E-Book, Spanisch, 208 Seiten
Keller Dioses que fallan
1. Auflage 2015
ISBN: 978-84-943777-5-4
Verlag: ANDAMIO EDITORIAL
Format: EPUB
Kopierschutz: 0 - No protection
Las promesas vacías del dinero, el sexo y el poder, y la única esperanza verdadera
E-Book, Spanisch, 208 Seiten
ISBN: 978-84-943777-5-4
Verlag: ANDAMIO EDITORIAL
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Muchos de nosotros poníamos nuestra esperanza en el dinero, el verdadero amor y la vida que siempre habíamos querido, creyendo que eran la clave para la felicidad, pero albergando la sospecha insidiosa de que nos iban a defraudar. No es de extrañar que nos sintamos perdidos, solos, desencantados y resentidos. Únicamente hay un Dios que puede satisfacer plenamente nuestros anhelos y ahora es el momento perfecto para volver a él o para conocerle. En Dioses que fallan, Timothy Keller nos muestra cómo una comprensión acertada de la Biblia revela la cruda verdad sobre los ideales de nuestra sociedad y de nuestros propios corazones. Este mensaje poderoso confirma la reputación de Keller como pensador crítico y pastor, y llega en un momento crucial, tanto para los creyentes como para los escépticos. 'La sabiduría de Keller y sus conocimientos de la Biblia, expuestos con una escritura clara y amena, pueden ayudar tanto a cristianos como a no cristianos a identificar los ídolos de sus propios corazones, reemplazando las promesas vacías por la esperanza en Cristo.' Revista Word
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Introducción
La fábrica de ídolos En este mundo, hay más ídolos que realidades. – Friedrich Nietzsche, El crepúsculo de los ídolos Una curiosa melancolía Después de que empezase la crisis económica mundial a mediados de 2008, se produjo una trágica serie de suicidios de personas que anteriormente habían sido adineradas y tenían amplios contactos. El director financiero Freddie Mac, de la Federal Home Loan Mortgage Corporation, se ahorcó en su sótano. El director general de Sheldon Good, una compañía de subastas inmobiliarias de Estados Unidos, se pegó un tiro en la cabeza sentado tras el volante de su Jaguar rojo. Un director financiero francés, que había invertido el capital de muchas familias reales europeas y otras familias destacadas, y que había perdido 1400 millones de dólares del dinero de sus clientes debido al fraude de Bernard Madoff Ponzi, se cortó las venas y falleció en su despacho de Madison Avenue. Un alto ejecutivo danés, que trabajaba para el banco HSBC, se ahorcó en el armario ropero de su suite en un hotel de Knightsbridge, Londres, que costaba 500 libras la noche. Cuando un directivo de Bear Stearns se enteró de que no le iban a contratar en JPMorgan Chase, que había absorbido a su compañía en bancarrota, tomó una sobredosis de drogas y saltó del piso 29 del edificio donde estaba su despacho. Un amigo dijo: “Este asunto de Bear Stearns… quebrantó su espíritu”.1 Las circunstancias recordaban desagradablemente a los suicidios que se produjeron tras el hundimiento del mercado de valores en el año 1929. En la década de 1830, cuando Alexis de Tocqueville escribió sus famosas observaciones sobre América, destacó “una extraña melancolía que invade a sus habitantes… aun en medio de la abundancia”.2 Los estadounidenses creían que la prosperidad saciaría su sed de felicidad, pero semejante esperanza era ilusoria, porque, como añadió de Tocqueville, “los gozos incompletos de este mundo nunca satisfarán el corazón [del hombre]”.3 Esta extraña melancolía se manifiesta de muchas maneras, pero siempre conduce a la misma desesperación nacida de no encontrar lo que se busca. Existe una diferencia entre la tristeza y la desesperación. La tristeza es un dolor para el que existen maneras de aliviarlo. La tristeza es fruto de la pérdida de una cosa buena entre otras, de modo que, si uno padece un revés profesional, puede encontrar consuelo en su familia para sobrellevar la situación. Sin embargo, la desesperación es inconsolable, porque nace de perder algo esencial. Cuando usted pierde la fuente esencial del sentido de su vida o de su esperanza, ya no hay otras fuentes a las que recurrir. Esto quebranta nuestro espíritu. ¿Cuál es la causa de esta “extraña melancolía” que invade nuestra sociedad incluso durante esas etapas de expansión y crecimiento en las que hay una actividad frenética, y que se convierte en una desesperación flagrante en cuanto disminuye la prosperidad?. De Tocqueville dice que es el resultado de escoger “un goce incompleto de este mundo” y convertirlo en el eje de la existencia. Esta es la definición de la idolatría. Una cultura repleta de ídolos Para el mundo contemporáneo, el término idolatría trae a la mente la imagen de un pueblo primitivo que se postra ante una estatua. El libro bíblico de Hechos, en el Nuevo Testamento, contiene descripciones vívidas de las culturas existentes en el mundo grecorromano. Cada ciudad adoraba a sus dioses favoritos y les construía templos en las que depositar sus imágenes para adorarlas. Cuando Pablo acudió a Atenas, vio que estaba literalmente llena de imágenes de aquellas divinidades (Hch. 17:16). El Partenón dedicado a Atenea destacaba por encima de los demás, pero en todos los espacios públicos había representadas otras deidades. Estaba Afrodita, la diosa de la belleza; Ares, el dios de la guerra; Artemisa, la diosa de la fertilidad