Dickey | Liberación | E-Book | www.sack.de
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E-Book, Spanisch, 256 Seiten

Dickey Liberación


1. Auflage 2025
ISBN: 978-84-19581-92-1
Verlag: Editorial Impedimenta SL
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

E-Book, Spanisch, 256 Seiten

ISBN: 978-84-19581-92-1
Verlag: Editorial Impedimenta SL
Format: EPUB
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Cuatro amigos, un viaje en canoa y un encuentro mortal. Un paisaje idílico que se transforma en un cementerio y en el que la presa se torna cazador implacable. Un thriller psicológico donde la amistad se pone a prueba y la vida se convierte en una lucha a muerte. Cuatro amigos emprenden un viaje en canoa por las atronadoras corrientes del río Cahulawassee, en el corazón de los remotos bosques de Georgia. Lewis, el cabecilla del grupo, campeón de tiro con arco, es un entusiasta de la vida agreste. Sin embargo, para el resto de sus compañeros el viaje es apenas una excusa para escapar de sus rutinas y una oportunidad, quizá la última, de contemplar el esplendoroso valle antes de que sea inundado y convertido en una presa. Pero la tranquila excursión en canoa se tiñe de sangre cuando se topan con unos lugareños que los atacan brutalmente. Es entonces cuando su apacible aventura se transforma en una pesadilla en la que tendrán que luchar por sus propias vidas, en un juego letal donde el hombre es cazador y presa a la vez, y el salvaje entorno del valle se torna en un cementerio de roca y aguas bravas para aquellos que carecen de la fuerza o la fortuna para sobrevivir. Un prodigioso tour de force narrativo en el que acción y suspense se mezclan de modo magistral. Una novela Ganadora del Prix Médicis étranger en 1971, adaptada a la gran pantalla por John Boorman, con Burt Reynolds y John Voigt como protagonistas. CRÍTICA «Una novela que hará que se te encojan los dedos de los pies... La canoa de Dickey cabalga hasta los límites de la tensión dramática.» -New York Times Book Review «Una pesadilla alucinante que avanza a pura potencia... Hay pocos escritores como Dickey y pocas novelas tan terroríficas como Liberación.» -The Washington Post «Una vez leída, esta novela no se olvidó.» -Newport Daily Press «Un libro honesto que golpea la mente del lector con el aguijón de una pelota de béisbol recién atrapada en la mano.» -The Nation «Un tour de force... Cómo actúa un hombre cuando le disparan una flecha, al escalar un acantilado o al zozobrar, la irónica psicología del miedo: cosas que se transmiten con una notable vivacidad.» -The New Republic

James Dickey nació en Atlanta en 1923 y sirvió como aviador en la Segunda Guerra Mundial. Tras licenciarse, enseñó literatura y trabajó en publicidad. En 1965 ganó el National Book Award y el Melville Cane Award de la Poetry Society of America por su poemario Buckdancer's Choice. Su primera novela, Liberación (1970; Impedimenta 2025), recibió el Prix Médicis Étranger francés en 1971, y fue adaptada a la gran pantalla por John Boorman en 1972 con el propio guion de Dickey. Es autor, asimismo, de la novela Hacia el mar blanco (1993). Fue miembro de la Academia Americana de las Artes y las Letras y del Instituto Nacional de las Artes y las Letras. Falleció el 19 de enero de 1997 en Columbia, seis días después de dar su última clase.
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PRÓLOGO

POR JON BILBAO

Corría el verano de 1971. Un equipo de rodaje, con el director de cine británico John Boorman al frente, se encontraba desplazado en las orillas del río Chattooga, en el condado de Rabun, un paraje de orografía accidentada, rico en bosques y escasamente habitado del estado de Georgia. Rodaban Deliverance, la adaptación de Liberación, la popular novela de James Dickey. El escritor formaba parte del equipo. Junto con Boorman, había firmado el guion de la película.

