Black | Escrito en en los huesos | E-Book | www.sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 344 Seiten

Reihe: Ensayo

Black Escrito en en los huesos


1. Auflage 2022
ISBN: 978-84-125540-4-5
Verlag: Capitán Swing Libros
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

E-Book, Spanisch, 344 Seiten

Reihe: Ensayo

ISBN: 978-84-125540-4-5
Verlag: Capitán Swing Libros
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark



Nuestros huesos son los testigos silenciosos de las vidas que llevamos. Nuestras historias están grabadas en su médula. Basándose en sus años de investigación y en su notable experiencia, la antropóloga forense de renombre mundial Sue Black nos lleva a un viaje de redescubrimiento, una visita guiada por el esqueleto humano que nos explica cómo la historia de la vida de cada persona se revela en sus huesos, a los que ella llama «los últimos centinelas de nuestra vida mortal que dan testimonio de cómo la hemos vivido». Desde la parte superior del cráneo hasta los pequeños huesos del pie, pasando por la cara, la columna vertebral, el pecho, los brazos, las manos, la pelvis y las piernas, muestra que cada parte de nosotros tiene una historia que contar. Lo que comemos, a dónde vamos, todo lo que hacemos deja un rastro, un mensaje que espera pacientemente durante meses, años, a veces siglos, hasta que un antropólogo forense es llamado a descifrarlo. Parte de esta información es fácil de entender, otra mantiene sus secretos a rajatabla y necesita la persuasión de la ciencia para ser liberada. Pero al reunir cuidadosamente las pruebas, se pueden reconstruir los hechos de una vida. Miembro a miembro, caso a caso -algunos criminales, otros históricos, otros inexplicablemente extraños- Sue Black reconstruye con íntima sensibilidad y compasión las historias ocultas en lo que dejamos a nuestro paso.

Sue Black. Inverness (Reino Unido), 1961 Destacada antropóloga forense, anatomista y académica, Sue Black ha trabajado en investigaciones forenses de alto nivel y ha identificado a miles de víctimas de crímenes de guerra y desastres naturales. Es la actual presidenta del Real Instituto de Antropología de Gran Bretaña e Irlanda. Estudió Anatomía en la Universidad de Aberdeen, donde se graduó con una licenciatura y completó su doctorado. Tras licenciarse, fue nombrada profesora de Anatomía en el Hospital St Thomas de Londres. Fue aquí donde se involucró cada vez más en la anatomía forense, ya que la policía le llevaba ocasionalmente huesos para que los identificara. Black comenzó a trabajar en casos de gran repercusión para el Ministerio de Asuntos Exteriores y de la Commonwealth (FCO) y las Naciones Unidas, identificando a las víctimas de diversos conflictos. A continuación volvió al mundo académico, trabajando como profesora de Anatomía y Antropología Forense en la Universidad de Dundee, donde trabajó durante trece años. Recibió una mención policial por su trabajo de desarrollo de nuevas técnicas forenses para identificar los patrones venosos y cutáneos de las manos y los antebrazos. Fue nombrada dama comendadora de la Orden del Imperio Británico en 2016 por sus servicios a la antropología forense. Su obra más vendida, Todo lo que queda, es un libro sobre sus vivencias en la medicina forense y fue galardonada con el premio Saltire Book of the Year en 2018.
Black Escrito en en los huesos jetzt bestellen!

Weitere Infos & Material


Los recuerdos de nuestra vida no solo se plasman en el cerebro. El esqueleto humano adulto está formado por más de doscientos huesos y cada uno tiene su propia historia. Algunos la cuentan por voluntad propia a cualquiera que se lo pida; otros la custodian celosamente hasta que un investigador hábil y persistente los convence de que la revelen. Los huesos son el andamiaje de nuestro cuerpo y sobreviven hasta mucho después de que la piel, la grasa, los músculos y los órganos se hayan fundido de nuevo con la tierra. Están diseñados para ser robustos, para mantenernos erguidos y para darnos forma, así que es lógico que sean los últimos guardianes de nuestra vida mortal capaces de dar testimonio de cómo la vivimos.

