Calderón De La Barca | Las armas de la hermosura | E-Book | www.sack.de
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E-Book, Spanisch, Band 72, 164 Seiten

Reihe: Teatro

Calderón De La Barca Las armas de la hermosura


1. Auflage 2010
ISBN: 978-84-9953-275-2
Verlag: Linkgua
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

E-Book, Spanisch, Band 72, 164 Seiten

Reihe: Teatro

ISBN: 978-84-9953-275-2
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Las armas de la hermosura es una obra de teatro de Pedro Calderón de la Barca, una figura central del Siglo de Oro de la literatura española. En este texto, Calderón realiza una crítica punzante del concepto tradicional de honor que predominaba en la sociedad de su tiempo, particularmente en lo que respecta a las diferencias de género. El honor, en la España del Siglo de Oro, era considerado una cualidad intrínsecamente masculina, ligada a la valentía, la castidad de la mujer de la familia y la reputación social. Este valor cultural solía emplearse para justificar conductas machistas y violentas, y relegaba a las mujeres a un papel secundario y pasivo. En Las armas de la hermosura, Calderón desafía estas convenciones y presenta a sus personajes femeninos como seres dotados de las mismas capacidades y potencialidades que los hombres. A través de la trama y las acciones de sus personajes, Calderón demuestra que las mujeres también pueden ejercer la violencia y defender su honor, cuestionando así las limitaciones impuestas por el concepto tradicional de honor. Esta visión progresista y crítica de Calderón es una de las razones por las que su obra sigue siendo relevante y estudiada en la actualidad. A pesar de que fue escrita hace varios siglos, Las armas de la hermosura plantea cuestiones sobre la igualdad de género y los roles de género que siguen siendo pertinentes en el mundo contemporáneo. En este sentido, Las armas de la hermosura puede considerarse un antecedente temprano del feminismo y una contribución valiosa al debate sobre la igualdad de género. A través de su dramaturgia, Calderón nos invita a reflexionar sobre la construcción social del género y las formas en que nuestras ideas sobre el honor y la virtud pueden ser utilizadas para perpetuar la desigualdad y la violencia.

Pedro Calderón de la Barca (Madrid, 1600-1681) Calderón de la Barca nació el 17 de enero de 1600, en Madrid, como segundo de cinco hermanos, en el seno de una familia de mediana hidalguía procedente de las montañas cántabras. Su padre fue escribano del Consejo y Contaduría Mayor de Hacienda. La madre murió en 1610 y el padre en 1615. Al parecer, su padre había dejado como voluntad y requisito para que Pedro y sus hermanos heredaran el que siguieran las carreras que él había marcado; a Calderón le estaba destinada la de sacerdote. Al igual que Lope de Vega, Quevedo y otros literatos, Calderón cursó estudios en el madrileño colegio Imperial de los jesuitas (hasta 1613), y los continuó en las universidades de Alcalá de Henares y Salamanca (hasta 1620), donde, quizá por la exigencia paterna, estudió teología, pero también lógica, retórica, historia y derecho natural y político. Su bagaje cultural era muy amplio, tocado por la escolástica y las ideas existencialistas agustinianas. Calderón vivió tres reinados (con Felipe III, Felipe IV y Carlos II) durante los cuales se fue desintegrando el poder español y el país quedó cada vez más aislado del escenario internacional, sobre todo a partir de la pérdida de Flandes por la paz de Westfalia, en 1648. Pero no fue tanto así en la creación literaria, ya que Calderón vivió de lleno el Siglo de Oro español, tan prolífico y rico en cuanto a las artes. Hacia 1620, los hermanos Calderón debieron resolver un litigio relativo a la herencia con la segunda mujer de su padre. Ese mismo año, Calderón de la Barca abandonaría los estudios religiosos e iniciaría sus primeras tentativas literarias con la poesía. Así, participó como poeta en varios certámenes y justas, pero pronto descubriría su atracción por la 'comedia nueva' de Lope de Vega, quien debió despertar su fascinación por el teatro. Calderón desarrollaría la mitad de su producción paralelamente al ascenso del valido conde-duque de Olivares (entre 1621 y 1643), protector de artistas y literatos. Su bautismo teatral se produce, en 1623, con la obra Amor, honor y poder. Calderón realizará algunos viajes por Flandes e Italia, entre 1623 y 1625, como secretario del duque de Frías. Después, será asiduo escritor de obras para la Corte y para los corrales de comedias. Su prestigio en la Corte fue aumentando, y Felipe IV le otorgó el ingreso como caballero de la orden de Santiago, hacia 1637. También debió vivir algunos episodios oscuros, como una acusación por violar, junto a su hermano, la clausura de un convento de trinitarias, tema del que no se sabe a ciencia cierta la verdad. Por otro lado, su buena relación con Lope de Vega debió enfriarse hacia 1629, aunque tampoco hay datos fiables sobre los motivos. Se habla de un extraño incidente: un hermano de Calderón fue agredido y, éste al perseguir al atacante, entró en un convento donde vivía como monja la hija de Lope.
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Jornada segunda


