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E-Book, Spanisch, 180 Seiten

Reihe: Textos de la filosofía universal

Confucio Analectas


1. Auflage 2020
ISBN: 978-84-254-4389-3
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection

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Reihe: Textos de la filosofía universal

ISBN: 978-84-254-4389-3
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Los Analectas de Confucio ofrecen profundas reflexiones y explícitos mensajes sobre la ética, la moral, el orden social, la gobernanza y los rituales que deberían regir el mundo. Pocos filósofos han influido tanto en la idiosincrasia de un pueblo como Confucio, quien se podría decir que ha acuñado la identidad cultural de la nación china. Su obra más importante son sus Analectas, cuya tesis central se basa en la Benevolencia, que es el 'amor al prójimo' y 'la lealtad y la tolerancia'. Asimismo, su obra refleja los ideales políticos del Maestro, quien siempre defendió 'gobernar por la virtud' en contra del despotismo y, como gran pedagogo, abogó por 'impartir la educación sin diferenciación de las condiciones socioeconómicas'. Contemporáneo de grandes filósofos como Parménides, Heráclito o Platón -quienes indagaron la esencia ontológica-, las enseñanzas de Confucio rebasan sin embargo los límites de la metafísica para extenderse a la literatura, a la erudición, a la política, a la religión, a la pedagogía y a la ética. Quizás justamente por esta peculiaridad, siguen vigentes sus razonamientos, consejos, moralejas, anécdotas e instrucciones, así como sus reflexiones, contenidas todas ellas, en las Analectas.

Confucio (551-479 a.C.), hijo de un militar del Estado de Lu y de descendencia noble, vivió durante el Período de Primavera y Otoño de China. Recibió una cuidada educación y a los treinta años se dedicó a la docencia. En su madurez empezó a ocupar cargos públicos, llegando a ser ministro del Estado de Lu. Pero con el cambio de soberano, perdió la confianza del nuevo rey y, profundamente decepcionado, emprendió un duro viaje por los distintos reinos vecinos, en busca de mecenazgo y algún puesto público. Tras años de peripecias infructuosas, Confucio volvió a su tierra natal, donde se dedicó de lleno a la docencia y a la corrección de los manuscritos clásicos. Shiru Chang es doctor en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid, catedrático de traducción de la Universidad de Lenguas Extranjeras de Beijing y actualmente director de la Fundació Institut Confuci de Barcelona. Conocedor de la cultura de los dos países, está dedicado a la enseñanza del español desde hace muchos años en la universidad, tarea que combina con la difusión de la cultura oriental en España e Iberoamérica. Es autor de numerosos libros, artículos en revistas especializadas y traducciones, y ha trabajado como intérprete para autoridades y sectores empresariales en numerosas ocasiones.
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Introducción


I

Según los criterios tradicionales, la civilización china data de unos cinco mil años, si bien en China y en las comunidades chinas de ultramar, cualquier tradición, tanto la macro tradición escrita, sostenida por la élite social, como la micro tradición, representada por la vida de los ciudadanos comunes y los campesinos o, en resumidas palabras, la idiosincrasia china, manifestada en cualquier acto y comportamiento de cualquier chino, no deja de tener su origen en una obra clásica: Las Analectas de Confucio, escritas en aquel Período-Eje de hace 2.400 años.

El concepto de Período-Eje fue planteado por el filósofo alemán Karl Jaspers, quien señaló que tras la prehistoria y la civilización de la remota Antigüedad, hacia el año 500 a.C., surgieron a nivel mundial algunos hechos transcendentales:

En China, Confucio y Lao-Tse eran muy activos y aparecieron todas las corrientes filosóficas incluyendo las de Mozi, Zhuangzi, Liezi y otras escuelas. Al igual que China, en India también aparecieron Upanishad y Buda, que indagaron las posibilidades filosóficas desde el escepticismo, materialismo, sofismo y hasta nihilismo. En Irán, Zarathustra enseñó un punto de vista desafiante al considerar que la vida humana es una lucha entre el bien y el mal. En Palestina, desde Elías, vía Isaías y Jeremías, hasta Isaías Segundo, surgieron muchos profetas. Grecia también conoció a un gran número de filósofos tales como Homero, Parménides, Heráclito, Platón y muchos autores de tragedias, así como Tucídides y Arquímedes. En aquellos siglos, todo lo que encerraban aquellos nombres se desarrolló casi simultáneamente en China, India y Occidente, los cuales no se conocían entre sí.1

