E-Book, Englisch, Spanisch, Band 158, 205 Seiten
Reihe: Breviarios
Finley El mundo de Odiseo
1. Auflage 2023
ISBN: 978-607-16-7673-3
Verlag: Fondo de Cultura Económica
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
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ISBN: 978-607-16-7673-3
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Incursión al universo de la Grecia antigua a través de los famosos poemas La Ilíada y La Odisea de Homero. Un mundo tan especial que el autor considera que debemos conocerlo a fondo, para que no creamos, al leer aquellas obras, que Homero tenía una idea muy extraña de lajusticia, o que sus personajes no se comportan como seres humanos verdaderos.
Moses I. Finley (Nueva York, 1912-Cambridge, 1986), historiador y especialista en la antigua Grecia, fue perseguido por la política de posguerra en Estados Unidos y emigró a Inglaterra en los años cincuenta, donde se desempeñó como profesor en Cambridge. De su autoría, el fce ha publicado también La economía de la Antigu?edad.
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I. HOMERO Y LOS GRIEGOS
“POR CONVENIO general de los críticos —escribió el doctor Johnson—, la primera alabanza al genio le es debida al escritor de un poema épico, porque éste requiere la reunión de todas las fuerzas que son, cada una por separado, suficientes para otras composiciones.” Estaba pensando en John Milton cuando dijo eso, y terminó su biografía del poeta inglés con las siguientes palabras: “Su obra no es el más grande de los poemas heroicos únicamente porque no es el primero”. Ese título lo ha ocupado para siempre Homero, a quien los griegos llamaron simplemente “el poeta”. Ningún otro poeta, ninguna otra figura literaria en toda la historia ocupó, por tal motivo, un lugar en la vida de su pueblo como lo hizo Homero. Fue su símbolo preeminente de nacionalidad, la autoridad intachable de su historia primitiva, y una figura decisiva en la creación de su Panteón, e igualmente su más amado y constantemente citado poeta. Nos dice Platón que había griegos que creían firmemente que Homero “ha formado a Grecia; que leyéndolo se aprende a gobernar y dirigir bien los negocios humanos, y que no puede hacerse cosa mejor que regirse por sus preceptos”.1 Frente a tal juicio, se empieza viendo la Iliada o la Odisea como una Biblia o como un gran tratado de filosofía, para encontrarse solamente con dos largos poemas narrativos, uno de ellos dedicado a unos pocos días de la guerra de diez años entre griegos y troyanos, y el otro a los contratiempos de Odiseo (a quien los romanos llamaron Ulises) durante el regreso a su patria. Homero era el nombre de un hombre, no el equivalente griego de “anónimo”, y éste es el único dato cierto sobre él. Quién era, dónde vivió, cuándo hizo sus composiciones poéticas, son cuestiones que no podemos contestar con seguridad, como no pudieron hacerlo los mismos griegos. En verdad, es probable que la Iliada y la Odisea que leemos fueran obra de dos personas, y no de una sola. Están en el comienzo de la existencia de la literatura griega (y por consiguiente de las letras europeas), acompañadas de los escritos de Hesíodo, quien vivió en Grecia central, en el distrito llamado Boecia. Los eruditos modernos piensan que seguramente la Iliada, y probablemente también la Odisea, no fueron compuestas en la Grecia continental, sino en una de las islas del Mar Egeo, o quizás más lejos hacia Oriente, en la península del Asia Menor (actualmente Turquía). Y creen que el periodo entre los años 750 y 650 a.C. fue el siglo de esta primera literatura suya. Acerca de la larga historia de los griegos, anterior a los tiempos de Homero y Hesíodo, solamente quedan los restos de las tablillas micénicas recientemente descifradas, de los siglos XIV y XIII a.C. y el mudo testimonio de las piedras, la alfarería y los objetos metálicos desenterrados por los arqueólogos. El análisis intrincado de los restos y de los nombres de lugares ha demostrado que el pueblo que hablaba la lengua griega, pero que ignoraba el arte de la escritura, apareció en la escena hacia el año 2000 a.C. Nadie sabe de dónde vinieron originalmente. En los días de Platón, unos mil quinientos años más tarde, se habían extendido en un inmenso territorio, desde Trebisonda, cerca del extremo oriental del Mar Negro, hasta las costas mediterráneas de Francia y del norte de África, contando entre todos quizá cinco o seis millones de almas. Aquellos inmigrantes no fueron en modo alguno los primeros habitantes de Grecia, ni vinieron como conquistadores altamente civilizados a dominar tribus salvajes. Los arqueólogos han descubierto datos reveladores de civilizaciones pregriegas avanzadas, algunas mostrando huellas pertenecientes a la Edad de Piedra, anteriores al año 3000 a.C. Con mucho, el nivel del progreso social y material en aquella región superaba al de los recién llegados. Cuando llegó el pueblo que hablaba la lengua griega, no era una emigración en masa, ni era una horda que todo lo arrasaba, ni un gran convoy de carretas atravesando el difícil terreno montañoso de la Grecia septentrional, así como tampoco una expedición colonizadora organizada, sino que más bien se trató de un proceso de infiltración, quizá con