(Salen Veturia y Enio.)

Enio Apenas, Veturia bella,

en Roma puse las plantas

cuando, llamado de ti,

vengo a saber qué me mandas.

Veturia En cerrando aquesta puerta,

porque ni aun una criada

pueda oírnos, sabrás que

hacer de ti confianza,

que de otro ninguno hiciera,

en fe de estar informada

de cuán fino amigo eres

de Coriolano.

Enio Aunque es tanta

de su persona a la mía

la no medida distancia,

con ese nombre me honró

su benignidad, a causa

de habernos visto servir

en aquellas dos pasadas

invasiones de Sabinio;

y en ésta aun con más instancia,

por ocupar mayor puesto;

con que a ninguno le alcanza

mayor parte en las deshechas

fortunas en que hoy le halla

la corta ausencia de haber

ido en convoy de una dama,

de orden suya, hasta ponerla

en salvo en su misma patria.

Veturia Según eso ¿no sabrás

por extenso lo que pasa?

Enio Sé el decreto del Senado,

sé que, ofendida y airada,

diste en público la queja,

sé que tomó la demanda

en favor de las mujeres.

Desde aquí, señora, hasta

hallarle preso, no sé

de cierto las circunstancias,

porque nuevas de camino

siempre se cuentan tan varias,

que el deseo de saberlas

se hace razón de dudarlas.

Veturia Pues si hasta aquí sabes, oye

desde aquí lo que te falta.

Resuelto, pues, Coriolano

en volver por nuestra fama,

toda la milicia suya

tomó la voz, empeñada

en que igual ley el Senado

había de revocarla.

Él, empeñado también

en que, una vez promulgada,

había de mantener

inviolable su observancia,

dando nombre de traidor

motín a la repugnancia,

echó bando de que, pena

de serlo, ninguno osara

a seguir a Coriolano,

dejando desamparada

de favor a la justicia;

con que la nota de infamia,

arrastrando tras sí al pueblo,

puso a toda Roma en arma.

En vano será decirte

que no hubo calle ni plaza

que no fuese lastimoso

teatro de mortales ansias.

Entre todas la mayor

—que hay desgracia de desgracias—

fue que, en el ciego, el confuso

tumulto, una desmandada

punta —áspid debió de ser

quizá aborto de mi rabia—

el pecho de Flavio hirió

con tan venenosa saña

que no hubo tiempo entre herirle

el cuerpo y faltarle el alma.

Muerto el senador, el pueblo

con el pavor y a la instancia

de su hijo en vengar su muerte,

tanto el número adelanta

que, embestido Coriolano

de tan superior ventaja,

fuera fuerza que matando

muriera, si no llegara,

intrépidamente osado,

sobre el furor de las armas

su padre a arrojarse en medio,

repitiendo en voces altas:

«Muera, que no es hijo mío

quien es traidor a su patria,

pero muera —prosiguió—,

de suerte que satisfaga

su muerte al cielo y al mundo,

siendo ejemplo, y no venganza.