Dickey tenía cuarenta y ocho años y se había construido una imagen pública que emulaba la de Ernest Hemingway: escritor varonil, pendenciero, gustoso de hacerse oír, coleccionista de amantes, vaca sagrada de la literatura y versado asimismo en actividades al aire libre. Al escribir la novela se había basado en su experiencia personal en descensos de ríos en canoa y en cacerías de ciervos con arco, una amplia experiencia, o eso decía él, pues Dickey padecía una tendencia confesada a modelar favorablemente su pasado. Era un poeta con una carrera extensa, reconocida y muy mediática. En 1969, la revista Life le había encargado un poema para conmemorar la llegada del hombre a la luna, motivo por el que Dickey tuvo la oportunidad de asistir al lanzamiento del Apolo 11 desde Cabo Kennedy. En 1977 leería un poema en la ceremonia de toma de posesión del presidente Jimmy Carter. En ambas ocasiones, su carácter bravucón y competitivo, de macho alfa que no tolera a rivales en su proximidad, fue motivo de situaciones tensas, con Norman Mailer en un caso, con Paul Newman en el otro.

Liberación, publicada apenas un año antes, había sido su debut en la narrativa. De inmediato, la novela se había aupado a las listas de los libros más vendidos, codeándose con El Padrino de Mario Puzo y La mujer del teniente francés de John Fowles, y, en menos de doce meses, estaba siendo trasladada al celuloide. La adaptación al cine se hallaba en manos de un director que había demostrado su buen hacer en títulos como A quemarropa (1967) e Infierno en el Pacífico (1968). Para el reparto se barajaron nombres como Marlon Brando, Charlton Heston y Lee Marvin. Finalmente, los cabezas de cartel fueron Burt Reynolds, que con esa película terminó de consagrarse como icono de masculinidad, y Jon Voight, que obtendría una nominación a los Globos de Oro por su interpretación. A priori, se podría pensar que James Dickey tenía razones sobradas para sentirse satisfecho.

Sin embargo, no era así. El poeta, y ahora exitoso novelista, no cesaba de despotricar y de poner pegas al rodaje. Por cuestiones de autenticidad, el reparto, íntegramente masculino, debía rodar en persona muchas de las escenas peligrosas, las cuales incluían descender en canoa los rápidos del río Chattooga —rebautizado en la novela como Cahulawassee—, tirar con arco y escalar un acantilado. Cada vez que Burt Reynolds, Jon Voight y los otros dos actores principales, Ned Beatty y Ronny Cox, manifestaban sus reparos ante el riesgo de sufrir un golpe contra las rocas del río o de acabar ahogados, se debían enfrentar a las burlas del novelista, que fanfarroneaba diciendo que él podría rodar cualquiera de aquellas escenas sin pestañear. Dickey se ensañaba en particular con Ronny Cox, que, casualmente, interpretaba al personaje más comedido y cívico. Al final, compaginando la firmeza con la diplomacia, John Boorman invitó a Dickey a abandonar el rodaje. Más adelante, el escritor aseguraría que fue Burt Reynolds quien de veras presionó al director para que lo expulsaran. Reynolds era la estrella de la película, pero también el que más intimidado se sentía por la presencia, siempre protagónica, de Dickey. Que el escritor aprovechara todas las oportunidades que se le presentaban para burlarse de las alzas del actor o del maletín donde guardaba sus treinta peluquines no contribuyó a suavizar los ánimos.

Christopher, el hijo de James Dickey, de diecinueve años, permaneció en el rodaje, contratado como doble de luces. Con la excusa de visitarlo, el escritor regresaba periódicamente al Chattooga, pese a la prohibición expresa de Boorman.

Su actitud no mejoró. Las críticas a la, desde su punto de vista, insuficiente entrega de los actores —a quienes no se dirigía por su nombre, sino por el del personaje que cada uno interpretaba— también incluían al director de la película. A Dickey le parecía que John Boorman no llevaba las escenas hasta el extremo que él consideraba imprescindible. Tampoco le gustaban los cambios que Boorman iba introduciendo en el guion escrito entre los dos. Sobre todo, le molestó que prescindiera por completo de las diecinueve escenas iniciales, en que se exponían los antecedentes de los personajes.

Desde que, en 1962, Dickey empezó a trabajar en Liberación, estuvo convencido de que la novela se adaptaría al cine. Ya por aquel entonces hablaba de su película. Tenía claro qué actores quería que la interpretaran, quién la dirigiría, cómo sería la banda sonora e incluso el cartel promocional. Se podría pensar que su verdadero fin no era la novela sino la película. Por si eso fuera poco, en las fechas en que arrancó el rodaje, y refiriéndose a este, Dickey escribió en su diario: «Tengo la impresión de ser el portador de una suerte de mensaje inmortal para la humanidad». No obstante, sus planes no se estaban cumpliendo. Cada nueva visita al Chattooga hacía más evidente que su control sobre el rodaje era muy escaso, cuando no nulo.

