Walker | Más allá | E-Book | www.sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 560 Seiten

Reihe: Ensayo

Walker Más allá


1. Auflage 2023
ISBN: 978-84-127084-2-4
Verlag: Capitán Swing Libros
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

E-Book, Spanisch, 560 Seiten

Reihe: Ensayo

ISBN: 978-84-127084-2-4
Verlag: Capitán Swing Libros
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark



09.07 am. 12 de abril de 1961. Un cohete de alto secreto en la URSS. Un joven ruso se sienta en una minúscula cápsula encima del misil balístico intercontinental más potente de la Unión Soviética -diseñado originalmente para transportar una cabeza nuclear- y despega hacia el cielo. Se llama Yuri Gagarin. Y está a punto de hacer historia. Viajando a casi 18.000 millas por hora - diez veces más rápido que una bala de fusil- Gagarin da la vuelta al mundo en sólo 106 minutos. Desde sus ventanillas ve la Tierra como nadie lo ha hecho antes, cruzando un atardecer y un amanecer, atravesando océanos y continentes, siendo testigo de su belleza y su fragilidad. Aunque su lanzamiento se inicia en total secreto, a las pocas horas de su aterrizaje se ha convertido en una celebridad mundial: el primer ser humano que abandona el planeta. 'Más allá' cuenta la emocionante historia de aquel vuelo épico en su 60 aniversario. Ocurrió en plena Guerra Fría, cuando Estados Unidos y la URSS se enfrentaban al otro lado del Telón de Acero. Ambas superpotencias asumieron enormes riesgos para llevar primero a un hombre al espacio: los estadounidenses a la luz de los medios de comunicación y los soviéticos en la clandestinidad. Ambas entrenaron a sus equipos de astronautas hasta el límite de lo soportable. Al final, la carrera entre ambos se decidiría en el último momento. Basándose en una extensa investigación original y en el vívido testimonio de testigos presenciales, muchos de los cuales nunca habían hablado antes, Stephen Walker desvela secretos que permanecieron ocultos durante décadas y muestra al lector el drama de una de las mayores aventuras de la humanidad: los científicos, ingenieros y líderes políticos de ambos bandos y, sobre todo, los astronautas estadounidenses y a sus rivales soviéticos que luchaban por la supremacía en los cielos.

Escritor y cineasta británico. Estudió en las universidades de Oxford y Harvard. Ha dirigido o producido una treintena de películas y ha sido elegido dos veces entre los diez mejores directores del Reino Unido por la revista Broadcast. Su productora es Walker George Films. Ha escrito tres libros, siendo el último 'Mas allá', que han recibido grandes críticas; ha ganado un BAFTA y ha sido nominado a otros tres. Actualmente Walker está desarrollando 'A Boy Called Alex' como largometraje dramatizado para DNA Films y Film 4. Vive en Londres y tiene una hija. En su tiempo libre, pilota una avioneta de recreo.
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01

Las perras de pallo

24 de diciembre de 1960

60 kilómetros al oeste de Tura

Siberia, URSS

En todas direcciones, hasta donde el ojo alcanzaba a ver, no había nada salvo taiga, el denso y sombrío bosque siberiano de píceas, abetos y abedules que se extiende hasta el lejano horizonte y más allá. El helicóptero volaba a baja altura; el ruido sordo de las aspas de su rotor era el único sonido que perforaba el silencio del paisaje primigenio, por lo demás despojado de humanos y cubierto por un grueso manto de nieve. Había nieve por todas partes. Cegaba la vista, sepultaba las copas de los árboles y dificultaba aún más si cabe a Arvid Vladímirovich Pallo[7] la tarea de encontrar lo que buscaba. Tampoco ayudaba que apenas hubiera ya luz del día. En aquella región de Siberia, en aquella época del año, los días apenas duraban cuatro horas. Llevaban volando casi treinta minutos y, en menos de dos horas, el bosque que se extendía bajo ellos desaparecería bajo otra larga noche subártica. Pero para entonces, Pallo y su equipo quizá ya habrían llegado demasiado tarde.

