Borghesi / Leonetti Bertiaux | Jorge Mario Bergoglio: Una biografía intelectual | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, Band 36, 360 Seiten

Reihe: 100XUNO

Borghesi / Leonetti Bertiaux Jorge Mario Bergoglio: Una biografía intelectual

Dialéctica y mística
1. Auflage 2020
ISBN: 978-84-9055-872-0
Verlag: Ediciones Encuentro
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

Dialéctica y mística

E-Book, Spanisch, Band 36, 360 Seiten

Reihe: 100XUNO

ISBN: 978-84-9055-872-0
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La formación intelectual de Jorge Mario Bergoglio, cuya exposición y análisis detallado se lleva a cabo por primera vez en esta obra, permite comprender la mirada amplia y de carácter poliédrico que marca el actual pontificado del papa Francisco. Formado en la escuela jesuítica, sobre todo en la francesa, Bergoglio ha asimilado el mensaje de San Ignacio a través de la lectura, al mismo tiempo 'dialéctica y mística', que de él hizo Gaston Fessard, un importante filósofo del siglo XX. Es de aquí de donde surge la concepción del catolicismo como coincidentia oppositorum que le llevará al encuentro de la antropología de la polaridad de Romano Guardini y con el pensamiento de Alberto Methol Ferré, quizá el intelectual católico más importante de la segunda mitad del siglo XX en América Latina. Para la elaboración de la presente obra, el filósofo Massimo Borghesi, además de sumergirse en las 'fuentes' que han alimentado el modo de ver y razonar del actual pontífice, ha recibido del propio Bergoglio aclaraciones esenciales sobre su pensamiento y su formación intelectual en cuatro documentos de audio, grabados entre enero y marzo de 2017, en respuesta a las preguntas del autor.

Massimo Borghesi es profesor titular de Filosofía Moral en el Departamento de Filosofía, ciencias sociales, humanas y de la formación de la Universidad de Perugia. Ha sido director de la Cátedra Bonaventuriana en la Pontificia Universidad San Buenaventura. Especialista en el pensamiento filosófico alemán de los siglos XIX y XX, con particular atención a los temas de la secularización, el nihilismo y la sociedad 'post-secular', es probablemente uno de los más originales filósofos contemporáneos de la religión. Entre sus últimas publicaciones destacan: Critica della teologia politica. Da Agostino a Peterson. La fine dell'era costantiniana (2013); Senza legami. Fede e politica nel mondo liquido: gli anni di Benedetto XVI (2014) y Luigi Giussani. Conoscenza amorosa ed esperienza del vero: un itinerario moderno (2015). En Encuentro ha publicado Posmodernidad y cristianismo. ¿Una radical mutación antropológica? (1997) y El sujeto ausente. Educación y escuela entre el nihilismo y la memoria (2005).

