E-Book, Spanisch, 174 Seiten
Reihe: 100XUNO
Nembrini Dante, poeta del deseo. Purgatorio
1. Auflage 2017
ISBN: 978-84-9055-797-6
Verlag: Ediciones Encuentro
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
Conversaciones sobre la Divina Comedia
E-Book, Spanisch, 174 Seiten
Reihe: 100XUNO
ISBN: 978-84-9055-797-6
Verlag: Ediciones Encuentro
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)
En este segundo volumen de Dante, poeta del deseo, que recoge el ciclo de encuentros dedicados al Purgatorio, Franco Nembrini ahonda en la relación viva entre La Divina Comedia y la experiencia dramática de todo hombre, rescatando el texto de Dante de una lectura puramente académica.
'El Purgatorio es el canto del perdón, del pecado que alcanza el perdón; de nuestra debilidad, de la magnitud de nuestro grito, de nuestras heridas que piden ser perdonadas. Y dado que para mí Dante y la vida, la poesía y la experiencia cotidiana van de la mano, leer a Dante es encarar la cuestión del perdón, de la misericordia y del grito del que está hecha la vida (...).
En el fondo el Purgatorio es justo la respuesta a esta pregunta tan apremiante: ¿se puede empezar de nuevo? ¿Se puede volver a empezar en la vida? ¿Hay una novedad tan poderosa que pueda revolucionar la vida hasta el punto de que todo renazca?'
Franco Nembrini nació en Trescore Balneario (Bérgamo, Italia) en 1955. Ha sido profesor de enseñanza secundaria de Lengua y Literatura italiana y de Historia. Licenciado en Pedagogía en la Universidad Católica de Milán en 1982, figura entre los promotores de la escuela libre La Traccia de Calcinate, a pocos kilómetros de Bérgamo, de la que ha sido director hasta 2013. Como presidente de la Federazione Opere Educative (FOE) desde 1999 hasta 2006, ha formado parte del Consejo nacional de enseñanza católica, de la Consulta nacional de pastoral escolar de la Conferencia Episcopal Italiana y de la Comisión para la paridad escolar del Ministerio de educación italiano.
Sus libros sobre Dante y la Divina Comedia han sido traducidos al español y al ruso. Ha publicado con Ediciones Encuentro El arte de educar. De padres a hijos (2013) y Dante, poeta del deseo. Conversaciones sobre la Divina Comedia. Volumen I, Infierno (2014) , Volumen II, Purgatorio (2016) y Volumen III, Paraíso (2017).
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PRÓLOGO
El Purgatorio, canto al presente
El Purgatorio es el canto del perdón, del pecado que alcanza el perdón; de nuestra debilidad, de la magnitud de nuestro grito, de nuestras heridas que piden ser perdonadas. Y dado que para mí Dante y la vida, la poesía y la experiencia cotidiana van de la mano, leer a Dante es encarar la cuestión del perdón, de la misericordia y del grito de que está hecha la vida, es mirar lo que me sucede, fijarme en lo que vivo. Desde este punto de vista cada uno de vosotros puede sentarse aquí a hablar de sí mismo, porque un texto de este tipo no puede leerse sin que cada uno se ponga en juego, aventurando la experiencia que tiene de la vida. Sin duda este es un criterio válido para todas las obras literarias, pero es especialmente pertinente para el Purgatorio: vale la pena leer el Purgatorio porque es una promesa para cada uno de nosotros y propone un recorrido personal. Un recorrido real, concreto, de cara a la vida que apremia, urge, y a veces te arrolla como un tren de alta velocidad. Estoy aquí con la amplitud de mi necesidad, con la urgencia de una novedad, con ciertas heridas que hacen que la libertad se ponga en juego, lo que sucede, una amiga que ha muerto ayer por la tarde —había cenado con ella el sábado, parece que todavía la estoy viendo...