, Musset, Victor Hugo, Espronceda, Hoffmann y otros escritores románticos y realistas, añadiría posteriormente las de los clásicos y los renacentistas. Su hermano Valeriano se dedicaría plenamente a la pintura, pero Gustavo Adolfo hizo unos tanteos con los estudios de música antes de escoger la literatura definitivamente. En 1854, tras haber publicado ya Gustavo Adolfo algunos poemas en la revista madrileña El Trono y la Nobleza, pero con escasos recursos económicos, ambos hermanos se trasladaron a Madrid en busca de fortuna. Al principio, Gustavo Adolfo hubo de trabajar como oficinista en la Dirección de Bienes Nacionales, empleo del que pronto lo despidieron al descubrir que dedicaba parte de su tiempo a escribir poemas y hacer dibujos. Por entonces, como ya haría su padre, Adolfo había escogido el apellido de un antepasado paterno, Bécquer (en realidad, su quinto apellido), como nombre artístico, mucho más sonoro y acorde con sus planteamientos estéticos románticos; tanto sus escritos como sus pinturas y dibujos eran firmados con dicho nombre. Tras ser director de la efímera publicación El Mundo y redactor de El Porvenir, Bécquer fundó, junto a unos amigos, la revista España artística y literaria, que también cerró al poco tiempo. A partir de 1856, al tiempo que continuaba con su producción poética, Bécquer colaboró con Luis García Luna en la escritura y adaptación de algunas obras de teatro, que eran firmadas por el otro; también escribió (y firmó) a dos manos, con Juan de la Puerta, un primer volumen sobre la historia de los templos de España, que no tuvo continuidad. Además, Bécquer iría escribiendo biografías de políticos y artículos y realizando traducciones y dibujos.
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Rimas


I Yo sé un himno gigante y extraño

que anuncia en la noche del alma una aurora,

y estas páginas son de ese himno

cadencias que el aire dilata en las sombras.

Yo quisiera escribirlo, del hombre

domando el rebelde, mezquino idioma,

con palabras que fuesen a un tiempo

suspiros y risas, colores y notas.

Pero en vano es luchar; que no hay cifra

capaz de encerrarlo, y apenas ¡oh, hermosa!

si, teniendo en mis manos las tuyas,

pudiera, al oído, contártelo a solas.

II Saeta que voladora

cruza, arrojada al azar,

sin adivinarse dónde

temblando se clavará;

hoja que del árbol seca

arrebata el vendaval,

sin que nadie acierte el surco

donde a caer volverá;

gigante ola que el viento

riza y empuja en el mar,

y rueda y pasa, y no sabe

qué playas buscando va;

luz que en cercos temblorosos

brilla, próxima a expirar,

ignorándose cuál de ellos

el último brillará;

eso soy yo, que al acaso

cruzo el mundo, sin pensar

de dónde vengo ni a dónde

mis pasos me llevarán.

III Sacudimiento extraño

que agita las ideas,

como el huracán empuja

las olas en tropel;

murmullo que en el alma

se eleva y va creciendo,

como volcán que sordo

anuncia que va a arder;

deformes siluetas

de seres imposibles;

paisajes que aparecen

como a través de un tul;

colores, que fundiéndose

remedan en el aire

los átomos del iris,

que nadan en la luz;

ideas sin palabras,

palabras sin sentido;

cadencias que no tienen

ni ritmo ni compás;

memorias y deseo

de cosas que no existen;

accesos de alegría,

impulsos de llorar;

actividad nerviosa

que no halla en qué emplearse;

sin rienda que lo guíe

caballo volador;

locura que el espíritu

exalta y enardece;

embriaguez divina

del genio creador...

¡Tal es la inspiración!

Gigante voz que el caos

ordena en el cerebro,

y entre las sombras hace

la luz aparecer;

brillante rienda de oro

que poderosa enfrena

de la exaltada mente

el volador corcel;

hilo de luz que en haces

los pensamientos ata;

Sol que las nubes rompe

y toca en el cenit;

inteligente mano

que en un collar de perlas

consigue las indóciles

palabras reunir;

armonioso ritmo

que con cadencia y número

las fugitivas notas

encierra en el compás;

cincel que el bloque muerde

la estatua modelando,

y la belleza plástica

añade a la ideal;

atmósfera en que giran

con orden las ideas,

cual átomos que agrupa

recóndita atracción

raudal en cuyas ondas

su sed la fiebre apaga;

oasis que al espíritu

devuelve su vigor...

