Adón | El mes más cruel | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 208 Seiten

Adón El mes más cruel


1. Auflage 2010
ISBN: 978-84-15130-73-4
Verlag: Editorial Impedimenta SL
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

E-Book, Spanisch, 208 Seiten

ISBN: 978-84-15130-73-4
Verlag: Editorial Impedimenta SL
Format: EPUB
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Dos desconocidas han de compartir una casa de tres pisos durante unos días, y ambas se empeñan en mantener el orden y en resultar imprescindibles; una mujer espera, ansiosa, la llegada de un chico más joven que ha de librarla de su aburrimiento y de su frustración; Scott regresa a Inglaterra después de su expedición polar pero nadie va a recibirle; una muchacha llamada Clara se dedica a seguir los pasos de un esquivo gato; una madre se encarga de aterrorizar a su hijo para que nunca se vaya de su lado. Los catorce relatos que integran El mes más cruel componen una esmerada colección de recetas para sobrevivir a la pérdida, a la separación, la locura y el miedo. Pilar Adón (Premio Ojo Crítico) está considerada una de las más sólidas figuras de la nueva narrativa española. El mes más cruel es la última recopilación de sus relatos. Una colección de historias dotada de un equilibrio y una sutileza desacostumbradas.

Pilar Adón se licenció en Derecho por la Universidad Complutense de Madrid y se especializó en Derecho Medioambiental. Ha publicado los libros de relatos El mes más cruel (Editorial Impedimenta, 2010), por el que fue nombrada Nuevo Talento Fnac, y Viajes inocentes (Editorial Páginas de Espuma, 2005), por el que obtuvo el Premio Ojo Crítico de Narrativa, además de las novelas Las hijas de Sara (Alianza Editorial, 2003 / Puzzle (bolsillo), 2007) y El hombre de espaldas, I Premio Ópera Prima de Nuevos Narradores, 1999.

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Introducción

 
 
Leer nos hace débiles por Marta Sanz

  
  Nos afecta a todos   Después de leer El mes más cruel encuentro una coincidencia que me afecta. Me afecta a mí, a Pilar y a todos los que en este momento hojean estas páginas: en El mes más cruel casi todos los personajes leen. Digo «casi» para no pillarme los dedos, aunque lo más probable es que todos —absolutamente todos— lean: en «Noli me tangere» a Julia le urge salir de la isla en la que vive y, en el autobús que la conduce hasta el ferry, lee para evitar mirar, hablar, tocar a nadie; Caterina quiere encerrarse en su habitación para echarle un vistazo a un libro o para mirarse las uñas de las manos; Flora Marr se retira discretamente para leer en su alcoba; la nodriza lee quizá para instruir a Darío; Clara se ha recluido en su cuarto para leer y para otras cosas y quizá no salga nunca; Sara y Olivia leen mientras se vigilan en el magnífico «En materia de jardines»; César tiene un libro abierto en el regazo y sabe que el aprendizaje es algo más profundo que la repetición de ciertos trucos de prestidigitador y, sin embargo, vive con miedo o ni siquiera sabe vivir…

Dependencias

Así que hoy veo El mes más cruel como una metáfora de la lectura: la metáfora de una dependencia que se parece a la del amor y los lazos que nos unen con los otros. Las relaciones que se plantean en estos cuentos, igual que la lectura, tienen que ver con la idea de protección y con sus mentiras; con qué significa ser autosuficiente y con la autosuficiencia como producto de la crueldad, el abuso o la expulsión; con la fantasía de que no necesitamos a nadie o de que estamos solos; con la debilidad que se experimenta frente a los extraños y que se transforma en indefensión absoluta cuando nos lastiman o traicionan las personas de nuestro círculo más íntimo; con la desconfianza y lo que piensan de nosotros los que nos aman; con la necesidad de saber quién gobierna a quién, quién está sano y quién enfermo, quién puede curar cuando la sanación se ha convertido en un acto de dominio, quien cura puede matar y quizá no haya ninguna diferencia entre el sanador y el psicópata —los silogismos de Pilar nunca son convencionales—; con la convicción de que ciertas convivencias devastan y destruyen; con lo que duele meterse en la piel de los otros; con el sarcasmo como sistema de autodefensa; con la vanidad; con la renuncia a la propia dicha como apuesta balsámica…

¿Habré entendido bien?
  Pero quién sabe, porque, cuando me pongo a leer, mientras leo y después de haber leído un libro de Pilar Adón no soy capaz de decir con exactitud lo que me quiere contar. Me pregunto continuamente si habré entendido bien y esa sensación me obliga a empinarme hasta el nivel del texto para mirar por encima o a través de sus imágenes como si fueran una valla tras la que aparece un fragmento del horizonte. La incertidumbre me empuja a meterme por debajo del texto como el niño que bucea bajo las sábanas. A mirar debajo de la cama antes de dormir. Esa sensación, esa incertidumbre, esa vulnerabilidad me gustan en la misma medida en que me intranquilizan. «¿Habré entendido bien?» es una pregunta perturbadora que parece no recogerse en el repertorio de inseguridades de los lectores posmodernos. Como si los lectores siempre, y por definición, entendiéramos bien y como si no existiera la posibilidad de plantear una pregunta errónea. Arnaud, uno de los personajes de El mes más cruel, le espeta a su hija Marie en «Los cien caminos de las hormigas»: «¡Qué pregunta tan equivocada!». Quizá Arnaud sea un prepotente o un sabio o ambas cosas —los atributos no son contradictorios—, así que de nuevo, como lectora, me formulo esa pregunta que me coloca frente a mi dimensión real respecto al texto: «¿Habré entendido bien?».

