E-Book, Spanisch, 144 Seiten
Johnson La postura de meditación
1. Auflage 2012
ISBN: 978-84-254-3026-8
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection
Manual practico para meditadores de todas las tradiciones
E-Book, Spanisch, 144 Seiten
ISBN: 978-84-254-3026-8
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
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En las prácticas de meditación, el cuerpo es tan importante como la mente aunque muchas veces quede relegado a un segundo lugar. Conseguir un estado de 'relajación alerta' es el denominador común de tantas técnicas meditativas que despejan la mente, abren el corazón y activan las energías sanadoras naturales, tanto del cuerpo como de la mente. Will Johnson se propone guiar a todas aquellas personas que se atrevan a adentrarse en estas prácticas, con ejercicios para trabajar posturas y consejos que trasladan los beneficios de la meditación a todos los aspectos de la vida. El objetivo es conseguir despertar la inteligencia innata del cuerpo y facilitar el camino hacia una vida rica y plena. El despertar espiritual no es una huida del cuerpo humano, sino una entrega consciente a la experiencia de ser plenamente humano.
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LA POSTURA DE MEDITACIÓN
Introducción
Normalmente pensamos en la postura de meditación como una actividad que involucra a nuestra mente, pero lo cierto es que la meditación se inicia asumiendo un gesto concreto con el cuerpo. Este gesto o postura forma la base literal de sustentación de la que en definitiva depende la indagación focalizada de la meditación. Si construimos una casa con cimientos defectuosos, nos creamos grandes dificultades a la hora de habitarla. De igual modo, si no concentramos nuestra atención inicialmente en establecer una postura que apoye y facilite de forma natural el proceso de meditación, nos creamos muchas dificultades a la hora de intentar avanzar en nuestra búsqueda meditativa.
La palabra «postura» viene del latín positura, que significa «posición», y ponere, «poner». Aplicada, como es costumbre, a la estructura y apariencia de nuestro cuerpo, se refiere a cómo lo posicionamos o colocamos en el espacio y a cómo los distintos segmentos del cuerpo se relacionan entre sí. Además, la postura o la adopción de posturas puede referirse a una actitud o imagen de nosotros mismos que creamos, con la que nos identificamos y que proyectamos conscientemente. El andar resueltamente desgarbado de una persona alienada o enfadada, la musculatura excesivamente desarrollada que trata de ocultar inseguridad y la afectación de confianza desenfadada que adopta un abogado empeñado en convencer a un jurado son imágenes de sí mismo que dependen del posicionamiento del cuerpo para conseguir el efecto buscado. Haciendo esto creamos diferentes posturas que expresan diferentes actitudes.
En la mayoría de casos la adopción de posturas o poses de esta clase va acompañada de una connotación de falta de naturalidad. Podemos tensar los músculos del cuerpo y mantener distintas posturas para crear la personalidad o imagen de nosotros mismos que nos apetece. Esto es precisamente lo que hacen los actores cuando intentan tomar posesión de un papel y es por ello que en las escuelas de teatro se dedican muchas horas al aspecto puramente físico del oficio de actor. Sin embargo, el estado natural del ser humano, como el de cualquier animal, es estar equilibrado y relajado. Manipulando nuestro cuerpo conscientemente para poder crear y proyectar una imagen determinada de nosotros mismos, limitamos nuestro espectro de expresión, restringimos la circulación natural de la energía por el cuerpo y la mente y renunciamos a la facilidad de equilibrio y relajación que nos pertenece como auténtico derecho fundamental.
La voz francesa poseur describe esta condición con toda exactitud. Se refiere a alguien que intenta ser algo distinto de lo que él o ella naturalmente es, a un impostor. Contrastada con esta forma antinatural de estar en el cuerpo, la postura de meditación alinea nuestro cuerpo y mente de la manera más cómoda y desprovista de afectación con las grandes fuerzas de la naturaleza que nos condicionan. De esta manera nos aceptamos como somos de verdad y no sentimos ninguna necesidad de ser algo distinto de lo que naturalmente ya somos. A medida que aprendemos a dejar atrás algunas de nuestras posturas o poses no naturales y entramos más cómodamente en la postura de meditación descubrimos que lo que naturalmente somos es bastante maravilloso. Experimentamos un bienestar y una relajación que revelan aspectos cada vez más profundos de nuestra verdadera naturaleza.
De igual modo que la evolución gradual pero continua de la especie humana hacia una postura más erguida y vertical ha ido acompañada de un crecimiento y expansión paralelos de la conciencia, los estados de conciencia «superiores» que es posible alcanzar mediante el proceso de meditación dependen también de un afinamiento continuo de la verticalidad y del equilibrio relajado del cuerpo. No obstante, este acto preliminar de equilibrarse, que representa la condición básica para iniciar la búsqueda meditativa, muchas veces se pasa por alto. En cambio, la meditación se presenta como una pluralidad de técnicas o actividades diferentes en las que ocupamos nuestra mente y centramos nuestra atención. Por ejemplo, se nos puede decir que nos sentemos y repitamos una palabra o frase en silencio o que visualicemos y nos fusionemos con la imagen de una deidad. Se nos puede pedir que nos sentemos y prestemos atención al paso de la respiración conforme entra y sale de nuestro cuerpo o que observemos el cambio incesante del contenido del cuerpo y la mente. Se nos puede pedir que nos sentemos y tratemos de hallar una solución a un acertijo insoluble o imaginemos que hay un hilo expansivo de luz blanca en nuestra columna vertebral. Se nos puede decir que nos sentemos y prestemos atención a los sonidos internos del cuerpo o que nos concentremos en un punto determinado del cuerpo con exclusión de todos los demás. Puede que nos sentemos y contemplemos el significado de determinado pasaje de un libro que valoramos o que se nos diga que nos sentemos y no hagamos «nada en absoluto».
