E-Book, Spanisch, 240 Seiten
Milani La actitud hacker
1. Auflage 2024
ISBN: 978-84-19407-34-4
Verlag: Ned Ediciones
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
Una apuesta por las tecnologías conviviales
E-Book, Spanisch, 240 Seiten
ISBN: 978-84-19407-34-4
Verlag: Ned Ediciones
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
Todos hemos oído hablar de ellos, pero, ¿qué es realmente un hacker? ¿Hay algo más allá del encapuchado que, encerrado en un sótano oscuro, teclea rápidamente para intentar burlar sistemas de seguridad informáticos? Carlo Milani define lo hacker, ante todo, como una actitud: una predisposición a deshacer las lógicas de dominación que nos imponen las tecnologías, cuya complejidad nos obliga con frecuencia a subordinarnos a la figura del «experto». Así, un hacker no es necesariamente alguien que trata de desclasificar documentos del Pentágono, sino todo aquel que quiere establecer una relación de iguales con aquellos «seres técnicos» -móviles, ordenadores, electrodomésticos- con los que convivimos a diario. Partiendo de las tesis de Ivan Illich, Milani nos propone una reconfiguración de nuestra visión tecnosocial, liberándola de la lógica orden-obediencia propia del imaginario jerárquico y proponiendo un nuevo vínculo convivial con las máquinas.
Carlo Milani se propone reducir la alienación técnica traduciendo y escribiendo ensayos, aderezados con actitud hacker. Además de su actividad editorial, docente e investigadora, colabora con alekos.net en el desarrollo de tecnologías informáticas apropiadas. Bajo el heterónimo colectivo de Ippolita ha publicado, hasta 2018, varios ensayos como El lado oscuro de Google (2010) y En el acuario de Facebook (2014). Imparte clases y cursos de formación basados en la pedagogía hacker con C.I.R.C.E. (Centro Internacional de Investigación por las Convivialidades Eléctricas - circex.org). Este es su primer libro ortónimo. Para calentarse, va al bosque a cortar leña.
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PRÓLOGO Nadie puede saber en qué preciso momento de la historia de la humanidad se esparcieron las semillas de la dominación; tampoco podemos conocer cuándo fueron sembradas las simientes de la libertad. Sin embargo, lo que sí parece seguro es que ambas surgieron de forma simultánea, ya que viven entremezcladas en el mismo suelo y tanto las unas como las otras solo pueden germinar mediante su continuo enfrentamiento. Lo que también se puede dar por cierto es que esas semillas no cayeron del cielo, ya pre-formadas y listas para expandirse, como si su esencia hubiese estado aguardando en algún recóndito lugar a que llegase el momento de la siembra. Más bien hay que considerar que se formaron paulatinamente como resultado de diversas prácticas humanas que, poco a poco, les fueron dando forma sin obedecer a ningún plan preestablecido ni teniéndolas en su punto de mira como un objetivo a alcanzar. Por lo tanto, ninguna teleología presidió a su advenimiento; resultaron simplemente de las contingencias de la historia. Así que la pregunta no es tanto cuándo aparecieron, sino cuáles fueron las prácticas que produjeron las semillas de la dominación y cuáles dieron lugar a las de la libertad, originando de esa forma un milenario proceso histórico compuesto por múltiples ejercicios de dominación y por las correspondientes luchas por la libertad, que aún hoy siguen entrelazándose y habitando nuestro mundo. A semejanza de lo que ocurre en el reino vegetal, donde existen plantas expansivas que invaden los terrenos a expensas de otras variedades menos agresivas, resulta que en el ámbito de la esfera humana las semillas de la dominación fueron prevaleciendo poco a poco, robando espacio a las de la libertad aunque cuidándose mucho de exterminarlas por completo, ya que la dominación solo puede mantenerse si los seres humanos gozan de cierta libertad que sea susceptible de ser constreñida. Aunque es difícil pensar que pueda existir un mundo desprovisto por completo de dominación, es lícito imaginar una realidad en que la estirpe de la dominación no se hubiese instaurado como la preponderante. Tras explicar a la perfección que esa línea evolutiva no constituye un destino inapelable, sino que tan solo representa una de las líneas posibles, el autor de este libro concluye que puede ser revertida y pone manos a la obra para intentar conseguirlo. Al asumir y propagar una actitud hacker, Carlo Milani nos invita a emprender el camino de una reversión que debería desembocar, según sus mismas palabras, en un sistema en el que la jerarquía y el gobierno a todos los niveles sean disueltos mediante relaciones de apoyo mutuo, actos concertados de deserción de las dinámicas de mando y obediencia, y movimientos de revuelta y destrucción de todo principio autoritario. Por supuesto, no todos los hackers comparten esas mismas convicciones políticas; de hecho, no hay dos hackers que sean exactamente idénticos, y algunos deberían ser calificados simplemente de especialistas en burlar los sistemas de seguridad informática, más que de auténticos hackers, sobre todo cuando su motivación es puramente crematística. Aun así, buena parte de los hackers se caracterizan por presentar, en mayor o menor medida, un componente de tipo libertario, ya que su forma de ser se distancia de la sumisión voluntaria y se inclina por el placer de subvertir lo establecido y por adentrarse en los terrenos prohibidos. Pero algunos hackers añaden a ese componente libertarizante un confeso compromiso con el anarquismo, mostrando en consecuencia una clara beligerancia contra el sistema político-social instituido y una defensa de los principios anarquistas. Carlo