uno o dos movimientos en masa, que duró casi mil años. La mente humana sufre extraños errores en las perspectivas del tiempo cuando se somete a consideración el pasado remoto: los siglos se convierten en años y los milenios en décadas. Exige un esfuerzo consciente rectificar esta idea para apreciar que una infiltración a través de varios siglos no les parece a los participantes un simple movimiento organizado. Dicho de otro modo: ni los griegos, ni los nativos en cuyo mundo entraron aquéllos, tuvieron probablemente idea alguna de que algo grande e histórico estaba ocurriendo. En lugar de esto, veían presentarse pequeños grupos, algunas veces pacíficos y de ninguna manera dignos de tomarse en cuenta, otras veces perturbadores e incluso violentos destructores de vidas y modos de vida. Tanto biológica como culturalmente aquellos siglos fueron de constante mezcla. Se recuerda esto claramente en la Odisea, cuando dice Odiseo, mezclando nombres griegos y aborígenes: En medio del sombrío ponto, rodeada del mar, existe una tierra hermosa y fértil, Creta; donde hay muchos, innumerables hombres, y noventa ciudades. Allí se oyen mezcladas varias lenguas, pues viven en aquel país los aqueos, los magnánimos cretenses indígenas, los cidones, los dorios, que están divididos en tres tribus, y los divinales pelasgos.2 Los restos de esqueletos muestran la fusión biológica; el lenguaje y la religión aportan la prueba principal con respecto a la cultura. El producto final, después de mil años poco más o menos, fue el pueblo histórico que llamamos los griegos. En el sentido verdadero, los emigrantes originales no eran griegos; pero el pueblo que hablaba griego y que llegó a ser elemento único en un compuesto posterior es el que puede reclamar con razón ese nombre. Los anglos y los sajones en la Gran Bretaña presentan una analogía adecuada: no eran ingleses, pero habían de hacerse algún día ingleses. Tardaron los griegos más de mil años en adquirir un nombre suyo propio: y actualmente tienen dos. En su propio lenguaje son helenos y su nación es la Hélade. Graeci es el nombre que les dieron los romanos y que adoptó más tarde toda Europa. Por otra parte, en la Antigüedad sus vecinos orientales usaban además un tercer nombre para llamarlos: jonios, los hijos de Javán del Antiguo Testamento. Y los tres son tardíos, porque no encontramos ninguno de ellos en Homero. Él llamó a su pueblo argivos, dánaos, y más frecuentemente aqueos. Ahora bien, los aqueos aparecen ya muy temprano en fuentes no griegas. En el gran archivo hitita descubierto en Boghaz-Keui, en el norte de Turquía central, hay varias referencias, en el periodo de 1365 a 1200 a.C., a un reino llamado Aquiyava en lengua hitita, uno de cuyos gobernantes se llamaba Atarshiyash. Por diversas razones bien puede identificarse Aquiyava con Aquea, y quizás Atarshiyash con Atreo, en los poemas homéricos padre de Agamenón, el comandante en jefe griego, y de Menelao, rey de los espartanos y marido de Helena de Troya. No puede localizarse Aquiyava con ninguna seguridad; pero es probable que hubiese sido o bien la isla de Rodas o algún lugar en la Grecia continental. Mas, sea lo que fuere, no fue sino un reino local dentro del área total griega, y nada más. Es inútil especular acerca de cuándo vino a ser aplicada a los griegos la palabra “aqueos”, o por qué ocurrió. Desde luego, en 1350 a.C. todavía no se llamaban así. Cerca del final del siglo siguiente encontramos de nuevo a los aqueos, esta vez como participantes con otros pueblos en una gran campaña marítima contra Egipto, que fracasó. El monarca victorioso, el faraón Merneptah, hizo inscribir la lista de sus cautivos y trofeos en los muros del templo de Karnak, junto al Nilo. Una anotación se refiere a los aqueos, “cuyas manos fueron cortadas porque no tenían prepucio”.3 La circuncisión era práctica bastante común en el Mediterráneo oriental; pero era absolutamente desconocida entre los griegos en los tiempos históricos. El pueblo de Aquiyava, que era bastante poderoso para hacer incursiones en Egipto y en el territorio hitita, estaba aún evidentemente en la etapa de formación para ser griego, sin serlo todavía. Cuando el nombre local “aqueo” llegó a ser la denominación para todos los griegos, aunque no fuese el nombre exclusivo y sólo durante un breve periodo antes de ser remplazado por el de “heleno”, el periodo formativo se puede considerar terminado: el nombre común es el símbolo de que la historia griega propiamente dicha ha comenzado.* Para nosotros, eso ocurre con la Iliada. No hay que decir que la formación de un pueblo y una civilización griegos no fue un proceso planeado ni, en sentido alguno, un proceso consciente. Ensayos, errores e imitaciones fueron las técnicas principales, de suerte que cierta medida de diversidad social y cultural, con frecuencia del más extraño género, fue característica de la Hélade en su infancia. Ciertamente, el ritmo y la dirección del cambio continuaron variando a lo largo de la historia griega. Sin embargo, un elemento fue notablemente estable en todo tiempo. La lengua con la cual entraron los emigrantes en Grecia se clasifica como miembro de la numerosa familia indoeuropea, que comprende las antiguas lenguas de la India...