E-Book, Spanisch, Band 8, 152 Seiten
Reihe: Poesía
Bécquer Rimas y leyendas
1. Auflage 2010
ISBN: 978-84-9897-826-1
Verlag: Linkgua
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
E-Book, Spanisch, Band 8, 152 Seiten
Reihe: Poesía
ISBN: 978-84-9897-826-1
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Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla, 1836-Madrid, 1870). España. Nacido en Sevilla, el 17 de febrero de 1836, Gustavo Adolfo Bécquer era hijo de Joaquina Bastida Vargas y del pintor costumbrista José Domínguez Isausti (en parte de origen germanoflamenco). Su padre murió cuando Adolfo tenía cinco años de edad, y la madre falleció también cuatro años después, siendo él y sus siete hermanos recogidos por su tío Juan Vargas. Tras los estudios primarios en el colegio de San Antonio Abad, Gustavo Adolfo quedó bajo la tutoría de su madrina, Manuela Monhay, mujer de buena posición que lo hizo ingresar en el colegio de San Telmo con la intención de que se preparara para la carrera náutica. Pero este colegio cerró a los tres años, lo que alivió a Gustavo Adolfo, ya que no le interesaba la náutica, pero sí la lectura y la pintura, actividades que cultivó ya desde los catorce años de edad, gracias a la surtida biblioteca de su madrina y a su aprendizaje en el taller del pintor Antonio Cabral Bejarano y, después, en el de su tío Joaquín. A sus lecturas de autores como Chateaubriand, Balzac, Byron, Musset, Victor Hugo, Espronceda, Hoffmann y otros escritores románticos y realistas, añadiría posteriormente las de los clásicos y los renacentistas. Su hermano Valeriano se dedicaría plenamente a la pintura, pero Gustavo Adolfo hizo unos tanteos con los estudios de música antes de escoger la literatura definitivamente. En 1854, tras haber publicado ya Gustavo Adolfo algunos poemas en la revista madrileña El Trono y la Nobleza, pero con escasos recursos económicos, ambos hermanos se trasladaron a Madrid en busca de fortuna. Al principio, Gustavo Adolfo hubo de trabajar como oficinista en la Dirección de Bienes Nacionales, empleo del que pronto lo despidieron al descubrir que dedicaba parte de su tiempo a escribir poemas y hacer dibujos. Por entonces, como ya haría su padre, Adolfo había escogido el apellido de un antepasado paterno, Bécquer (en realidad, su quinto apellido), como nombre artístico, mucho más sonoro y acorde con sus planteamientos estéticos románticos; tanto sus escritos como sus pinturas y dibujos eran firmados con dicho nombre. Tras ser director de la efímera publicación El Mundo y redactor de El Porvenir, Bécquer fundó, junto a unos amigos, la revista España artística y literaria, que también cerró al poco tiempo. A partir de 1856, al tiempo que continuaba con su producción poética, Bécquer colaboró con Luis García Luna en la escritura y adaptación de algunas obras de teatro, que eran firmadas por el otro; también escribió (y firmó) a dos manos, con Juan de la Puerta, un primer volumen sobre la historia de los templos de España, que no tuvo continuidad. Además, Bécquer iría escribiendo biografías de políticos y artículos y realizando traducciones y dibujos.
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Rimas
I Yo sé un himno gigante y extraño
que anuncia en la noche del alma una aurora,
y estas páginas son de ese himno
cadencias que el aire dilata en las sombras.
Yo quisiera escribirlo, del hombre
domando el rebelde, mezquino idioma,
con palabras que fuesen a un tiempo
suspiros y risas, colores y notas.
Pero en vano es luchar; que no hay cifra
capaz de encerrarlo, y apenas ¡oh, hermosa!
si, teniendo en mis manos las tuyas,
pudiera, al oído, contártelo a solas.
II Saeta que voladora
cruza, arrojada al azar,
sin adivinarse dónde
temblando se clavará;
hoja que del árbol seca
arrebata el vendaval,
sin que nadie acierte el surco
donde a caer volverá;
gigante ola que el viento
riza y empuja en el mar,
y rueda y pasa, y no sabe
qué playas buscando va;
luz que en cercos temblorosos
brilla, próxima a expirar,
ignorándose cuál de ellos
el último brillará;
eso soy yo, que al acaso
cruzo el mundo, sin pensar
de dónde vengo ni a dónde
mis pasos me llevarán.
III Sacudimiento extraño
que agita las ideas,
como el huracán empuja
las olas en tropel;
murmullo que en el alma
se eleva y va creciendo,
como volcán que sordo
anuncia que va a arder;
deformes siluetas
de seres imposibles;
paisajes que aparecen
como a través de un tul;
colores, que fundiéndose
remedan en el aire
los átomos del iris,
que nadan en la luz;
ideas sin palabras,
palabras sin sentido;
cadencias que no tienen
ni ritmo ni compás;
memorias y deseo
de cosas que no existen;
accesos de alegría,
impulsos de llorar;
actividad nerviosa
que no halla en qué emplearse;
sin rienda que lo guíe
caballo volador;
locura que el espíritu
exalta y enardece;
embriaguez divina
del genio creador...
