E-Book, Spanisch, Band 412, 168 Seiten
Reihe: Concilium
Cornille / Baptist / Katchekpele Nuevas fronteras de la teología comparada cristiana
1. Auflage 2025
ISBN: 978-84-1063-192-2
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
Concilium 412
E-Book, Spanisch, Band 412, 168 Seiten
Reihe: Concilium
ISBN: 978-84-1063-192-2
Verlag: Editorial Verbo Divino
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Catherine Cornille es profesora de Teología Comparada y especialistaa en teología de las religiones y en el diálogo interreligioso. Actualmente ocupa la Cátedra Alumnae de Cultura Occidental del Newton College en el departamento de teología de Boston College.
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Francis X. Clooney*
Los varios orígenes de la teología comparada
Para entender la historia de la teología comparada –la fe que busca la comprensión a través de las fronteras religiosas– tenemos que fijarnos al menos en cuatro puntos de origen: para judíos y cristianos, la experiencia bíblica; la larga historia de las Iglesias adaptándose a las culturas de todo el mundo, como minoría y luego, en algunos casos, como mayoría; el trabajo comparativo como rama del creciente campo del estudio de la religión en los siglos XIX y XX; la teología comparada como resolución personal de cualquier teólogo de su propia situación como perteneciente a una tradición, pero aprendiendo profundamente de otra u otras. Cada uno de estos orígenes nos ayuda también a anticipar el futuro de la disciplina.
El término «teología comparada» se utiliza al menos desde 1700, cuando James Garden publicó su Comparative Theology. Garden, probablemente inspirado por la mística holandesa Antoinette Bourignon, contrasta la «teología absoluta», «aquel conocimiento de la religión [que] considera su objeto solo como revelado y ordenado, o instituido, por Dios, y su asunto es encontrar aquellas cosas que se nos proponen en las Escrituras para ser creídas o practicadas, y discernirlas y distinguirlas de todas las demás», con una «teología comparativa» en la que «el respectivo conocimiento de la religión pondera el peso o importancia, y observa el orden, respeto y relación de las cosas pertenecientes a la religión; ya sean puntos de doctrina, o preceptos, o ritos sagrados, y enseña a distinguir y poner diferencia entre los accesorios de la religión, y los principios; los circunstanciales y los substanciales; los medios y sus fines»1. Garden se ocupa de las diferencias intracristianas y no interreligiosas, pero sus principios –centrarse en los elementos comunes más que en los divisorios, y la determinación de reducir al mínimo el ámbito de las características exclusivas y absolutas del cristianismo son afines en espíritu a algunos de los mejores trabajos comparativos de los siglos siguientes. Sin embargo, dónde y cómo se utilizó el término durante el siglo XVIII sigue siendo objeto de investigación, pero en cualquier caso, la «teología comparada» se utiliza al menos desde 1700.
Para entender la historia de la teología comparada, tenemos que fijarnos en cuatro puntos de origen: para judíos y cristianos, la experiencia bíblica; la larga historia de las Iglesias adaptándose a las culturas de todo el mundo, como minoría pero luego, en muchos casos, como mayoría; el trabajo comparativo como una rama del creciente campo del estudio de la religión en los siglos XIX y XX; la teología comparada como la resolución por parte de un teólogo dado de su propio dilema de pertenecer a una tradición y, sin embargo, aprender profundamente de otra u otras. Como sugeriré al final de este artículo, cada uno de estos puntos de partida nos ayuda también a anticipar el futuro de la disciplina2.
La reflexión sobre tradiciones religiosas distintas de la propia, aunque articulada de múltiples maneras, se ha producido, por supuesto, en las tradiciones religiosas desde sus inicios. Ninguna tradición ha existido en un vacío perfecto, ni ha podido ignorar por completo las diferentes creencias y prácticas de sus vecinos. Por eso, las teologías, obligadas a respetar algunas normas de la razón y a buscar la comprensión y la explicación de lo que se cree, han tenido necesariamente que comprometerse con el pensamiento y la práctica de las demás tradiciones.
El mejor punto de partida es la palabra sagrada conservada y transmitida en las Escrituras. La tradición cristiana3, y antes que ella la fe y la práctica del pueblo judío, ya estaban dando forma a sus vidas religiosas y a su discurso sobre Dios con una conciencia de cómo vivían religiosamente sus vecinos, incluso cuando esa conciencia lo influía negativamente. Articulaban sus propias identidades en comparación y contraste con las de sus diversos vecinos. La Biblia tiene mucho que enseñarnos sobre cómo las personas de fe aprenden, reaccionan y cambian religiosamente en un entorno interreligioso. Aunque no afirmaría que «la teología comparada está en la Biblia», en ella pueden encontrarse orientaciones eficaces al respecto4.
