E-Book, Spanisch, 152 Seiten
Reihe: Pensamiento Herder
Ferraris Movilización total
1. Auflage 2017
ISBN: 978-84-254-3925-4
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection
E-Book, Spanisch, 152 Seiten
Reihe: Pensamiento Herder
ISBN: 978-84-254-3925-4
Verlag: Herder Editorial
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El punto de partida del autor es un hecho de lo más común: en pleno fin de semana y a altas horas de la noche recibimos un e-mail del trabajo, lo leemos y lo respondemos. ¿Qué nos lleva a responderlo como si fuera una verdadera llamada a las armas? ¿Cómo es posible que, tantas décadas después y en tiempos de paz, se haya cumplido el ideal de la 'movilización total' expresado por Ernst Jünger en los años treinta? No cabe duda de que la relación establecida entre tecnología y ser humano es desigual. Sin embargo, Ferraris se aleja de la visión para la cual detrás de la emergencia tecnológica hay una estrategia de dominación y aborda esta cuestión desde el punto de vista del Nuevo Realismo. Propone una antropología del homo cellularis, que acepta inicialmente la concepción del ser humano en tanto que ser técnico ?y por lo tanto, constitutivamente dependiente y alienado? para luego deconstruirla, abriendo así la posibilidad a un panorama realista de emancipación que no descuide el programa de la Ilustración y el Humanismo. Tal vez por primera vez en la historia del mundo, el absoluto está en nuestras manos. Pero tener el mundo en las manos es también, de manera automática, estar en manos del mundo.
Maurizio Ferraris (Turín, 1959) es profesor de Filosofía teorética en la Universidad de Turín. Ha sido miembro del consejo directivo de la revista Alfabeta (1979-1987), escribe para diarios como Il Manifesto o La Repubblica y es editor jefe de la Rivista di estetica. En la actualidad, presenta el programa de Rai 5 Lo Stato dell'Arte. Además, es director del ateneo turinés CTAO (Centro interuniversitario de Ontología Teórica y Aplicada) y del LABONT (Laboratorio de Ontología). Desde 2015 es director de estudios asociado de la Fondation Maison des Sciences de l´homme de París. Ha publicado numerosos libros, la mayor parte de ellos traducidos al castellano.
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LA MOVILIZACIÓN
¿Cómo y por qué nos moviliza la llamada? La llamada es, antes que nada, una responsabilización: respondo porque me siento apostrofado, yo, precisamente yo. La responsabilidad de la que me siento investido tiene un inconfundible carácter de «primera persona»: el mensaje está dirigido a mí, y yo siento la necesidad de responder con la misma (aparente) naturalidad con la que el filósofo estadounidense John Searle, en la anécdota referida al principio de La construcción de la realidad social, siente la necesidad de entrar en un bar de París y pedir una cerveza.8 Hay, no obstante, una importante diferencia. Mi interrogante no se dirige, como en el libro de Searle, al reconocimiento de la «inmensa ontología invisible» de normas y contratos compartidos por la intencionalidad colectiva que hace posible la ejecución de una petición tan simple, sino que más bien trata de sacar a la luz al aparato [apparato] que se esconde detrás de la movilización y que me lleva a sentirme responsable o, cuando no, francamente culpable. Un enigma que, ha de admitirse, es aún más complicado que reconocer las motivaciones que puedan inducir a un estadounidense en París a entrar en un bar y pedir una cerveza. ¿Cómo escribía otro estadounidense en París, Fitzgerald? «Primero, te tomas una bebida. Segundo, la bebida se toma una bebida. Tercero, la bebida te toma a ti»: hablando claro, únicamente a la tercera cerveza dejo de ser yo quien decide. En el caso de la llamada, la situación es más apremiante e imperiosa: «Primero, la llamada te toma a ti. Segundo, la llamada te toma a ti. Tercero, la llamada te toma a ti». Para resolver el enigma intentamos, antes que nada, definir el ambiente en el que tiene lugar la llamada: las ARMI, esto es, el aparato [apparecchio] que transmite la llamada; los movilizados, es decir, una parte considerable de los sesenta y cuatro mil millones de destinatarios y remitentes de los correos que se envían cada día; la militarización, a saber, el contexto despojado de las distinciones, propias de la vida civil, entre público y privado, así como entre trabajo y descanso. El apparecchio: las ARMI El absoluto. ¿Qué hace de la llamada de móvil algo mucho más poderoso que la atracción por la cerveza de Searle? En pocas palabras, si la cerveza tiene que ver con el espíritu, aunque sea de lúpulo, la llamada comunica con el absoluto. Por primera vez en la historia del mundo, el absoluto está en nuestros bolsillos. El aparato [apparato], cuya manifestación más evidente es internet, es un imperio sobre el que nunca se pone el sol,9 y el hecho de tener un smartphone en el bolsillo significa tener el mundo en la mano, pero también, y de manera automática, estar en manos del mundo: en cualquier momento podrá llegar una solicitud, en cualquier momento seremos responsables. También se podría establecer, por contrato, que se trabaja una hora a la semana; pero, en cualquier caso, se pondría en práctica el principio por el cual se trabaja durante todas las horas del día (y, nótese bien, los desempleados trabajan más que los demás: tendremos ocasión de volver a este estado de cosas con amplitud). Dentro de poco será posible incluso hacer llamadas desde los aviones (por el momento solo en Estados Unidos), lo que aumentará el riesgo de colisión. Al igual que en el lema de la artillería británica, ubique quo fas et gloria ducunt, lo justo y la gloria conducen a cualquier parte, nos vemos bombardeados por misiles y misivas que, por lo