—, otra amiga que viene a verme y me habla del fracaso de su vida y me dice: «Me he equivocado en todo, me gustaría poder empezar de nuevo», y le digo abrazándola que se puede empezar de nuevo. En el fondo el Purgatorio es justo la respuesta a esta pregunta tan apremiante: ¿se puede empezar de nuevo? ¿Se puede volver a empezar en la vida? ¿Hay una novedad tan poderosa que pueda revolucionar la vida hasta el punto de que todo renazca? Y supone cierto trabajo, además: lo más impresionante es que el Purgatorio es un himno «al trabajo», en el que Dante se pone manos a la obra sobre sí mismo. Si el Infierno es un inmenso fresco de una terrible inmovilidad, sin tiempo y sin espacio, donde el mal, el error, definen para siempre a sus protagonistas, el Purgatorio es camino y ascensión. En el Purgatorio el poeta empieza un trabajo sobre sí mismo, un camino cuya meta es segura, pero no por eso menos fatigoso, menos dramático. Precisamente porque el Purgatorio implica un trabajo para Dante y para nosotros, es necesario tratar de sentar dos o tres claves de lectura antes de enfrentarnos a él. Me explicaré con un episodio que me ha sucedido precisamente aquí. Hace una hora estaba paseando por el patio del convento. Había un hombre, y he pensado al verlo: «Este está loco», porque tocaba la pared de la iglesia y se santiguaba sin parar. Después me han dicho que precisamente lo llaman el loco; y en seguida me ha venido a la mente el chiàpa de El árbol de los zuecos [2], ese pobre hombre del que los niños se ríen cuando entra en una casa, y su madre les dice: «No os riáis, porque está más cerca de Dios que nosotros». En cierto momento este hombre se ha acercado a la mesa que hay a las puertas del salón con los folletos que presentan las distintas iniciativas del centro, y yo que estaba por allí le he oído repetir continuamente una frase durante un buen cuarto de hora; al final me he acercado y le he dicho: «Buenas tardes, ¿qué es esa frase que dice en voz alta?». Me ha mostrado una hoja que decía La belleza sirve para descubrir el sentido de las cosas. Y la ha repetido durante un cuarto de hora, en voz alta, casi furiosamente. Entonces le he preguntado: «¿Por qué la ha repetido tantas veces?», y él me ha mirado con una expresión algo perdida —¿perdida? quién sabe: ¿perdida en la nada o perdida en el todo?— y me ha dicho: «Porque es bonita». Entonces le he preguntado: «Pero señor Giancarlo —me había enterado de que se llama Giancarlo—, ¿qué hace aquí?». «Vengo aquí todas las tardes». «Ah, ¿porque es amigo de los frailes?». «No. Bueno, también, pero no vengo por eso. Vengo a misa de seis, siempre». Me he despedido de él y he venido aquí sintiéndome algo avergonzado porque ese hombre misteriosamente está trabajando, no pierde un sólo día su cita con el Misterio: «Siempre, siempre a la misa de seis». Y me decía para mí que esta noche tenemos que hacer lo mismo, tenemos que ponernos a trabajar, pero en vistas a un trabajo cotidiano, de modo que podamos decir: «Siempre estoy trabajando». Porque todo momento es una cita con el Misterio. De esto hablaremos esta noche: en todo momento tenemos una cita con el Misterio; la vida supone un trabajo constante. Nos adentramos pues en este trabajo. Si me preguntaseis: «¿Cómo definirías el Purgatorio?», respondería: «Es un canto al presente». El Purgatorio es el canto al tiempo y a la historia, es decir, al presente, porque nosotros vivimos siempre y sólo en el presente. Entonces no podrás leerlo adecuadamente, no podrás entrar en él, si no estás presente tú por entero, si no estás presente ante ti mismo. Estar presente ante ti mismo, ante lo que eres, ante tu necesidad, tu grito, es un poco embarazoso. Porque ponerse a hablar de uno mismo frente a cuatrocientas personas no es fácil... hay que exponerse, es necesario exponer lo que eres. Quizá sea esta —por otra parte— la magia de nuestro oficio, el encanto de la enseñanza: porque cuando das clase te expones, te presentas ante los demás —te ofreces de alguna manera—, compartes lo más íntimo que