E-Book, Spanisch, 176 Seiten
Graves Para subir hay que bajar
1. Auflage 2024
ISBN: 978-1-5140-0987-1
Verlag: IVP Español
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Olvidándote de ti mismo, llegas a ser tú mismo
E-Book, Spanisch, 176 Seiten
ISBN: 978-1-5140-0987-1
Verlag: IVP Español
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark
Marlena Graves (MDiv, Northeastern Seminary) es una profesora asociada en Northeastern Seminary en Rochester, New York. Es la autora de Para subir hay que bajar, Forty Days on Being a Nine y A Beautiful Disaster.
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Kénosis
EL MISTERIO DE NUESTRA SALVACIÓN
Todo el misterio de la economía
de nuestra salvación consiste en el anonadamiento
y envilecimiento del Hijo de Dios.
Si pudiera hacerme sirviente de todos,
ningún lugar más humilde.
Estaba sola en nuestra cocina, mirando por la ventana unas amenazantes nubes grises. Me puse a regañar a Dios: “¡Señor, no queda nada! Estoy vacía. Estéril. Tu pueblo, o los sinvergüenzas que lo dicen ser—y sabes tú que en mi corazón tengo palabras aún más fuertes para ellos—son una camarilla de pirómanos que prendieron fuego a toda nuestra comunidad cristiana. No cometimos ninguna injusticia, pero sin embargo dejaste que la quemaran hasta los cimientos. ¡Y luego los dejaste sin castigo! Hemos renunciado a todo para seguirte. ¿Acaso podrían los mansos heredar la tierra en lugar de ser pisoteados?”
Parece que Dios siempre me tiene cargando una cruz u otra.
Me descargo de una y de inmediato me toca recoger otra.
Continué mi letanía de quejas: “¿Qué gloria hay en esto? ¿Qué más quieres de mí? No me queda nada para dar. Nada. Estoy en vacío. Hueso seco. Debes cambiar mi nombre a Mara, porque como Noemí estoy amargada.”
Un momento después arrojé el guante: “¿Es así como tratas a tus amigos?”
Esta pregunta la robé de Santa Teresa de Ávila. Una anécdota cuenta que Teresa viajaba con un grupo de sacerdotes y monjas, en camino a establecer un convento nuevo. Mientras la comitiva santa cruzaba un arroyo, su burro la lanzó por los aires y ella se cayó. En ese momento oyó al Señor decirle: “Así trato a mis amigos.” Sin titubear, ella replicó: “Es por eso que tienes tan pocos.” Ufff, ¡cómo me suena esa respuesta!
En otra ocasión caracterizó la vida como “una noche pasada en una posada incómoda.” Cuando probé ese dicho en la oración, diciéndole a Dios que mi vida también se sentía como una posada incómoda, el Señor respondió sin demora alguna: “Bueno, al menos tienes donde reposar tu cabeza. Y al menos hay espacio en la posada para ti.”
Ya veo cómo eres de gracioso, Señor.
Me doy permiso para hablar libremente con Dios basado en la Biblia, especialmente los salmistas, y la gran nube de testigos a lo largo de la historia. Paso mis días y noches diciéndole lo que pienso: oraciones, alabanzas, lamentos, disgustos con la política evangélica y nacional, depresiones, sueños y bromas.
A veces Dios y yo nos encontramos con una risa desgarradora, por ejemplo en la iglesia cuando personas bien intencionadas cantan con fervor pero horriblemente desentonadas. Cada vez que me toca presenciarlo, pierdo la compostura. Me río con una fuerza que me deja temblando, bañada en lágrimas. Tengo que dejar mi asiento para huir al baño y recuperar la compostura. Mi peor pesadilla ocurre cuando estoy ayudando a dirigir el servicio y alguien se pone a cantar desafinado en voz altísima. Desesperadamente bajo la mirada como si estuviera orando o contemplando en silencio la letra del himno. La verdad es que estoy tratando de no morirme de risa, y deseo no hacer sentir mal a nadie ni distraer a la congregación—lo cual, afortunadamente, sucedió solo una vez, pero esa historia es para otro momento.
En otras ocasiones me quedo abrumada por la santidad de Dios y me acuesto postrada, sin palabras, porque Dios es santo y absolutamente trascendente. Mysterium tremendum.
SIEMPRE EN MI PENSAR
Cuando yo era pequeña, a veces mi papá, a quien amo profundamente, se volvía chistoso. Intentó complacernos a mí y a mis hermanos, y también expresar amor, interpretando la canción “Always on My Mind” (Siempre en mi pensar) del icónico cantante de country Willie Nelson. Sobre todo mi padre se complacía a sí mismo en esos momentos. Mi hermana Michelle y nuestros hermanos Kenny, Marco y yo aplaudíamos. Papá sonaba como un lobo aullando. Tal vez por eso no puedo controlarme cuando alguien canta desafinado.
