Perea González | Del Vaticano II a la Iglesia del Papa Francisco | E-Book | sack.de
E-Book

E-Book, Spanisch, 320 Seiten

Reihe: GS

Perea González Del Vaticano II a la Iglesia del Papa Francisco


1. Auflage 2015
ISBN: 978-84-288-2903-8
Verlag: PPC Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)

E-Book, Spanisch, 320 Seiten

Reihe: GS

ISBN: 978-84-288-2903-8
Verlag: PPC Editorial
Format: EPUB
Kopierschutz: Adobe DRM (»Systemvoraussetzungen)



¿Cuál ha sido el movimiento histórico, latente o no explícito, que subyace a los eventos eclesiales de los últimos cincuenta años? Para responder a la pregunta conviene hacer un rapidísimo trazado de algunas realidades que jalonan el camino de la Iglesia en este medio siglo y que nos ayudan a situarnos en el momento histórico en que nos encontramos, tan nuevo y tan diverso de entonces, y tan necesitado, hoy como entonces, de la alegría del Evangelio. Este trazado se concreta en cuatro etapas entramadas sutilmente entre sí: la euforia del primer posconcilio tras el malestar bajo Pío XII; las contestaciones surgidas inmediatamente en el segundo período posconciliar; la restauración bajo Juan Pablo II y Benedicto XVI, y las expectativas suscitadas por el papa Francisco y los interrogantes sobre el futuro de la Iglesia. Si queremos mirar hacia adelante no es para soñar sueños vacíos, sino para hacer propuestas que tengan como referencia las riquezas que atesora el Concilio. Hemos de rescatar aspectos aún inéditos, quedan por explorar pronunciamientos y exigencias que alumbró aquel acontecimiento.

Joaquín Perea (Baracaldo 1932) ha sido profesor de Eclesiología en la Facultad de Teología de Deusto, así como profesor y Director del Instituto Diocesano de Teología y Pastoral de Bilbao. Escritor también de numerosos artículos en diversas revistas teológicas es autor también de numerosas publicaciones.
Perea González Del Vaticano II a la Iglesia del Papa Francisco jetzt bestellen!

Weitere Infos & Material


INTRODUCCIÓN

EL PORQUÉ DE ESTE LIBRO


MEMORIA VIVA DEL PASADO, IMPULSO PARA EL PRESENTE, PROYECTO DE FUTURO


El amable lector que comienza a hojear con curiosidad este libro debe conocer el hilo que enhebra sus apretadas páginas. Los materiales de los que está construido corresponden a diversos artículos publicados en revistas cuya referencia precisa se ofrece al final. Pero esos bloques han sido reestructurados de acuerdo con un proyecto que se resume ya en el título. ¿Cuál ha sido el movimiento histórico, latente o no explícito, que subyace a los eventos eclesiales de los últimos cincuenta años?

Para responder a la pregunta conviene hacer un rapidísimo trazado de algunas realidades que jalonan el camino de la Iglesia en este medio siglo y que nos ayudan a situarnos en el momento histórico en que nos encontramos, tan nuevo y tan diverso de entonces, y tan necesitado, hoy como entonces, de la alegría del Evangelio. Lo vamos a hacer proponiendo cuatro etapas entramadas sutilmente entre sí: la euforia del primer posconcilio tras el malestar bajo Pío XII; las contestaciones surgidas inmediatamente en el segundo período posconciliar; la restauración bajo Juan Pablo II y Benedicto XVI, y las expectativas suscitadas por el papa Francisco y los interrogantes sobre el futuro de la Iglesia.

1. Euforia del inmediato posconcilio

Para una Iglesia que parecía anquilosada en el escenario de un mundo transformándose en ámbitos muy significativos, el Concilio Vaticano II supuso un auténtico torbellino de cambio. De pronto se abrieron las ventanas y una bocanada de aire fresco oxigenó a la comunidad católica. Un clima nuevo, un espíritu distinto, invadió la Iglesia toda. Fue una inflexión histórica.