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Introducción Al atardecer del 28 de febrero de 2013, despegaba de San Pedro un helicóptero blanco, sobrevolando la ciudad de Roma, acompañado por el sonido de las campanas de las iglesias de la capital. Trasladaba a Benedicto XVI, el anciano pontífice, que había sido el primero en presentar la renuncia a su ministerio en la Edad Moderna. El teólogo más grande de nuestro tiempo se había encontrado teniendo que administrar una difícil herencia, la de Juan Pablo II, con una Iglesia marcada por problemas y escándalos que habían alterado y manchado la imagen de la misma a los ojos del mundo. Su determinación de resolverlos y contrarrestarlos no había sido suficiente ante el debilitamiento de sus fuerzas. Su sucesor, el arzobispo de Buenos Aires, cardenal Jorge Mario Bergoglio, venía «del otro extremo del mundo». A la dulzura apacible de Ratzinger la sustituía la dulzura impetuosa de Francisco, su forma sencilla de hablar, su manera directa de expresarse y dirigirse al corazón de la gente. Un testimonio persuasivo hasta el punto de cambiar, en unos pocos años, desde el 13 de marzo de 2013, la mirada a la Iglesia, cuya pesada herencia ya no constituye una acusación. El éxito planetario de la figura de Francisco no ha cubierto, como en los años de Juan Pablo II, el vacío progresivo de las iglesias. Este sostiene la fe humilde de los pueblos, de los sencillos, de aquellos que en el escenario de la historia son los «invisibles». Con todo, el encuentro entre el pontificado y la realidad popular no ha provocado aplausos y reconocimientos en todas partes. Como escribe Agostino Giovagnoli: Su popularidad, sin embargo, no se extiende por todas partes ni en todos los medios y, sobre todo, la novedad que él trae no siempre es aceptada y comprendida. Este es, asimismo, el caso de gran parte de las clases dirigentes europeas y, especialmente, de los intelectuales y los universitarios del Viejo Continente. De hecho, en Europa, el mundo de la cultura se muestra al menos un tanto inseguro con respecto al nuevo papa. Indudablemente, el papa Francisco ha realizado pocas visitas a las grandes instituciones culturales y han sido raros los encuentros con exponentes de la academia. De él no se recuerdan lecciones magistrales como las de Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona o en el Collège des Bernardins, en París. Han sido pocas, además, las ocasiones en que ha hablado de manera explícita sobre la actividad cultural, la investigación científica o los problemas de los intelectuales. Pero todo eso no basta para explicar la distancia entre Francisco y el mundo de la cultura europea2. En realidad —observa Giovagnoli—, no es verdad que Francisco esté alejado de la cultura, de la europea en particular. «De sus escritos, por último, surge un pensamiento más complejo y elaborado de lo que aparentemente se manifiesta. A pesar de lo que se piensa por lo general, cuanto más se leen sus encíclicas, sus discursos o sus homilías, más se tiene la impresión de que Francisco conoce el mundo de los intelectuales y tiene convicciones sólidas sobre el rol de la cultura en la sociedad contemporánea»3. Esta «complejidad» del pensamiento de Bergoglio no ha encontrado hasta ahora, salvo pocas excepciones, la atención que merece4. Proliferan, por el contrario, los críticos, los teólogos de última hora, aquellos que deducen la visión del papa de los artículos de periódicos. Dos son las objeciones que vuelven con desarmante monotonía. Para la primera, Francisco sería un populista, un «peronista» argentino, carente de las categorías capaces de comprender las sutiles distinciones de la Europa liberal y moderna. Para la segunda, Bergoglio no tendría la preparación teológica y filosófica necesaria para desempeñar el cargo petrino. Ambas críticas se mezclan en la presunción, enteramente europea y norteamericana, de que lo procedente de América Latina no está a la altura de los parámetros occidentales. Se trata de una persuasión bien expresada por Angelo Panebianco, según el cual «es inevitable —dado que cada uno de nosotros es hijo de su propia historia— que este papa, como todos los que le han precedido, traiga consigo, además de su fe y su interpretación del Evangelio, también experiencias, ideas y sentimientos que forman parte de la tradición de su tierra. Tradición que no coincide necesariamente con la nuestra. Es plausible que, en un país de un capitalismo maduro, como es, a pesar de todo, Italia, no sean pocos, incluso entre los católicos, los que disienten de Bergoglio en materia de trabajo y beneficio o los que —por poner otro ejemplo— no creen que las guerras contemporáneas sean puramente fruto del deseo