E-Book, Spanisch, Band 486, 380 Seiten
Reihe: Nuevos Tiempos
Flórez Lage Gancho ciego
1. Auflage 2021
ISBN: 978-84-18859-34-2
Verlag: Siruela
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
E-Book, Spanisch, Band 486, 380 Seiten
Reihe: Nuevos Tiempos
ISBN: 978-84-18859-34-2
Verlag: Siruela
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Antonio Flórez Lage (A Corun?a, 1977) ejerce como veterinario del Estado en Las Palmas de Gran Canaria. Es autor de los títulos Como el que tiene un huerto de tomates (2.º Premio AEINAPE 2015), Seis héroes reales y Poesía en la memoria.
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8
El inspector García no tarda en llegar al imponente edificio de piedra de la Autoridad Portuaria; junto con el de la comisaría, una de las construcciones más antiguas del Puerto. Está inquieto, odia al presidente desde hace muchos años. ¿Por qué llamarlo precisamente a él? Puede que el cabrón ni se acuerde, o lo que es peor: que se acuerde y le importe un carajo.
La noticia ya ha corrido por el edificio: se escuchan cuchicheos por todas partes y se nota un revuelo inusual. No es para menos. Sube hasta la última planta en el ascensor y se encuentra al presidente tomando un vaso rebosante de güisqui. Lo observa durante unos segundos. Con su bigotazo y su frondoso pelo blanco, podría parecer un viejo entrañable, pero la mirada fría que se esconde bajo sus densas cejas negras le quita algo de edad y todo atisbo de dulzura. ¿Por qué no tiene canas en las cejas? ¿Se las tiñe? No puede ser, pero resulta chocante que sean tan oscuras cuando todo el resto del pelo, incluido el gran bigote, es de un blanco nuclear.
El presidente de la Autoridad Portuaria no le dice nada, solo le señala el despacho. Mejor así. El inspector García se asoma y, con mirada profesional, da un concienzudo repaso a todo el cuarto. Lo hace desde la puerta, no intenta entrar. Mejor no tocar nada, los de la Científica tendrán que procesar el escenario y ya le echaron la bronca por contaminar un escenario hace años. Fue humillante… No le va a volver a suceder, no les dará una sola excusa para limpiarse el culo cuando no encuentren nada.
El despacho, aunque amplio, es bastante sencillo y está muy ordenado. Lo primero que llama la atención es la ventana que permite una vista privilegiada de la terminal de contenedores. Está de frente, según se entra. Al fondo a la derecha, un retrato del rey y una bandera de España aportan el toque de seriedad institucional. La mesa de madera maciza, con dos sillones a juego, mantiene la imagen de formalidad, en la que solo desentona la silla ergonómica que acompaña al conjunto. Las paredes están llenas de estanterías con coloridos libros promocionales.
Para que no le distraiga, ha dejado para el final la gran mesa que preside el despacho. El ordenador está ligeramente escorado a la izquierda. Junto a él, sobre una carpeta de piel pulida, se halla el elemento que distorsiona todo el conjunto y acapara hipnóticamente la mirada. Al principio parece solo una broma de Halloween de mal gusto, pero al fijarte bien descubres que es real. Sobre un gran cenicero, que hace que se mantenga erguida, se encuentra una cabeza de pelo rubio ensangrentado que mira hacia la ventana.
El inspector García observa la cabeza sobre la mesa y no siente asco, tantos años en el Puerto embrutecen a cualquiera. Parece más una muñeca macabra que una cabeza de verdad. Cuando la inspección visual ha terminado, permanece allí unos instantes para tomar aire y retrasar la conversación con el padre de la decapitada.
El presidente de la Autoridad Portuaria es un hombre frío, implacable, despiadado, famélico de dinero y poder. Siempre lo ha sido y lo sigue siendo. Prueba de ello es que ha luchado hasta conseguir ese puesto con casi setenta años. Tras una carrera política tan larga, es la guinda del pastel para premiar todos los servicios prestados, que no son pocos. Lo normal habría sido un cementerio de elefantes con menos exposición pública, pero él está hecho de otra pasta. El cargo de presidente de la Autoridad Portuaria es el más jugoso del Puerto. Se trata de una posición en la que no solo se cobra muy bien, sino que se está muy bien relacionado y se manejan cantidades enormes de dinero: lo que pagan los buques por el atraque, las concesiones de todas las empresas que operan dentro, los gastos en infraestructuras, los contratos millonarios y una larga lista de negocios que es complicado enumerar al detalle. Además, los beneficios han de ser gastados internamente para que el sobrante no sea desviado por el Estado a otros puertos menos solventes. Todo ese movimiento de dinero es como el de tierra, siempre deja pequeños montoncitos de arena, insignificantes en comparación con el total, pero cantidades muy sustanciosas para una sola persona. Sabiendo manejar la situación con habilidad, te forras.
