E-Book, Spanisch, 448 Seiten
Reihe: Cladema/Filosofía
Cabrera Cine: 100 años de filosofía
1. Auflage 2015
ISBN: 978-84-9784-921-0
Verlag: Gedisa Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
E-Book, Spanisch, 448 Seiten
Reihe: Cladema/Filosofía
ISBN: 978-84-9784-921-0
Verlag: Gedisa Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
Julio Cabrera aúna en este libro sus dos grandes pasiones: el cine y la filosofía. En cada capítulo de este libro Cabrera analiza una o más películas elegidas cuidadosamente para reflexionar sobre una cuestión filosófica central. Aristóteles y los ladrones de bicicletas; Bacon y Steven Spielberg; Descartes y los fotógrafos indiscretos, Schopenhauer, Buñuel y Frank Capra; Nietzsche, Clint Eastwood y los asesinos por naturaleza; o Wittgenstein y el cine mudo son algunos de los ejercicios filocinematrográficos propuestos. Los comentarios de películas que el lector encontrará destacan aquellos puntos del filme que deben contribuir a la instauración de la experiencia vivida de un problema filosófico. Esta experiencia en sí es insustituible y nadie podrá tenerla por uno. Tan sólo señalo los lugares en donde el filme duele, en donde puede aprenderse alguna cosa padeciéndolo. Estamos ante el encuentro no programado y mutuamente esclarecedor entre una actividad milenaria del ser humano y uno de los más fascinantes lenguajes emergentes de los últimos tiempos: 100 años de imágenes tratando de representar 2.500 años de reflexión.
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Prefacio Este libro es una introducción a la discusión de problemas fundamentales de la filosofía europea, clásica y contemporánea, de Platón a Wittgenstein: el ser, la naturaleza, el conocimiento, la duda, la responsabilidad moral, la política, el pesimismo, la violencia, la existencia humana, el lenguaje. Puede leerlo cualquier persona que se interese por esa filosofía y no sepa por dónde comenzar. Pero lo aprovechará solamente en la estricta medida en que sepa disfrutarlo, sin prevenciones culturalistas ni falsos temores ante autores consagrados y «difíciles». La actual filosofía profesionalizada se ha asumido abiertamente como «apática», sin pathos, guiada exclusivamente por el intelecto y dejando de lado emociones e impactos sentimentales. Sólo algunos pocos filósofos de los dos últimos siglos (Schopenhauer, Nietzsche, Freud, Kierkegaard, Heidegger) han presentado resistencia a esta tradición, problematizando la hegemonía de la razón intelectualista y la sistemática exclusión del componente emocional en la tarea de captación del mundo. En este sentido, podemos llamarlos irónicamente pensadores «cinematográficos» de la tradición filosófica europea. Decir que el sentido del mundo debe abrirse para una racionalidad exclusivamente intelectual, sin ningún tipo de elemento emocional y sensible, es, por lo menos, una tesis meta-filosófica que necesitaría de justificación. Tal vez el sentido del mundo sea sólo captable a través de una combinación —estratégica y amorosa— de sense y sensibility. En este sentido, se habla aquí de una «razón logopática», de una racionalidad que es lógica y afectiva al mismo tiempo, y que se encontraría presente en la literatura, en la filosofía de los mencionados filósofos rebeldes y, ciertamente, en el cine, no solamente en el cine «dramático» —como podría pensarse— sino en todo tipo de imagen cinematográfica, aun en la no estrictamente narrativa. El impacto logopático de la imagen no se reduce al «impacto dramático»; la más fría imagen está cargada de afecto. Los comentarios de películas que el lector encontrará en este libro siguen la estrategia de destacar los puntos del filme que deben contribuir a la instauración de la experiencia vivida de un determinado problema filosófico. Esta experiencia en sí misma es insustituible y nadie podría experimentarla por uno mismo. Tan sólo señalo los lugares donde el filme duele, donde puede aprenderse alguna cosa padeciéndolo. Serán ininteligibles sin la visión de las películas, si la tesis que aquí sostengo es verdadera. Pero, de todas formas, la parte lógica del filme continúa siendo indispensable. Sin embargo, los filmes no pueden ser utilizados tan solo para «ilustrar» ideas filosóficas previas (un riesgo que el presente libro enfrenta permanentemente, y al cual sucumbe a veces); se trata de mostrar que el propio cine piensa, que es capaz de crear conceptos, y no tan sólo de «ilustrarlos». Tampoco se trata de proyectar filosofía en una película de manera puramente asociativa, como hacen algunos psicoanalistas y ciertos críticos hiper-intelectuales. (Un crítico argentino afirmaba, en un tiempo, que Ocho y medio, de Fellini, era la transcripción de La Divina Comedia de Dante, Canto por Canto). Se ha procurado que las problemáticas filosóficas no aplasten la experiencia del filme. Como el libro es, fundamentalmente, una introducción a la filosofía, y no una introducción al cine, el lector tendrá que comprobar si el objetivo del libro ha sido o no plenamente alcanzado. Aquí se volverá a plantear, inevitablemente (y ojalá así lo haga), la debatida cuestión de la «vulgarización de la filosofía», fantasma que devasta cualquier tentativa de «introducir» a los profanos a los vericuetos de la argumentación filosófica. Los profesionales de la filosofía dirán que los análisis aquí