E-Book, Spanisch, 176 Seiten
Reihe: GS
Domingo Moratalla Condición humana y ecología integral
1. Auflage 2018
ISBN: 978-84-288-3211-3
Verlag: PPC Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
E-Book, Spanisch, 176 Seiten
Reihe: GS
ISBN: 978-84-288-3211-3
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Agustín Domingo Moratalla es profesor de Filosofía del Derecho, Moral y Política en la Universidad de Valencia. Ha sido Director General de la Familia, el Menor y las Adopciones en la Consejería de Bienestar Social de la Generalidad valenciana. También ha sido profesor de Bachillerato, encargado de cátedra en la Universidad Pontificia de Salamanca y Fellow Hoover en la cátedra de Ética social y económica de la Universidad Católica de Lovaina. En PPC ha publicado y dirigido varias obras.
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PRÓLOGO
Este libro recoge un conjunto de investigaciones cuyo germen se encuentra en un curso de verano de la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo (UIMP) que se celebró la última semana de julio de 2015 y que llevaba por título El desafío humanista de la actividad política: Jacques Maritain, el humanismo integral y la UIMP. Tenía como finalidad actualizar el legado del pensador francés y conmemorar el LXXX aniversario de las lecciones que había impartido en las aulas de dicha universidad cuando aceptó la invitación para realizar un curso del 2 al 5 de agosto de 1934, y que llevaba por título Problemas espirituales y temporales de la nueva cristiandad. Tuvo de alumnos, entre otros, a personajes tan importantes de la vida cultural española como los poetas Pedro Salinas y José Bergamín (quien, como director de la revista Cruz y Raya, le había cursado la invitación), los juristas Alfredo de Mendizábal y José María Semprún, los filósofos José Gaos y Julián Marías, y el sacerdote Xavier Zubiri. También coincidió con Don Miguel de Unamuno, al que llegó a calificar como «ese viejo Don Quijote».
Aunque la editorial española Signo publicó en 1935 aquellas conferencias con el mismo título del curso, en el año 1936 Maritain las editó en francés con la editorial Aubier y el título Humanisme intégral. Problèmes spirituels et temporels d’une nouvelle chrétienté. Aunque años más tarde, y en una nueva edición, Maritain cambió el orden de los problemas, situando primero los «temporales» y después los «espirituales», a medida que reconstruimos el valor de aquellas reflexiones nos preguntamos: ¿cómo actualizar aquella propuesta filosófica?, ¿cómo mantener viva aquella tradición del personalismo comunitario que buscaba «Rehacer el Renacimiento»?, ¿cómo hablar hoy –casi cien años después– de «humanismo integral» sin realizar la distinción preconciliar que separaba «lo espiritual» y «lo temporal»? Para responder a estas preguntas esbozo brevemente el recorrido del término «humanismo integral», porque desde su reconstrucción cobran sentido las dos expresiones que componen el título de nuestro libro: «condición humana» y «ecología integral».
Hoy, en el siglo XXI, el debate filosófico no se plantea únicamente sobre el tipo de «humanismo» que una determinada tradición filosófica propone, sino sobre la forma de modular, configurar o instalar lo humano entre la naturaleza y la historia. Recordemos que, cuando Maritain reconstruye el humanismo renacentista y la modernidad para mostrar la vitalidad de las fuentes y raíces cristianas de su humanismo, lo hace porque, igual que hoy, se sigue cuestionando el papel del hombre en el cosmos. Tanto se había usado y abusado del término «humanismo» que entonces, igual que ahora, era necesario precisar, matizar, concretar y ponerle apellido al «humanismo», como si fuera necesario determinar su denominación de origen.
Las distancias o reparos al uso normalizado del término «humanismo» se explican cuando simplificamos o reducimos el estudio de toda la realidad humana a alguna de sus dimensiones. Este uso simplificado de una parte como si fuera el todo era habitual en un momento histórico donde cada ciencia o saber particular quería convertirse en la clave de bóveda con la que explicar el conjunto de lo real. Los reparos filosóficos al término «humanismo» eran razonables, porque, en lugar de mantener abierta la reflexión sobre el lugar del hombre en el cosmos, lo cerraban. Ante todo se cuestionaba lo que en el «humanismo» hay de «cierre», de «ismo» como deformación partidista o tradición ideológica, política o académica. Recordemos el tono de los debates filosóficos de los años treinta del siglo XX, cuando Edmund Husserl denuncia la crisis de las ciencias europeas reclamando la función del filósofo como «funcionario de la humanidad»; cuando emerge propiamente la antropología filosófica con Max Scheler y, sobre todo, cuando Jean-Paul Sartre y Martin Heidegger cuestionaban el uso filosófico del término «humanismo» para pensar con radicalidad y ultimidad la existencia humana.
