Lefebvre | El derecho a la ciudad | E-Book | sack.de
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E-Book, Spanisch, 176 Seiten

Reihe: Ensayo

Lefebvre El derecho a la ciudad


1. Auflage 2020
ISBN: 978-84-122096-9-3
Verlag: Capitán Swing Libros
Format: EPUB
Kopierschutz: 6 - ePub Watermark

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Reihe: Ensayo

ISBN: 978-84-122096-9-3
Verlag: Capitán Swing Libros
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El derecho a la ciudad no es una propuesta nueva. El término apareció en 1968, cuando Henri Lefebvre escribió El derecho a la ciudad tomando en cuenta el impacto negativo sufrido por las ciudades en los países de economía capitalista, con la conversión de la ciudad en una mercancía al servicio exclusivo de los intereses de la acumulación del capital. Como contrapropuesta a este fenómeno, Lefebvre construye un planteamiento político para reivindicar la posibilidad de que la gente vuelva a ser dueña de la ciudad. Frente a los efectos causados por el neoliberalismo, como la privatización de los espacios urbanos, el uso mercantil de la ciudad, el predominio de industrias y espacios mercantiles, se propone esta perspectiva política. Tomada por los intereses del capital, la ciudad dejó de pertenecer a la gente, por lo tanto Lefebvre aboga por 'rescatar al ciudadano como elemento principal, protagonista de la ciudad que él mismo ha construido'. Se trata de restaurar el sentido de ciudad, instaurar la posibilidad del 'buen vivir' para todos, y hacer de la ciudad 'el escenario de encuentro para la construcción de la vida colectiva'. Esta vida colectiva se puede edificar sobre la base de la idea de la ciudad como producto cultural, colectivo y, en consecuencia, político. La ciudad es un espacio político donde es posible la expresión de voluntades colectivas, es un espacio para la solidaridad, pero también para el conflicto.

Henri Lefebvre. Hagetmau (Francia), 1901-1991. Filósofo y sociólogo francés, Lefebvre es autor de una treintena de obras dedicadas a analizar tanto el pensamiento marxista como los problemas del mundo contemporáneo. Considerado uno de los filósofos más importantes del siglo xx, comenzó su carrera en asociación con el grupo surrealista, de donde surgió su preocupación por la lógica dialéctica. Fue el primero en traducir los primeros manuscritos de Marx al francés. En 1928 ingresó en el Partido Comunista y durante las tres décadas siguientes se dedicó a analizar el pensamiento marxista desde dentro. Más tarde, a finales de los años 50, fue expulsado del partido bajo la acusación de segregacionista. Inmediatamente después de la guerra, Lefebvre comenzó a reflexionar sobre un nuevo objeto de estudio, al que llamó 'la vida cotidiana'. Tras la publicación de La vida cotidiana en el mundo moderno (1968), se sintió atraído por el análisis del urbanismo, y escribió varios libros sobre la ciudad, como Espacio y Política. En la década de 1960 se implicó de cerca con la escuela más joven de arquitectos franceses, y proporcionó un marco teórico para su trabajo. Por último, la acumulación de estos diversos temas condujo a su gran obra filosófica, La producción del espacio (1974).
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PRESENTACIÓN

Más allá de la ciudad.

El derecho a la vida urbana

Ion Martínez Lorea[1]

«Sin embargo, el uso y el valor de uso resisten

obstinadamente: irreductiblemente».

HENRI LEFEBVRE

Por doquier se leen y se escuchan hoy referencias, apelaciones y reivindicaciones al derecho a la ciudad. Como diría el propio Henri Lefebvre respecto al urbanismo, podemos afirmar que el derecho a la ciudad está de moda. Desde la calle y desde la academia, desde los colectivos vecinales y desde la política institucional, desde disciplinas como la sociología y la geografía hasta otras como la arquitectura o el propio derecho, se enarbola esta idea. El derecho a la ciudad aparece como título o eje central de textos especializados, artículos académico-políticos o de opinión,[2] es argumento de foros y encuentros globales (Conferencia de Naciones Unidas Habitat III, 2016), se ha establecido una Carta Mundial del Derecho a la Ciudad (2004) e, incluso, se ha incorporado a textos constitucionales (República de Ecuador, 2008). Por supuesto, este derecho se ha convertido en motivo de manifiestos y movilizaciones diversas a lo largo de los últimos años (blandido en la toma de plazas y en las luchas por la vivienda digna, contra la gentrificación o contra la privatización de la calle).

