E-Book, Spanisch, 296 Seiten
Halik La tarde del cristianismo
1. Auflage 2023
ISBN: 978-84-254-4829-4
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection
E-Book, Spanisch, 296 Seiten
ISBN: 978-84-254-4829-4
Verlag: Herder Editorial
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La tarde como madurez, como periodo de conciencia y renovación. Esto es lo que pretende transmitir Tomá? Halík con el título de su libro, inspirado en la metáfora que Carl Gustav Jung aplica a la dinámica de la vida individual. El autor adapta esta figura a la historia del cristianismo. Así, la mañana es la época premoderna, con la construcción de estructuras doctrinales e institucionales. La crisis del mediodía es la Modernidad, que, con la secularización y el ateísmo científico e ideológico, sacudió los fundamentos tradicionales de la Iglesia. Hoy, la era moderna ha comenzado su declive y es hora de que los cristianos capten los signos de los tiempos y reconozcan el kairós vespertino que se les viene encima.
¿Qué tipo de fe (no de religión) podría ayudar a las generaciones venideras a enfrentar los retos de los tiempos futuros? ¿Por qué tipo de transformaciones tienen que pasar la Iglesia, la teología y la espiritualidad para aceptar esta crisis como una oportunidad y pueda servir de apoyo a la gente?
Si resiste a la tentación de disolverse en el pluralismo posmoderno y mira más allá de las trabas del aislacionismo, un cristianismo maduro podrá comprometerse en un nuevo ecumenismo, en esa «fraternidad universal» a la que nos insta el papa Francisco. Y, en este sentido, Halík esboza nuevas perspectivas para una reforma de la Iglesia, una renovación real que no nacerá en los despachos de los obispos, ni en las conferencias de expertos, sino que necesita poderosos impulsos espirituales, meticulosos pensamientos teológicos y valor para experimentar. Renovar implica construir una Iglesia atenta a la cultura y a la sociedad de nuestro tiempo, un lugar acogedor de acompañamiento espiritual y reconciliación, que sea capaz de transformar el caos de una multitud de voces en un clima moral de respeto mutuo, comunicación y valores compartidos.
Tomá? Halík (Praga, 1948) es profesor de sociología de la Universidad Carolina de Praga, presidente de la Academia Cristiana Checa, vicepresidente del Consejo de Investigación en Valores y Filosofía de Washington y sacerdote de la Parroquia Académica de Praga en la iglesia de San Salvador. Durante el régimen comunista, fue ordenado sacerdote en Érfurt (Alemania Oriental) de forma clandestina y, más tarde, estuvo trabajando en la iglesia underground checa. Tras la caída del régimen comunista en 1989, fue nombrado secretario general de la Conferencia Episcopal Checa y consejero del presidente Václav Havel. El papa Juan Pablo II lo nombró asesor del Consejo Pontificio para el Diálogo con los no Creyentes en 1992, y el papa Benedicto XVI le concedió el título de Monseñor y Prelado de honor de Su Santidad en 2009.
Ha recibido numerosos reconocimientos internacionales, entre ellos, el premio Romano Guardini, el premio al Mejor Libro de Teología de Europa por su obra Paciencia con Dios, el título honorífico Hombre de Reconciliación por el diálogo entre cristianos y judíos, la medalla Per Artem ad Deum, otorgada por el Consejo Pontificio de la Cultura, así como el Premio Comenius y el premio Templeton. Sus libros habían sido traducidos a 20 idiomas
Autoren/Hrsg.