Esta causa es del Senado;

a mí me toca esta causa,

como a primer senador;

que el ser padre no embaraza

al ser juez; porque, aunque son

dos acciones tan contrarias,

mi sangre y mi obligación

sabrán cumplir con entrambas.»

Dijo, y llegando a su hijo,

que al verle se echó a sus plantas,

le arrancó el laurel con una

mano y con otra la espada.

Con que el furor suspendido

—ya al valor de su constancia,

ya al decoro de su puesto,

ya al respeto de sus canas—

quedó, mayormente al ver

que, entregado a dos escuadras

de la nobleza y la plebe,

llevarle a la torre manda

del alto homenaje, donde,

sin ver del Sol la luz clara,

preso le tiene, cargado

de cadenas y de guardas.

¡Oh, quién aquí hacer pudiera

exclamación de cuán varia

la fortuna en un instante

tan de extremo a extremo pasa,

como del triunfo a la ruina

y del alborozo al ansia!

La culpa tuve, y así,

solicitando enmendarla,

oye lo que ignoras, ya

que sabes lo que ignorabas.

Temiendo yo que su vida

a todo trance restada

está, no tanto porque

su padre, por la jactancia,

más que de padre, de juez,

tan grandes extremos haga,

cuanto porque lo restante

del Senado es fuerza que haya

de tomar satisfacción,

y dar a Lelio venganza,

discurriendo en varios medios,

modos, ardides y trazas

de ponerle en libertad,

precios ofrecí, fiada

en que la llave del oro

maestra es de todas guardas.

Un bandido a mí ha venido

—¿quién duda que ella le traiga?—

diciéndome cómo él sabe

que el cubo de la muralla

de la torre, entre otras rejas,

conserva una que, limada

a otro fin, no surtió efecto;

y así quedó, no sin maña,

desmentido lo limado

con no sé qué negra pasta;

que él la abrirá, y él pondrá

de noche en ella una escala,

y al pie della una cuadrilla,

que le guarde las espaldas

hasta sacarle de Roma;

pero que es fuerza que haya

quien de la parte de adentro

de aquesto le avise, para

cuyo efecto este papel,

lo primero, le señala

la reja, luego hora, noche

y seña con que le aguarda.

A que en su mano le pongas

y con él esta acerada

sorda lima a sus prisiones

es para lo que se ampara

de ti mi amor; y pues tienes,

por tribuno, puerta franca

a la prisión, sin sospecha

de que en ella entres y salgas,

dale uno y otro, y ¡adiós!,

que no quiero mi tardanza

despierte alguna malicia,

ni que tú me des las gracias

de lo que en esto me debes,

puesto que no sé que haya,

para un espíritu altivo

de quien se hace confianza,

ocasión más generosa,

más airosa, más bizarra,

más heroica, más ilustre,

más noble ni más hidalga,

que dar la vida a un amigo

en servicio de una dama.

(Vase.)

Enio ¡Espera, escucha! La puerta

cerró, entrándose a otra cuadra,

donde no puedo seguirla.

Preciso es que desta salga

cuanto antes, para no dar

cuenta a criado o criada,

si preguntan a quién busco.

(Entra por una puerta y sale por otra.)

Ya deste empeño me saca

hallarme en la calle. ¡Cielos!

¿Quién se ha visto en más extraña

confusión? Ministro soy,

por tribuno, en la real sala

de justicia; por amigo

lo soy con vida y con alma

de Coriolano; obligado

de Veturia me hallo, a causa

de haberse de mí valido.

¿Quién vio fiel de tres balanzas

tan iguales como cargo,

amistad y confianza?

Divertido en lo que hacer

debo, he llegado al alcázar

del homenaje, en que está

Coriolano. Antes que haga

entero juicio, he...



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