Esta feliz proliferación de reivindicaciones de la ciudad y del derecho a la ciudad nos conduce, sin embargo, a una necesaria pregunta que pretende prevenir del riesgo que acecha a los conceptos de moda: ¿a qué nos referimos cuando hablamos de derecho a la ciudad? Y es que, en no pocos casos, estos conceptos acaban significando muchas cosas y, por ende, acaban no significando nada, esto es, pierden su valor como conceptos. El reflejo de esto es que la misma expresión puede movilizar experiencias políticamente muy ambiciosas y, a su vez, utilizarse como una herramienta para la simple búsqueda de consensos en torno a un Gobierno o a una política local. Es decir, puede plantearse como una apuesta por democratizar la vida urbana y por apuntalar derechos concretos de los habitantes de las ciudades o como un simple recurso de legitimación del Gobierno local de turno. En todo caso, la advertencia debe servir, precisamente, para prevenirnos de tales riesgos y, en ningún modo, para descartar una idea enormemente valiosa de cara a interpretar y transformar la realidad urbana presente.

Por ello, resulta fundamental rastrear los significados de este concepto, volviendo la mirada sobre lo dicho al respecto por Henri Lefebvre, por ser precisamente él quien lo acuñara y dotara de contenido en el año 1967.[3] Esto en ningún caso plantea la exigencia de «pasar por Lefebvre» a todo aquel que reivindique el derecho a la ciudad. No obstante, sí se considera necesario para quien quiera pensar y analizar la realidad social en estos términos. Y es desde tal perspectiva que se plantea esta reedición: a modo de lectura que permita retomar, si se permite la expresión, los «orígenes» de un concepto que, en realidad, se encuentran mucho más cerca del presente de lo que pudieran hacer pensar los cincuenta años transcurridos desde su publicación original.

En este sentido, viene a decir David Harvey[4] que resulta difícil pensar que las reivindicaciones y experiencias vinculadas al derecho a la ciudad durante las últimas dos décadas (desde Porto Alegre hasta Los Ángeles y Nueva York) tuvieran alguna ligazón de fondo con el legado intelectual de Lefebvre. Harvey ve una analogía entre los movimientos y movilizaciones urbanas y el propio pensamiento de Lefebvre, lo cual ayudaría a explicar, según él, la distancia y la falta de vínculos entre ambos: los dos proceden y se nutren de las experiencias concretas de las calles y los barrios, de los malestares urbanos de cada momento y, por ende, las raíces de la reivindicación de este derecho contemporáneo no alcanzarían ni al París de los albores de mayo del 68, ni a la dimensión filosófico-sociológica desde los que escribía Lefebvre. En algunos casos esto ha podido ser cierto. Pero Harvey parece desdeñar su propia figura y la de otros pensadores y activistas «herederos», intérpretes y difusores de la obra lefebvriana que en ocasiones han inspirado y en otras asesorado a no pocas experiencias contemporáneas vinculadas a la reivindicación del derecho a la ciudad. Igualmente, parece obviarse la fuerte presencia (aunque no sea mayoritaria) de jóvenes con altos niveles educativos (e incluso insertos en el ámbito académico) en este tipo de experiencias, quienes, precisamente, hacen referencia explícita a los escritos de David Harvey y del propio Henri Lefebvre.