de ganancia de ávidos capitalistas. Y también es plausible que muchos se den cuenta de que las ideas económicas del papa derivan de una cierta interpretación de las Escrituras, pero tal vez también de una tradición fuertemente anticapitalista, arraigada en el país del que procede. En Italia, disponemos de magníficos investigadores sobre América Latina en general y sobre Argentina y su historia en particular. Tal vez haya llegado el momento de que empiecen a ocuparse de los vínculos culturales entre este papa y esa tradición»5. El límite de Francisco vendría dado por su procedencia, por su ser «argentino». El juicio de Panebianco no es un caso aislado. Le hace eco, de un modo menos sobrio, Loris Zanatta, según el cual Bergoglio «es hijo de una catolicidad impregnada de antiliberalismo visceral, erigida, a través del peronismo y guiada por la cruzada católica contra el liberalismo protestante, cuyo ethos se proyecta como una sombra colonial sobre la identidad católica de América Latina»6. Es la crítica que encontramos en el filósofo liberal Marcello Pera, conocido por el libro que escribió con Joseph Ratzinger, Senza radici (Sin raíces, Península, Barcelona 2004), en el que pronosticaba una nueva «religión civil» y, en concomitancia con la guerra contra Irak, el retorno de Europa a un espíritu guerrero contra el pacifismo. Según Pera, «tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI habían dado a su misión un fuerte acento occidental. Se habían referido constantemente a Europa y habían adoptado una evidente perspectiva occidental, considerando a nuestro continente como la cuna de los valores precisamente occidentales. Francisco, en cambio, tiene una visión puramente sudamericana»7. Su apertura al tema de la inmigración acredita que «detesta el Occidente, aspira a destruirlo y recurre a todo para conseguir este fin [...] el papa refleja todos los prejuicios del sudamericano contra Norteamérica, contra el mercado, contra las libertades, contra el capitalismo»8. Según Pera, «su visión es la sudamericana del justicialismo peronista, que no tiene nada que ver con la tradición occidental de las libertades políticas y con su matriz cristiana»9. Panebianco, Zanatta y Pera expresan, con tonos perentorios, la distancia con la que el área laica, liberal, mira a Bergoglio. La ideología occidentalista, capitalista, librecambista ve en el papa «argentino» un freno al pensamiento único que ha dominado en la era de la globalización. El pontífice es un adversario, y como tal ha de ser tratado. A estos críticos hay que sumar los católicos conservadores de orientación teocon (teoconservadurista), análogos en la mentalidad a gran parte del catolicismo en EE. UU. Vuelve con ellos la oposición Occidente-Sudamérica, típica de la derecha liberal laica10. Las simplificaciones de los términos —populismo, peronismo— sin que se investiguen sus articulaciones históricas obedecen en realidad a una lógica de deslegitimación, a la intolerancia con respecto a toda crítica al modelo de la globalización. Lo que sorprende, en los críticos, es la falta de documentación y ahondamiento, como si el actual pontífice no tuviese un territorio interior cultural, ni una experiencia eclesial digna de ser puesta de relieve11. Massimo Franco escribe de manera oportuna que, «cuando se tiende a describir a Bergoglio como una especie de don Camilo sudamericano, se lleva a cabo una obra involuntariamente mistificadora. El exarzobispo de Buenos Aires no puede ser etiquetado con categorías europeas o, peor aún, italianas. No es un cura rural, como el personaje de Giovanni Guareschi, sino un sacerdote urbano, más aún, de una megacity. Y su lenguaje sencillo deriva de un profundísimo conocimiento del territorio y de sus habitantes, y de una larga elaboración incluso léxica, ‘de campo’, de su identidad de sacerdote»12. El lenguaje de Bergoglio es «sencillo» porque quiere ser sencillo. Es la simplicidad como resultado de la reflexión, de la simplicidad evangélica, y no límite de expresión. Hay detrás un proceso de pensamiento, rico y original, que procede de la escuela de los jesuitas, que se alimenta no solo de maestros argentinos, sino sobre todo de europeos. Cuando el joven Bergoglio estudia filosofía y teología en el Colegio Máximo, en San Miguel, sus referencias ideales son los intelectuales jesuitas del ámbito francés: Henri de Lubac, Gaston Fessard, Michel de Certeau. Algunos son exponentes de la Escuela de Lyon. Estos son sus «maestros». Son maestros «europeos». Los mismos, en parte, que dirigen la reflexión de alguien que se convertirá en su amigo y punto de referencia, el uruguayo Alberto Methol Ferré, el...



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