E-Book, Spanisch, Band 72, 164 Seiten
Reihe: Teatro
Calderón De La Barca Las armas de la hermosura
1. Auflage 2010
ISBN: 978-84-9953-275-2
Verlag: Linkgua
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
E-Book, Spanisch, Band 72, 164 Seiten
Reihe: Teatro
ISBN: 978-84-9953-275-2
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Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-1681) Calderón de la Barca nació el 17 de enero de 1600, en Madrid, como segundo de cinco hermanos, en el seno de una familia de mediana hidalguía procedente de las montañas cántabras. Su padre fue escribano del Consejo y Contaduría Mayor de Hacienda. La madre murió en 1610 y el padre en 1615. Al parecer, su padre había dejado como voluntad y requisito para que Pedro y sus hermanos heredaran el que siguieran las carreras que él había marcado; a Calderón le estaba destinada la de sacerdote. Al igual que Lope de Vega, Quevedo y otros literatos, Calderón cursó estudios en el madrileño colegio Imperial de los jesuitas (hasta 1613), y los continuó en las universidades de Alcalá de Henares y Salamanca (hasta 1620), donde, quizá por la exigencia paterna, estudió teología, pero también lógica, retórica, historia y derecho natural y político. Su bagaje cultural era muy amplio, tocado por la escolástica y las ideas existencialistas agustinianas. Calderón vivió tres reinados (con Felipe III, Felipe IV y Carlos II) durante los cuales se fue desintegrando el poder español y el país quedó cada vez más aislado del escenario internacional, sobre todo a partir de la pérdida de Flandes por la paz de Westfalia, en 1648. Pero no fue tanto así en la creación literaria, ya que Calderón vivió de lleno el Siglo de Oro español, tan prolífico y rico en cuanto a las artes. Hacia 1620, los hermanos Calderón debieron resolver un litigio relativo a la herencia con la segunda mujer de su padre. Ese mismo año, Calderón de la Barca abandonaría los estudios religiosos e iniciaría sus primeras tentativas literarias con la poesía. Así, participó como poeta en varios certámenes y justas, pero pronto descubriría su atracción por la 'comedia nueva' de Lope de Vega, quien debió despertar su fascinación por el teatro. Calderón desarrollaría la mitad de su producción paralelamente al ascenso del valido conde-duque de Olivares (entre 1621 y 1643), protector de artistas y literatos. Su bautismo teatral se produce, en 1623, con la obra Amor, honor y poder. Calderón realizará algunos viajes por Flandes e Italia, entre 1623 y 1625, como secretario del duque de Frías. Después, será asiduo escritor de obras para la Corte y para los corrales de comedias. Su prestigio en la Corte fue aumentando, y Felipe IV le otorgó el ingreso como caballero de la orden de Santiago, hacia 1637. También debió vivir algunos episodios oscuros, como una acusación por violar, junto a su hermano, la clausura de un convento de trinitarias, tema del que no se sabe a ciencia cierta la verdad. Por otro lado, su buena relación con Lope de Vega debió enfriarse hacia 1629, aunque tampoco hay datos fiables sobre los motivos. Se habla de un extraño incidente: un hermano de Calderón fue agredido y, éste al perseguir al atacante, entró en un convento donde vivía como monja la hija de Lope.
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Jornada segunda
(Salen Veturia y Enio.)
Enio Apenas, Veturia bella,
en Roma puse las plantas
cuando, llamado de ti,
vengo a saber qué me mandas.
Veturia En cerrando aquesta puerta,
porque ni aun una criada
pueda oírnos, sabrás que
hacer de ti confianza,
que de otro ninguno hiciera,
en fe de estar informada
de cuán fino amigo eres
de Coriolano.
Enio Aunque es tanta
de su persona a la mía
la no medida distancia,
con ese nombre me honró
su benignidad, a causa
de habernos visto servir
en aquellas dos pasadas
invasiones de Sabinio;
y en ésta aun con más instancia,
por ocupar mayor puesto;
con que a ninguno le alcanza
mayor parte en las deshechas
fortunas en que hoy le halla
la corta ausencia de haber
ido en convoy de una dama,
de orden suya, hasta ponerla
en salvo en su misma patria.
Veturia Según eso ¿no sabrás
por extenso lo que pasa?
Enio Sé el decreto del Senado,
sé que, ofendida y airada,
diste en público la queja,
sé que tomó la demanda
en favor de las mujeres.
Desde aquí, señora, hasta
hallarle preso, no sé
de cierto las circunstancias,
porque nuevas de camino
siempre se cuentan tan varias,
que el deseo de saberlas
se hace razón de dudarlas.
Veturia Pues si hasta aquí sabes, oye
desde aquí lo que te falta.
Resuelto, pues, Coriolano
en volver por nuestra fama,
toda la milicia suya
tomó la voz, empeñada
en que igual ley el Senado
había de revocarla.
