Ilouz / Kaplan | El capital sexual en la Modernidad tardía | E-Book | sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 80 Seiten

Reihe: Pensamiento Herder

Ilouz / Kaplan El capital sexual en la Modernidad tardía


1. Auflage 2020
ISBN: 978-84-254-4430-2
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection

E-Book, Spanisch, 80 Seiten

Reihe: Pensamiento Herder

ISBN: 978-84-254-4430-2
Verlag: Herder Editorial
Format: EPUB
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Dada la creciente comercialización del sexo y de las identidades sexuales, Eva Illiouz y Dana Kaplan utilizan la idea del 'capital sexual' como un prisma a través del cual indagar sobre las formas en que el sexo puede generar desigualdades, especialmente aquellas relacionadas con el género y la clase social. El presente libro empieza con una revisión general de la transición histórica que empieza desde las formaciones modernas del sexo y lo erótico hasta las que surgen en la modernidad tardía. Esta exploración histórica y teórica permite desarrollar la noción del capital sexual tardomoderno. Para las autoras, el foco de atención se centra, sobre todo, en la relación entre la sexualidad y la empleabilidad, pues esta ha surgido como forma distintiva del capital sexual en nuestra actualidad. A través de la perspectiva analítica del capital sexual y erótico, este ensayo ofrece un análisis sociológico de las sexualidades como una nueva forma de desigualdad bajo el capitalismo neoliberal.

Eva Illouz es socióloga, especializada en el estudio de las emociones, la cultura y el capitalismo. Es autora de 12 libros, traducidos a 19 idiomas. Ha recibido tres premios al mejor libro de la Asociación Americana de Sociología, el Premio Annaliese Mayer a la Excelencia en Investigación de la Asociación Humboldt y el Premio EMET en Israel. Ha sido miembro visitante del Wissenschaftskolleg (Instituto de Estudios Avanzados, Berlín) y del Instituto de Estudios Avanzados de Princeton. Actualmente ocupa una cátedra de excelencia en el EHESS de París. Colabora regularmente con Haaretz, Le Monde y Die Zeit. Dana Kaplan es socióloga cultural especializada en las culturas de clase media en Israel. Fue becaria visitante en la Universidad de Nueva York y en la Universidad de la Ciudad de Londres, y es miembro senior del grupo de investigación Mandel Scholion Research group on food and eating de la Universidad Hebrea. Enseña sociología, estudios culturales y estudios de género y sexualidad en la Universidad Abierta de Israel. Su actual proyecto de investigación, financiado por la Fundación Israelí para la Ciencia, se centra en la belleza y la clase en Israel.