En algún punto allí abajo, sobre la nieve de uno de los lugares más remotos del planeta, había una esfera de aluminio vacía de poco más de dos metros de diámetro y dos toneladas y media de peso. Y en algún punto cerca de esta, o eso esperaba Pallo, había una caja metálica precintada que contenía dos perras. Pallo esperaba que siguieran con vida, aunque para ello deberían haber sobrevivido al frío extremo del invierno siberiano durante los dos últimos días, con temperaturas inferiores a cuarenta grados bajo cero, por no mencionar los eventos profundamente traumáticos que habían hecho que acabaran aterrizando accidentalmente en aquel rincón olvidado del mundo.

Las aventuras de Pallo habían empezado dos días antes, el 22 de diciembre, cuando un cohete R-7 había lanzado aquella esfera al espacio desde la base secreta de misiles del Kazajistán soviético. En el interior de la esfera viajaba la caja metálica con las dos perras. La misión había estado rodeada de tal grado de secretismo que incluso hoy los nombres de los animales siguen siendo inciertos. En función de la fuente, se trata de Kometa y Shutka, de Zhulka y Zhemchuzhina, o, según los escritos de Pallo, de Zhulka y Alfa. Y como Pallo es nuestro guía, nos quedaremos con estos últimos. Ambas eran perras mestizas sin amo recogidas en las calles de Moscú. El objetivo de la misión era poner a los dos animales en órbita y hacerlos regresar sanos y salvos a la Tierra nuevamente. La esfera tenía un nombre: públicamente se la conocía como korabl-sputnik, «nave satélite» o «nave espacial», pero sus diseñadores la habían bautizado como Vostok 1, un nombre que significa «Este» y que era confidencial. La Vostok 1 era un prototipo; de hecho, era la primera versión del tipo de nave espacial que se esperaba que algún día, a ser posible no muy lejano, transportara a un camarada soviético al espacio, y antes de que llegaran los estadounidenses. Zhulka y Alfa ayudarían a allanar el terreno.

No obstante, los precedentes no eran demasiado alentadores. Cuando, el 24 de diciembre, Pallo subió a su helicóptero para ir en busca de aquellas dos perras por el gélido bosque siberiano, se habían lanzado ya cinco Vostoks, la primera de ellas en mayo. Y todas, salvo una, habían fracasado. Dos perras habían muerto en el segundo vuelo de una Vostok cuando el cohete que las propulsaba estalló a los 28,5 segundos de su lanzamiento. Otras dos habían fallecido durante la reentrada del cuarto vuelo. El único éxito había tenido lugar en agosto, cuando otras dos perras, llamadas Belka y Strelka, junto con cuarenta ratones, dos ratas, moscas de la fruta y un conejo, habían logrado completar un asombroso total de dieciocho órbitas antes de regresar con vida. Aquel vuelo, el tercer Vostok que se lanzó, fue un logro sensacional: la primera vez en la historia que organismos vivos conseguían orbitar alrededor de la Tierra con éxito y regresar sanos y salvos. Los estadounidenses no habían conseguido nada comparable y, como era natural, los medios de comunicación soviéticos lo airearon a bombo y platillo. Sin embargo, lejos del resplandor de la prensa, la verdad no revelada era que los animales habían sido afortunados de no morir. Durante su cuarta órbita, habían visto a Belka a través de una cámara de televisión vomitando y desgarrando desesperada su arnés, con señales evidentes de angustia. Antes de la reentrada, el sistema de orientación principal de la nave espacial había fallado y había sido preciso utilizar un sistema de respaldo. Sin él, Belka y Strelka habrían tenido que afrontar una muerte lenta, perdidas para siempre en el espacio.

Y ahora, justo mientras algunas regiones del mundo se preparaban para celebrar las primeras Navidades de la nueva década, este quinto y último vuelo de la Vostok que transportaba a Zhulka y Alfa también había salido mal.