tienes, el diálogo que mantienes tú con Dante, con un autor, un texto, una página, una expresión... a través de lo que enseñas. Se trata de compartir tu intimidad con los demás, con los treinta chicos de la clase o con vosotros esta noche: uno se siente desafiado a volver a la conciencia que tiene de sí, a exponerse con toda su humanidad, como dice espléndidamente la Carta a Francesco Vettori de Nicolás Maquiavelo que cité durante la lectura del Infierno [3]. Para introducirnos en este trabajo sobre el presente que supone la lectura del Purgatorio, la primera palabra que quisiera señalaros es la que da nombre a este curso, y que recoge lo que dijimos ya en la introducción al ciclo de lecturas del Infierno: la palabra «deseo». Dante, poeta del deseo. Tratándose del Purgatorio, uno se esperaría que la primera palabra que oyese fuera pecado. No, la primera palabra siempre es deseo. Después vienen todos los pecados, y el que esté sin pecado que tire la primera piedra; pero al comienzo —al comienzo de la Divina Comedia, al comienzo del ser, al comienzo de todo— está la palabra deseo, la tensión hacia el amor, el anhelo de felicidad, la espera de un bien infinito. Si no se parte de aquí, no se entiende nada del Purgatorio, ni siquiera del pecado y las demás vicisitudes del canto. Hay que volver a tomar conciencia de lo que indica la palabra deseo. Hace poco leí un texto que me hizo entender de golpe, como un fogonazo deslumbrante, en qué consiste todo esto del deseo. Se trata de un cuento de Dino Buzzati, Extraños nuevos amigos [4]. Lo recuerdo brevemente porque introduce de lleno, de manera clamorosa, en la cuestión del purgatorio (aún más, en la cuestión del infierno, del purgatorio y del paraíso). Se trata de alguien que está a punto de morir y echa un vistazo a su vida; hace sus cuentas y se dice: «Bueno, en definitiva, considerándolo todo, no he hecho nada malo [un razonamiento al que estamos acostumbrados], no he matado a nadie, me he pasado la vida trabajando, y además le he sido fiel a mi esposa, bueno, alguna escapadilla de vez en cuando, pero en general he sido bastante fiel; les he dejado algo a mis hijos... ¡sin duda iré al paraíso, de cabeza!». El tipo muere y se encuentra en una ciudad maravillosa, que ni te imaginas, en la que todo es como debe ser, perfecta. Aparecen otros dos que le hacen de guía, le explican cómo funcionan las cosas y después le enseñan la casa en la que va a vivir: ¡el no va más! La que siempre ha deseado, campos de golf, piscina, billar... Entonces le enseñan su coche: es el coche de sus sueños. Pasmado, dice: «No obstante me parece que echaré en falta a las mujeres». Pero hombre, ¡si también las hay! Todo, todo. Y él, loco de alegría, dice: «¡Entonces esto es realmente en el paraíso! ¿Aquí nunca hay dolor?». «¿Dolor?», le dicen, «¿Dolor? ¿Qué clase de paraíso sería si hubiese dolor? Pues claro que no hay dolor. De ningún tipo, nunca». Pero estos dos personajes tienen una forma de hablar de todo lo que le espera que el lector, junto al protagonista, empieza a sospechar que hay algo que no funciona, en especial cuando pregunta por el dolor y le responden: «Nada, hombre. Pero nada de nada; ni siquiera se nos permite un pequeño dolor de muelas». «¿Se nos permite? ¿Qué forma de hablar es esta? Estamos en el paraíso, seguro que aquí no puede haber...». En resumen, al final descubre que está en el infierno: la vida allí, en medio de tantas comodidades, es un infierno porque no hay nada que desear y no hay nadie a quien entregar tu deseo, a quien confiar tu espera. El infierno es la ausencia del deseo: «Ni siquiera se nos permite un pequeño dolor de muelas». Fulminado por esta lectura, he vuelto a considerar qué noción de deseo quiere transmitirnos la Divina Comedia con su Paraíso, y por tanto, qué son el infierno y el purgatorio. Al hilo de esta...