Como quien escribe poesía
  Busco más pistas para apoyar mi interpretación, para explicarme por qué de repente tengo frío y creo vivir en un invierno perpetuo, y me doy cuenta de que la autora, pese a que El mes más cruel es una colección de relatos, procede como quien escribe cierto tipo de poesía. «El mes más cruel» es la perífrasis con la que Eliot nombra un abril fúnebre que después ha estado presente en una parte significativa de la poesía contemporánea. También en este mes cruel de Pilar Adón hay, como digo, una escritura poética que nos conduce hacia un proceso interpretativo peculiar: el de encontrar el significado a partir de una atmósfera, de una cadena de variaciones sobre el mismo tema, un leitmotiv, un universo de repeticiones aproximadas que no son las copias de un papel de calco. Una persistencia, una sutil gota serena, una mácula. Pilar propone una escritura en la que hay que encontrar el sentido, el sendero de miguitas en el corazón del bosque, a través de los rastros y las pisadas del animal.

Leer nos hace débiles
  Leo con la esperanza de que, cuando halle la clave, se me pasarán el frío y la vulnerabilidad de los que la autora me ha rodeado como una verdadera reina de las nieves. O, quizá, encontrar el sentido y su clave me deje definitivamente congelada, como cuando leo uno de esos cuentos de Perrault, H. C. Andersen o los hermanos Grimm —que forman parte de la biblioteca mental de la autora— y descubro la crueldad por omisión del padre de Blancanieves, el carácter desnaturalizado de los progenitores de Pulgarcito, el impulso incestuoso del rey hacia aquella muchacha que tuvo que esconderse bajo la piel de un burro. Leer nos hace débiles, pero no podemos evitarlo.

Cuentos de hadas
  También en los cuentos de Pilar hay muchachas que corren por el bosque para ver el cadáver de un loco, muchachas que se pierden («El infinito verde»), y jóvenes que viven tal vez en el epicentro de ese mismo bosque, en una casa con las paredes de cristal, protegidos por una nodriza vampírica, una no tan extraña educadora, que inocula a su pupilo inseguridad y miedo en un simulacro de amor y protección: en «El fumigador» el elemento fantástico es la metáfora de una afectividad insecticida, venenosa, paralizante, muy reconocible en el corazón de esas familias donde siempre cuecen habas o se oculta el estigma de una tara genética… Estos cuentos que siempre se desarrollan en otra parte y cuyos personajes a menudo tienen nombres foráneos —Marcel Berkowitz, Flora Marr, Gustave Salletti—; estos cuentos que a veces adoptan un estilo decididamente british o afrancesado o de casa a las afueras de una ciudad italiana —un estilo internacional—, en un tiempo que podría ser cualquiera, apuntan directamente hacia la vivencia más cotidiana e íntima del lector.

Extrañas moralejas
  Los cuentos de Pilar y los cuentos de hadas —aparezcan éstas o no— se relacionan, entre otras cosas, a través del concepto de educación —¿o será depravación?—, como proceso y producto de las relaciones humanas en universos endogámicos: cada relato de El mes más cruel se cierra con un poema como si las incuestionables moralejas redentoras de los cuentos de la tradición medieval se sustituyesen por una veladura. Al lector le queda el gusto de haber rozado con los dedos una enseñanza que es más bien una intuición, el fragmento de algo que se percibe borrosamente. Abril es el mes más cruel y estas iluminaciones y estos aprendizajes a menudo son oscuros. Los cuentos de Pilar son habitaciones cerradas cuyas luces atisbamos por detrás de una puerta, como en «Clara», una narración donde la realidad es un lugar distinto para los que leen y para los que escriben y los fantasmas de las antiguas mascotas, de los gatos, surcan el espacio vacío de los interiores; o como en «El mes más cruel», donde uno de sus personajes «estaba haciendo unos increíbles esfuerzos por no dejar que se oyera nada de lo que estaba sucediendo dentro».

Desnudar los cuentos
  Estos relatos se vertebran a partir de la elipsis y de las hipótesis sobre lo que habrá pasado antes y después del preciso instante que Pilar decide detener con su escritura: también en «Los seres efímeros» tiene toda la importancia del mundo lo que pudo haber sido y no fue, la posibilidad de escribir la hazaña, de relatarla, más que de llevarla a su culminación. A estos cuentos hay que desnudarlos, irles quitando la corteza poco a poco, descascarillándolos, hasta encontrar el núcleo; sin embargo, desvelar lo secreto sería una acción fácil y ordinaria, un comportamiento de brocha gorda, una inexactitud respecto a la consistencia brumosa de la vida, una simpleza, que nunca podría permitirse la inteligencia y la prosa delicada de Pilar Adón.

Un mecanismo con dos movimientos
  El revés oscuro de las relaciones personales lo es también de las relaciones del lector con una lectura que se presenta como mecanismo con dos movimientos: uno, la lectura nos aleja de la realidad; dos, a la larga, nos empapa más profundamente de ella. Empapar no es un verbo elegido a tontas y a locas: el agua es un símbolo de muerte y la muerte, casi sin...



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