es un hacker de ese tipo, y no es necesario haberlo frecuentado para adivinar que su concepción del anarquismo es abierta, plural, no dogmática y convivial, porque la combinación de una actitud auténticamente hacker junto con un compromiso resueltamente anarquista solo puede dar lugar a esa particular forma de anarquismo. Sin duda, tras unos segundos de absoluta incredulidad, cualquiera que participe de la vulgarizada imagen del hacker —individuo con la cara cubierta por la famosa máscara de V de Vendetta y enganchado día y noche al teclado del ordenador para penetrar en los sistemas informáticos mejor protegidos— soltaría una enorme carcajada si alguien le dijese que me he convertido en un hacker. En efecto, nadie encaja peor que yo en esa imagen, ya que mi incompetencia en materia informática es supina, y además estoy cargado de prevenciones contra esa tecnología. Sin embargo, tal persona haría muy mal en reírse, porque es precisamente esa conversión la que ha conseguido Carlo Milani mediante un libro que presenta la infrecuente virtud de hacer lo que dice. En efecto, el libro dice que hay que luchar contra la dominación y eso es precisamente lo que hace, aportando conocimientos, indicando formas de actuar y proponiendo actitudes que materializan ese propósito. El autor declara, textualmente, que no hay que colaborar con los sistemas jerárquicos organizados, que hay que desertar de la técnica dominante e inventar métodos de colaboración convivial, concretos y fáciles de poner en práctica, pero resulta que no se limita a declararlo, sino que traza sendas que permiten rehuir a toda jerarquía organizada e inventar modos conviviales de colaboración. Se trata de una lucha que siempre presenta la particularidad de ser bifronte, porque debe enfrentarse a las semillas de la dominación y su exuberante floración, al mismo tiempo que debe sembrar semillas de libertad y producir las condiciones sociales y materiales para que de ellas broten prácticas de libertad. El autor dice que en lugar de formular discursos teóricos resulta preferible ir a lo concreto, adoptar un enfoque eminentemente práctico, totalmente situado, y formular preguntas sencillas que no requieren buscar las respuestas en el cielo de la teoría, sino en la sencilla observación de los procesos y las interacciones cotidianas. Y eso es lo que hace efectivamente cuando nos ayuda a ver, por ejemplo, qué es lo que ocurre según el modo de pago que utilizamos en situaciones tan cotidianas como pagar una compra o un servicio en efectivo, o con tarjeta, o con el móvil, etcétera, y cuáles son las implicaciones ocultas de cada modalidad de pago. También dice que hay que cambiar la perspectiva y mirar las cosas desde un ángulo inhabitual, articular una mirada diferente, nueva, que nos haga ver otras cosas que las que vemos habitualmente, y que nos ayude a tomar conciencia de que somos creadores de nuestra propia visión, porque esta no está estrictamente determinada por cómo son las cosas. Al alumbrar otra realidad, ese desplazamiento de la mirada también nos cambia a nosotros mismos, puesto que no somos sino el haz de las múltiples relaciones que tejemos con la realidad. A nadie se le escapa que ese planteamiento tiene claras resonancias foucaultianas y que evoca el concepto de la problematización, es decir, la operación que consiste en interrogar las evidencias, cuestionar lo que nos parece ir de sí, cambiar nuestra mirada sobre las cosas, verlas como si nunca las hubiéramos visto antes, adoptar perspectivas no habituales y, en definitiva, desaprender lo que damos por supuesto. Es precisamente mediante un ejercicio de ese tipo como el autor consigue que salgamos de la lectura de su libro con el extraño sentimiento de haber descubierto el huevo de Colón, preguntándonos a nosotros mismos por qué hemos tardado tanto en abandonar la convicción de que la tecnología informática era tan compleja que nunca lograríamos entenderla, y, sobre todo, abandonar la nefasta creencia de que no era necesario entenderla porque nos bastaba con usarla. Lo que hace este libro es sencillamente conseguir que cosas que parecen complejas, difíciles, casi imposibles de entender, de repente resulten sencillas, obvias, una vez nos damos los medios necesarios para entender su principio y hacemos el esfuerzo requerido para desentrañar su lógica. Este libro no nos ofrece una docta disertación amparada en la objetividad de una mirada desapasionada. Aquí el narrador forma parte de la narración, vibra en el texto y forma cuerpo con él. No se trata de un texto esculpido laboriosamente, con aristas nítidas y bien recortadas; es más bien fluido, cercano, amigable, llano. El autor ha querido evitar, y lo ha conseguido, un discurso de poder, académico, abstracto, enrevesado, que no deja espacio a un diálogo con un lector no especializado. Sin duda, un factor que contribuye a crear esa impresión de cercanía es el hecho de que la exposición no trata de disimular su andamiaje, ni lo que se encuentra entre bastidores ni tampoco las vicisitudes de su propio caminar. No se ofrece un producto acabado, como recién salido de fábrica, sino que se muestran las decisiones tomadas y los presupuestos asumidos para que se puedan evaluar sus aciertos y sus desaciertos. Desde los pupitres de la escuela estamos entrenados a elegir, o a que se nos asigne, un tema y a preparar su desarrollo con mayor o menor acierto, pero con la obligación de entregar un producto acabado donde no aparezcan las rectificaciones del enfoque, los pasos en falso, los desarrollos finalmente desechados, en suma, donde se haya borrado por completo el proceso de construcción del relato y donde el relator se...