E-Book, Spanisch, Band 435, 140 Seiten
Reihe: Teatro
de Vega y Carpio Noche de san Juan
1. Auflage 2010
ISBN: 978-84-9897-741-7
Verlag: Linkgua
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
E-Book, Spanisch, Band 435, 140 Seiten
Reihe: Teatro
ISBN: 978-84-9897-741-7
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Félix Lope de Vega (Madrid, 1562-1637). España. El que fuera llamado 'Fénix de los ingenios españoles', Félix Lope de Vega Carpio, nació en Madrid a finales de 1562. Su padre, el artesano bordador Félix de Vega, y su madre, Francisca Fernández Flórez, eran, probablemente, oriundos del valle de Carriedo (Cantabria), y se trasladaron a Madrid hacia 1561. El origen humilde de Lope de Vega sería transformado por él mismo en una imaginada hidalguía; de hecho, Lope siempre fue dado a investirse con atributos que le favorecieran y nunca ocultó su abultado deseo de fama y éxito. Sea como fuera, cristiano viejo o converso, lo que sí refleja su obra es una completa y cabal asimilación de los valores imperantes en la sociedad de su tiempo. Lope estudió primero en la escuela madrileña de Vicente Espinel, por quien siempre demostró estima y admiración, y después en un colegio jesuita que, años después, se llamó colegio Imperial. Posteriormente, al parecer entre 1577 y 1581, estudió en la Universidad de Alcalá de Henares, aunque no consta que obtuviera ningún título. Es probable, también, que siguiera algunas lecciones en la Universidad de Salamanca. Tras servir, desde muy joven, al obispo de Cartagena, inquisidor general y más tarde obispo de Ávila, don Jerónimo Manrique, Lope se alista en una escuadra de navíos y, en junio de 1583, zarpa de Lisboa rumbo a la isla Terceira (Azores), donde habían de combatir al prior de Crato, aspirante al trono portugués entonces en manos españolas a través de Felipe II. Acabada su misión, Lope regresa e inicia una de sus primeras relaciones amorosas, de entre las numerosas que se le atribuyen. Se trataba de Elena Osorio (su Filis), mujer bella y cultivada, hija de un empresario y actor teatral, la cual estaba separada de su marido (un actor). Lope escribiría algunas comedias para el padre de Elena. Años después, en 1587, tras enterarse de que Elena planeaba sustituirle por un influyente personaje madrileño (Francisco Perrenot Granvela), Lope difundió unos poemas infamantes contra ella y su familia, lo que le valió un destierro judicial de Madrid, por cuatro años, y de Castilla, por dos. En mayo de 1588, Lope toma por esposa a Isabel de Urbina Alderete (su Belisa), en Madrid. Isabel pertenecía a una familia muy influyente y de linaje antiguo, y es probable que el casamiento, aunque se realizó por poderes, pasara antes por algunas dificultades y supusiera la violación de la orden judicial por parte del escritor, que tenía prohibido regresar a la capital. Tras su boda, y ante la imposibilidad de estar en Madrid con su esposa, es probable que Lope de Vega se alistara como voluntario, junto a su hermano Juan, en la Armada Invencible, a bordo del galeón San Juan. Tras el fracaso de la expedición, en la que su hermano perdió la vida, Lope estará sucesivamente en Cádiz, Toledo, donde se reúne con Isabel (violando la orden de destierro), y Valencia, donde se establece el matrimonio hacia 1589. Valencia era una de las principales ciudades españolas, y su actividad teatral era de las más notables; allí se relacionó con dramaturgos locales como Francisco Tárrega, Carlos Boyl, Gaspar Aguilar y Guillén deCastro. Su actividad como escritor de comedias pasó de ser un divertimento a una actividad profesional con la que sostenía a su familia y con la que iba ganando creciente fama y
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Jornada segunda
Salen Doña Blanca y Antonia.
Blanca Largo día.
Antonia Temerario.
Blanca Nunca le he visto mayor.
Antonia Es, en secretos de amor,
la luz el mayor contrario.
Blanca ¡Ay, noche, que siempre en ti
libra amor sus esperanzas,
corre, que si no le alcanzas
no queda remedio en mí!
Apresura el negro coche
donde las mías están,
ya que fuiste de San Juan,
que es la más pública noche.
De Europa, en el mar te baña
sobre el amoroso toro,
y ven con máscara de oro
desde las Indias a España.
Si, coronada de rosas,
esperan otros amantes
la aurora, yo los diamantes
de tus alas perezosas.
Despierta, noche, que estoy
sin vida por ti. ¿Qué aguardas?
Pero tanto más te tardas
cuanto más voces te doy.
Antonia Haste aliñado tan presto,
que has hecho mayor el día.
Blanca Previene amor la osadía,
y él me ha vestido y compuesto;
que ya mi hermano ha sabido
que quiero salir al Prado,
porque con esto, engañado,
no repare en el vestido.
¿Has avisado al cochero?
Antonia ¿A las cuatro de la tarde
le he de avisar?
Blanca ¡Qué cobarde
me entretiene el bien que espero!
Todo pienso que ha de ser
estorbo a mi pretensión.
Antonia La misma imaginación
no te deja entretener.
