Knauss / Kovács | La danza como arte de resistencia: reflexiones culturales y teológicas | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, Band 408, 152 Seiten

Reihe: Concilium

Knauss / Kovács La danza como arte de resistencia: reflexiones culturales y teológicas

Concilium 408
1. Auflage 2024
ISBN: 978-84-1063-086-4
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

Concilium 408

E-Book, Spanisch, Band 408, 152 Seiten

Reihe: Concilium

ISBN: 978-84-1063-086-4
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
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Este número de Concilium explora la danza como una práctica universal que trasciende culturas, épocas e incluso especies, y que conecta a los individuos con su entorno y consigo mismos a través del movimiento. A través de sus múltiples expresiones -desde la espiritualidad hasta la resistencia cultural y social-, la danza se revela como una forma de resistencia que desafía las estructuras opresivas y fomenta la creación de nuevas realidades. Las contribuciones aquí reunidas examinan el poder transformador de la danza, su vínculo con la religión y su capacidad de reconfigurar las relaciones entre individuos, comunidades y el cosmos.

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Editorial
Toda la realidad danza. La danza es una práctica universal que atraviesa el tiempo y el espacio, las culturas e incluso las especies: la primatóloga Jane Goodall encontró en su trabajo a un grupo de chimpancés bailando bajo una cascada, respondiendo a su entorno y a sus características a través del movimiento rítmico de sus cuerpos1. La danza, constituida a través del movimiento, el ritmo y el sonido (música, palmas, zapateado, etc.), conecta a los individuos consigo mismos, ya que experimentan sus cuerpos a través de su movimiento y posicionamiento en el espacio, y con los demás, tanto seres humanos como no humanos, y el mundo que les rodea. En la danza se cruzan fronteras y se crean relaciones: entre individuos y grupos, entre los bailarines y su contexto, con la tierra sobre la que bailan y con todo el cosmos del que los bailarines forman parte y al que se extienden al moverse con sus cuerpos. Como los cuerpos danzantes están abiertos unos a otros y al mundo que les rodea, la dimensión espiritual de la danza puede experimentarse en la concreción material del momento de la danza, que se sitúa en un tiempo y un lugar determinados y, sin embargo, trasciende al mismo tiempo esta situación. Sin embargo, aunque universal como forma de expresión y creación de significado del mundo y de lo que está más allá del mundo, la danza también es sumamente particular: los grupos y los individuos desarrollan sus propios patrones de ritmo y movimiento, sonido y colores, y –como muestran las contribuciones a este número de Concilium– sus danzas pueden cumplir una amplia gama de funciones diferentes como expresión y realización de la identidad, el recuerdo, la meditación, la experiencia espiritual, la ceremonia, la celebración, la seducción, el erotismo o el ejercicio físico, oscilando entre el espectáculo, el teatro, el juego, el ritual, el arte, el deporte o el placer... o todas estas cosas a la vez. Con estas variadas funciones, la danza está estrechamente relacionada con la esfera religiosa y puede ser un espacio de experiencia religiosa y fuente de reflexión teológica. No es de extrañar que la danza desempeñe un papel importante en los rituales religiosos, ya que en ocasiones los bailarines interpretan el papel de seres divinos o acceden a la esfera espiritual a través de sus movimientos. En el cristianismo occidental, sin embargo, la danza ha sido considerada durante mucho tiempo con recelo por sus vínculos con lo que se consideraban formas paganas de religión y por su asociación con otras formas de entretenimiento consideradas problemáticas2. Además, la dependencia de la danza de la expresión corporal y la materialidad, y la estrecha asociación del cuerpo con la sexualidad (peligrosa) y la feminidad también han contribuido a la marginación de la danza en la práctica y la teología cristianas. Con pocas excepciones, la sentencia de Juan Crisóstomo «Dondequiera que haya danza, allí está el diablo»3 ha dado forma a gran parte de las respuestas cristianas a la danza a lo largo de los siglos. No obstante, la conexión de la danza con la religión no se perdió del todo aunque el baile floreciera sobre todo fuera de la esfera estrictamente religiosa: la celebración de festivales religiosos a través de la danza, que István Csonta recuerda en su análisis del papel de la danza folclórica para la identidad de la minoría húngara en Rumanía, es un recordatorio de la antigua relación entre danza y religión. Sin embargo, como señala Tatjana Schnütgen en su contribución centrada en la protesta dancística de One Billion Rising contra la violencia hacia las mujeres, no es hasta el siglo XX cuando se redescubre en Occidente la dimensión espiritual de la danza en el movimiento de danza moderna inspirado por Isadora Duncan y otros, para luego abrirse paso de nuevo en la práctica litúrgica y la reflexión teológica. Esta relativamente reciente conciencia renovada del rico y polifacético potencial espiritual y teológico de la danza en Occidente, de la que forma parte la contribución de Riyako Cecilia Hikota, que analiza las referencias de Tomás de Aquino al juego junto con la teología del juego y la danza de Hugo Rahner, se contrapone a la forma