Parecía que el existencialismo, el marxismo, el socialismo, el liberalismo o cualquier otro «ismo» habían secuestrado la complejidad del ser humano, de la vida humana, del «fenómeno humano» (Teilhard de Chardin) o de lo que podemos llamar con toda su amplitud «condición humana» (Karl Jaspers, Paul Ricoeur). Como si las escuelas o ideologías se hubieran fijado solo en una parte del ser humano, como si hubieran querido analizarlo desde una única dimensión, como si se hubieran olvidado de su complejo lugar en el conjunto del cosmos. En este contexto, el personalismo comunitario que proponen Emmanuel Mounier y el equipo de la revista Esprit, y del que participaba Jacques Maritain cuando acepta la invitación de la UIMP en aquellos años treinta, no se conforma con las deformaciones o abusos unidimensionales del término «humanismo».
A diferencia de otros humanismos del siglo XX, Maritain propuso el término «integral» para evitar simplificaciones y reduccionismos, es decir, para describir la universalidad (todos los hombres) y radicalidad (el hombre en cuerpo y alma) de su propuesta. La expresión se consolidó progresivamente, y es muy difícil separar aquellas reflexiones filosóficas de la posterior redacción de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en la que intervino el propio Maritain (1948); de las fundamentaciones antropológicas de las éticas aplicadas que germinaron en la escuela austríaca de economía; del centro Économie et Humanisme, del P. Lebret (1941); de los debates teológicos del Concilio Vaticano II y, sobre todo, del concepto de desarrollo que comienza a usarse en las ciencias sociales en los años cincuenta y calificado como «integral» en la Populorum progressio, de Pablo VI (1967).
En este contexto de «aplicación», es decir, de reconstrucción de un nuevo modelo de razón práctica para articular con responsabilidad y memoria histórica las convicciones morales del nuevo horizonte de la globalización, el término emerge de nuevo cuando el papa Francisco califica su propuesta ecológica como «integral». Este hilo conductor del término «integral», que condiciona la propuesta humanista de Maritain y a su vez determina la propuesta ecologista del papa Francisco, es el que justifica la creación del nuevo dicasterio romano creado el pasado 3 de abril de 2017 al servicio del «Desarrollo humano integral».
A diferencia de otras propuestas de ética ecológica que minusvaloran la centralidad de la dignidad humana en su universalidad y radicalidad, al proponer una «ecología integral», la encíclica Laudato si’ no se desentiende de los problemas antropológicos y los nuevos desafíos éticos que hoy nos plantean las ciencias naturales y las ciencias sociales. La gravedad de los problemas es de tal naturaleza que necesitamos promover el diálogo entre todas las disciplinas o ámbitos del conocimiento para construir una «nueva síntesis humanista». El mismo hilo conductor que animaba el «humanismo integral» emerge ahora, a principios del siglo XXI, para configurar una nueva ciudadanía global donde las éticas de la justicia y las éticas del cuidado tienen que ser reconstruidas en un tiempo nuevo que hemos descrito en otros trabajos anteriores como «edad ecológica de la moral».
¿Cuáles son las claves de este hilo conductor? ¿Cómo tender puentes y dar forma al nuevo modelo de razón abierta o racionalidad práctica que hilvane justicia y cuidado? En los diferentes capítulos del libro doy una respuesta a estas preguntas, destacando determinados aspectos o dimensiones básicas para promover un nuevo modelo de ciudadanía que, por el hecho de ser «global», no deja de ser «local» o estar cultural y religiosamente arraigada. Mientras que el primer capítulo sienta las bases para construir una razón abierta y valorar el papel que las ciencias tienen ante los desafíos éticos de nuestro tiempo, el segundo analiza los riesgos de una razón unidimensional o instrumental que se haya desentendido o descuidado de la técnica. Los dos capítulos siguientes analizan dos dimensiones importantes de la responsabilidad que exigen los desafíos analizados. Por un lado, la dimensión «ecológica» del modelo de ciudadanía y, por otro, una dimensión «institucional» que sigue siendo determinante en las dinámicas de cambio y transformación social. Completa este análisis el capítulo final, donde analizo la «energía sanadora» de la misericordia y el perdón, dos dimensiones importantes con las que reconstruir hoy una ética democrática.
Estas convicciones cívicas para promover una ciudadanía global también suponen un giro o, al menos, una revisión profunda de los horizontes educativos con los que, hasta ahora, veníamos trabajando. Por eso he querido incluir dos capítulos que faciliten la educación de las próximas generaciones con propuestas formativas que promuevan un desarrollo que no solo sea «sostenible», sino «integral». Mientras en un capítulo mostramos cómo el puente del aprendizaje-servicio (APS) se construye entre el pilar del conocimiento comprometido o arraigado y...