Pagola / Pikaza Ibarrondo | Entrañable Dios | E-Book | www.sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 192 Seiten

Reihe: Estudios Bíblicos

Pagola / Pikaza Ibarrondo Entrañable Dios

Las obras de misericordia: hacia una cultura de la compasión
1. Auflage 2015
ISBN: 978-84-9073-215-1
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

Las obras de misericordia: hacia una cultura de la compasión

E-Book, Spanisch, 192 Seiten

Reihe: Estudios Bíblicos

ISBN: 978-84-9073-215-1
Verlag: Editorial Verbo Divino
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



La misericordia constituye el centro del mensaje de la Biblia y de la tarea actual de los cristianos y de la humanidad entera, y en este libro se trata de ella entendida como amor entrañable de Dios y compromiso de solidaridad y ayuda mutua entre los hombres. En sus primeras páginas, José Antonio Pagola expone desde Jesús el tema de conjunto, como en un preludio musical que marca y anuncia el tono y melodía de todo lo que sigue; a partir de ahí, Xabier Pikaza desarrolla el argumento, analizando los diversos momentos de la Biblia, para detenerse al fin en las siete (catorce) obras de misericordia de la Iglesia. Ambos autores ofrecen esta obra como un homenaje a los millones de cristianos y personas justas de toda religión y pueblo que han sido y son testigos del Dios clemente y misericordioso, rico en piedad y leal (Ex 34,6-7), que sigue actuando en la historia de la humanidad.

Pagola / Pikaza Ibarrondo Entrañable Dios jetzt bestellen!

Weitere Infos & Material


Prólogo


Jesús y la misericordia


Jesús no es un escriba judío ni un sacerdote del templo de Jerusalén. Lo suyo no es enseñar una doctrina religiosa, ni explicar la Ley de Dios, ni asegurar el culto de Israel. Jesús es un profeta itinerante, oriundo de Galilea, que anuncia un acontecimiento, algo que está ocurriendo y que pide ser escuchado y atendido pues lo puede cambiar todo. Él lo está ya experimentando e invita a todos a compartir esta experiencia: Dios está tratando de introducirse en la historia humana. Hay que cambiar y vivirlo todo de manera diferente. Así lo resume Marcos: «El reino de Dios está cerca. Cambiad de manera de pensar y creed en esta Buena Noticia». Todos los investigadores piensan que esto que Jesús llama «reino de Dios» (malkutá d’alaha) es el corazón de su mensaje y la pasión que animó toda su vida.

Lo sorprendente es que Jesús nunca explica lo que es el reino de Dios. Lo que hace es sugerir cómo actúa Dios y cómo sería el mundo si hubiera gente que actuara como él. Podemos decir que «reino de Dios» es la vida tal como la quiere construir Dios. A nosotros nos puede parecer importante saber qué hemos de pensar de Dios, cómo cumplir sus mandatos, cómo ofrecerle un culto agradable. Jesús, por su parte, solo buscaba una cosa: que hubiera en la tierra hombres y mujeres que comenzaran a actuar como actúa Dios.

Esta era su obsesión: ¿cómo sería la vida si la gente se pareciera más a Dios?

Pero esto nos obliga a hacernos no pocas preguntas: ¿cómo actúa Dios?, ¿cómo actuó Jesús?, ¿cómo entendió su vida?, ¿qué fue lo importante para él?, y ¿qué significa exactamente actuar como Dios siguiendo los pasos de Jesús?

Dios es compasión


El acuerdo es hoy prácticamente unánime. Jesús de Nazaret ha sido un hombre, tal vez el único, que ha vivido y comunicado una experiencia sana de Dios, sin desfigurarla con los miedos, ambiciones y fantasmas que, de ordinario, proyectan las diversas religiones sobre la divinidad.