y de la riqueza; Hefesto, el dios de la artesanía. Nuestra sociedad contemporánea, en su esencia, no es distinta de las antiguas. Cada cultura está dominada por su propio conjunto de ídolos. Cada una tiene sus “sacerdocios”, sus tótems y sus rituales. Cada una tiene sus santuarios (pueden ser complejos de oficinas, spas y gimnasios, estudios o estadios) donde hay que presentar sacrificios para obtener las bendiciones de la buena vida y eludir las catástrofes. ¿Qué son los dioses de la belleza, el poder, el dinero y el éxito sino aquellas mismas cosas que han asumido unas proporciones míticas en nuestras vidas individuales y en nuestras sociedades? Es posible que no nos arrodillemos físicamente ante la estatua de Afrodita, pero hoy día son muchas las jóvenes que caen en depresiones y en trastornos alimentarios porque sienten una preocupación desmedida por su imagen física. Seguramente, no encendemos incienso para Artemisa, pero, cuando el dinero y la carrera profesional alcanzan dimensiones cósmicas, realizamos una especie de sacrificio de niños, olvidando a la familia y a la comunidad para alcanzar un estrato empresarial superior y obtener más dinero y prestigio. Después de que el gobernador de Nueva York, Eliot Spitzer, destruyera su carrera debido a su participación en un negocio de prostitución de lujo, David Brooks comentó cómo nuestra cultura ha dado a luz a una clase de emprendedores de éxito que manifiestan “desequilibrios relativos al rango profesional”. Tienen las habilidades sociales para mantener relaciones verticales, para mejorar su rango entre sus mentores y sus jefes, pero carecen de la capacidad de formar vínculos genuinos en las relaciones horizontales con sus cónyuges, sus amigos y sus familiares. “Son incontables los candidatos a la Presidencia que afirman que se presentan por amor a sus familias, a pesar de que se han pasado la vida dedicados a hacer campaña, lejos de ellas.” A medida que pasan los años, llegan a la desalentadora conclusión de que “su grandeza no les basta, y que se sienten solos”.4 Muchos de sus hijos y sus cónyuges están alienados de ellos. Intentan curar la herida, tienen aventuras sentimentales o recurren a otras medidas desesperadas para calmar su vaciedad interior. Entonces, llega la destrucción de la familia, el escándalo o ambas cosas. Lo habían sacrificado todo al dios del éxito, pero no fue suficiente. En la antigüedad, las deidades estaban sedientas de sangre y costaba mucho aplacarlas. Y no han cambiado. Los ídolos del corazón Habría resultado difícil presentar este caso convincentemente durante la era del auge del “punto com”, de la burbuja inmobiliaria y financiera de los últimos veinte años. Sin embargo, la gran catástrofe económica de 2008-2009 ha dejado al descubierto lo que ahora se denomina “la cultura de la codicia”. Hace mucho tiempo, el apóstol Pablo escribió que la codicia no era simplemente una mala conducta, sino que la avaricia es “idolatría” (Colosenses 3:5). Según advertía Pablo, el dinero puede revestirse de atributos divinos, por lo cual la relación que mantengamos con él se aproxima a la adoración y al acatamiento. El dinero puede convertirse en una adicción espiritual y, como todas las adicciones, oculta a sus víctimas sus verdaderas proporciones. Cada vez corremos mayores riesgos para obtener una satisfacción menor de las cosas que anhelamos, hasta que se produce una catástrofe. Cuando empezamos a recuperarnos, nos preguntamos: “¿En qué estábamos pensando? ¿Cómo es posible que hayamos estado tan ciegos?” Nos despertamos como las personas con resaca, que apenas recuerdan lo sucedido la noche anterior. Pero, ¿por qué? ¿Por qué actuamos tan irracionalmente? ¿Por qué perdimos de vista por completo lo que es correcto? La respuesta de la Biblia es que el corazón humano es una “fábrica de ídolos”.5 Cuando la mayoría de personas piensa en los “ídolos”, tienen en mente estatuas físicas… o la estrella del pop del momento según Simon Cowell.1 Sin embargo, aunque la adoración tradicional a los ídolos sigue teniendo lugar en muchos lugares de este mundo, la pleitesía interior a los ídolos, la que se rinde dentro del corazón, es universal. En Ezequiel 14:3, Dios dice, hablando de los líderes de Israel: “Estos hombres han puesto sus ídolos en su corazón”. Como lo haríamos nosotros, los líderes debieron responder así a esa acusación: “¿Ídolos? ¿Qué ídolos? ¡Yo no veo ningún ídolo!”. Lo que Dios estaba diciendo es que el corazón humano toma cosas buenas, como una carrera de éxito, el amor, los bienes materiales e incluso la familia, y las convierte en esenciales. Nuestros corazones las deifican como el centro de nuestras vidas, porque pensamos que, si las alcanzamos, pueden ofrecernos trascendencia y seguridad, tranquilidad y plenitud.6 El argumento central de El Señor de los anillos es el anillo de poder del Señor oscuro Sauron, que corrompe a todos los que intentan usarlo, por muy buenas que sean las intenciones de estos. El anillo es lo que el profesor Tom Shippey denomina “un amplificador psíquico”, que toma los deseos más queridos del corazón y los magnifica dotándolos de proporciones idólatras.7 Algunos de los personajes buenos del libro quieren liberar a los esclavos, defender las tierras de su gente o aplicar un castigo justo a los malhechores. Todos estos objetivos son positivos. Pero el anillo les induce a...