Beutler | Comentario al evangelio de Juan | E-Book | www.sack.de
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E-Book, Spanisch, 456 Seiten

Reihe: Comentarios teológicos y literarios del AT y NT

Beutler Comentario al evangelio de Juan


1. Auflage 2016
ISBN: 978-84-9073-240-3
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

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Reihe: Comentarios teológicos y literarios del AT y NT

ISBN: 978-84-9073-240-3
Verlag: Editorial Verbo Divino
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La presente obra es la traducción del gran comentario del evangelio de Juan publicado por el autor en alemán en 2013. Este comentario presenta el Evangelio de Juan como testimonio del primer siglo cristiano, con raíces en las Escrituras de Israel y en la antigua tradición cristiana, en particular en los evangelios sinópticos de Mateo, Marcos y Lucas. Basándose en una evaluación de los estudios clásicos y recientes, el autor une un análisis histórico-literario con un acercamiento sincrónico orientado hacia el análisis semántico y narrativo del texto final del evangelio de Juan. Junto con otros intérpretes el autor cuenta con una relectura del evangelio, en la cual el texto original es actualizado por los lectores de la generación siguiente. Así se abre el horizonte para los lectores actuales con sus preguntas y necesidades.

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INTRODUCCIÓN
1. CARÁCTER PROPIO Las lectoras y lectores de los evangelios entran a un nuevo mundo en el evangelio de Juan. Desde el comienzo oyen un nuevo lenguaje. Las palabras de Jesús del reino inminente de Dios no resuenan. Ya el prólogo del cuarto evangelio (Jn 1,1-18) se caracteriza por conceptos cargados de significado. Se trata del logos divino que trae luz y vida a los hombres, pero también de los poderes de las tinieblas. Se trata de la verdad que es y trae Jesús, y de la mentira que se le opone. Ante todo los grandes discursos de la primera mitad del cuarto evangelio y las controversias con los «judíos» se caracterizan por este lenguaje, pero también los discursos de despedida de Jesús antes de su paso a la pasión; aun al ser interrogado por Pilato, Jesús se declarará rey que vino a dar testimonio de la verdad. Es un tono que no se había oído en los evangelios. Característico del evangelio de Juan es el mundo dualista de lenguaje y de conceptos. A diferencia de los evangelios sinópticos, este dualismo no es de tipo temporal, sino espacial. Jesús viene «de arriba»; sus adversarios, «de abajo». Ellos son «de este mundo»; él «no es de este mundo». Jesús trae la vida, incluso es la vida; quien se cierra a él camina en las tinieblas. Jesús trae la verdad, incluso es la verdad. El antagonista es el «padre de la mentira». El «mundo» puede ser espacio del envío del Hijo, pero también el conjunto de todo lo que se opone a Jesús y a su mensaje. Como representantes del «mundo» que se opone a Jesús, aparecen en el evangelio de Juan los «judíos» en un sentido específico (concretamente las autoridades judías en Jerusalén, pero también los representantes de la religión judía, en la medida en que se niegan a creer en Jesús). La multiplicidad de grupos judíos que todavía se encuentran en los evangelios sinópticos se reduce en el evangelio de Juan a los fariseos, lo cual podría relacionarse con la fecha de origen relativamente tardía del cuarto evangelio. Después de la destrucción de Jerusalén y del templo en el año 70 d.C., los saduceos, zelotas y esenios habían perdido su importancia. El grupo de los fariseos quedó como el único decisivo, identificado en Juan con los «judíos». La impresión de que por esta razón el evangelio de Juan es antijudío es sin embargo engañosa. No hay un evangelio tan fuertemente caracterizado por el judaísmo y sus instituciones como el cuarto. Se evidencia ya en la estructura de este evangelio. Como más abajo se habrá de fundamentar detalladamente, los viajes de Jesús a las fiestas judías de peregrinación poseen significado estructural para el evangelio de Juan. Entre la primera Fiesta de Pascua de Jn 2,13 y la última de Jn 11,55 están la fiesta no especificada de 5,1, que bien se puede referir a la Fiesta de las Semanas, y la Fiesta de las Tiendas de 7,2, a la cual se suma la Fiesta de la Dedicación de 10,22. Si se prescinde de la Fiesta de Pascua de 6,4, celebrada en Galilea, la vida pública de Jesús atraviesa una vez el ciclo de fiestas judías. Jerusalén y el templo son los escenarios preferidos de la enseñanza y de la acción de Jesús, resaltando también lugares en particular, como la piscina de Siloé y la de Betesda. La sucesión de acontecimientos de la vida de Jesús no siempre corresponde a la de los evangelios sinópticos. Así Jesús realiza la purificación del templo ya en su primera visita a Jerusalén con motivo de la primera Fiesta de Pascua (Jn 2,13-22). De esta manera surge un arco tenso, dramático, pues ya en este momento se produce un conflicto amenazante entre Jesús y las autoridades judías (paralelo en cierta forma al consejo de los fariseos y herodianos, de cómo podían eliminar a Jesús, después de que hiciera una curación en sábado en Mc 3,6). Si ya Marcos parece escoger de forma selectiva entre las acciones taumatúrgicas de Jesús, esta tendencia se intensifica en Juan. En él no se encuentran ni expulsiones de demonios ni curaciones de leprosos, y el número de otras curaciones aparece drásticamente