Estamos acostumbrados a ver los huesos como algo seco y muerto, pero cuando estamos vivos ellos también lo están. Sangran si los cortamos, sufren si los rompemos e intentarán repararse a sí mismos para recuperar su forma original. Crecen con nosotros, adaptándose y cambiando a medida que nuestro estilo de vida evoluciona. El esqueleto humano es un órgano vivo complejo que necesita alimento y cuidados; recibe ambos de los nutrientes que le llegan desde el intestino a través de la extensa red arterial que lo rodea, mientras que las redes venosas y linfáticas, igualmente complejas, retiran sus desechos. Minerales como el calcio y el fósforo, y oligoelementos como el fluoruro, el estroncio, el cobre, el hierro y el zinc se modelan y remodelan sin cesar para dar solidez y rigidez a nuestra estructura ósea viva. Como los huesos serían muy propensos a fracturarse si estuvieran formados únicamente por materia inorgánica, también tienen un elemento orgánico, el colágeno, que les aporta elasticidad. El colágeno es una proteína que recibe su nombre de la palabra griega para «pegamento» y su función es precisamente mantener unidos los minerales del hueso mediante una compleja amalgama que maximiza su dureza y flexibilidad.

En clase de Biología, en el colegio, solíamos llevar a cabo un experimento que demostraba la función de cada uno de estos dos elementos básicos. Tomábamos dos huesos, normalmente fémures de conejo (muchas veces de los que cazaba mi padre), y quemábamos el primero en un horno para eliminar la parte orgánica. Lo que nos quedaba era la parte mineral del hueso libre de los elementos elásticos que lo mantienen unido: básicamente ceniza. El hueso conservaba la forma un instante, pero en cuanto lo levantabas se deshacía y no quedaba más que polvo. El segundo hueso lo metíamos en ácido clorhídrico, que lixiviaba los elementos minerales. El resultado era una figura como de caucho con forma de hueso, desprovista de los minerales que le conferían rigidez. Si la estrujabas con los dedos, parecía una goma de borrar y podía doblarse por la mitad de manera que ambos extremos se tocaran sin romperse. Ninguno de los dos elementos, ni el orgánico ni el inorgánico, cumple su función por sí solo; juntos, cooperan para formar el pilar de la evolución y la existencia.

A pesar de que los huesos parecen muy sólidos, al abrirlos se ve que están formados por dos partes bastante distintas. La mayoría lo sabemos por los huesos animales de la carne que comemos, o los que mordisquean nuestros perros. La gruesa capa exterior (hueso compacto o cortical) tiene un aspecto denso, marfileño, mientras que el delicado entramado interno (hueso esponjoso o trabecular) parece un panal de abeja. Los huecos están rellenos de médula ósea, una mezcla de grasa y células que producen sangre. Aquí es donde se crean nuestros glóbulos rojos, nuestros glóbulos blancos y nuestras plaquetas. Y es que los huesos son mucho más que un simple armazón al que se amarran los músculos. También almacenan minerales, producen componentes de la sangre y protegen los órganos internos.

Los huesos se remodelan sin cesar a lo largo de la vida; se cree que el esqueleto humano prácticamente se renueva cada quince años. Algunas partes se reemplazan más rápido que otras: el hueso esponjoso se sustituye con mayor frecuencia, mientras que el hueso compacto tarda más. A lo largo de los años podemos sufrir muchas microfracturas en el hueso esponjoso: alguno de los puntales que lo forman puede romperse y debe reponerse enseguida, antes de que todo el hueso se quiebre. En general, este mantenimiento continuo del esqueleto no afecta a la forma original del hueso. Sin embargo, cuando hay partes dañadas se producen modificaciones, y la edad también influye en cómo se renuevan esas partes, de manera que el aspecto del esqueleto sí va cambiando a lo largo de la vida.

Lo que ingerimos para alimentar nuestros huesos es esencial para permitir que el cuerpo siga funcionando de manera óptima. Se considera que la densidad ósea alcanza su nivel máximo en nuestra cuarta década de vida. Durante el embarazo y la lactancia, las madres hacen un uso intenso de esos recursos, aunque, a medida que envejecemos, todos recurrimos a ellos, lo que va drenando los huesos y hace que el esqueleto sea cada vez más quebradizo. Esto es especialmente patente en las mujeres posmenopáusicas, cuando el efecto protector de los estrógenos desaparece debido a la disminución de hormonas en el cuerpo. A medida que se agotan los estrógenos, se abren las compuertas: la parte mineral del hueso se va drenando y no se repone, así que los huesos se vuelven más frágiles. Esto puede provocar osteoporosis, que nos hace más susceptibles a las fracturas, sobre todo en las muñecas, la cadera o la columna, aunque pueden producirse en cualquier parte del cuerpo debido a una caída o cualquier tipo de traumatismo. No es necesario que sea fuerte: la causa de la fractura puede ser simplemente un mal gesto.