Suspende solo un momento
al pensamiento el cuidado.
Blanca Ya pienso, y lo que he pensado
es el mismo pensamiento.
¿Aguardaré desta suerte
a don Pedro?
Antonia Tal estás,
que, con ser mujer, me das
mis ansias de hablarte y verte.
Blanca ¿Tendrá mi propio cuidado
don Pedro?
Antonia En la calle está.
Blanca ¿Podrá verme?
Antonia Bien podrá;
pero no será acertado.
Blanca ¿Si vio hacer las escrituras?
Antonia Todo pienso que lo vio.
Blanca ¿Y quieres que tenga yo
mis esperanzas seguras?
Yo muero, y la noche duerme,
¡ay de mí!
Antonia Sosiega un poco.
Blanca Mejor podrá mi amor loco
matarme que entretenerme.
Antonia Toma un libro que hay aquí
de comedias.
Blanca ¿Para qué?
Pues si es de amores, yo sé
que él puede buscarla en mí.
¿No has visto aquellos afectos
tan vivos de dos amantes?
Pues di a los representantes
que vengan a hurtarme afectos.
Antonia A lo menos tú pudieras
imitar sus relaciones
con que tus locas pasiones,
amorosa, entretuvieras.
Blanca Bien dices, y tú serás
la criada de la dama.
Antonia Di, que ya el vulgo te aclama,
si acción a los versos das.
porque en muchas ocasiones
que prevenirle pretende,
celebra lo que no entiende
no más de por las acciones.
Blanca Una mañana de abril,
cuando nueva sangre cobra
cuanto en tierra, en aire, en agua
o corre, o vuela, o se moja;
cuando por los secos ramos
nuevo humor pimpollos brota,
en cuyas pequeñas cunas
están los frutos sin forma;
cuando filomenas dulces
cantan, y piensan que lloran,
haciendo músicos libros
de los álamos las copas
con achaques del color
(invención de gente moza,
que contra el recogimiento
tal vez por remedio toma)
bajé a la Casa del Campo,
cuando la celeste concha,
abierto el dorado nácar
flores bañaba en aljófar.
Llevaba por compañía
esas dos esclavas solas,
que por el color pudieran
servir para el Sol de sombra.
Tuve licencia de entrar,
y entre los cuadros que a Flora
viste de tomillo el arte
lazos de sus verdes orlas,
anduve mirando fuentes
que despeñadas se arrojan
de la altura en que se crían
a lo llano, en que se postran.
Las nuevas rosas cogía
de las ramas espinosas
tan doncellas, que aun guardaban
la clausura de las hojas.
Las que mostraban color
abríalas con la boca,
trocando aliento con ellas
por quedarme con la copia.
Miraba otra vez atenta
aquella estatua famosa
del nieto de Carlos Quinto,
que ya los cielos coronan;
padre de nuestro divino
monarca y señor, que adoran
dos mundos, por quien España
tantas esperanzas logra,
y aquel valiente caballo,
que renueva la memoria
del que llevaron los griegos
fatal engaño de Troya,
tan vivo, que imaginaba
que escuchara temerosa
los relinchos por Atlante
de tanta grandeza heroica.
Un obelisco de mármol
no lejos, por unas diosas
y sátiros vierte plata
sobre las inquietas ondas.
Hay unos olmos enfrente,
que de yedras trepadoras
han hecho eternos vestidos,
galas de su verde pompa.
Allí me senté cansada,
cuando por la senda propia
vino don Pedro a matarme,
que yo no pienso otra cosa.
Mira tú si son estrellas
las que las almas provocan;
pues se me turbó la mía
con unas nuevas congojas.
Aquí puedes tú pensar
qué palabras, qué lisonjas
me diría, cuando a un hombre
la soledad ocasiona.
Allí entró por las esclavas,
esto del Sol y la sombra,
y que tras la noche negra
venía la blanca aurora.
Que era yo la primavera,
y que presidiendo a todas
las flores, las repartía
colores blancas y rojas.
Oíle, y vi ser verdad,
que no importa que la honra
sea diamante, cuando hay cera
por donde ternezas oiga.
Como si le hubiera visto
y concertado las horas
que había de estar allí,
hace que a los pies me pongan
una toalla, dos cajas,
ésta azahar, aquélla alcorzas.
Y muy hallado conmigo,
suena la música ronca
en un cubo que traía
su poco de cantimplora
(y de plata, por lo menos).
Y quitándole a una bota,
de aquello que a un hombre afrenta
una torneada gorra,
enjuaga un criado aprisa
una cristalina copa
y me brinda el tal galán,
como si fuera su novia.
Para este brindis había
una colorada lonja,
por quien Garrobillas hace
que gasten tantas arrobas.
Yo atónita del suceso
y del hombre estaba absorta,
y comiendo por los ojos,
aun no acertaba a la boca.
Acabóse aquesta fiesta
y comenzamos por otra,
que fue pedirme una mano.
(Tengo por cosa notoria
que compañeros de mesa
luego apelan a las bodas.)
Allí le dije quién era,
y él, la cara vergonzosa,
retira la mano al pecho
y el pensamiento reporta.
Pidiome perdón,...




