Ammicht Quinn / Sowle Cahill / Susin | Ubicuidad de la corrupción. Concilium 358 | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 168 Seiten

Reihe: Concilium

Ammicht Quinn / Sowle Cahill / Susin Ubicuidad de la corrupción. Concilium 358

Concilium 358 - EPUB

E-Book, Spanisch, 168 Seiten

Reihe: Concilium

ISBN: 978-84-9073-078-2
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



Si el Dios cristiano es un Dios de amor y de justicia, la corrupción como abuso del poder otorgado mina esta imagen e impide la correspondiente experiencia de la presencia divina en la vida humana. Así pues, la corrupción es un mal personal y social fundamental que socava al agente moral y destruye el alma de los individuos y de las instituciones. Por eso, este problema se encuentra en el núcleo de la identidad cristiana en este mundo. Este número de Concilium se abre con una reflexión del papa Francisco que se publicó y se reeditó cuando era arzobispo de Buenos Aires, mucho antes de que hablara de estos asuntos a la Curia romana.
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1. Tema monográfico: UBICUIDAD DE LA CORRUPCIÓN Regina Ammicht Quinn, Luiz Carlos Susin y Lisa Sowle Cahill: Editorial 1.1. Jorge Mario Bergoglio / Papa Francisco: El pecado se perdona, la corrupción no puede ser perdonada 1.2. Daniel K. Finn: La omnipresencia de la corrupción 1.3. Frei Betto: Corrupción en la tradición política: mentalidades coloniales y relaciones jerárquicas. Una mirada desde América Latina 1.4. Kochurani Abraham: Los enredos de la ley. La saga de la violencia sexual en la India 1.5. Aquiline Tarimo: Recursos naturales de África y corrupción 1.6. Hille Haker: Corrupción estructural de las instituciones sanitarias 1.7. Paolo Prodi: Corrupción en la Iglesia: ¿Existe una era constantiniana? 1.8. Gianluca Montaldi: ¿Dónde están las víctimas? 1.9. Luiz Carlos Susin: «La corrupción de lo mejor engendra lo peor». Una cuestión crucial para la Iglesia 1.10. Elsa Tamez: La vigencia de la tradición profética y sapiencial contra la corrupción, y el pecado estructural 1.11. Norbert Reck: ¿Se puede comprar a Dios? Búsqueda de huellas 2. Foro teológico 2.1. Anthony Egan: ¿Qué habría faltado en mi vida y mi obra sin Mandela? 2.2. Sarojini Nadar: Intersección de libertades: reflexiones sobre el legado de Mandela 2.3. Maria Clara Bingemer: João Batista Libânio, S.J. (19/2/1932 30/1/2014) 2.4. Susan A. Ross: David Noel Power, O.M.I. (14/12/1932 19/06/2014)


