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E-Book, Spanisch, 351 Seiten

Reihe: Filosofía

Bok Mentir

La elección moral en la vida pública y privada

E-Book, Spanisch, 351 Seiten

Reihe: Filosofía

ISBN: 978-607-16-7727-3
Verlag: Fondo de Cultura Económica
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



Mediante la presentación de distintas referencias, escenarios y contrastes que presentan problemas morales de diversa complejidad, la autora pretende que el lector considere los efectos que tiene la mentira en los individuos, las relaciones humanas y la sociedad en general, analizando desde mentiras piadosas hasta las mentiras que se requieren para sobrevivir en un Estado totalitario. La obra conduce así al lector a reflexionar sobre si podría (y en qué casos) justificarse la mentira.
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PREFACIO
A LA SEGUNDA EDICIÓN DE 1999 AL PREPARAR una nueva edición de este libro, he tenido motivos para reflexionar en la advertencia de que cuando somos jóvenes deberíamos tener cuidado al elegir aquellas cosas a las que aspiramos, pues en los años posteriores de nuestra vida podemos hacerlas realidad. La introducción que escribí para este libro en 1978 concluía con la esperanza de que pudiera yo exhortar a otros a retomar el debate sobre aquellas elecciones morales prácticas a las que todos nos enfrentamos y que se relacionan con mentir y decir la verdad. Dos décadas después, en la radio se escuchan constantemente acusaciones de mentiras y polémicas en torno a cada variante de evasivas, estratagemas, mentira descarada y perjurio. En años recientes, por las pantallas de televisión han desfilado funcionarios públicos, banqueros, abogados, líderes sindicales y ejecutivos de empresas a los que se ha atrapado mintiendo sobre cuestiones relacionadas con sobornos, uso de información privilegiada, lavado de dinero y extensas tramas de corrupción. Han proliferado las revelaciones sobre fraude en la investigación científica y en sistemas de salud como Medicare, trampas puestas por agentes secretos y reporteros encubiertos, y engaños en la publicación de libros y en la psicoterapia. El debate acerca de los problemas morales relacionados con mentir y decir la verdad llegaron a un punto culminante en 1998, cuando las acusaciones y las reconvenciones en torno a la Casa Blanca en tiempos de Clinton fueron televisadas a todo el mundo con tal lujo de detalle que nos dejaron pasmados. Para muchos televidentes, el discurso del presidente Clinton, pronunciado el 17 de agosto, en el cual admitió haber “engañado” a su familia, a colegas y al público, encendió lo que los psicólogos llaman “un recuerdo fotográfico” —una imagen en la mente de las personas que se graba y perdura mucho después de que otras ya se han desvanecido—. Las pantallas divididas mostraban al Presidente admitiendo, en agosto, lo que había negado en su primer discurso inculpatorio, el 26 de enero; en ambas ocasiones dirigiéndose al público con lo que parecía ser absoluta sinceridad. Juntas, las dos declaraciones contradictorias pusieron una cara humana y una voz humana en el centro del debate sobre lo que constituye mentir y cuándo puede estar justificado, si acaso puede estarlo alguna vez. Las consecuentes discusiones públicas y el proceso de destitución o impeachment desencadenado contra el Presidente en el Congreso arrojaron cierta luz sobre la mayoría de los temas que aborda este libro. ¿Es la mentira más disculpable en el contexto de una investigación lasciva y humillante de asuntos íntimos? ¿Cuáles son los argumentos en favor y en contra de mentir a los miembros de la familia, mentir para proteger a colegas y clientes, mentir a presuntos mentirosos, y mentir a los enemigos? ¿En qué circunstancias daña esto la confianza con mayor gravedad? En una polémica tan candente a la que los observadores se referían como si fuera una guerra, los adversarios recurrieron incesantemente a los medios de comunicación en campañas orquestadas para destruir la credibilidad de sus rivales. Los problemas entrelazados de mentir y decir la verdad y de esconder o revelar secretos acabaron uniéndose como nunca antes en las esferas más elevadas. A su vez, esos problemas fueron explorados, a veces hasta el cansancio, en todas partes, desde el comedor familiar hasta las escuelas, los tribunales, el Congreso y los medios de comunicación de todo el mundo. A medida que las controversias se intensificaron, algunos argumentaron que no podía haber ningún tipo de problema moral cuando se trata de mentiras que protegen la vida privada y, en especial, la vida sexual, mucho menos ante la ferocidad de la investigación Starr. Pero cuando se les presionaba, pocos sostenían que los derechos de privacidad automáticamente justificaran no sólo el silencio, sino también la falsedad; mucho menos que los funcionarios que, al tomar posesión de un cargo, han jurado respetar y defender la Constitución “sin ninguna reserva mental ni propósito de evasiva” se atrevieran a presentar intencionalmente un testimonio engañoso en los tribunales. Ahora bien, aun cuando los estadounidenses en su mayoría consideraron que el Presidente había procedido de manera equivocada en este aspecto, también rechazaron el proceso de destitución por parecerles un remedio muy severo y contaminado políticamente. El 12 de abril de 1999, un fallo de la juez federal Susan