expuestos son incurablemente superficiales y que, por serlo, deforman los problemas filosóficos, poniendo en cabezas desprevenidas conceptos equivocados que después será difícil extirpar. Por ejemplo, al leer el Ejercicio Descartes, dirán que la duda del fotógrafo del filme Blow-Up no tiene nada que ver con la duda metódica cartesiana o, aludiendo al Ejercicio Wittgenstein, que la distinción entre cine mudo y sonoro nada tiene que ver con la distinción wittgensteiniana entre decir y mostrar. Ellos dirán: «Las cosas son mucho más difíciles». Pero esto es trivialmente verdadero: las cuestiones filosóficas siempre permiten un tratamiento más profundo. Habrá sido legítimo, empero, comenzar. «Comenzar» («introducirse en») es, necesariamente, cometer errores, formular ingenuidades, caracterizar conceptos de manera insuficiente, escribir frases que nos darán horror dentro de unos años. Pero no hay otra manera de comenzar que no sea ésa. Algunos dirán: «Mejor que leer una Introducción a la Filosofía es leer la obra de los grandes filósofos. Ésa es la mejor introducción a la Filosofía». Pero en esa lectura de Aristóteles, Kant o Heidegger se harán presentes, inevitablemente, los errores y las ingenuidades de todo y cualquier principiar. Uno de los filósofos analizados en este libro nos ha enseñado que todo comienzo es inesencial, que podemos empezar a filosofar desde cualquier punto, y que sea cual fuere el punto de partida, siempre será rápidamente superado y considerado superficial, pues habrá sido tan sólo un impulso para empezar a reflexionar. Ningún estudio previo evitará eso, ya que el ejercicio del pensamiento se ejerce de una sola manera: pensando, «la empresa de conocer no puede tener lugar si no es conociendo [...] querer conocer antes de conocer es tan extravagante como el sabio propósito de aquel escolástico de aprender a nadar antes de haberse arrojado al agua» (Hegel, Enciclopedia de las ciencias filosóficas, § 10). Por consiguiente, si este libro se asume como «inicial», será necesariamente superficial en el sentido hegeliano. Deberá ser superado por más y mejores pensamientos. Pero eso no lo tornará inútil o peligrosamente desvirtuador de la «gran filosofía», con la que mantendrá, quiéralo o no, un vínculo indestructible. Sea también dicho, como quedará claro —espero— tras la lectura del ensayo inicial («Cine y Filosofía. Para una crítica de la razón logopática»), que no se trata tan sólo de una introducción a la filosofía, sino también de un libro que defiende una idea de lo que sea filosofar; se indaga, por tanto, a qué filosofía pretenden introducirnos las introducciones a la filosofía. A través de la cuestión de la imagen cinematográfica y de su poder conceptual, el libro plantea también una problematización de nociones tradicionales del quehacer filosófico. No es ésta una introducción a filósofos, sino a problemas filosóficos, a pesar de que se parte, en cada ejercicio, del nombre de ciertos autores como referencias. Pero si se lee con atención, se verá que no son los filósofos quienes aparecen como autores de filosofías, sino que las filosofías son las que tienen a filósofos como portavoces. Así, Descartes es el pensador rehén para el problema de la duda, Schopenhauer el vocero de la cuestión del valor de la vida, y Sartre el ventrílocuo a través del cual pensamos la elección responsable. Los autores interesan como puentes hacia cuestiones por las cuales fueron poseídos. Se sigue la metodología de discutir problemas y de aprender discutiéndolos. Como lo dice otro de los pensadores convocados en este libro: «Él [el profesor] no debe enseñar pensamientos, sino a pensar; no se debe transportar al alumno, sino guiarlo, si se quiere que él sea apto, en el futuro, a caminar por sí mismo. Semejante didáctica la exige la propia naturaleza de la filosofía» (Kant, Lógica, Ak 306, A5). La única limitación de Kant es que él concebía este aprendizaje como algo que tan sólo la razón puede emprender. Su error fue no haber ido lo bastante al cine. Más allá de la ironía, en este libro se trata de mostrar que el cine puede enseñar filosofía a la manera kantiana. En esta segunda edición del libro —después de varias reediciones sin cambios— se han introducido modificaciones significativas: Los cambios menores son numerosos y no tendría sentido resumirlos aquí, sobre todo la corrección de pequeños errores de informaciones que fueron casi siempre bien apuntados por el traductor italiano del libro (pero que a veces comete otros errores, como en la nota 2 del capítulo 13 o la 43 del 14). Estos errores menores se debieron, en parte, a las malas condiciones en las que me vi obligado a escribir la primera versión del libro, a veces sin el material de consulta a mano y forzado a reconstruir filmes de memoria, sin oportunidad de visionarlos de nuevo con calma. El libro fue escrito de manera salvaje e intuitiva, como si se abriese un filón que aún había que explorar. En esta edición, todos esos problemas menores fueron resueltos, y se intentó expresar mejor las ideas sin tener que escribir otro libro. Es evidente que alguien podrá continuar descubriendo errores u omisiones, que inevitablemente siempre aparecen en cualquier obra filosófica. Pero los cambios realmente importantes en el libro son los que registro a continuación. En primer lugar, se ha reescrito...