Exactamente 425 segundos después del lanzamiento, el motor de la tercera etapa del cohete R-7 que propulsaba la Vostok se había apagado antes de lo previsto y la nave no había conseguido entrar en órbita. En lugar de ello, se había desprendido automáticamente del cohete antes de describir un arco balístico sobre varias zonas horarias de la Unión Soviética. Y no solo eso, sino que cuando la Vostok, con las dos perras atadas en su pequeño compartimento, entró de nuevo en la atmósfera terrestre precipitándose a varios miles de kilómetros por hora, el asunto se puso aún más feo. Para empezar, la bomba de a bordo no se había detonado. Dicha bomba era un elemento que incorporaban todas las naves Vostok tripuladas por perros, un tributo a la profunda paranoia de un régimen que no estaba dispuesto a revelar sus secretos tecnológicos, sobre todo a los estadounidenses. Conocida por sus siglas en código, A.P.O., de Avariynyy Podryv Obyekta o «Destrucción del Objeto de Emergencia», su función era exactamente esa: destruir el «objeto», la Vostok, en caso de que su trayectoria se desviara y acabara aterrizando en un país extranjero y, posiblemente, capitalista, cosa que el liderazgo soviético consideraba una emergencia, por más que las perras del interior tuvieran una opinión distinta. De hecho, eso era justamente lo que había sucedido hacía solo tres semanas, con la cuarta misión de la Vostok, cuando, debido a un problema en el motor de frenado, se temió que la cápsula acabara aterrizando fuera de las fronteras de la URSS. En aquel caso, un sensor de la bomba había detectado que la cápsula estaba regresando a la Tierra por un punto equivocado. Las dos perras que viajaban en su interior, Pchelka y Mushka, «Abejita» y «Mosquita», saltaron por los aires junto con todos los restos de la nave espacial. La agencia de noticias soviética oficial anunció en un breve comunicado que la nave se había incendiado a causa de una «trayectoria de reentrada no calculada».[8] Nadie mencionó las bombas.

En cambio, mientras Zhulka y Alfa se precipitaban inicialmente hacia un punto desconocido de la Tierra después del fallo del motor de la tercera etapa, el dispositivo de Destrucción del Objeto de Emergencia, por motivos que aún no están del todo claros, no se activó. Con todo, había un temporizador de reserva de sesenta horas,[9] si bien también aquí los detalles se desconocen. Parece probable que la cuenta atrás para la detonación tuviera que dar comienzo en cuanto la cápsula hubiera aterrizado intacta; si es que aterrizaba intacta.

Según la curva de su arco balístico, que se iba acentuando conforme se aproximaba al suelo en los minutos finales del vuelo, la Vostok se preparaba para hundirse en el río Tunguska Pedregoso, en una de las regiones más inaccesibles de Siberia. En cierto sentido, la situación era irónica: la última vez que algo había caído del espacio en esta zona había sido en 1908, cuando un meteorito había impactado con la fuerza de una bomba nuclear y se calculaba que había arrasado con cerca de ochenta millones de árboles. Entre tanto, dentro de su compartimento sellado, las perras vivían una carrera aterradora mientras su pequeña esfera se agitaba y temblaba en su zambullida a través de una atmósfera cada vez más densa. Y su pesadilla no había hecho más que comenzar.

A una altitud de siete kilómetros, se suponía que la escotilla de la Vostok tenía que desprenderse, dos segundos y medio después las perras debían ser lanzadas en su propio contenedor y ambas partes debían caer por separado al suelo, frenadas por sus paracaídas. Era un sistema similar al que un día devolvería a la Tierra, sano y salvo, a un cosmonauta humano, con la particularidad de que en este caso el sistema falló. La eyección de la escotilla y de las perras se activó al mismo tiempo, a causa de lo cual el contenedor de los animales chocó violentamente con la compuerta, se abolló y no pudo ser expulsado. Y allí se encontraban las perras, atrapadas dentro de la esfera que caía en picado. Si bien esta también contaba con paracaídas de frenado para suavizar su impacto contra el suelo, no estaba diseñada para que hubiera perros dentro al hacerlo....



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