Entre los aspectos positivos del Concilio que causaron entusiasmo destaca, sin duda alguna, la renovación litúrgica, que dio respuesta a los múltiples deseos del movimiento iniciado a comienzos del siglo XX; basta con recordar –como podemos hacerlo quienes peinamos canas– las celebraciones de «la misa», de los sacramentos, de la oración de la Iglesia, hechas en una lengua incomprensible para el pueblo de Dios, y caeremos en la cuenta del cambio de galaxia que supuso la implantación de la lengua vernácula. El diálogo con Dios a partir de su Palabra se hace inteligible y directo. El sujeto de la celebración no es el cura, sino la comunidad cristiana presente. Las celebraciones se han liberado de su atadura unilateral al rito romano y están abiertas a la inculturación en las diversas lenguas, costumbres y culturas de la Iglesia universal. La distribución de las lecturas se ha ampliado, de forma que los creyentes pueden escuchar (o leer) los textos del Antiguo y del Nuevo Testamento en toda su riqueza. En síntesis: son muchos los laicos que consideran la nueva comprensión y vivencia de la eucaristía como la clave de todo lo recibido del Vaticano II.

Tampoco se puede desconocer el sí fundamental del Concilio a la renovada ciencia bíblica, que ha conducido a un estudio intensivo de la Sagrada Escritura y a una transmisión del mensaje bíblico de acuerdo con el cambiado horizonte de comprensión del lector de hoy en día. Fue un extraordinario descubrimiento vivir la fe a partir de y como respuesta a la Palabra escuchada, tener la oportunidad de tomar la Biblia en las propias manos sin tutela clerical.

Otro salto increíble lo constituyó la prioridad subrayada por el Concilio en relación con el pueblo de Dios, concepto que se volvió a recuperar después de tantos siglos de olvido y exclusión. El centro de interés pasó de una Iglesia de clérigos a la totalidad de la comunidad, puesto que, según el Nuevo Testamento y la más antigua tradición, todo el pueblo de Dios participa del sacerdocio, el profetismo y la realeza de Cristo. La Iglesia se consideró esencialmente participativa. Brota y se expande la convicción de tener un derecho nativo a ser miembro pleno del pueblo de Dios implicado en las decisiones de la Iglesia, de sentirse identificado con la comunidad, ser alguien, no un número, sino sujeto personal.

Consecuentemente, los laicos tienen entrada plena en la misión evangelizadora, han de ser apóstoles y misioneros. Frente a la anterior concepción, tan pietista que separaba fe y vida, desde este momento la fe se despliega como compromiso en el mundo. A partir de la convicción de ser deudores de la fe recibida en la comunidad de creyentes se siente nacer la obligación de transmitirla a otros.

Ello va incorporado a una sensación de libertad, de apertura, de tolerancia. Se inicia una nueva era de liberación de aquella religiosidad rigurosa, centrada obsesivamente en el cumplimiento de las normas, que formaba personalidades cristianas reprimidas. El Concilio apela a la conciencia personal más que a la norma.

Vinculado al tema de la libertad de conciencia, respetándola como ámbito último de las propias decisiones morales, se encuentra en el ámbito social y político la declaración conciliar sobre la libertad religiosa, especialmente importante en nuestro país, donde el episcopado mantenía a pies juntillas la idea del Estado confesional y transpiraba nacional-catolicismo.

La recuperación de la antigua imagen de Iglesia llevó también en la praxis al hecho de que hombres casados pudieran ser ordenados diáconos permanentes y a que muchos hombres y mujeres participaran como cristianos adultos en la orientación y gestión de la vida de las comunidades, ejerciendo ministerios eclesiales estables.

En coherencia con esta visión de la Iglesia como pueblo de Dios se encuentra también el hecho de que el ministerio episcopal fuera valorado como ministerio de presidencia de las Iglesias locales y como un colegio en torno al papa, a quien debía asesorar y acompañar en la dirección de la Iglesia universal.