Así pues, más que la existencia o inexistencia de un vínculo, deberíamos hablar del tipo de vínculo que, sin duda, estaría presente entre Lefebvre y las reivindicaciones actuales del derecho a la ciudad. Cierto es que el mismo puede concretarse y reducirse a una frase célebre o a un título-eslogan. Pero, precisamente por ello, es importante volver a Lefebvre, para confirmar cuán vigente es hoy en día y cuán relevante puede ser para interpretar el trasfondo de malestares sobre los que se asienta la vida urbana y las posibilidades de transformación que esta engendra.

Por tanto, retomando al texto original de 1967 no estará de más calificarlo como una suerte de manifiesto que, en palabras del propio Lefebvre, se plantea «como una denuncia, como una exigencia» (p. 138). Los quince capítulos que componen la obra, de extensión y características muy diversas, dan muestra, una vez más, de la particularidad del pensamiento y la escritura de Lefebvre: no demasiado académicos ni sistemáticos; su lectura puede resultar por momentos un tanto árida debido a un vocabulario y una reflexión sinuosos. Aunque no aparecen explicitados así en el texto, podríamos dividir estos quince capítulos en tres ejes principales.[5] En primer lugar (capítulo 1), Lefebvre constata la desaparición de la ciudad tradicional y la emergencia de una realidad urbana, derivada de la industrialización, llena de imposiciones, pero también de posibilidades; en segundo lugar (capítulos 2 a 8), reclama la emergencia de una «ciencia de la ciudad» que trascienda los saberes fragmentarios y que incorpore nuevos conceptos; y, finalmente, en tercer lugar (capítulos 9 a 15), plantea la necesidad de una estrategia política que permita recuperar y reapropiarse de la centralidad urbana, de la vida urbana, de la ciudad como obra, lo que nos conduce a la pregunta actual sobre quién es el protagonista de llevar a efecto tal estrategia: ¿la clase obrera, como apuntara en este texto Lefebvre, o bien un sujeto más difuso y heterogéneo como el precariado, tal como insinúa Harvey? ¿Quizá otro?

No hay duda de que El derecho a la ciudad es una obra pionera en los estudios sobre lo urbano entendido como ámbito que trasciende la condición de la ciudad como objeto y superficie inerte y que, por tanto, incorpora lo social como eje básico de su análisis. Su valor científico no debe, en todo caso, obviar la centralidad de la política en la propuesta lefebvriana, tal como ha apuntado el sociólogo Jean-Pierre Garnier[6] cuestionando precisamente los múltiples ejercicios «escolásticos» que suelen desplegarse en torno a la obra de Lefebvre, e incluso, no sin razón, cuestionando la escasa concreción y cierta candidez de algunas de las propuestas del propio autor francés.

Ello no es óbice para poner sobre el tapete dos cuestiones básicas que, aun requiriendo de crítica, si pretenden seguirse de propuestas o concreciones prácticas, son necesarias para dar validez y centrar la cuestión del derecho a la ciudad en la sociedad contemporánea: por un lado, la participación en la toma de decisiones sobre la producción del espacio y, por otro lado, el propio uso de ese espacio. Recordemos una de esas frases que, aun habiendo padecido su conversión en eslogan exitoso, no ha perdido validez al condensar la idea clave de lo que supone el derecho en cuestión, siempre que no se considere una afirmación suficiente para explicar los acontecimientos que se tienen delante: «El derecho a la ciudad no puede concebirse como un simple derecho de visita o como un retorno a las ciudades tradicionales. Solo puede formularse como un derecho a la vida urbana, transformada, renovada» (p. 139). El propio Lefebvre cuestiona los riesgos derivados del espejismo de una participación[7] o de unos usos del espacio que podemos definir como autocomplacientes o resignados[8] y que, en realidad, cambian poco o nada, cuando no las refuerza, las relaciones de poder existentes en el marco de la vida urbana. Pero ello, reiteramos, no puede hacernos dejar a un lado estas cuestiones, sino que, en todo caso, nos obliga a incidir y ahondar en su crítica. Y esta es la labor que se exige de quien desee tomar a Lefebvre y este texto en particular como referencia en sus...



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