Daniel K. Finn *
LA OMNIPRESENCIA DE LA CORRUPCIÓN
Se examina brevemente el carácter moral de la corrupción, distinguiendo el soborno de los regalos moralmente aceptables como expresión de reciprocidad, e identificando la necesidad de que los agentes económicos asuman la responsabilidad moral de organizaciones a las que no pertenecen. Han hecho sus progresos las medidas de los gobiernos para reducir la corrupción, como, por ejemplo, el tratado de Naciones Unidas y las leyes nacionales que declaran ilegal el soborno de un Gobierno extranjero. Los recientes esfuerzos realizados por la Iglesia católica también son esperanzadores. No obstante, la lacra de la corrupción sigue presente en todas las naciones del mundo. Hace ya varios años, partía de Guatemala un viernes por la mañana cuando los periódicos contaban a toda página la historia de un rico terrateniente que había sido secuestrado unos días antes. Estos secuestros para pedir un rescate ocurren allí tan a menudo que nadie se sorprendió de la noticia, pero en esta ocasión las cosas eran diferentes. La víctima tenía 41 años y, de algún modo, logró escapar de sus secuestradores unas pocas horas después. Regresó a su casa e informó del delito a la policía, que mandó a investigar el incidente a los mismos tres hombres que le habían secuestrado esa mañana, solo que entonces vestían de uniforme. Este hombre tenía conexiones, conocía al presidente del Tribunal Supremo, y su historia salió publicada en primera página. Pregunté a varias personas qué pensaban de estos sucesos y la respuesta común fue encogerse de hombros. Todos sabían que no se realizaría un juicio, sino que se impondría la impunidad. En su estudio monumental Bribes, The Intellectual History of a Moral Idea [Los sobornos. La historia intelectual de una idea moral], John T. Noonan afirma claramente que el problema de la corrupción de los cargos públicos tiene una gran antigüedad; aparece documentado en tablas de piedra encontradas en Egipto y en el Próximo Oriente de hace cuatro milenios1. Y actualmente no hay nación que esté libre de este azote. Los presidentes de las naciones usan el dinero público para construir casas privadas y compran terrenos en los que curiosamente un año después el Gobierno nacional aprueba la construcción de una autopista2. Las mujeres del área de maternidad tienen que pagar el salario de una semana a enfermeros y doctores para ver a sus recién nacidos3. La policía para a los taxistas, que se ven obligados a pagarles un pequeño soborno o a aguantar dos horas de interrogatorio. Los legisladores dan carta blanca y privilegios a los ricos que les proporcionan grandes donaciones para sus campañas políticas. En nuestro artículo estudiaremos las formas y el carácter moral de la corrupción generalizada, ofreceremos otro punto de vista sobre los costes de la corrupción y subrayaremos algunos de los esfuerzos que se están haciendo actualmente para reducirla. ¿Qué es corrupción?
La ONG Transparency International define la corrupción como «el abuso del poder otorgado para obtener un beneficio privado»4. La corrupción constituye un ejemplo de lo que los economistas llaman el «problema del agente y del principal», «el problema de motivar a una parte (el agente) para que actúe en beneficio de otra (el principal)»5. En la corrupción se produce lo siguiente: alguien acepta actuar en beneficio de otros, pero después viola ese acuerdo y realiza acciones centradas en sus intereses que son contrarias a los intereses de aquellos a quienes ha prometido servir. La corrupción puede darse en el Gobierno, como cuando un funcionario acepta un soborno para aprobar ilegalmente una modificación de las exigencias legales, o en el sector privado, como cuando el responsable de compras de una empresa paga un precio más alto de lo necesario por los suministros adquiridos debido al soborno recibido. Sin embargo, las discusiones sobre la corrupción generalizada se siguen centrando, acertadamente, en los gobiernos, que habitualmente se produce con la participación activa del mundo de los negocios. La corrupción en el mundo de los negocios no es algo raro6, pero, globalmente considerada, se produce con mayor frecuencia en el sector público, sobre todo porque las jerarquías de rendición de cuentas en el sector privado son más cortas y más directas. En primer lugar, los contribuyentes asumen una gran parte del coste de la corrupción del Gobierno, pero puesto que son muchos y la pérdida para cada uno de ellos es de pequeña cantidad, apenas existe un incentivo financiero para que un ciudadano invierta tiempo y dinero en impedir las pérdidas que conlleva la corrupción. Además, el control de los ciudadanos sobre el Gobierno se produce fundamentalmente mediante las elecciones, en las que entran en juego un montón de cuestiones, no simplemente la honestidad de los candidatos. En las empresas, en cambio, el número de propietarios es más pequeño y cada uno está fuertemente motivado para impedir las pérdidas por corrupción. En segundo lugar, toda empresa plagada de corrupción interna tendrá costes más elevados y se encontrará en desventaja al competir con otras que han impedido este problema. La competitividad raramente se produce entre los funcionarios del Estado. En tercer lugar, los objetivos del Gobierno son habitualmente más complejos que los de las empresas. Por ejemplo, a la hora de decidir qué oferta aceptar para un proyecto de trabajo público, los gobiernos locales tienen más intereses que la simple realización del proyecto al coste más bajo posible, como favorecer el empleo en la zona, potenciar la empresas regionales o distribuir los contratos equitativamente entre las empresas locales de forma intercalada7. Esta multiplicidad de objetivos complican el juicio de los ciudadanos o que los fiscales prueben que un determinado contrato se ha concedido de forma corrupta. Por estas razones, nuestro artículo se centra en la corrupción gubernamental. Ciertamente, se producen muchas formas solapadas de corrupción que incluyen el soborno, la connivencia, la malversación, el robo, el fraude, la extorsión, el abuso de discrecionalidad, el favoritismo, el nepotismo, el clientelismo, el amiguismo, etc. Por eso, no es adecuada una escueta tipología de la corrupción8. No obstante, para lo que perseguimos con nuestra introducción podemos usar un marco muy sencillo formado por tres categorías. La primera sería la que podríamos llamar corrupción de la «autoridad personal», como la malversación, el robo o el fraude. Esta corrupción surge de la actuación de una sola persona, como el presidente de la nación o el jefe del departamento de contabilidad, que posee la autoridad, solo o con la ayuda de sus subordinados, de llevar a cabo una violación de la confianza pública con el objetivo de mejorar su bienestar económico personal. La segunda podría describirse como la corrupción de «dos agentes», esencialmente el soborno y la extorsión, las acciones que más frecuentemente están asociados con la «corrupción generalizada». En el caso del soborno, alguien que no pertenece al Gobierno inicia el proceso intentando alterar el curso ordinario de la toma de decisiones oficiales, ofreciendo algún beneficio, normalmente económico, a un funcionario para recibir, a su vez, un trato de favor. En el caso de la extorsión, un funcionario, reconocido el valor económico del poder de discrecionalidad que ejerce, inicia el proceso y exige un pago adicional antes de tomar una decisión favorable. Bien sea una parte o la otra la que inicie el proceso, las dos tienen que estar de acuerdo para que se produzca la corrupción. Y una vez que el sistema de soborno y extorsión se ha prolongado durante bastante tiempo, las partes implicadas no tienen que decirse nada, pues las dos saben perfectamente «cómo funciona el sistema». Así pues, en las naciones donde se da una corrupción generalizada, resulta difícil distinguir entre soborno y extorsión, puesto que los pagos se hacen bajo cuerda sin problemas y según lo esperado. La tercera forma de corrupción es el sistema del clientelismo, en el que se nombra a los funcionarios para que sirvan a los intereses de quienes los nombran, e incluso los que son elegidos democráticamente se encuentran con una deuda semejante con respecto al partido político que eligió nombrarlos para un cargo. El sistema del clientelismo es la forma más debilitadora de corrupción, porque su influencia se extiende por todas partes. Por una parte, las otras formas de corrupción pueden producirse muy fácilmente, siempre que los que están «arriba» no se opongan y no cedan a los esfuerzos posteriores por investigar y enjuiciar el caso. Por otra parte, puesto que todos los trabajadores, desde los miembros del Tribunal Supremo hasta los sanitarios locales, son nombrados por su lealtad y no por su capacidad, los ciudadanos se encuentran frecuentemente con la corrupción y la incompetencia en todos los niveles del Gobierno. La corrupción como problema moral
Desde el punto de vista de la teología moral católica, el mal esencial de la corrupción se encuentra en la ruptura de un vínculo de confianza. Esta relación fundamental entre corrupción y confianza implica situaciones moralmente complejas que pueden no ser inmediatamente evidentes. La primera concierne a la diferencia entre soborno y regalo. En su forma más pura, por...


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