Jesús no habla nunca de un Dios indiferente o lejano, olvidado de sus criaturas o interesado por su honor, su gloria o sus derechos. En el centro de su experiencia religiosa no nos encontramos con un Dios «legislador» intentando gobernar el mundo por medio de leyes ni con un Dios «justiciero», irritado o airado ante el pecado de sus hijos. Para Jesús, Dios es compasión, «entrañas», diría él, «rahamim». Esta es su imagen preferida. La compasión es el modo de ser de Dios, su primera reacción ante sus criaturas, su manera de ver la vida y de mirar a las personas, lo que mueve y dirige toda su actuación. Dios siente hacia sus criaturas lo que una madre siente hacia el hijo que lleva en su vientre. Dios nos lleva en sus entrañas.

Las parábolas más bellas que salieron de labios de Jesús y, sin duda, las que más trabajó en su corazón fueron las que narró para hacer intuir a todos la increíble misericordia de Dios.

La más cautivadora es, tal vez, la del padre bueno. Los que la escucharon por vez primera quedaron sin duda sorprendidos. No era esto lo que se les oía a los escribas o a los sacerdotes. ¿Será Dios así? Como un padre que no se guarda para sí su herencia, que no anda obsesionado por la moralidad de sus hijos, que espera siempre a los perdidos, que «estando todavía lejos» ve a su hijo, se le «conmueven las entrañas», pierde el control, echa a correr, lo abraza y lo besa efusivamente como una madre, interrumpe su confesión para ahorrarle más humillaciones y lo restaura como hijo.

¿Será esta la mejor metáfora de Dios: un padre conmovido hasta sus entrañas, acogiendo a sus hijos perdidos y suplicando a los hermanos que los acojan con el mismo cariño?

¿Será Dios un padre que busca conducir la historia de los hombres hasta una fiesta final donde se celebre la vida y la liberación de todo lo que esclaviza y degrada al ser humano? Jesús habla de un banquete abundante, habla de música y de baile, de hijos perdidos que despiertan la compasión del padre, de hermanos invitados a acogerse mutuamente. ¿Será este el secreto último de la vida? ¿Será esto el reino de Dios?

Jesús contó en otra ocasión una parábola sorprendente y provocativa sobre el dueño de una viña que quería trabajo y pan para todos. Contrató a diversos grupos de trabajadores. A los primeros a las seis de la mañana, luego hacia las nueve, más tarde a las doce del mediodía, a las tres de la tarde e incluso a las cinco, cuando solo faltaba una hora para terminar la jornada. Sorprendentemente, a todos les pagó un denario: lo que se necesitaba para vivir durante un día. Este hombre no piensa en los méritos de unos y otros, sino en que todos puedan cenar esa noche con sus familias. Cuando los primeros protestan, esta es su respuesta: «¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera con lo mío? ¿O tenéis que ver con malos ojos que sea bueno?». El desconcierto tuvo que ser general.

¿Qué estaba sugiriendo Jesús?

¿Es que para Dios no cuentan los méritos? ¿Es que Dios no funciona con los criterios que nosotros manejamos? Esta manera de entender la bondad de Dios, ¿no rompe todos nuestros esquemas religiosos? ¿Qué dirían los maestros de la Ley y qué pueden decir los moralistas de hoy? ¿Será verdad que, desde sus entrañas de misericordia, Dios, más que fijarse en nuestros méritos, está mirando cómo responder a nuestras necesidades? ¿Será tan bueno?