general, llevan implícita una respuesta, con un crecimiento indefinido de la responsabilidad laboral y de la responsabilidad en general. Y así hasta llegar a la hipérbole de telefonear a 11 000 metros mientras se atraviesan los husos horarios, a la carrera, a 900 kilómetros por hora. El móvil moviliza. He aquí lo que ha cambiado desde los tiempos (hace exactamente veinte años) de la cerveza de Searle. Quien todavía esté en condiciones de hacerlo, que regrese a la época, lejana conceptualmente y cercana cronológicamente, en la que los teléfonos eran aparatos [apparati] fijos y capaces tan solo de comunicar, sin ningún aspecto vinculado al registro. En esa época, todo aquel que no se encontrara en las cercanías de un teléfono fijo bajo su competencia (el teléfono de casa o de la oficina) estaba virtualmente eximido de cualquier responsabilidad. El teléfono sonaba, pero si se tenía un motivo válido para no estar en casa o en la oficina, en modo alguno se le podía imputar a uno el hecho de que era ilocalizable (según se decía). Añádase que el fijo no solo estaba localizado, sino que, en teoría, era amnésico (antes de la invención de los contestadores automáticos y de los aparatos [apparati] secundarios de memorización de las llamadas), por lo que no quedaba rastro de las llamadas incluso cuando se regresaba a las cercanías del aparato [apparecchio]. Así pues, también en este caso, ninguna responsabilidad sino la vida civil, el habeas corpus en definitiva. El único teléfono móvil (aunque desmemoriado) fue durante muchos años el teléfono rojo concebido en 1963. Encerrado en una cajita, seguía como una sombra o un espectro al presidente de Estados Unidos y podía ser utilizado para comunicar directamente con el presidente de la Unión Soviética en caso de amenaza de guerra nuclear. En retrospectiva, la referencia a la esfera militar aparece como profética. Las ARMI contemporáneas son dispositivos móviles y movilizadores que obtienen todo su poder del hecho de que están siempre con nosotros y siempre dotados de memoria. Esto significa que, a diferencia de lo que sucedía con el fijo, somos responsables ante los mensajes que nos puedan alcanzar, en cualquier lugar y en cualquier momento. Incluso si nos halláramos en una zona sin cobertura o nuestras ARMI estuvieran descargadas por alguna razón, la memoria, al reactivarse, nos situaría en poquísimo tiempo delante de nuestras responsabilidades, es decir, de los mensajes que nos han alcanzado durante el periodo de desconexión. Guerra total. Si el teléfono rojo estaba pensado para prevenir la guerra mundial, el móvil ha desencade-nado algo que nos recuerda a la guerra total. «¿Queréis una guerra total, más total de lo que nunca podríais imaginar?», preguntaba Goebbels en 1943. Por mucho que el auditorio respondiera que sí con la peor voluntad del mundo, estaba desprovisto de las ARMI, las cuales condensan tres funciones —la movilidad, el archivo y la comunicación— que, en tiempos, eran mutuamente exclusivas. En el sentido de que podías decidir irte de viaje, pero esto conllevaba (en una época anterior al móvil y al correo electrónico) la renuncia a cualquier comunicación, e incluso el archivo, en el mejor de los casos, era un equipaje demasiado pesado que contenía un fragmento irrisorio de la información contenida en una memoria USB. O bien se podía estar en el archivo, esto es, en el estudio, con (casi) todos los documentos necesarios y con el teléfono; pero a menudo faltaba algo, y era obligado migrar a la biblioteca, donde se tenía que renunciar a la comunicación (al no haber correos electrónicos ni móviles). En ambos casos, la movilidad resultaba imposible. Ahora todo está en las ARMI, convertidas en el contenedor total de los documentos, de su adquisición, de su conservación y de su transmisión, el guardián y garante de nuestra vida social. Lo cual, obviamente, significa que, si perdemos las ARMI, todo está perdido. Sin duda, hay cierta ironía en el hecho de que este sueño o pesadilla de otro siglo, conectado con las tempestades de acero y el militarismo —y que, por tanto, parecía definitivamente acabado en 1945 tras la catástrofe de Alemania—, haya encontrado su realización en un contexto completamente distinto, de plástico y ligereza, fuera de cualquier ostentada marcialidad. Un contexto que no atañe a todo el mundo, pero que, en cualquier caso, afecta a una parte significativa de los siete mil millones de personas que habitan el planeta, bastante más de lo que haya podido suceder con ningún otro evento histórico o social: más que el monoteísmo, más que el capitalismo, más que el comunismo. Los actores: los movilizados Acción. Normalmente, la llamada no se limita a demandar una respuesta: exige una acción. En un momento en el que la mayor parte de los trabajos se realizan por medio de las ARMI, el acceso a ellas equivale al acceso al trabajo: piénsese en la cantidad de prestaciones efectuadas con las ARMI fuera del horario normal de servicio. En rigor, este trabajo no está retribuido, y a menudo ni siquiera se contabiliza como trabajo, lo que supone (es fácil de entender) una nueva frontera de la explotación que comienza en el momento en el que, tal y como ocurría en muchas empresas, se obliga a los empleados a estar siempre provistos de un smartphone (escribo «ocurría» no porque hoy ya no suceda, sino simplemente porque parece inconcebible la idea de un empleado, o mejor de un individuo en general, desprovisto de las ARMI). Los movilizados aceptan ser llamados a la acción en cualquier momento y soportan una objetiva disminución de la libertad, que no se ve correspondida por ningún tipo de ventaja económica, y que, es más, la mayoría de las veces se transforma en trabajo gratuito, sin ninguna protección sindical. Y...