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1. La fe en movimiento
«Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos recogido nada», dijeron los frustrados y cansados pescadores galileos al predicador errante que se encontraba frente a la costa. Una sensación similar es la que tienen ahora muchos cristianos en gran parte del mundo occidental. Iglesias, monasterios y seminarios se están vaciando, decenas de miles de personas están abandonando la Iglesia. Oscuras sombras del pasado reciente minan la credibilidad de la Iglesia. La cristiandad está dividida –hoy en día hay más diferencias dentro de las propias denominaciones que entre ellas–. La fe cristiana ya no dirige hacia el ateísmo combativo una dura persecución que moviliza y estimula a los creyentes, ni siquiera persigue un peligro mucho mayor: la indiferencia. El profeta de Nazaret eligió exactamente un momento de cansancio y frustración para atraer a sus futuros discípulos. Unos pescadores decepcionados tras una noche en blanco no era el público con mejor disposición para conocer sus sermones sobre el Reino que estaba por llegar. Sin embargo, manifestaron lo que es la antesala y la entrada al portal de la fe: valor para confiar. «Remad mar adentro, y echad vuestras redes para la pesca», decía su primer sermón.1 Incluso en un momento de cansancio y frustración como ese, es necesario intentarlo una vez más con el cristianismo. Pero intentarlo de nuevo no significa hacerlo de tal manera que repitamos los viejos errores. Significa adentrarse en lo profundo, esperar atentamente, estar preparado para actuar. *** Esta obra es un libro sobre transformar la fe en la vida de las personas y en la historia. Me cuestiono qué cambios están viniendo y cómo será el futuro aspecto del cristianismo que ya puede vislumbrarse en la crisis actual. También hoy, como en todas las épocas en que se producen cambios significativos en la historia, cambia la posición y el papel de la fe en la sociedad, así como su forma de autoexpresión en la cultura. Enfrentados a muchos cambios, siempre es necesario preguntarse de nuevo por la identidad de nuestra fe. ¿En qué reposa y en qué se manifiesta su carácter cristiano? Este es un libro sobre la fe como una forma de buscar a Dios en medio de un mundo cambiante, sobre la fe viva, el acto de fe, sobre cómo creemos (fides qua), más que sobre aquello en lo que creemos (fides quae), que es el objeto de fe. Y por fe me refiero a una cierta actitud vital, a la orientación, a la forma en la que estamos en el mundo y cómo lo entendemos, más que a meras creencias religiosas. Me interesa más lo que se llama faith que el concepto beliefs. Con el concepto de fe (con la palabra hebrea heemin) nos encontramos ya a través de los profetas judíos de la Era Axial (alrededor del siglo V a. C.);2 sin embargo, el concepto de fe en sí mismo es más antiguo. Dejaré de lado la polémica de si la fe, en el sentido de acto de fe, de relación personal con lo trascendente, es un aporte bíblico original a la historia espiritual de la humanidad, o hasta qué punto esta fe –o su analogía– existía antes de la religión y la espiritualidad bíblica, y, eventualmente, si es posible conectarlas a través de una constante antropológica como componentes fundamentales de la humanidad como tal. Me estoy centrando en la línea de la historia de la fe que hunde sus raíces en el judaísmo y prosigue con el cristianismo. Sin embargo, va más allá de la forma eclesiástica tradicional del cristianismo.3 La Biblia hebrea introdujo en la fe a lo largo de su camino histórico dos rasgos esenciales: la experiencia del éxodo, el camino de la esclavitud a la libertad (la fe tiene un carácter de peregrinación) y la personificación de la fe en la práctica de la justicia y la solidaridad; una expresión de fe verdadera según los profetas es «hacerse cargo del huérfano, defender a las viudas».4 El arquetipo de creyente es Abraham, «padre de los creyentes», de quien se escribe que emprendió un viaje sin saber a dónde iba.5 La fe, especialmente la fe de los profetas, está en confrontación no solo con la magia, sino también con la fe de los sacerdotes del templo y los ritos sacrificiales. En esta línea de profetas se enmarca Jesús. En el centro de sus prédicas se sitúa una llamada al cambio, a la transformación (metanoia). *** Martin Buber diferencia entre dos tipos de fe: la fe señalada con la palabra hebrea emunah (la fe como