Jaspers denominó este período «Eje» de la historia mundial:

La humanidad siempre ha vivido en dependencia de lo que el hombre pensó y creó en ese Período del Eje, y en cada salto adelante que se ha dado la gente ha tendido a recordar esa época y ha reencendido las llamas de su inspiración. A raíz de eso, así siempre ha sido el caso, la resucitación y el retorno de la potencialidad del Período del Eje, o su renacimiento, siempre nos ha proporcionado nuevo ímpetu espiritual.2

Tal como afirmó Talcott Parsons, en esa era de gran resplandor, los orígenes de las cuatro grandes civilizaciones del mundo, Grecia, Babilonia, India y China, experimentaron un «salto filosófico», en el sentido de que la humanidad adquirió conocimientos bastante racionales sobre el origen del universo en el que vive el ser humano, y una nueva concepción respecto de su posición y la razón por la cual el ser humano es así denominado.

En China no se puede hablar de ese «salto filosófico» sin mencionar a Confucio ni sus Analectas. Podemos afirmar que la filosofía china es de carácter ético y el sistema filosófico gira en torno a las doctrinas de la ética y la moral. Si decimos que las distintas formas culturales de Occidente buscan predominantemente la Verdad, en China estas han enfatizado la Virtud. En los tiempos antiguos, la primera clase que se impartía a los discípulos, tanto de letras, erudición, como de artes marciales, siempre se centraba en cómo comportarse y cómo cultivar «la moral». Los profesores pedían a los alumnos o discípulos aprender de memoria algunas máximas y lemas que, en la mayoría de los casos, procedían de las Analectas de Confucio.

Tras varios decenios de abandono, los recursos de la moral tradicional de China se han convertido en cosas raras en las grandes ciudades, de forma que, frecuentemente, los que sostienen la moral y la ética son considerados como retrasados mentales. Hasta tal punto, que hay gente que critica que el mundo de hoy esté plagado de esa espantosa búsqueda de goces materiales y un afán desmesurado por el dinero. Sin embargo, en algunas zonas rurales pobres y remotas donde «todavía prevalece el subdesarrollo», aún subsisten los conceptos éticos y morales contenidos en los cánones clásicos de la Antigüedad. Lo que dicen y hacen los hombres y mujeres del campo, que probablemente no saben leer ni escribir, demuestra en todo momento la ética fundamental del trato humano: benevolencia, justicia, cortesía, inteligencia, honestidad, fidelidad, amor filiar, cordialidad, bondad, urbanidad, austeridad y condescendencia, etc. Además, educan a los hijos con su propio ejemplo, infundiéndoles espontáneamente estos principios morales. En algunas memorias que evocan los tiempos de la Revolución cultural solemos encontrar relatos de cómo algunas personas eran perseguidas, heridas tras la violenta crítica y bruscos tratos, y desterrados al campo, donde encontraban un trato cordial y un cuidado esmerado de la gente rural, lo que pone en evidencia nuestra afirmación. Este fenómeno de «buscar en el campo aquellos ritos que se han perdido» pone de manifiesto que los conceptos morales tradicionales son inmortales y están profundamente arraigados en la mentalidad de la gente. Al mismo tiempo, esto nos señala que no se puede «desdeñar toda la riqueza de la propia familia, e imita a un niño mendigo pidiendo limosna en la calle.» (Versos de un poema de Zhu Xi). Por eso es menester que repasemos las Analectas de Confucio, porque constituyen el «Manual de la Vida» para los chinos.

Pero al fin y al cabo, ¿Qué dicen las Analectas de Confucio?