El inspector encara por fin al presidente, que ahora parece casi humano. Sabe que el hombre tiene a su hija decapitada a pocos metros, pero no piensa mostrar empatía con semejante hijo de puta; no se lo merece. Va a hacer su trabajo de forma fría, quirúrgica, empezando con la frase de siempre: seis palabras que no siente en un mensaje que no se cumple cuando se trata del Puerto. Normalmente tira de ella porque cuando improvisas enseguida metes la pata. Es imprescindible ser escueto.
—Cogeremos al que lo ha hecho.
—¡No voy a parar hasta que todos los relacionados con esto estén muertos! —amenaza subiendo la voz.
—Para empezar necesito hacerte un par de preguntas —interrumpe el inspector con dureza.
—Ni siquiera has entrado —le reprocha el presidente con desprecio.
—Los de la Científica vendrán a procesarlo y no quiero contaminar el escenario. Si lo prefieres, me voy ya mismo.
El farol funciona. No pide perdón, pero…
—¿Qué necesitas saber?
—¿Falta o sobra algo en tu despacho?
—No. Creo que no. No me ha dado tiempo. ¿Por?
—Soy yo el que hace las preguntas.
El otro va a contestarle, no está acostumbrado a que lo traten así; pero finalmente logra calmarse. Se queda callado unos instantes mientras se atusa su bigotazo blanco para contenerse.
—¿Cuándo fue la última vez que entraste en tu despacho?
—El viernes.
—¿Limpian los fines de semana?
—No. Solo los días de diario por la tarde.
—Así que la de la limpieza, teóricamente, fue la última en entrar el pasado viernes por la tarde.
—Sí.
—¿Cuándo hablaste por última vez con tu hija?
—Mmmm… —responde pensativo—. La semana pasada… El miércoles.
—¿Parecía preocupada? ¿Pareja? ¿Algún enemigo?
—No, mira, esto está relacionado conmigo y con el Puerto. Punto. Si la Policía tiene la obligación de abrir el abanico de posibilidades y tirar de todos los hilos, deja que lo hagan tus compañeros. Tú no pierdas el tiempo. Aquí los responsables pueden estar embarcados fuera de nuestro alcance antes de que pestañeemos. Conoces bien cómo funciona esto, por eso te he llamado. Céntrate en mí y en el Puerto.
—No podemos descartar nada, pero vale. ¿Sabes por qué podrían querer hacerte daño? —pregunta el inspector tragando saliva.
El viejo se ríe, su risa es ácida, cruel.
—¿Me preguntas eso a mí? ¿En serio? ¿A mí? Después de tantos años en altos cargos, me odia gente poderosa, gente dura, gente mala… Podrían haberme matado, pero no se han atrevido. Han ido a por ella…
El inspector va a contestar, cuando el otro se derrumba por fin.
—Solo me quería una persona en el mundo. Y está ahí… Muerta —musita con la voz tomada.
—¿Puedo ver tu agenda? —pregunta el inspector sin darle un respiro.
—¿Mi agenda? Mmmm… Sí —responde tras carraspear para aclararse la voz—. Lo tengo todo en la , la llevo siempre encima.
El inspector García le echa un vistazo. Le llama la atención una reunión que aparece remarcada y vuelve a dirigirse al presidente.
—¿Para qué era esta reunión de la semana pasada con el director de las instalaciones fronterizas de control de mercancías y la directora de Desarrollo Agroindustrial?
—¿Por qué?
—Aparece dentro de un llamativo círculo en rojo y pone: MUY IMPORTANTE.
—¿Y eso qué importa?
—No lo sé, por eso te lo pregunto. ¿Puedo quedarme con la agenda?
—No —responde clavándole los ojos fríos que se esconden bajo sus densas cejas negras.
Durante unos instantes se mantienen la mirada. Es el inspector el que cede esta vez. Puede exigirle la agenda perfectamente, pero no va a pelear por eso. Sabe que el comisario se va a cabrear mucho cuando se entere de que ha acudido sin avisar a nadie para llegar el primero al escenario. No quiere buscarse más motivos para incrementar la bronca.
—Pues entonces ya he terminado —asegura mientras se aleja y marca en su teléfono el número de la comisaría—. Ya es hora de dar la noticia al jefe para que contacte con los compañeros de la Científica y Homicidios. Ellos decidirán lo que entregas y lo que no.
En cuanto llegan los primeros policías, el inspector escapa inmediatamente, permanecer allí no va a servir de mucho. De hecho, en el Puerto casi nunca resuelven nada… Sale del edificio pensando en eso mientras sube al coche. Está asombrado por la increíble fuerza del cabrón del presidente, que solo se ha derrumbado un instante. No se lo va a reconocer a nadie, pero se ha deleitado con su dolor… Aunque no parece que haya sufrido como cualquier persona corriente. Nadie normal sería capaz de actuar como lo ha hecho ese frío tiburón, no con la cabeza de tu hija en la habitación contigua…
A ver qué dicen los listillos de la Científica y los forenses, pero tiene la certeza de que llegarán demasiado tarde, en eso acierta el presidente. Posee experiencia y confía más en los que conocen cómo funciona el Puerto que en la lenta vía oficial. Parece que ese es el motivo por el que no ha contactado directamente con el...