confianza) y la fe expresada por la palabra griega pistis («fe en», la «fe y su objeto»). El primer tipo está conectado con el judaísmo y el segundo, con el cristianismo, especialmente con la fe en Cristo manifestada por el apostol Pablo.6 La definición de estos dos tipos de fe es una analogía concreta de la mencionada diferencia latina fides qua y fides quae. Al contrario que Buber, estoy convencido de que la fe en el cristianismo no pierde el carácter de emunah de que la fe en Cristo no significa necesariamente su conversión en objeto. Sobre todo, la fe cristiana no es un culto a la persona de Jesús, sino un seguimiento del camino de Cristo. Seguir a Cristo no significa imitar a Jesús como personaje histórico del pasado. (¿Cómo podría haber sido entendido el título original en latín del conocido manual ascético De Imitatione Christii de Tomás de Kempis?). Es más un camino tras Jesús y con Jesús, pues él mismo dijo: «Yo soy el camino». Y prometió a sus discípulos que harían cosas aún más grandes que las que él hizo. La fe en Cristo es el camino de la confianza y el coraje, el amor y la fidelidad. Es un movimiento hacia el futuro que Cristo ha abierto y al que nos invita. Esta comprensión dinámica del cristianismo presupone un cierto tipo de cristología: el concepto de Cristo como el alfa y la omega del desarrollo de la totalidad de la creación.7 Pablo llevó a cabo la primera transformación radical del cristianismo temprano: lo llevó de ser una de las sectas judías a situarlo en el mapa de la antigua ecúmene. En ello veo un aporte fundamental del cristianismo a la historia de la fe: el énfasis en la universalidad de su misión. La interpretación del cristianismo que hace Pablo supera la barrera, infranqueable hasta ese momento, entre la religión y la cultura (era indiferente si la persona era judía, griega o de origen pagano), así como la barrera de la estratificación social (no importaba si la persona era libre o esclava, esta última, herramienta hablante sin derechos en el mundo romano), y, por último, la barrera claramente definida de los roles de género (si la persona es hombre o mujer).8 Para mí, el universalismo de Pablo es una tarea constante para la Iglesia a lo largo de la historia. El cristianismo debe seguir manteniendo esa apertura y expandirla. La forma actual de este universalismo es el ecumenismo, lo opuesto al imperialismo ideológico arrogante. Si el cristianismo quiere superar la crisis que sufre en muchos de sus aspectos actuales y convertirse en una respuesta inspiradora frente a los grandes desafíos que está viviendo la civilización, debe tener el coraje para superar sus límites mentales e institucionales. Para el cristianismo, ha llegado la hora de autosuperarse. A lo largo de este libro, volveremos a esta idea en numerosas ocasiones. *** Si queremos conocer algo sobre la fe del prójimo, dejemos las preguntas del tipo si cree en Dios, cuál es su opinión sobre la existencia de Dios y cuál es su afiliación religiosa. Vamos a centrarnos mejor en qué papel desempeña Dios en su vida, cómo cree, cómo vive la fe (tanto en su mundo interno como en sus relaciones), cómo se ha transformado esta durante su vida y cómo ha transformado su vida –y, si es así, cómo y en qué medida su fe transforma también el mundo en que vive. Solo la práctica de la fe, que incluye la vida espiritual interna del creyente y su vida en sociedad, puede responder a en qué Dios cree. La fe como emunah, como «una gran fe ontológica», no es solo fideísmo emocional ni un vago sentimiento piadoso. No sería adecuado infravalorar el contenido de la fe (fides quae) y separarlo del acto de fe. No obstante, el componente existencial de la fe, el acto de fe plasmado en la vida práctica, tiene en varios aspectos preferencia sobre la faceta cognitiva y de contenido. En cierto sentido, el «objeto de fe» está incluido de forma implícita en el acto de fe y en la vida del creyente. Por ello, solo la vida práctica de una persona puede ser la clave que nos permita conocer en lo que realmente cree y sobre qué construye su vida más allá de lo que digan sus palabras. Esta forma de comprensión nos permite hablar, además, de la fe de los no creyentes (aquellos que aseguran que no creen) y de la no fe de los creyentes (aquellos que aseguran que creen). Ya en el Nuevo Testamento –en los textos de Mateo y de Santiago– encontramos el concepto de la fe implícita: la fe comprendida también de forma...