En segundo lugar, la teología comparada se fundamenta en la larga historia de la Iglesia entre muchas culturas, tanto aquellas en las que se estableció y dominó durante mucho tiempo como, en las primeras épocas modernas y posteriores de expansión misionera, en las que las comunidades cristianas eran minoritarias en medio de las culturas antiguas. La prehistoria de la teología comparada como empresa distintivamente católica tiene sus raíces en determinados encuentros interreligiosos. Se encuentra en la más estrecha continuidad con la reflexión teológica sobre otras religiones en la época patrística y, fresca y abundantemente, en el periodo misionero del siglo XVI y posteriores. Los misioneros españoles y portugueses, así como los italianos, franceses y más tarde británicos, reflexionaron sobre sus «otros» religiosos. Aunque las conversaciones entre misioneros y «nativos» no eran ni neutrales ni totalmente abiertas, las respuestas y los pasos hacia el diálogo –y, a menudo, hacia una predicación más dura– se elaboraban a menudo con gran detalle y en estrecha conversación con representantes intelectuales de diversas religiones, reforzadas en algunos casos por una cuidadosa atención a textos concretos que a menudo estudiaban y traducían primero los eruditos misioneros. Los misioneros eruditos a menudo ejemplificaban la intensa preparación necesaria: estar en un lugar nuevo durante años, a menudo décadas; aprender nuevas lenguas, discernir la gramática del habla y de la vida, asimilar nuevas formas de vivir. La teología comparada comparte esta atención a las particularidades de otras tradiciones religiosas y su preocupación por las formas específicas en que la fe cristiana interactúa con diferentes credos.
Por tanto, es provechoso buscar en los escritos misioneros un atisbo de la prehistoria de la teología comparada. Por citar algunos ejemplos de la India, los escritos de Roberto de Nobili y Jean V. Bouchet, ambos misioneros jesuitas en el sur de la India a principios de los siglos XVII y XVIII respectivamente, muestran cómo las suposiciones teológicas cristianas, guiadas por el interés por las particularidades de las tradiciones hindúes, apoyan e impulsan obras de erudición sorprendentemente comprometidas. De Nobili parece haber leído atentamente las famosas Leyes de Manu para intentar descifrar el significado religioso y la estructura de la sociedad india, mientras que en sus cartas (recogidas en las famosas Lettres Édifiantes et Curieuses), Bouchet compara de forma bastante elaborada las mitologías de los dioses indios y griegos, las concepciones india y griega de la reencarnación, e incluso los sistemas jurídicos de la India y Occidente. Ambos misioneros incorporaron el estudio de la India a su consideración de los temas teológicos cristianos de forma seria, aunque hoy podamos desear que hubieran sido más explícitos en cuanto a cómo se beneficiaron realmente de su estudio. En el contexto protestante, podemos señalar la Genealogía de los dioses malabares de Bartholomeo Ziegenbalg como una obra notable de erudición del siglo XVIII en la que los intereses teológicos se fusionan fructíferamente con el conocimiento detallado de otra tradición5.
A principios del siglo XX, de nuevo en las misiones, se pusieron de manifiesto nuevos esfuerzos concertados para encontrar puntos de entendimiento común. Por ejemplo, a principios del siglo XX asistimos en Calcuta al desarrollo de un estudio católico del hinduismo de carácter académico y teológico: por así decirlo, Aquino se encuentra con el hinduismo. A principios del siglo XX floreció en Calcuta una escuela de indología jesuita, promovida por eruditos como Pierre Johanns (1882-1955), Georges Dandoy (1882-1962) y, más tarde, sucesores como Robert Antoine (1914-1981), Pierre Fallon (1912-1985) y Richard de Smet (1916-1997). En sus escritos vemos un aprendizaje formidable, aprovechado para comprender positivamente las principales corrientes del pensamiento intelectual hindú, con el fin de entablar una conversación con brahmanes eruditos, incluso cuando el aprendizaje vedántico se evaluaba a la medida de la teología y la filosofía de Tomás de Aquino. Se puede decir y se ha dicho mucho más sobre la erudición misionera, pero baste insistir aquí en que algunas de las mejores prácticas de la teología comparada se remontan al aprendizaje profundo, vivido a lo largo de toda una vida, que presenciamos en el nacimiento de nuevas iglesias en tierras donde antes no había comunidades cristianas ni diálogos eruditos. La teología comparada debe mucho al aprendizaje de los cristianos esparcidos por el mundo, del mismo modo que hay que permitir que se produzcan nuevos aprendizajes en el contexto del cristianismo mundial en entornos mayoritariamente no cristianos.
En tercer lugar, la teología comparada puede concebirse como una subdisciplina dentro del estudio de la religión. En el siglo XIX, a medida que la comparación fue ganando respeto como método científico, la teología comparada se utilizó con más frecuencia, aunque no fuera habitual. Ya he mencionado el trabajo pionero de James Garden, cuya teología comparada era a la vez...