Pero supongo que si tuviera que jugar con la letra de la canción cambiando de lugar a lugar, podría darle una serenata a Dios con “Siempre estás en mi pensar. Siempre estás en mi pensar.” Padre, Hijo y Espíritu Santo—Dios en tres personas, la santísima Trinidad—están para siempre en mi pensar. El Dios trino está en mi conciencia dondequiera que esté y en cualquier condición en la que me encuentre, incluso si me pongo a alegar con él y él elige responder en silencio.
Cuando Dios calla y la oscuridad cubre la faz de mi tierra, simplemente tomo un número y hago fila con Job, Jesús y todos aquellos a lo largo de milenios a quienes Dios ha respondido sin palabras ni aclaraciones. Mis berrinches más ruidosos, mis protestas más brillantes y las agonías que me retuercen las entrañas rara vez obtienen una respuesta directa, ni respuesta alguna a decir verdad.
A pesar de creer que ya me he dado cuenta de esto, en algún momento ya no soy capaz de quedarme quieta en la sala de espera de la vida. Me levanto de la silla y pruebo una táctica diferente. Camino de un lado a otro como un animal enjaulado. Pisoteo en el suelo. Hago todo el ruido que pueda. Muevo mis manos como una ridícula probando diferentes payasadas para llamar la atención de Dios.
Cuando eso no funciona, me dirijo directamente a la puerta de Dios y empiezo a preguntar, buscar y tocar—no, más bien golpear. Sé que estás ahí. ¿Cuándo vas a dar la cara? Me imagino que seré la viuda persistente.
Pero Dios persiste en responder en su propio tiempo, a su manera y en sus propios términos. Me veo obligado a volver a sentarme, a confiar en él en lugar de ceder a la desesperación mientras él mantiene su derecho a permanecer en silencio. No puedo soportarlo. Solo puedo confiar en Dios en la nueva ronda de espera con la ayuda de los demás. Por mi cuenta, me derrumbo.
Y, sin embargo, aún la sala de espera de mi vida sigue siendo embrujada por Dios. Realmente, lo que soy es una ebria de Dios, una borracha asombrada.
Tengo una necesidad diaria y desesperada de Dios, que a veces se manifestaba como hambre física cuando era niña, un vacío que era una especie de ayuno involuntario. Todo se fusionó en mi conciencia constante de la presencia manifiesta de Dios, en su estar siempre en mi pensar, siempre delante de mí. Y a pesar de mis años de entrega, aún ahora a veces me encuentro vacía. Me pongo a reñirle e insinuar su traición. ¿Cómo puede ser esto?
No lo sé.
Igualmente, no sé cómo Satanás podría haberse apartado de Dios. O cómo Adán y Eva pudieron haber pecado cuando tenían todo lo que podían haber deseado en Dios. O cómo Judas pudo haber traicionado a Jesús después de pasar tres años con él. O cómo Pedro traicionó a Jesús descaradamente poco después de prometer que nunca lo haría.
EL CAMINO DE JESÚS: VACÍOS PARA LLENARNOS
Después de reprender a Dios en mi cocina, no tenía más que decir. Dejé de hablar. Eventualmente, en el silencio entre nosotros, lo escuché responderme en un leve susurro. En esta ocasión no quedó en silencio. Esto es lo que dijo: “Sólo cuando estés vacía te podrás llenar.” Y “Mi fuerza se perfecciona en tu debilidad.”
Estos mensajes no eran lo que yo esperaba.
Es apenas recientemente que he comenzado a despertar a las profundidades de esta palabra para mí, sus particularidades, y al conocimiento de que vaciarse para que Dios me llene a mí (y a cualquiera de nosotros) es el camino hacia una comunión más profunda con él. Nos lleva a las profundidades y glorias del reino.
La corriente de Dios tiene el propósito de alejarme cada vez más de las orillas del egocentrismo. En el océano de la gracia no puedo aferrarme a mi voluntad ni a las ilusiones que poseo; tengo que nadar viviendo en la plenitud de la realidad. Dios tiene la intención de hacerme más real, una imagen menos distorsionada de él. A medida que me parezco más a él, me vuelvo más humana. A su vez, lo amaré a él y a los demás con un amor más profundo. Me volveré dependiente de Dios para que me energice con su vida.
Dios tiene la intención de hacerme más real, una imagen menos distorsionada de él.
Si quiero estar llena, abierta a recibir abundante gracia, más humana, desinteresada, primero debo vaciarme. Él debe crecer y yo debo disminuir (Juan 3:30). La palabra que descubrí es kénosis. Pon atención, no es que la palabra fuera nueva para mí. Al contrario, ya estaba bastante familiarizada con la idea. Pero una cosa es definirla y discutirla de manera desapegada, mantenerla a una distancia segura. Otra cosa es cuando Dios nos llama a ponerla en práctica. Y siempre nos llama a ponerla en práctica.
La kénosis es un anonadamiento voluntario, una renuncia a mi voluntad a favor de la de Dios. Es una vida caracterizada por la entrega. Es el tipo de entrega de María, Madre de Dios, manifestada en su tierna y confiada aceptación del anuncio del nacimiento de Dios pronunciado por el ángel Gabriel. “Aquí tienes a la sierva del Señor,” respondió María. “Que él haga...