¡Tal es la inspiración!
Gigante voz que el caos
ordena en el cerebro,
y entre las sombras hace
la luz aparecer;
brillante rienda de oro
que poderosa enfrena
de la exaltada mente
el volador corcel;
hilo de luz que en haces
los pensamientos ata;
Sol que las nubes rompe
y toca en el cenit;
inteligente mano
que en un collar de perlas
consigue las indóciles
palabras reunir;
armonioso ritmo
que con cadencia y número
las fugitivas notas
encierra en el compás;
cincel que el bloque muerde
la estatua modelando,
y la belleza plástica
añade a la ideal;
atmósfera en que giran
con orden las ideas,
cual átomos que agrupa
recóndita atracción
raudal en cuyas ondas
su sed la fiebre apaga;
oasis que al espíritu
devuelve su vigor...
¡Tal es nuestra razón!
Con ambas siempre lucha
y de ambas vencedor,
tan sólo el genio puede
a un yugo atar las dos.
IVNo digáis que agotado su tesoro,
de asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá no haber poetas; pero siempre
habrá poesía.
Mientras las ondas de la luz al beso
palpiten encendidas;
mientras el Sol las desgarradas nubes
de fuego y oro vista;
mientras el aire en su regazo lleve
perfumes y armonías;
mientras haya en el mundo primavera,
¡habrá poesía!
Mientras la ciencia a descubrir no alcance
las fuentes de la vida,
y en el mar o en el cielo haya un abismo
que al cálculo resista;
mientras la humanidad, siempre avanzando
no sepa a do camina;
mientras haya un misterio para el hombre,
¡habrá poesía!
Mientras sintamos que se alegra el alma,
sin que los labios rían;
mientras se llore sin que el llanto acuda
a nublar la pupila;
mientras el corazón y la cabeza
batallando prosigan;
mientras haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá poesía!
Mientras haya unos ojos que reflejen
los ojos que los miran;
mientras responda el labio suspirando
al labio que suspira;
mientras sentirse puedan en un beso
dos almas confundidas;
mientras exista una mujer hermosa
¡habrá poesía!
V Espíritu sin nombre,
indefinible esencia,
yo vivo con la vida
sin formas de la idea.
Yo nado en el vacío,
del Sol tiemblo en la hoguera,
palpito entre las sombras
y floto con las nieblas.
Yo soy el fleco de oro
cae la lejana estrella;
yo soy de la alta Luna
la luz tibia y serena.
Yo soy la ardiente nube
que en el ocaso ondea;
yo soy del astro errante
la luminosa estela.
Yo soy nieve en las cumbres,
soy fuego en las arenas,
azul onda en los mares
y espuma en las riberas.
En el laúd soy nota,
perfume en la violeta,
fugaz llama en las tumbas
y en las ruinas hiedra.
Yo atrueno en el torrente,
y silbo en la centella,
y ciego en el relámpago,
y rujo en la tormenta.
Yo río en los alcores,
susurro en la alta yerba,
suspiro en la onda pura,
y lloro en la hoja seca.
Yo ondulo con los átomos
del humo que se eleva
y al cielo lento sube
en espiral inmensa.
Yo, en los dorados hilos
que los insectos cuelgan,
me mezo entre los árboles
en la ardorosa siesta.
Yo corro tras las ninfas
que en la corriente fresca
del cristalino arroyo
desnudas juguetean.
Yo, en bosques de corales
que alfombran blancas perlas,
persigo en el Océano
las náyades ligeras.
Yo, en las cavernas cóncavas,
do el Sol nunca penetra,
mezclándome a los gnomos,
contemplo sus riquezas.
Yo busco de los siglos
las ya borradas huellas,
y sé de esos imperios
de que ni el nombre queda.
Yo sigo en raudo vértigo
los mundos que voltean,
y mi pupila abarca
la creación entera.
Yo sé de esas regiones
a do un rumor no llega,
y donde informes astros
de vida un soplo esperan.
Yo soy sobre el abismo
el puente que atraviesa;
yo soy la ignota escala
que el cielo une a la tierra.
Yo soy el invisible
anillo que sujeta
el mundo de la forma
al mundo de la idea.
Yo, en fin, soy ese espíritu,
desconocida esencia,
perfume misterioso,
de que es vaso el poeta.
VI Como la brisa que la sangre orea
sobre el oscuro campo de batalla,
cargada de perfumes y armonías
en el silencio de la noche vaga;
símbolo del dolor y la ternura,
del bardo inglés en el horrible drama,
la dulce...