A lo largo de la historia, siempre ha habido dos criterios. La mayoría de estudiosos de las Analectas consideran que esta obra habla fundamentalmente de la benevolencia (Ren), mientras que otros sostienen el predominio de los ritos. Nos referimos a Wang Yuan, Dai Zhen, Chen Feng, Wang Xianqian, y algunos estudiosos modernos como Liu Yizheng, Li Dazhao, Chen Duxiu, Hou Wailu, Cai Shangsi y Zhao Jibin, entre otros.

El Sr. Yang Bojun afirma que el postulado esencial de las Analectas es la benevolencia, para lo cual ha hecho una estadística: en las Crónicas de Primavera y Otoño, de Zuo Qiuming, hay 462 menciones de ritos, mientras que de la benevolencia solo se habla en 33 ocasiones. En cambio, en las Analectas solo hay 75 menciones de ritos (según el Diccionario de las Analectas, hay 74 menciones de ritos; véase la Versión moderna y notas de las Analectas, p. 311), al tiempo que se menciona 109 veces la benevolencia (véase la Versión moderna y notas de las Analectas, p. 16).

Creemos que el pensamiento esencial de las Analectas es, efectivamente, la benevolencia.

La benevolencia de las Analectas no debe ser abordada desde una perspectiva unilateral ni con el mismo rasero. En sentido amplio, se refiere a la aplicación de una política benevolente en todas las tierras bajo el cielo; en sentido estricto, se refiere al amor al prójimo. Eso es la fidelidad y la tolerancia, y también los principios fundamentales del comportamiento humano: piedad filiar a los padres y amor y respeto hacia los hermanos mayores. Es muy difícil llegar a ser un verdadero benevolente, pero cualquier persona puede hacer poco a poco las obras de caridad en cualquier momento y sitio. A continuación se describen las prácticas de benevolencia y virtud:

1. La benevolencia es algo que diferencia esencialmente al ser humano de los animales. Mientras vivamos, deberíamos realizar actos de benevolencia y virtud que constituyen el ambiente y la meta más elevados que perseguimos en nuestra vida. Las personas que abrigan grandes ideales, por un lado, deberían coexistir constantemente con la benevolencia, sin abandonarla jamás; por el otro deberían asumir como su propia responsabilidad promover la práctica de la benevolencia en todas las tierras del mundo.

Confucio dijo: «La benevolencia es propia del ser humano» (Libro de los ritos. Doctrinas de la moderación). «La riqueza y el honor son aspiraciones del hombre. Pero si solo puede conseguirlos en detrimento del Camino Justo, el caballero tendrá que renunciarlos. La pobreza y la humildad son detestadas por el hombre, pero si solo puede evitarlas en detrimento del Camino Justo, tendrá que aceptarlas. Si un caballero abandona las virtudes para engrandecer su prestigio, ¿cómo puede considerarse como tal? El caballero no actuará nunca contra los principios de la benevolencia y la virtud, ni siquiera por un instante tan breve como el que se tarda en comer, ni en la premura de tiempo y precipitación, ni en la tribulación de las andaduras» (Li Ren). Una vez, Confucio elogió a su alumno Yan Hui con la exclamación de «realmente admirable», ya que este era de tal condición que durante tres meses no tuvo en su mente nada que fuera contra la benevolencia (Yong Ye).

La benevolencia es el ideal por el que luchamos toda la vida. «Un letrado debe tener una gran amplitud de mente y ser firme, puesto que tiene una gran responsabilidad y un camino largo. Al tomar la benevolencia como una responsabilidad propia, ¿acaso no supone pesada su carga? Permanecer luchando hasta la muerte, ¿no supone un largo andar?» (Tai Bo). Con el propósito de defender los principios de la benevolencia, incluso no se escatima en sacrificar la vida: «Los letrados determinados y los hombres benevolentes no buscarán subsistir a expensas de la virtud. Preferirán sacrificar la vida para preservar la integridad de la virtud» (Wei Ling Gong»).

La benevolencia constituye el ideal y el objetivo más loable del hombre; es un concepto amplio que alberga términos subordinados como la justicia, la lealtad, la tolerancia, la piedad...



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