¡Tal es nuestra razón!

Con ambas siempre lucha

y de ambas vencedor,

tan sólo el genio puede

a un yugo atar las dos.

IVNo digáis que agotado su tesoro,

de asuntos falta, enmudeció la lira;

podrá no haber poetas; pero siempre

habrá poesía.

Mientras las ondas de la luz al beso

palpiten encendidas;

mientras el Sol las desgarradas nubes

de fuego y oro vista;

mientras el aire en su regazo lleve

perfumes y armonías;

mientras haya en el mundo primavera,

¡habrá poesía!

Mientras la ciencia a descubrir no alcance

las fuentes de la vida,

y en el mar o en el cielo haya un abismo

que al cálculo resista;

mientras la humanidad, siempre avanzando

no sepa a do camina;

mientras haya un misterio para el hombre,

¡habrá poesía!

Mientras sintamos que se alegra el alma,

sin que los labios rían;

mientras se llore sin que el llanto acuda

a nublar la pupila;

mientras el corazón y la cabeza

batallando prosigan;

mientras haya esperanzas y recuerdos,

¡habrá poesía!

Mientras haya unos ojos que reflejen

los ojos que los miran;

mientras responda el labio suspirando

al labio que suspira;

mientras sentirse puedan en un beso

dos almas confundidas;

mientras exista una mujer hermosa

¡habrá poesía!

V Espíritu sin nombre,

indefinible esencia,

yo vivo con la vida

sin formas de la idea.

Yo nado en el vacío,

del Sol tiemblo en la hoguera,

palpito entre las sombras

y floto con las nieblas.

Yo soy el fleco de oro

cae la lejana estrella;

yo soy de la alta Luna

la luz tibia y serena.

Yo soy la ardiente nube

que en el ocaso ondea;

yo soy del astro errante

la luminosa estela.

Yo soy nieve en las cumbres,

soy fuego en las arenas,

azul onda en los mares

y espuma en las riberas.

En el laúd soy nota,

perfume en la violeta,

fugaz llama en las tumbas

y en las ruinas hiedra.

Yo atrueno en el torrente,

y silbo en la centella,

y ciego en el relámpago,

y rujo en la tormenta.

Yo río en los alcores,

susurro en la alta yerba,

suspiro en la onda pura,

y lloro en la hoja seca.

Yo ondulo con los átomos

del humo que se eleva

y al cielo lento sube

en espiral inmensa.

Yo, en los dorados hilos

que los insectos cuelgan,

me mezo entre los árboles

en la ardorosa siesta.

Yo corro tras las ninfas

que en la corriente fresca

del cristalino arroyo

desnudas juguetean.

Yo, en bosques de corales

que alfombran blancas perlas,

persigo en el Océano

las náyades ligeras.

Yo, en las cavernas cóncavas,

do el Sol nunca penetra,

mezclándome a los gnomos,

contemplo sus riquezas.

Yo busco de los siglos

las ya borradas huellas,

y sé de esos imperios

de que ni el nombre queda.

Yo sigo en raudo vértigo

los mundos que voltean,

y mi pupila abarca

la creación entera.

Yo sé de esas regiones

a do un rumor no llega,

y donde informes astros

de vida un soplo esperan.

Yo soy sobre el abismo

el puente que atraviesa;

yo soy la ignota escala

que el cielo une a la tierra.

Yo soy el invisible

anillo que sujeta

el mundo de la forma

al mundo de la idea.

Yo, en fin, soy ese espíritu,

desconocida esencia,

perfume misterioso,

de que es vaso el poeta.

VI Como la brisa que la sangre orea

sobre el oscuro campo de batalla,

cargada de perfumes y armonías

en el silencio de la noche vaga;

símbolo del dolor y la ternura,

del bardo inglés en el horrible drama,

la dulce...



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