E-Book, Spanisch, 136 Seiten
Hara Flores de verano
1. Auflage 2011
ISBN: 978-84-15130-74-1
Verlag: Editorial Impedimenta SL
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
E-Book, Spanisch, 136 Seiten
ISBN: 978-84-15130-74-1
Verlag: Editorial Impedimenta SL
Format: EPUB
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Tamiki Hara nació en Hiroshima en noviembre de 1905. Hijo de una familia numerosa, de posición acomodada, se interesó desde muy joven por las letras. Se licenció en Literatura Inglesa en la prestigiosa Universidad de Keio, donde empezó a escribir poesía, muy influenciado por autores como Saisei Murou y Paul Verlaine.
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Introducción
Flores para Tamiki Hara
por Fernando Cordobés
El 6 de agosto de 1945 a las 8.15 de la mañana cayó sobre la ciudad de Hiroshima la primera bomba atómica de la historia de la humanidad. Tres días después, el 9 de agosto, la fuerza aérea de Estados Unidos lanzó una segunda bomba sobre la ciudad de Nagasaki. Eran las 11.01 de la mañana. Los datos hablan por sí solos: en Hiroshima murieron de forma instantánea unas 140 000 personas; en Nagasaki alrededor de 70 000. No son datos exactos, pues muchas víctimas desaparecieron por completo, se volatilizaron como si nunca hubieran existido. Además, los datos censales de la época no eran tan rigurosos como en la actualidad. En los días, semanas, meses y años siguientes a la explosión, la gente siguió muriendo como consecuencia de las heridas o de las enfermedades derivadas de la exposición a la radiactividad. Si a las víctimas mortales se suman los desaparecidos, los heridos y los huérfanos, la cifra ofrece una dimensión terrorífica. Y eso que todo sucedió en apenas unos segundos.
La pregunta fundamental es: ¿cómo se puede vivir después de algo así?
La pregunta obligada es: ¿cómo no resistir y vivir después de las bombas para dar testimonio de uno de los horrores más absolutos que ha conocido la humanidad?
No existen respuestas. Es imposible. Al repasar esos episodios de la historia humana, el hombre se enfrenta a algo que se sitúa más allá de la vida.
Sin embargo, hubo quien se sobrepuso a la tragedia y, en la medida de sus fuerzas, dejó testimonio sobre algo que nunca más nadie, en ningún lugar del mundo, debería volver a sufrir.
Tamiki Hara, el autor de Flores de verano, se encontraba en la ciudad de Hiroshima aquel 6 de agosto de 1945. Sobrevivió a la explosión y vivió el tiempo suficiente para escribir una de las obras más conmovedoras y profundas sobre el bombardeo atómico jamás creadas. Al cabo de los años nació en Japón un subgénero literario llamado genbaku bungaku, la «literatura de la bomba», escrita por hibakushas, supervivientes de la bomba atómica y por otros autores que, si bien no vivieron personalmente aquella experiencia, sí tuvieron un conocimiento directo de cuanto sucedió. Entre ellos se encuentran Takashi Nagai y su impresionante Campanas de Nagasaki, Ota Yoko con Ciudad de cadáveres, Masuji Ibusa con Lluvia negra, Ineko Sata con Cuadros sin colores, Hiroko Takenishi con El rito, Kyoko Hayashi y El tarro vacío, Katsuzo Oda con Cenizas humanas, Mitsuharu Inoue con La casa de las manos o Toge Sankici con Poemas de la bomba atómica, por citar solo algunos.
Japón sufrió un ataque de dimensiones desconocidas en su propio territorio y hubo de aceptar la rendición sin condiciones. Además de agresor también se convirtió en víctima. Ello generó muchas inseguridades y ambigüedad respecto a lo que había ocurrido. Desde entonces se han llevado a cabo muchos esfuerzos para tratar de comprender un problema que afecta y compromete de manera grave y determinante el futuro de la humanidad. Los hibakushas han jugado un papel fundamental en ese proceso. ¿Qué pasará cuando desaparezcan?
Tamiki Hara nació el 15 de noviembre de 1905 en Hiroshima, en el seno de una próspera familia dedicada a la industria textil. La fábrica de la familia estaba situada en el distrito de Kaminayagi-cho y en el mismo recinto se encontraba la casa familiar. Fue el octavo hijo de un total de nueve. En aquella época, y en las familias de esa clase social, el orden de nacimiento era determinante, y marcaba no solo los derechos de sucesión, sino también el orden jerárquico. Por esa razón, Jun’ichi, el hermano mayor del narrador en Preludio a la aniquilación, dirige la fábrica y vive en una situación mucho más desahogada que el resto de sus hermanos, además de tener potestad para decidir sobre qué deben o no hacer estos. El sufijo ichi quiere decir ‘primero’. Por tanto, Jun’ichi se refiere explícitamente al primer hijo, al primogénito. El sufijo ji, de Seiji, significa ‘segundo hijo’, y zo, de Shozo, el narrador, ‘tercero’. Esta nomenclatura se usaba únicamente para los hijos varones.