Webber Wright, en Little Rock, Arkansas, ayudó a producir una medida para cerrar estas controversias. Haciendo referencia al discurso televisado que, en agosto de 1998, Clinton dirigió a la nación, y el testimonio presentado bajo juramento en enero anterior, la juez Wright declaró al presidente Clinton culpable de haber cometido desacato civil al tribunal, por haber dado respuestas falsas y engañosas con el objetivo de obstaculizar el proceso judicial: Simplemente no se puede aceptar el uso de engaños y falsedades en un intento por obstaculizar el proceso judicial, por comprensible que haya sido su molestia por la demanda interpuesta por el demandante […]. Es necesario imponer sanciones, no sólo para reparar la mala conducta del Presidente, sino también para disuadir a otros que pudieran considerar ellos mismos emular al Presidente de los Estados Unidos incurriendo en alguna mala conducta que mine la integridad del sistema judicial.1 Con mentiras, chanchullos y maniobras ocupando un nivel tan prominente de las noticias en los años recientes, resulta natural preguntarnos si acaso la mentira no se está intensificando en toda la sociedad, y volver la mirada hacia periodos previos en los que la honestidad predominaba más. No obstante, habiendo escrito la primera edición en inglés de este libro en los años que siguieron a la guerra de Vietnam y al caso Watergate, me resisto a admitir, a falta de pruebas claras al respecto, que hoy día hayan quedado superadas las intricadas redes de engaños y secretos de ese periodo. Y soy escéptica en cuanto a los intentos dirigidos a medir las prácticas de mentir que nos rodean, dada la proporción de mentiras que nunca se descubren, las sombrías regiones de las verdades a medias, el autoengaño y la hipocresía, y los motivos de aquellos más liados en mentiras para contrarrestar todos los intentos por explorar sus actitudes. Estimar los niveles actuales de las mentiras es algo muy diferente de, digamos, estimar los promedios de pesos y estaturas. En retrospectiva, desde luego, es más sencillo detectar cambios en los niveles de engaño: las sociedades pasan por periodos de mayor o menor corrupción política, evasión fiscal y otras formas de mentiras consideradas aceptables por médicos y otros profesionales, así como por los individuos en su vida privada. Pero, independientemente de cómo se llegue a juzgar nuestra época en este sentido, lo que ya es cierto es que todos nosotros somos el blanco de una gran cantidad de mentiras, muchas más que en el pasado. Haya o no más mentiras “per cápita”, por decirlo así, de parte de políticos o abogados, el hecho es que estamos al tanto de muchas más mentiras de este tipo. Por mentirosos que puedan haber sido algunos en estas profesiones en etapas previas, el público no podía observarlos realmente en el acto de mentir, como es posible hacerlo ahora. Gracias al alcance global de los medios de comunicación, hoy día las audiencias de todo el orbe tienen acceso instantáneo a noticias acerca de fraudes, corrupción y estafas de muchos rincones del mundo —cuanto más sórdida o espectacular sea la historia, más “vale como noticia”—. Aun cuando muchos en los medios de comunicación dedican una atención desproporcionada a los rumores, los escándalos y las prácticas de engaño, hay otros que son una guía al dar cobertura también a cambios de la sociedad hacia una mayor honestidad y rendición de cuentas. Por ejemplo, en décadas recientes hemos visto un rotundo cambio en prácticas tradicionales de muchas sociedades sobre mentir a los enfermos graves y a los moribundos. El derecho de los pacientes a rechazar la cirugía y medidas que prolonguen su vida cuando no lo desean evidentemente carece de valor a menos que también se les conceda el derecho a tener información adecuada acerca de su condición. Existen movimientos similares que luchan por una mayor apertura sobre la adopción, el nacimiento fuera de matrimonio, las creencias religiosas y la orientación sexual. La idea común de que las mentiras en torno al sexo son más naturales y por lo tanto más justificables que otras está siendo cada vez más cuestionada por las víctimas de abuso sexual, y ante los estragos provocados por el sida y otras enfermedades de transmisión sexual. En las campañas políticas, la aversión pública hacia la propaganda a base de ataques engañosos y las tácticas de calumnia ha contribuido a que en varios estados se haya intentado repetidamente invitar a los candidatos a cargos públicos a firmar acuerdos para no recurrir a insinuaciones o acusaciones falsas. Y las comisiones de la verdad en países como Sudáfrica, El Salvador y Guatemala han trabajado para poner fin a décadas de información reservada y engaños en el ámbito de las prácticas de tortura, las masacres, las “desapariciones” y otros tipos de abusos. Siempre habrá tensiones entre fuerzas que presionen por una mayor honestidad o que defiendan una legitimidad más amplia del engaño. El enfoque sesgado de los medios de comunicación en las prácticas de engaño, sean impugnadas por un bando o...


Sissela Bok, filósofa y etnicista de origen sueco, es doctora en filosofía por la Universidad de Harvard y fue profesora de filosofía en la Universidad de Brandeis. Actualmente es investigadora del Harvard Center for Population and Development Studies en la Harvard School of Public Health.


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