Una personalidad como la de James Dickey incluye, claro está, la afición al alcohol. Por las noches, bebía y se quejaba, ante quien estuviera dispuesto a escucharlo, de que Boorman estaba destrozando su novela. De ese modo continuó incubando su animadversión. Respecto a lo que sucedió cuando esta llegó a su culmen, las versiones son evasivas; los presuntos testigos, intencionadamente inconcretos; el incidente, si lo hubo, digno de lástima. Borracho, el escritor irrumpió en el rodaje y arremetió contra Boorman. El director, de constitución menos robusta que la de Dickey, acabó con la nariz rota y cuatro dientes menos. Es posible que los dientes perdidos fueran más. Como decimos, las versiones son confusas.

En cualquier caso, unos meses después de la trifulca, cuando llegó el momento de promocionar la película, las tensiones se barrieron bajo la alfombra. Entonces, novelista, director y reparto solo tuvieron buenas palabras para los demás. Alabaron su entrega, sus capacidades físicas, su talento, su virilidad… Para celebrar el fin de la filmación, James Dickey regaló a cada uno de los actores un imponente cuchillo de caza forjado a mano. Bueno, a todos no. A Ronny Cox le regaló una navaja de bolsillo.

Los ingredientes que sazonaron el rodaje de Deliverance —el recelo ante un paraje agreste y desconocido, las pendencias, la violencia, las mezquindades y también los elogios mutuos— se hallaban asimismo presentes en la novela.

La película fue la quinta más taquillera en los Estados Unidos en 1972, obtuvo una amplia cobertura crítica y recibió galardones. Sin embargo, no todos los frutos fueron positivos. En 1999, Christopher, el hijo de James Dickey, publicó Summer of Deliverance, una crónica tanto del rodaje de la película como de su difícil relación con su padre. Allí dejó escrito que, después de Deliverance, «todo empeoró».

Motivados por lo que habían visto en la cinta de Boorman, decenas de miles de turistas tomaron por asalto las orillas del río Chattooga, hasta entonces casi despobladas. Resueltos a emular a Reynolds y Voight, se lanzaron a descender sus aguas en canoa. El resultado: degradación del entorno y más de veinte personas muertas en los tramos de rápidos, lo que obligó a la autoridad forestal a imponer medidas restrictivas. Hoy en día, el turismo es la principal fuente de ingresos del condado de Rabun. Las autoridades y los empresarios de la región están agradecidos a Deliverance, aunque tanto la novela como su adaptación cinematográfica despiertan sentimientos encontrados. Muchos no han olvidado, ni perdonado, la imagen que ambas obras ofrecen de los sureños blancos de clase baja, contribuyendo a arraigar el estereotipo de estos como gentes incultas, zafias, violentas y ancladas en un pasado del que el resto del país trata de distanciarse. Ya durante la producción de la película, cuando el equipo de Boorman recorría el condado de Rabun en busca de localizaciones, se topó con vecinos que habían leído la novela de Dickey y los invitaron a volverse por donde habían venido.

En cuanto a James Dickey, siguió impartiendo clases en la Universidad de Carolina del Sur y coleccionando guitarras, máquinas de escribir y arcos de caza, enviudó y, dos meses después, se casó con una alumna a la que doblaba en edad, publicó una larga lista de libros de poesía y continuó hundiéndose en el alcoholismo. También escribió dos novelas más: Alnilan (1987) y Hacia el mar blanco (1993). En ambos casos, la recepción crítica y popular estuvo muy lejos de la obtenida por su debut en la narrativa. Y para entonces, cuando se hablaba de Deliverance, la gente pensaba en la película; pocos recordaban que esta había surgido de una novela.

La cinta filmada por John Boorman es uno de los títulos más representativos del Nuevo Cine Americano, un movimiento —si así podemos denominarlo— sumamente creativo, renovador e influyente, desde entonces no superado en la historia del cine. En...



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