E-Book, Spanisch, 240 Seiten
Reihe: Literaria
Jiménez Lozano Se llamaba Carolina
1. Auflage 2016
ISBN: 978-84-9055-805-8
Verlag: Ediciones Encuentro
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
E-Book, Spanisch, 240 Seiten
Reihe: Literaria
ISBN: 978-84-9055-805-8
Verlag: Ediciones Encuentro
Format: EPUB
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Esta novela es la evocación de la representación del 'Hamlet' shakespeariano por artistas ambulantes y gentes de un pueblo de la meseta en la inmediata postguerra; y la evocación, por parte del narrador, de la figura de una de sus maestras, Carolina Donat, 'una señorita maestra que iba a ser actriz y ha hecho de Ofelia en el teatro, y tiene además un Arlequín'. Tiempos, vidas y teatro --un teatro que ya muchos piensan condenado por el cine-- se entrecruzan de forma magistral a lo largo de sus páginas.
Como señala en el prefacio la profesora Carmen Bobes, 'el encanto de Se llamaba Carolina es el que tienen otros textos de su autor, como Ronda de noche o Agua de noria, donde la espontaneidad es la norma, a pesar de que los motivos y la historia puedan ser terribles'.
José Jiménez Lozano nació en Langa (Ávila) en 1930. Se licenció en Derecho en Valladolid y estudió Periodismo en Madrid. Ha sido redactor, subdirector y director de El Norte de Castilla, de Valladolid, y ha colaborado en varios periódicos y revistas nacionales. Es autor de novelas, cuentos, ensayos y poemas. En 1988 recibe el Premio Castilla y León de las Letras; en 1989 el Premio de la Crítica, por El grano de maíz rojo y en 1992 el Premio Nacional de las Letras Españolas. En 1999 recibió la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes. En 2002 obtiene el Premio de Literatura en Lengua Española Miguel de Cervantes.
De entre sus últimas obras, varias de ellas publicadas por Ediciones Encuentro, destacan La piel de los tomates (2007), Libro de visitantes (2007), El azul sobrante (2009) o Un pintor de Alejandría (2010) y Retorno de un cruzado (2013).
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PREFACIO
Para leer entre la primera y la segunda lectura de
Se llamaba Carolina 1. Preliminar Con su discurso característico y con los temas habituales vividos por gentes sencillas y presentadas sencillamente, con los problemas de relación propios de los pueblos, en una España de postguerra, nos ofrece José Jiménez Lozano una nueva novela, Se llamaba Carolina. Su estructuración responde al encaje de un texto de un género literario en otro: un drama dentro de una novela. La trama de la novela es la vida de un pueblo, del que sabemos que estaba en la Castilla de la meseta y era muy frío: su nombre se oculta deliberadamente; allí llegaban de vez en cuando cómicos de la legua con sus carromatos o camiones; los vecinos los recibían con regocijo y los ayudaban a montar sus espectáculos. Una compañía anuncia su llegada para poner en escena Hamlet, Príncipe de Dinamarca. La vida del pueblo se altera y un narrador jovencito, disimulado en un grupo de un colegio (nosotros los chicos más pequeños), detalla cómo los vecinos se disponen a hacer de actores y actrices, entre ellos la llamada Carolina, que hace de Ofelia. En la historia de la teoría literaria hay autores y épocas que niegan la existencia de géneros literarios, incluso de los tres llamados naturales (dramática, lírica, épica), y hay argumentos a favor de esta tesis, puesto que no hay un discurso literario con unos límites formales, unos temas o un enfoque específico de cada género, que permita distinguirlos y ponerles límites; todos los textos pueden utilizar, de una forma u otra, las mismas expresiones lingüísticas y desarrollar los mismos motivos, las mismas tramas y dibujar los mismos personajes y pueden manifestarse en el género que les parezca mejor. Los textos literarios ofrecen formas diferenciadas, y los lectores identifican su género, pero no de un modo absoluto, porque los rasgos que se pueden aducir para justificar la clasificación son rasgos de frecuencia más que específicos, y suelen presentar ambigüedades en su valoración; por ejemplo, la lírica suele utilizar el lenguaje medido, que también usan en ocasiones la dramática y la narrativa; el drama suele utilizar el diálogo, que también utilizan la lírica y la épica, y ésta suele incluir un relato, que también se puede encontrar en la lírica y el drama, y así cualquier forma de expresión lingüística o cualquier contenido han sido utilizados en el discurso de los tres géneros, aunque con distinta frecuencia, de forma excepcional o de forma habitual. Se llamaba Carolina incluye en su discurso problemas generales sobre los géneros, sobre su existencia y sus valores de expresión y de entretenimiento; los personajes plantean y discuten sobre estos temas, mientras viven las peripecias de la representación: se reconocen los distintos géneros, sin definirlos, y se valoran, según los gustos de cada cual; de las novelas se dice que eran peligrosas y dañinas, porque hacían pasar mentiras por verdades y hacer arquitecturas de fantasía (80); se comparan los espectáculos de cine y teatro, las pantomimas, también marionetas para niños, como la que traía una artista a la que llamaban Arlequina, porque su muñeco era Arlequín. Hasta ahora nadie se había puesto a contar cómo se realizaban los espectáculos, pero en Se llamaba Carolina el narrador recoge los datos que le parece y construye una especie de crónica de la verdad (no se reconoce la ficción, ni la novela) con lo que ocurre desde que los cómicos anuncian su llegada al pueblo. Es una historia que escribe para recordar el tiempo en que conoció a Carolina, su maestra, y escribe buscando intencionadamente