Él, empeñado también
en que, una vez promulgada,
había de mantener
inviolable su observancia,
dando nombre de traidor
motín a la repugnancia,
echó bando de que, pena
de serlo, ninguno osara
a seguir a Coriolano,
dejando desamparada
de favor a la justicia;
con que la nota de infamia,
arrastrando tras sí al pueblo,
puso a toda Roma en arma.
En vano será decirte
que no hubo calle ni plaza
que no fuese lastimoso
teatro de mortales ansias.
Entre todas la mayor
—que hay desgracia de desgracias—
fue que, en el ciego, el confuso
tumulto, una desmandada
punta —áspid debió de ser
quizá aborto de mi rabia—
el pecho de Flavio hirió
con tan venenosa saña
que no hubo tiempo entre herirle
el cuerpo y faltarle el alma.
Muerto el senador, el pueblo
con el pavor y a la instancia
de su hijo en vengar su muerte,
tanto el número adelanta
que, embestido Coriolano
de tan superior ventaja,
fuera fuerza que matando
muriera, si no llegara,
intrépidamente osado,
sobre el furor de las armas
su padre a arrojarse en medio,
repitiendo en voces altas:
«Muera, que no es hijo mío
quien es traidor a su patria,
pero muera —prosiguió—,
de suerte que satisfaga
su muerte al cielo y al mundo,
siendo ejemplo, y no venganza.
Esta causa es del Senado;
a mí me toca esta causa,
como a primer senador;
que el ser padre no embaraza
al ser juez; porque, aunque son
dos acciones tan contrarias,
mi sangre y mi obligación
sabrán cumplir con entrambas.»
Dijo, y llegando a su hijo,
que al verle se echó a sus plantas,
le arrancó el laurel con una
mano y con otra la espada.
Con que el furor suspendido
—ya al valor de su constancia,
ya al decoro de su puesto,
ya al respeto de sus canas—
quedó, mayormente al ver
que, entregado a dos escuadras
de la nobleza y la plebe,
llevarle a la torre manda
del alto homenaje, donde,
sin ver del Sol la luz clara,
preso le tiene, cargado
de cadenas y de guardas.
¡Oh, quién aquí hacer pudiera
exclamación de cuán varia
la fortuna en un instante
tan de extremo a extremo pasa,
como del triunfo a la ruina
y del alborozo al ansia!
La culpa tuve, y así,
solicitando enmendarla,
oye lo que ignoras, ya
que sabes lo que ignorabas.
Temiendo yo que su vida
a todo trance restada
está, no tanto porque
su padre, por la jactancia,
más que de padre, de juez,
tan grandes extremos haga,
cuanto porque lo restante
del Senado es fuerza que haya
de tomar satisfacción,
y dar a Lelio venganza,
discurriendo en varios medios,
modos, ardides y trazas
de ponerle en libertad,
precios ofrecí, fiada
en que la llave del oro
maestra es de todas guardas.
Un bandido a mí ha venido
—¿quién duda que ella le traiga?—
diciéndome cómo él sabe
que el cubo de la muralla
de la torre, entre otras rejas,
conserva una que, limada
a otro fin, no surtió efecto;
y así quedó, no sin maña,
desmentido lo limado
con no sé qué negra pasta;
que él la abrirá, y él pondrá
de noche en ella una escala,
y al pie della una cuadrilla,
que le guarde las espaldas
hasta sacarle de Roma;
pero que es fuerza que haya
quien de la parte de adentro
de aquesto le avise, para
cuyo efecto este papel,
lo primero, le señala
la reja, luego hora, noche
y seña con que le aguarda.
A que en su mano le pongas
y con él esta acerada
sorda lima a sus prisiones
es para lo que se ampara
de ti mi amor; y pues tienes,
por tribuno, puerta franca
a la prisión, sin sospecha
de que en ella entres y salgas,
dale uno y otro, y ¡adiós!,
que no quiero mi tardanza
despierte alguna malicia,
ni que tú me des las gracias
de lo que en esto me debes,
puesto que no sé que haya,
para un espíritu altivo
de quien se hace confianza,
ocasión más generosa,
más airosa, más bizarra,
más heroica, más ilustre,
más noble ni más hidalga,
que dar la vida a un amigo
en servicio de una dama.
(Vase.)
Enio ¡Espera, escucha! La puerta
cerró, entrándose a otra cuadra,
donde no puedo seguirla.
Preciso es que desta salga
cuanto antes, para no dar
cuenta a criado o criada,
si preguntan a quién busco.
(Entra por una puerta y sale por otra.)
Ya deste empeño me saca
hallarme en la calle. ¡Cielos!
¿Quién se ha visto en más extraña
confusión? Ministro soy,
por tribuno, en la real sala
de justicia; por amigo
lo soy con vida y con alma
de Coriolano; obligado
de Veturia me hallo, a causa
de haberse de mí valido.
¿Quién vio fiel de tres balanzas
tan iguales como cargo,
amistad y confianza?
Divertido en lo que hacer
debo, he llegado al alcázar
del homenaje, en que está
Coriolano. Antes que haga
entero juicio, he...