La prosperidad de la familia fue un factor que marcó de modo determinante la vida de Tamiki Hara. Le permitió obtener una buena educación en centros privados y no tener que depender de un salario en su vida adulta. Sin embargo, a pesar de la bonanza económica, la muerte siempre estuvo presente. Los dos primeros hijos varones anteriores a Jun’ichi, murieron antes de cumplir los tres años. El sexto hijo murió a los cuatro. Tamiki Hara tenía doce años cuando murió su padre; trece cuando falleció su hermana preferida, un año después; diecinueve cuando murió la hermana mayor, en 1924; treinta y seis cuando murió su madre, y treinta y nueve cuando falleció su amada esposa, un hecho que supuso para él un impacto emocional mucho más definitivo y duradero que todas las demás pérdidas juntas. La muerte, por tanto, ocupaba un lugar importante en su manera de recordar lo vivido.
Los años de formación de Tamiki Hara transcurrieron de escuela en escuela, mientras su interés por la literatura se iba haciendo cada vez más acusado. En 1932 se graduó en Literatura Inglesa en la universidad tokiota de Keio con una tesis sobre Wordsworth. Tras una breve incursión en la incipiente y efímera literatura proletaria, muy en boga en aquella época en Japón, y que le llevó a dar en alguna ocasión con sus huesos en la cárcel, abandonó por completo toda actividad política. Del activismo pasó a una vida al más puro estilo dandi. Fumaba cigarrillos caros, inaccesibles para la mayoría de la población y llegó a contratar los servicios de una prostituta de Yokohama durante un mes entero hasta que esta logró escapar de su encierro. Al poco tiempo, Tamiki trató de suicidarse.
Su vida licenciosa concluyó en 1933 cuando contrajo matrimonio con Nagae Sadae, cinco años menor que él. Con ella vivió la etapa más feliz y estable de su vida. A través de su mujer logró superar las dificultades derivadas de su carácter, profundamente introvertido y antisocial. Ella se convirtió en su único contacto con el mundo: se hacía cargo de todo y él, imbuido de un profundo estado de misantropía, se dedicaba exclusivamente a la escritura, la única forma que conocía de entablar relación con los demás. Sadae murió víctima de la tuberculosis en septiembre de 1944 y Tamiki Hara, incapaz de vivir solo, regresó a Hiroshima con su hermano Jun’ichi en enero de 1945. Antes de la muerte de su mujer era un escritor brillante, pero vivía aislado, encerrado en sí mismo, escribiendo sobre los sueños y pesadillas de la infancia; alguien que, de no haber sufrido la experiencia de la bomba, quizás no habría ocupado un lugar destacado en el panorama literario de su época. Sin embargo, tras el 6 de agosto de 1945, fue capaz de plasmar sus experiencias en Flores de verano.
A esta le siguieron dos obras más: Chinkonka (Salmos para consolar el alma de los muertos) y Shingan no kuni (El país que mi corazón desea), publicadas ambas en 1951, meses después de la muerte del escritor. En la primera de ellas el autor declara: «No tengo la menor idea de cómo vive la gente. La humanidad entera me parece como un cristal hecho añicos. El mundo está roto. ¡Humanidad! ¡Humanidad! ¡Humanidad! No puedo entenderla. No logro conectar con ella. Tiemblo. ¡Humanidad! ¡Humanidad! ¡Humanidad! Quiero comprender. Quiero conectar. Quiero vivir. ¿Soy yo el único que tiembla? Dentro de mí siempre hay un ruido de algo que estalla. Siempre algo que me persigue. Estoy hecho para temblar, para ponerme furioso, para apagarme». La enfermedad de su mujer, su dedicación y entrega a ella, el sufrimiento por su muerte además del drama indescriptible de ser víctima del bombardeo atómico, tuvieron el curioso efecto de liberarle de alguna forma de sí mismo. Sirvieron para otorgarle una especie de misión, dotaron de sentido a su vida: dejar testimonio de su experiencia. Pero los años trascurridos no fueron una cura, sino una remisión de sus males de antaño. En 1949 sus demonios y fantasmas volvían a hacer acto de presencia.
En Shingan no kuni, el tono es extremadamente sombrío y adelanta su propia muerte en términos evidentes: «Esta vida ya no me ofrece nada de interés». Quizás el pasaje más significativo es cuando detalla sus sentimientos al detenerse en un cruce ferroviario cercano a su apartamento de Tokio: «Es el cruce por el que paso habitualmente, y a menudo debo esperar junto a él cuando baja la barrera. Los trenes vienen de Nishi-Ogikubo o van hacia Kichijoji. Al acercarse, las vías vibran perceptiblemente y se mueven arriba y...