en que, en las tradiciones autóctonas, la danza siempre se ha practicado con conciencia de sus dimensiones espirituales como parte de su enfoque holístico del mundo, como se describe, por ejemplo, en la visión general y la reflexión teológica de Lúcia Pedrosa-Pádua sobre las diferentes formas y funciones de la danza en las comunidades indígenas amazónicas. En este número, proponemos centrarnos específicamente en la danza como arte de resistencia: una expresión y experiencia tanto hábil como estética de resistencia y resiliencia en la que los recursos culturales, religiosos y espirituales se fusionan para contrarrestar las estructuras opresivas y encarnar en la danza otras posibilidades de vida floreciente, justicia y relaciones justas. Como arte de resistencia, el fenómeno multisensorial y multimedia de la danza como movimiento dinámico en el tiempo y el espacio es especialmente adecuado para superar los binarios que fomentan la opresión y la injusticia, como el cuerpo frente a la mente, lo físico frente a lo espiritual, lo individual frente a lo colectivo, la cultura frente a la religión, lo masculino frente a lo femenino, nosotros frente a ellos. Como demuestran las contribuciones de Schnütgen y Csonta, así como la discusión de Carl Petter Opsahl sobre el break como forma de resistencia contra la injusticia social y como oportunidad para una vida más allá de la pobreza y la delincuencia que caracterizan los contextos de muchos breakers, la danza no solo visualiza simbólicamente sino que realiza la resistencia y crea una instancia de la buena vida –al menos de forma momentánea y anticipatoria–, por lo que tiene un carácter constructivo y utópico: no es solo resistencia contra algo, sino también creación y materialización de estructuras y relaciones diferentes de las que vivimos. En la danza, la resistencia se une al placer y la alegría, la experiencia espiritual, la comunidad, la creación de una nueva realidad, la curación individual y colectiva, la memoria del pasado y la anticipación del futuro. Con este potencial transgresor a la vez que constructivo, la danza puede llevar a cabo la resistencia de muchas maneras: en la contribución de Schnütgen, las participantes en la campaña internacional One Billion Rising bailan contra la violencia hacia las mujeres y la devaluación del cuerpo y la materialidad. Del mismo modo, la discusión de Ángel F. Méndez Montoya sobre las actuaciones de la bailarina mexicana Tatiana Zugazagoitia traza su resistencia contra los ideales occidentales de la corporeidad (femenina) como saludable, delgada y fuerte, y utiliza esto como fuente para una reflexión sobre la necesidad de resistir a la somatofobia teológica y al dualismo cuerpo-mente, y para el desarrollo de lecciones teológicas derivadas de los cuerpos vulnerables. Inspirándose en la declaración de Nietzsche «Solo creería en un dios que supiera bailar», Hikota muestra cómo la danza puede inspirar resistencia contra una forma pervertida de cristianismo que niega la vida, y promover una renovada sintonía moral y la conciencia de la creación humana dentro del contexto más amplio de la creación. Pedrosa-Pádua también señala las formas en que las danzas de las tradiciones indígenas amazónicas que describe resisten a la separación entre los seres humanos y su entorno, así como a los intentos occidentales de erradicar la cultura y las vidas indígenas: a pesar de la explotación y la discriminación y de las muchas formas de daño que han experimentado los pueblos indígenas de la Amazonia, siguen bailando, como escribe Pedrosa-Pádua. La danza como resistencia contra la asimilación cultural también es tratada por Csonta en relación con la minoría húngara de Rumanía, y Te Aroha Rountree defiende con firmeza las danzas, canciones y actuaciones de los pueblos tangata whenua/maori (indígenas) de Aotearoa-Nueva Zelanda como formas de resistir a la supremacía blanca a lo largo de la historia hasta nuestros días en los movimientos de protesta y protección de los maoríes. Esto incluye también la resistencia contra el racismo y los prejuicios en la educación teológica, ya que la danza y el canto se aprecian como fuentes de una teología maorí holística. El debate de Katherine Zubko sobre la interpretación de Nadhi Thekkek de la pieza en solitario Broken Seeds Still Grow (Las semillas rotas aún crecen) también aborda el colonialismo y su legado –en este caso, la colonización británica de la India y la Partición que dio lugar a los dos estados de India y Pakistán–. Thekkek recurre a la tradición de danza del sur de Asia, el bharatanatyam, con sus raíces en entornos religiosos y cortesanos, para resistirse al poder de los colonizadores interpretando a Cyril Radcliffe, el abogado responsable de establecer la línea divisoria del país, como un héroe y un payaso a la vez, utilizando el humor para desafiar las acciones coloniales y subvertir la narrativa de la Partición. El repaso que Dieudonné Mushipu Mbombo hace de las numerosas referencias a la danza en la Biblia y su análisis de dos casos particulares de danza –la danza ante el becerro de oro (Ex 32) y la danza de David ante Dios (2 Sm 6)– muestra que la resistencia encarnada en la danza puede ser ambigua: puede expresar resistencia contra Dios volviéndose hacia un ídolo, o puede ser resistencia contra prejuicios, normas y expectativas sociales restrictivas, cuando David baila desnudo ante Dios. La danza...



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