En el recuerdo de sus seguidores quedó grabada otra parábola desconcertante sobre un fariseo y un recaudador que subieron al Templo a orar. El fariseo reza de pie y seguro. Su conciencia no le acusa de nada. Cumple fielmente la Ley y la sobrepasa. No es hipócrita. Dice la verdad. Por eso da gracias a Dios. Si este hombre no es santo, ¿quién va a serlo? Seguro que cuenta con la bendición de Dios. El recaudador se retira a un rincón. No se atreve ni a elevar sus ojos del suelo. Sabe que es pecador, pero no puede cambiar de vida. Ese es su problema. Por eso, no promete nada. No puede dejar su trabajo ni devolver lo que ha robado. Solo le queda abandonarse a la misericordia de Dios: «Oh Dios, ten compasión de mí, que soy pecador». Nadie querría estar en su lugar. Dios no puede aprobar su conducta. Inesperadamente, Jesús concluye su parábola con esta afirmación: «Yo os digo que este recaudador bajó a su casa justificado, y aquel fariseo, no». Jesús los pilla a todos por sorpresa. De pronto les abre a un mundo nuevo que rompe todos sus esquemas.

¿Cómo puede Dios no reconocer al piadoso y, por el contrario, conceder su bendición al pecador?

¿Será que, al final, todos nos hemos de abandonar a su misericordia? ¿Será verdad que lo decisivo no es la práctica religiosa de uno, sino la misericordia insondable de Dios? ¿Será Dios un misterio increíble de compasión que solo actúa movido por su ternura hacia quienes se confían a él?

Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo


Esta experiencia de la compasión de Dios fue el punto de partida de toda la actuación revolucionaria de Jesús y lo condujo a introducir en la historia de la humanidad un nuevo principio de actuación: la compasión.

La ordenación religiosa y sociopolítica del pueblo judío y la espiritualidad de todos los grupos arrancaba de una exigencia radical que aparecía formulada de manera precisa en el viejo libro del Levítico: «Sed santos porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo». El pueblo debía imitar al Dios Santo del Templo, un Dios que rechazaba a los paganos, los pecadores e impuros, y bendecía a su pueblo elegido, a los justos y a los puros. La santidad era la cualidad esencial de Dios, el principio de orientación para la conducta del pueblo elegido. El ideal es ser santos como Dios.

Sin embargo, esta santidad de Dios entendida como «separación de lo impuro» y de lo no santo, generaba una sociedad discriminatoria y excluyente. El pueblo judío busca su propia identidad santa y pura, excluyendo a las naciones impuras y paganas. Dentro del pueblo elegido, los sacerdotes gozan de un rango de pureza superior al resto del pueblo pues están al servicio del Templo donde habita el Santo de Israel. Los observantes de la Ley disfrutan de la bendición de Dios, mientras los pecadores son objeto de su ira. Los varones pertenecen a un nivel superior de pureza sobre las mujeres sospechosas siempre de impureza por su menstruación y los partos. Los sanos están más cerca de Dios que los leprosos, los ciegos, los tullidos o eunucos excluidos del acceso al Templo. Esta búsqueda de santidad levantaba fronteras, generaba discriminaciones y despertaba resentimientos. No promovía la comunión, la fraternidad y la mutua acogida.

Jesús lo percibió enseguida. Esta visión religiosa no respondía a su experiencia de un Dios compasivo. Y con una lucidez y una audacia sorprendente introdujo en aquella sociedad una alternativa que lo transformaba todo: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo». Es la compasión y no su santidad el principio que ha de inspirar la conducta humana. Jesús no niega la santidad de Dios, pero lo que...



Ihre Fragen, Wünsche oder Anmerkungen
Vorname*
Nachname*
Ihre E-Mail-Adresse*
Kundennr.
Ihre Nachricht*
Lediglich mit * gekennzeichnete Felder sind Pflichtfelder.
Wenn Sie die im Kontaktformular eingegebenen Daten durch Klick auf den nachfolgenden Button übersenden, erklären Sie sich damit einverstanden, dass wir Ihr Angaben für die Beantwortung Ihrer Anfrage verwenden. Selbstverständlich werden Ihre Daten vertraulich behandelt und nicht an Dritte weitergegeben. Sie können der Verwendung Ihrer Daten jederzeit widersprechen. Das Datenhandling bei Sack Fachmedien erklären wir Ihnen in unserer Datenschutzerklärung.