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INTRODUCCIÓN
La libertad sexual y el capital sexual
En su obra La sexualidad: una introducción breve, la socióloga Véronique Mottier pregunta: «¿Cómo hemos llegado a creer que el sexo sea tan importante para saber quiénes somos?». ¿Cómo es posible que el sexo y la sexualidad1 se hayan transformado hasta ser percibidos como un impulso natural o un apetito que debería regularse en aras del bien común,2 hasta la idea de que cultivar y practicar el sexo es bueno para uno mismo, para el cuerpo y para las relaciones? La respuesta a estas preguntas, en nuestra opinión, se reduce al hecho de que la sexualidad ha condensado el valor y la práctica de la libertad o, más exactamente, de la libertad personal. La asociación entre autonomía personal y autorrealización, por una parte, y la libertad sexual, por otra, es el resultado de un largo proceso sociohistórico. Ciertamente, la libertad sexual se ha convertido en un principio fundamental de la sociedad occidental moderna, y uno de los legados más sorprendentes de la Ilustración, cuyas consecuencias «todavía se están desplegando».3 El sociólogo Adam Isaiah Green sigue esta línea cuando escribe que en los dos últimos siglos, el desarrollo de los mercados capitalistas, la urbanización y el cambiante estatus socioeconómico de las mujeres han coincidido con los desarrollos tecnológicos y culturales —incluyendo la llegada del control de la natalidad, la popularidad de internet, el declive de la influencia de la religión y el surgimiento de normas sexuales positivas— para producir un ámbito de la vida sexual cada vez más libre de las instituciones tradicionales de control, como la familia y la Iglesia.4 La libertad sexual, por tanto, constituye una serie de ideas, una matriz de valores, un marco cultural y una práctica que tienen un poderoso impacto sobre otras instituciones y relaciones, tanto las íntimas como las económicas. No obstante, nuestro interés principal no es revisar la historia cultural e intelectual de la libertad sexual como tal.5 Más bien proponemos comprender cómo la libertad sexual era más que una nueva forma de conocimiento del yo (lo que Foucault denominó una episteme). La libertad sexual se incorporó al campo económico y al campo social y se transformó en un capital sexual, un recurso distribuido de manera desigual que produjo diversos tipos de ventajas bajo diferentes circunstancias sociohistóricas.6 Nosotras preguntamos: ¿cuáles son las distintas formas de capital que adopta el ideal moderno de liberalización sexual? Nuestro principal objetivo analítico es diseccionar la noción de «capital sexual y erótico» y distinguir entre varias formas (o categorías), así como los diferentes contextos históricos dentro de los cuales se han configurado las distintas formas de capital. La sexualidad moderna se caracteriza por un proceso dual: el sexo se racionaliza y objetiva (en cuerpos científicos de conocimiento, reglas, juguetes, industrias) y se convierte en un atributo personal, una identidad, y, por lo tanto, en una propiedad de la persona. En la sociedad burguesa del capitalismo industrial que comenzó a hacer del sexo tanto un objeto de estudio como un lugar de identidad personal, la sexualidad se imaginaba fundamentalmente como no monetizada. El presupuesto normativo era que el sexo y la economía debían estar separados el uno del otro (aunque en realidad nunca fue así).7 El sexo «bueno» era doméstico, perteneciente a la esfera de la reproducción, y teorizado como una «superestructura», el ámbito de las ideas y las ideologías. Pero, como defenderemos a continuación, en la Modernidad tardía la relación entre la esfera económica y la esfera sexual no se halla tan claramente delimitada como antes,8 y también se ha fortalecido la relación de propiedad y la relación monetizada entre las personas y su sexualidad. Por ejemplo, la socióloga Catherine Hakim define el capital erótico como «un activo personal (marcadamente femenino) que puede utilizarse en el mercado laboral».9 Ella explica que el capital erótico combina «belleza, atractivo sexual, vivacidad, talento para vestirse bien, encanto, habilidades sociales y competencia sexual. Es una mezcla de atractivo físico y social», y estas cosas, según ella, pueden capitalizarse para obtener mejores trabajos. Pero este es solo un modo, y bastante limitado, por cierto, de definir el capital sexual y erótico. En este ensayo identificamos cuatro tipos ideales de capital sexual y especificamos cómo se utilizan e intercambian en las relaciones sociales y económicas. Los cuatro tipos o categorías son: 1) el capital sexual por defecto (la castidad); aquí la reputación de una persona se denigra en un mercado matrimonial si ella «pierde» su virginidad. De este modo, la castidad (la ausencia de actividad sexual) desempeña el papel de capital sexual positivo. 2) Una segunda forma de capital sexual se encuentra en la capacidad de hacer del cuerpo sexual una fuente de valor, como en la prostitución, dentro de los límites de la industria del sexo. Aquí la monetización de la sexualidad es directa y explícita. Llamamos a esta categoría capital sexual como plusvalía del cuerpo. 3) Una tercera forma de capital se halla en el hecho de que bajo la égida de lo que Illouz ha llamado «capitalismo escópico», hay una amplia serie de industrias que derivan un valor extra del cuerpo sexual y del yo sexual.10 Básicamente esto significa que «el sexo vende», y más específicamente, que las personas atractivas, sexys, atraen no solo la atención de los consumidores (como en la cultura de los famosos), sino también la de los empleadores. Y finalmente, 4) la última forma implica la capacidad de capitalizar el atractivo de uno en los mercados matrimoniales y de citas. Nos centramos en la tercera categoría porque es la que ha surgido como una forma característicamente tardomoderna del capital sexual. A través del prisma analítico del capital sexual y erótico esperamos contribuir al análisis sociológico de las sexualidades como una forma nueva de desigualdad, institucionalizada de distintas maneras en el capitalismo neoliberal. Respecto de las sexualidades, nuestra tipología de las diferentes formas de capital sexual y erótico va más allá de la concepción dominante que piensa que el sexo y la sexualidad están siendo demasiado mercantilizados. Además, nuestras conceptualizaciones del capital sexual señalan una salida de lo que no puede describirse más que como «un callejón sin salida teórico» que caracteriza a buena parte de los textos sociológicos actuales sobre la sexualidad. Estas obras están atrapadas entre una serie binaria de presuposiciones en las que la resistencia, la transgresión y el empoderamiento se consideran un extremo, y la dominación, la sumisión y el desempoderamiento, el otro.11 Nosotras intentamos superar esa lógica binaria. Poner en primer plano la libertad sexual como socialmente transgresora lleva a construir un argumento sociológico defectuoso o débil.12 Es defectuoso porque el discurso de la libertad sexual se ha convertido en parte de «los mismos procesos sociales contra los que supuestamente se rebelaron».13 El concepto de «capital sexual» llega a ser útil precisamente porque reconoce simultáneamente la posibilidad (percibida) de libertad sexual y el hecho sociohistórico de que en la Modernidad tardía la libertad ha llegado a ser no solo compatible con la libertad de mercado, sino también un pretexto para extender y profundizar su dominio.14 Dicho de otro modo, reconoce que la libertad, y concretamente la libertad sexual, se ha convertido en la base normativa del capitalismo contemporáneo. En segundo lugar, en la sociología de la desigualdad, nos unimos a una tendencia reciente a volver a comprometernos con las desigualdades materiales a través de lo que Andrew Sayer llama «una economía política radical». La economía política moral, radical, no se «limita a asuntos de igualdad y explotación», sino que tiene un fuerte sentido de las «responsabilidades económicas» y del «bien común».15 La obra de Piketty16 sería un obvio ejemplo reciente de tal «retorno posmoderno al escrutinio de las realidades materiales».17 Sin embargo, una deficiencia de este enfoque, que de otro modo sería bienvenido, es que descarta en gran medida las definiciones no económicas de capital.18 En lugar de eso, nosotras queremos ampliar y expandir la noción de capital y utilizar nociones no económicas, «impuras», de capital, en el estudio de las desigualdades materiales.19 Creemos que un enfoque basado en el capital, pero ampliado, resulta perfectamente adecuado para revelar los modos en los que las sexualidades y las desigualdades se relacionan en la actualidad. Esto se debe a que, como argumenta Andrew Sayer,20 la recuperación de una política económica radical necesita investigar las maneras que el dinero y el capital tienen de entrometerse en los mundos de la vida y distorsionarlos. En la última sección de este ensayo...



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