limitado. Quedan la curación del hijo del funcionario real (Jn 4,46-54), la curación del paralítico (Jn 5) como también otra de un ciego de nacimiento (Jn 9) antes de la resurrección de Lázaro de entre los muertos (Jn 11,1-44). Pero estos milagros son objeto de reflexión teológica como «signos» de la autoridad de Jesús, también en las escenas dialogales que se despliegan y en los discursos de Jesús que les siguen o les acompañan. Esto también atañe a la multiplicación de los panes en Jn 6. La conversión de agua en vino, exclusiva de Juan, en las bodas de Caná se designa como el comienzo de los «signos» (Jn 2,11), aunque falta un discurso explicativo de Jesús. La pesca abundante de Jn 21,1-14 no sigue este esquema, pero por su parte tiene fuertes rasgos simbólicos. Las parábolas de Jesús sobre el reino de Dios, características de los sinópticos, en vano se buscan en Juan; pero el cuarto evangelista también ama el lenguaje simbólico, que sirve ante todo para describir la identidad de Jesús, como en las «palabras-yo-soy», típicas del evangelista, con las cuales Jesús expresa quién es él para el creyente («yo soy el pan de la vida», Jn 6,35; «yo soy la luz del mundo», Jn 8,12). En dos pasajes también se encuentra en Juan una forma literaria semejante a la parábola o al relato parabólico, que ha sido llamado «discurso simbólico»: está en el discurso simbólico del buen pastor en Jn 10,1-5, y en el de la vid verdadera en Jn 15,1-8. En esta forma de discurso, emparentada con la de la alegoría, imagen y nivel objetivo se compenetran. Marcos comienza su evangelio con la aparición de Juan Bautista. Mateo y Lucas van temporalmente más allá y empiezan con un evangelio de la infancia. El cuarto evangelio da todavía un paso más escrutando en su prólogo (Jn 1,1-18) el origen de Jesús hasta la profundidad divina desde la eternidad. Quién es Jesús y de dónde proviene no se explica ahora biográfica, sino teológicamente, incluso se poetiza. Ya en este prólogo se manifiesta la teología característica del cuarto evangelio, incluso encuentra en él su expresión insuperable. La palabra divina, Jesús, no solo procede de Dios, sino que ella misma es Dios, es decir, de naturaleza divina. Esta afirmación enmarca el prólogo de Juan (Jn 1,1.18). Tomás, al final del evangelio, antes del c. 21 anexado, hará suya una vez más esta afirmación y la hará su confesión y la de aquella comunidad de lectores (Jn 20,28): «Señor mío y Dios mío». De esta forma la confesión de la divinidad de Jesús enmarca todo evangelio de Juan en su diseño original. Que Jesús sea Hijo de Dios es afirmación sobresaliente en Marcos (cf. Mc 1,11; 9,7; 14,61; 15,39); en Juan es el título cristológico dominante. Además Jesús aparece sencillamente como «el Hijo», y también como el «Hijo del Hombre», concordando otra vez con los evangelios sinópticos, cuyos predicados tienen contactos con los del Siervo de Dios de Isaías: él será «exaltado y glorificado» (cf. Is 52,13 LXX), cuando haya llegado su «hora». De esta forma entra en juego la escatología joánica. En Juan no se habla del fin inminente del mundo ni del final de Jerusalén como en Mc 13 par. El final de los tiempos no viene en algún momento, ni tampoco muy pronto, sino que ya ha irrumpido, tal vez recurriendo a textos sinópticos como Mt 12,28; Lc 11,20. En Juan esto puede significar: «llega la hora, y ya llegó», la hora de los verdaderos adoradores en el Espíritu al final de los tiempos (4,23) y, al mismo tiempo, la hora en que los muertos oirán la voz del Hijo del Hombre y resucitarán para ser juzgados o para salvarse (Jn 5,25). Ante todo Juan, trasponiendo al presente juicio final y vida eterna, va más allá de los sinópticos. El punto de viraje de la historia es la pasión, muerte y resurrección de Jesús, dicho según Juan, la «hora» de la «exaltación» de Jesús en la cruz y al Padre. Desde este punto prominente también se han de entender las palabras de Jesús. Ante todo, los discursos de despedida de Jesús en Jn 13–17 hablan consecuentemente desde la perspectiva del exaltado. Pronto ya no estará presente de modo visible entre los suyos, pero enviará a su representante, el Paráclito, que guiará a los discípulos de Jesús a toda la verdad (16,13). Así la comunidad de los discípulos de Jesús después de Pascua vive en el final de los tiempos y se hace partícipe de las promesas divinas del final de los tiempos. 2. ESTRUCTURA Hasta el momento se encuentran las más distintas opiniones sobre la estructura del evangelio de Juan. Hasta el pasado más reciente predominaban las dudas precisamente en el área de lengua alemana, de si después de todo se podía encontrar una estructura clara. Este escepticismo se evidencia por ejemplo en el comentario de Juan, de gran envergadura, de R. Schnackenburg. La razón de este escepticismo reside en parte en la opinión según la cual el evangelio de Juan se habría originado a lo largo de un tiempo considerable sobre la base de diferentes fuentes escritas, y su forma original difícilmente se podría reconstruir. Los grandes exegetas del siglo XX dividen a Jn principalmente según puntos de vista temáticos. Así R. Bultmann en su comentario divide el cuarto evangelio en dos partes principales: «la revelación de la d??a al mundo» (Jn 2–12) y «la revelación de la d??a a la comunidad» (Jn 13–20). El c. 1 sería prólogo y preámbulo; el c. 21, epílogo o apéndice. De forma similar divide Jn C. H. Dodd...



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