Durante este período, la constitución Gaudium et spes ocupa un lugar especial por significar más que ningún otro documento el nuevo espíritu de apertura de la Iglesia hacia el mundo; es el texto que mejor simboliza su aggiornamento. La Iglesia está atenta a los signos de los tiempos, se acerca, se integra, asume, dialoga sin complejos con la modernidad, con el mundo secular, sintiéndose portadora de un mensaje que se experimenta como positivo para la humanidad. Y se compromete también con ese mundo. En coherencia con lo enseñado por dicha constitución se ha desarrollado un vivo interés por «el mundo» y por sus habitantes, no solo –como antes– desde el punto de vista de la actuación misionera en él, sino ante todo desde el de la preocupación por aquellas personas que, como consecuencia de la evolución política o socioeconómica, pertenecen a los pobres, por quienes Jesús tuvo una preocupación prioritaria. En síntesis, esta constitución refleja la recuperación del humanismo cristiano: ser cristiano es actuar humanamente en toda su profundidad.

Se promovieron igualmente los esfuerzos para superar las divisiones entre los cristianos; el clima del diálogo interconfesional se expandió poderosamente, el ecumenismo se constituyó en prioridad en muchos meridianos. Realmente único en la historia de la Iglesia ha sido el impulso al diálogo con los judíos y con las otras religiones, sin abandonar la convicción de la verdad de la propia. Fue un verdadero regalo del Espíritu el que los católicos se abrieran a lo verdadero y lo bueno que se encuentra en las otras religiones. Para los hijos e hijas del Vaticano II, la libertad religiosa y el respeto a la búsqueda de la verdad por parte de otros creyentes es algo obvio e incuestionable. Tal enseñanza despertó una actitud de acogida y no de rechazo para con los creyentes de distinto signo y también para los no creyentes. Se tendieron manos y se construyeron puentes.

Hasta aquí algunos aspectos positivos de lo que supuso el Concilio Vaticano II para quienes se asomaron, nos asomamos, a responsabilidades eclesiales a mediados del siglo pasado. Son solo unos rasgos significativos; muchos otros podrían señalarse. En conclusión: el Vaticano II ha llegado a formar parte sustancial del discurso de fe de muchos creyentes, que lo consideran un referente fundamental en la maduración de su vida cristiana. Sus logros más importantes podrían considerarse definitivos, si no fuera porque...

2. Contestación en el «segundo posconcilio»

Surgió como efecto de diversos fenómenos ni previstos ni queridos por el Concilio, que no pueden ignorarse o silenciarse. Sus adversarios los cargaron en el debe de la cuenta conciliar, las más de las veces sin distinciones ni matices. Y ello a pesar de que, como los historiadores de la Iglesia saben, fenómenos análogos sucedieron después de muchos concilios.

Consecuencias del Concilio fueron el que tanto la reforma litúrgica como la nueva relación con las otras confesiones cristianas, la apertura al mundo, la concepción del ministerio y de la vida consagrada, etc., condujeron a algunas interpretaciones equivocadas e introdujeron inseguridades y confusiones en el seno del pueblo de Dios. Hubo fallos en la traslación a la práctica de los documentos y...



Ihre Fragen, Wünsche oder Anmerkungen
Vorname*
Nachname*
Ihre E-Mail-Adresse*
Kundennr.
Ihre Nachricht*
Lediglich mit * gekennzeichnete Felder sind Pflichtfelder.
Wenn Sie die im Kontaktformular eingegebenen Daten durch Klick auf den nachfolgenden Button übersenden, erklären Sie sich damit einverstanden, dass wir Ihr Angaben für die Beantwortung Ihrer Anfrage verwenden. Selbstverständlich werden Ihre Daten vertraulich behandelt und nicht an Dritte weitergegeben. Sie können der Verwendung Ihrer Daten jederzeit widersprechen. Das Datenhandling bei Sack Fachmedien erklären wir Ihnen in unserer Datenschutzerklärung.