Nos conviene asegurarnos de que acumulamos la mayor cantidad posible de elementos minerales durante la infancia y la juventud. Cuando crecemos, la leche se considera la mejor fuente de calcio, el mineral más importante para nuestros huesos. Por eso, tras la Segunda Guerra Mundial, en los colegios británicos se comenzó a ofrecer leche de forma gratuita; en la actualidad se sigue haciendo en la etapa infantil, hasta los cinco años.

El otro ingrediente esencial para tener unos huesos sanos es la vitamina D, que nos ayuda a absorber el calcio y el fósforo que necesitan. La vitamina D puede obtenerse de los lácteos, los huevos o el pescado graso, pero la mejor fuente son los rayos solares UVB, que transforman el colesterol presente en la piel en vitamina D. Su carencia puede provocar diversas dolencias. En los niños resulta especialmente evidente: los bebés que están siempre envueltos en mantas o los niños pequeños que no salen al aire libre pueden desarrollar trastornos como el raquitismo, que se traduce en huesos blandos o quebradizos, cuya expresión más clara es el arqueamiento de las extremidades inferiores hacia dentro o hacia fuera.

Nuestras experiencias, nuestros hábitos y nuestra actividad pueden dejar huella casi en cualquier parte del cuerpo, tanto en el tejido blando como en el duro. Solo hay que saber qué herramientas usar para recabar las señales, descodificarlas e interpretarlas. Por ejemplo, la adicción al alcohol deja cicatrices en el hígado; si es al cristal, en los dientes («boca de metanfetamina»). Una dieta muy grasa deja su impronta en el corazón y los vasos sanguíneos, e incluso en la piel, el cartílago o los huesos, cuando el daño causado hace que el cirujano tenga que acceder rápidamente al corazón a través de la pared torácica.

El esqueleto guarda muchos de estos recuerdos: una dieta vegetariana queda marcada en los huesos y una clavícula reparada puede ser un souvenir de aquella vez que nos caímos de la bici. Todas las horas dedicadas a levantar pesas generan una mayor masa muscular, y por lo tanto un mayor desarrollo de los puntos de inserción del músculo en los huesos.

Quizá no se trate de recuerdos como los definiríamos normalmente, pero juntos conforman una sincera y fiable melodía de fondo para la banda sonora de nuestras vidas. En la mayoría de los casos jamás se escuchará, a no ser que acabe expuesta al escrutinio de otros, por ejemplo en radiografías o ecografías, o si fallecemos de forma repentina y nuestros restos tienen que ser examinados por alguien que debe averiguar quién éramos en vida y cómo hemos muerto. Esta tarea requiere personas que hayan recibido formación para identificar dicha música. Puede que no sea realista aspirar a extraer la pieza musical completa, pero a veces solo hace falta un fragmento de la melodía, como en esos concursos en los que hay que reconocer una canción a partir de las notas iniciales.

La labor del antropólogo forense consiste en leer los huesos del esqueleto como si fueran un disco, recorriéndolos con una aguja profesional en busca de esos breves segmentos reconocibles de memoria corporal que forman parte de la canción de su vida y sonsacándoles fragmentos de la melodía que se grabó en ellos mucho tiempo atrás. Por lo general, se trata de una vida que ha llegado a su fin. Lo que nos interesa es cómo era esa persona y cómo vivió. Buscamos experiencias que hayan quedado reflejadas en los huesos y nos ayuden a contar su historia, y quizá a devolver al cuerpo su nombre.

En el campo de la antropología forense (el estudio del ser humano, o de los restos del ser humano, con fines medicolegales) hay cuatro cuestiones básicas con las que...



Ihre Fragen, Wünsche oder Anmerkungen
Vorname*
Nachname*
Ihre E-Mail-Adresse*
Kundennr.
Ihre Nachricht*
Lediglich mit * gekennzeichnete Felder sind Pflichtfelder.
Wenn Sie die im Kontaktformular eingegebenen Daten durch Klick auf den nachfolgenden Button übersenden, erklären Sie sich damit einverstanden, dass wir Ihr Angaben für die Beantwortung Ihrer Anfrage verwenden. Selbstverständlich werden Ihre Daten vertraulich behandelt und nicht an Dritte weitergegeben. Sie können der Verwendung Ihrer Daten jederzeit widersprechen. Das Datenhandling bei Sack Fachmedien erklären wir Ihnen in unserer Datenschutzerklärung.