Las técnicas de meditación son extremadamente variadas. El Buda enumeró aproximadamente cuarenta técnicas distintas y en el Vijñana Bhairava Tantra (que Paul Reps tradujo en Zen Flesh, Zen Bones), se enumeran 108 formas distintas de practicar, cualquiera de las cuales puede llevar al practicante a los estadios más altos de realización. Es enteramente apropiado que exista un abanico tan amplio de técnicas de meditación, pues todos tenemos temperamentos e inclinaciones diferentes que pueden hacer que una técnica sea una vía de exploración más idónea para nosotros que otra. Muchos caminos pueden llevar al mismo lugar y en definitiva poco importa cuál elijamos, con tal de que se adapte a nuestro temperamento y capacidad y nos permita alcanzar nuestra meta. A la postre, la mejor técnica es la que adoptamos nosotros mismos.
Aunque las técnicas concretas de meditación son muy variadas, todas tienen un denominador común que es la postura de meditación en sí. A un observador, incluso a uno que esté familiarizado con el proceso de meditación, le resultaría muy difícil discernir qué técnica en particular puede estar practicando alguien que medita. Lo único que el observador puede determinar a ciencia cierta es que lo que esa persona hace es estar sentada. En definitiva, el propio acto de sentarse puede cobrar más importancia que la técnica que presumiblemente practiquemos mientras estamos sentados. Dicho de otro modo, las técnicas por sí mismas pueden ser formas necesarias de mantenernos ocupados mientras nuestro cuerpo y mente aprenden lentamente a asumir la postura de meditación. Desde esta óptica, la postura de meditación puede ser vista como el punto de partida de la práctica y como su objetivo último.
La mayoría de los profesores de meditación dan instrucciones iniciales sobre la importancia de la postura. Estas instrucciones suelen revestir la siguiente forma: «Siéntese con la espalda derecha y el cuerpo relajado. Permanezca muy quieto y respire con soltura y naturalidad.» En la primera parte de este corto volumen estas instrucciones se analizan en cada una de las partes, con la esperanza de conseguir que le resulte mucho más fácil ponerlas en práctica. Por simples que estas instrucciones sean, representan una de las tareas más difíciles que podemos intentar acometer. Si nos concentramos en sentarnos derechos o muy quietos, muchas veces nos ponemos rígidos y se nos hace muy difícil relajarnos. O, si nos concentramos conscientemente en la relajación, posiblemente observemos que la estructura de nuestro cuerpo se empieza a colapsar lentamente. La cabeza empieza a caer hacia adelante, la parte delantera del cuerpo se acorta, mientras que la espalda se alarga demasiado, y perdemos nuestra verticalidad. Cualquiera de estas posiciones comunes compromete y entorpece seriamente el flujo natural y cómodo de la respiración. La postura de meditación nos enseña cómo equilibrarnos e integrar cada una de estas instrucciones corporales en nuestra práctica de sentarnos.
La postura de meditación depende de tres atributos básicos: alineación, relajación y elasticidad. Cada uno de estos atributos es igual de importante y cada uno de ellos favorece la manifestación de los otros. Cuando aparecen simultáneamente en una relación de armonía recíproca, tienen un fuerte efecto catalizador sobre el proceso de meditación. En esta postura las energías sanadoras del cuerpo y la mente se activan de forma natural y el proceso de transformación se inicia espontáneamente. De hecho, la postura de meditación puede ser vista como un mudra de transformación, un gesto o actitud corporal que hace que el proceso de transformación no tenga más remedio que ponerse en marcha. Cualquier hábito postural o mental que contribuye a oscurecer la verdad de nuestra naturaleza iluminada se disuelve gradualmente asumiendo esta postura, de igual modo que el continuo flujo sin obstáculos del agua disuelve la piedra gres. Este poderoso efecto catalizador lo experimentamos de manera natural como un ahondamiento de nuestra meditación. El cuerpo y la mente se integran progresivamente y la división artificial entre nuestros mundos interior y exterior empieza a venirse abajo. Si alguno de estos atributos primordiales falta, el proceso de meditación puede seguir adelante igualmente, pero lo hará mucho más lentamente.
La primera parte de este libro trata de la mecánica de la postura de meditación aplicada concretamente a nuestra práctica formal de sentarnos. En la segunda parte ampliaremos el ámbito de nuestra práctica y veremos que estos mismos principios se pueden aplicar a lo que...