un estilo con cierta indeterminación, desvío o encubrimiento de nombres y lugares… Y hasta el disimulo de la ciudad o pueblo nuestro donde sucedió (232), y para, pasado el tiempo, enviársela a su maestra. La causa y la finalidad de la escritura se mueven en la indeterminación y justifican el tono diario amable, sin compromiso del discurso. La convergencia de géneros en una misma obra no es muy frecuente en la historia de la literatura, pero tampoco es rara: el teatro clásico español incluye escenas líricas, generalmente en momentos álgidos, también Bodas de sangre, de Lorca, tiene escenas de intenso lirismo, etc. Son conocidos ejemplos de teatro en el teatro, como Un drama nuevo, de Tamayo y Baus, en el que interviene el mismo Shakespeare, y Hamlet, Príncipe de Dinamarca representa, dentro de la escena, la pantomima sobre el envenenamiento del duque Gonzaga; hay también casos de teatro en la novela, y sin ir más lejos El Quijote escenifica el Retablo de maese Pedro, en cuya representación se involucran los personajes de la novela, como ocurre en Se llamaba Carolina. Hay, pues, géneros literarios más o menos diferenciados y hay concurrencia y mezcla de géneros en una misma obra, y hay sin duda intención de disimular la historia en mundos de ficción. La originalidad de una obra puede encontrarse en el tema, en su tratamiento, en sus personajes, en la estructuración de sus motivos, en las relaciones y conflictos de la disposición textual, en sus formas escuetas o en sus complicaciones barrocas. En Se llamaba Carolina se da el caso de la concurrencia de dos géneros, organizada con una arquitectura original: no se trata de dos obras acabadas o en el mismo grado de gestación, que se superponen, se alternan, se oponen, etc.; el drama es una obra cerrada, de otro tiempo, otro espacio, otro autor: Hamlet, Príncipe de Dinamarca; la novela está in fieri, para contar cómo se prepara una representación de la obra de Shakespeare, detallando las fases y sus tiempos, la elección de actores, y las peripecias que ocurren a los vecinos del pueblo que ayudan a los cómicos de la legua, y todo visto desde los ojos de un niño enamorado de la bella Carolina, la maestra suplente, que representará a Ofelia. Las dos obras se discuten en un marco teórico, que plantea las ventajas y posibilidades de los géneros literarios, el cine, el teatro y la novela: unos defienden que el cine gana al teatro y éste a la novela porque acercan la realidad al espectador (137), otros mantienen que aunque las personas y las cosas pueden parecer más reales en el cine, ganan el teatro y la novela, porque lo que nos queda dentro y nos alegra o nos hiere son las palabras (137). La discusión sobre los valores del cine, el teatro y la novela en el mundo de la verdad y de la palabra frente al valor de otros signos y de la ficción escénica adquiere mayor complejidad en la arquitectura de Se llamaba Carolina, porque además de los dos géneros, el narrativo, que aporta un mundo de ficción en una historia presentada como si fuese verdad, y el dramático que se centra no en la creación de obra de Shakespeare, sino en su representación, hay otro plano, de cuya realidad nadie duda, que todos han vivido pocos años antes y del que la mayor parte de los personajes conservan una memoria dolorida: la tragedia de la guerra civil de 1936. Este plano se encuentra en la realidad, alterna en el texto con la ficción de la novela, que se presenta como realidad, y con el drama, de ficción literaria indiscutible. Entre esos tres mundos (Hamlet, la vida del pueblo y el recuerdo de la guerra civil) se suceden relaciones de identidad y de contraste, paralelismos en personajes y situaciones y se observan coincidencias y motivos que interactúan no sólo en las formas, sino también en el sentido y abren el texto a diversas interpretaciones para el lector, obligándole a una atención extrema, tanto en el plano inmediato del discurso lingüístico, como en los ecos que pasan de una historia a otra, de un tema del pueblo a otro del drama de Shakespeare o de la guerra civil española. Hay personajes y motivos que están en todos los planos, otros son singulares y otros dejan solamente ecos lejanos: la historia se repite bajo formas semejantes, no iguales, y las relaciones entre los hombres parecen responder a modelos de conducta estándar, que se invisten de anécdotas originales. Mediante la concurrencia de los diversos planos de la realidad y de la ficción, de la diversidad en los grados de elaboración y de posible manipulación del discurso cerrado y discurso in fieri, se representa un mundo de ficción total, el de Hamlet, un mundo de realidad en el pueblo, y el marco general del mundo recordado de la guerra civil, que se superponen para situar la trama y los personajes. La arquitectura de este texto tan complejo, se complementa con el uso que el narrador hace del tiempo y el espacio de las historias, la de Hamlet y la de Carolina, y sus respectivos contextos, en una continua relación. No pueden olvidarse algunas diferencias de género entre el teatro y la narrativa; el drama carece de narrador y está cerrado: lo pasado ha pasado, aunque puede ser revivido y escenificado de formas diversas. Por el contrario, y como rasgo distintivo del género, la novela exige un testigo, interior o exterior, de la historia, que la cuenta adoptando un enfoque próximo o distante, bajo formas gramaticales en primera o en tercera persona, y que elige los motivos; en Se llamaba Carolina el narrador dirige su atención hacia la escenificación de Hamlet, hacia los recuerdos de la guerra, hacia el contexto inmediato del pueblo. El lector de una novela se dispone a comprender los hechos...